La polémica sobre el patrocinio del desayuno de Podemos por REE

El desayuno de Iglesias tendrá lugar el 23 de junio y la polémica suscitada ya anticipa que será un éxito, pero en todo caso es el ejemplo de ejercicio de la bipolaridad y de contradicciones que alimentan la vida política e institucional española.

Seguramente, habría que escrutar las posibles razones de este enfado del Gobierno con esta actuación de esponsorización del monopolista único en transporte y operación del sistema eléctrico en nuestro país. Vamos a valorar posibles alternativas.

La primera, más básica y más esquemática, incluso más buenista con tintes de política politizada, es el hecho de que desde una empresa que no es ni pública, ni privada, sino todo lo contrario se financie un partido antisistema de tintes leninistas cuyo discurso es «antiinstitucional».

En la medida que, además, REE es una empresa, con una solvencia técnica indiscutible, pero cuyas cúpulas directivas y consejos de administración vienen cubriéndose por turno entre los partidos, con los «políticos de casta» un término acuñado por el telegénico Pablo Iglesias, resulta más paradójico este ejercicio.

La segunda posibilidad, es un enfado consigo mismo, por un ejercicio de descoordinación mediática mal entendida, es decir que un evento así haya escapado de esta estrategia de zapa comunicacional que el Gobierno ha determinado en ejecutar. Si la estrategia era ningunear a esta nueva formación política, la mezcla de ataques furibundos, la falta de análisis e inteligencia del «establishment» político respecto a Podemos, puedo conseguir lo contrario de lo que pretenden.

El tercer motivo, es que una actuación así evidencia más que nunca la naturaleza de monopolista único de Red Eléctrica de España, toda vez que la formación que lidera Iglesias precisamente no se caracteriza por tener un sentido de la propiedad privada, de la empresa y de los mercados. Una visión ideológica que ni pintada para respaldar la tendencia a la concepción venezolana de Red Eléctrica de España, más que un operador de sistema y más que un operador de sistema, con su entrada en la generación de electricidad hidráulica por bombeo con la delirante expropiación forzada ordenada por el Ministro de Industria en el caso de Chira Soria, algo inédito en Europa.

Seguramente, que el único motivo que no esgrimirán es el hecho de que Red Eléctrica de España es eso, y sólo debe ser eso en nuestro país de acuerdo con el principio de separación de funciones: operador de transporte y sistema eléctrico, sin un mercado en el que atender o en el que competir en nuestro país, por lo que no se entiende la necesidad de realizar este tipo de patrocinios, de que disponga de una partida para ello o aplique sus beneficios al respecto. Se le requiere otra forma de participación en el mercado publicitario y de esponsorización por esa misma naturaleza.

Y, finalmente, queda por preguntarse, en este ejercicio de bipolaridad política, también qué hace el propio Pablo Iglesias, siendo patrocinado por una empresa dirigida por los políticos de casta y en el Hotel Ritz. Aunque bien visto con esa tendencia al monopolio, una forma de entender el funcionamiento de la sociedad y de la economía, ya no nos debe extrañar nada, porque REE si que puede, por lo visto.

La «presencia» de José Manuel Soria en la Convención Eólica

No queremos que haya ningún tipo de confusión o de desinformación de nuestros lectores con este titular, pero seguramente a lo largo del artículo quedará claro a lo que nos referimos con «presencia».

Físicamente, y es significativo, había una ausencia clamorosa de la Administración española, que camina en lo energético hacia las tres «d»: disfuncionalidad, desestructuración y desinstitucionalización.

Particularmente importante es esta ausencia, combinada con el reconocimiento que la AEE había realizado hacia el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, por su impulso a la tecnología eólica y a las empresas españolas de este sector en América.

Reconocimiento que el propio Obama había aceptado de forma explícita. Así, el actual embajador de los Estados Unidos en España, James Costos, participó en la inauguración de los actos de este año de la AEE, teñidos por los efectos de la mal llamada «reforma energética», que ha afectado notablemente a intereses empresariales y financieros norteamericanos y que la Administración estadounidense observa con gran preocupación. Medidas que anticipan, además, una fuerte litigiosidad y conflictividad en términos de arbitrajes y confianza internacional.

Por eso, hay veces que determinadas ausencias son una confirmación de una presencia. Parafraseando a Georg Lakoff, «no pienses en un elefante». En este caso es «no pienses en un elefante en una cacharrería». Por tanto, «presencia» ministerial etérea en las intervenciones, «presencia» etérea en las conversaciones, «presencia» en las caras de preocupación, «presencia» en el propio discurso esforzado de superación de las consecuencias de las medidas adoptadas por esta Administración para supuestamente sofocar el déficit tarifario y, cómo no, «presencia» en el Boletín Oficial del Estado del día de comienzo de la Convención Eólica. Algo que era difícil de ocultar y de digerir por la propia circunspección que provoca comenzar con una constatación normativa.

De hecho, el ministro de Industria y el secretario de Estado de Energía, Alberto Nadal, «estuvieron presentes» en la Convención Eólica, aunque no en sus formas corpóreas, de forma que sus espectros podrían alcanzar mayores niveles de fisicidad de los previsibles. José Manuel Soria había anunciado el pasado viernes en el Consejo de Ministros la promulgación del real decreto por el que se regula la actividad de producción de energía eléctrica a partir de fuentes de energías renovables, cogeneración y residuos, donde se determinaban los tipos de instalaciones, la concreción del mecanismo retributivo con referencia a toda la vida de los activos, fijando el precio de referencia del mercado para su cálculo en 48€/MWh, con revisiones trianuales para estos activos regulados, con techo y suelo, contrastando con la agilidad electoral de refacturación a los consumidores cuando del mercado eléctrico resulten precios muy bajos.

Incluso, al hilo de este nuevo mecanismo retributivo, cuando el propio ministro de Industria en un acto fallido amagó con redefinir la rentabilidad razonable en términos del 5,8% frente al 7,5% justificada por la mejora de la prima de riesgo, se desató una considerable turbamulta y un importante esfuerzo de rectificación, conscientes de que audacia, discrecionalidad (lo «razonable» es lo que el ministro entienda como tal) y temeridad se estaban combinando a niveles peligrosos. Delirante.

Por lo tanto, José Manuel Soria, claro que sí, claro que estuvo presente en la Convención Eólica: desde su ejecutoria hasta en su talante.

Cifras y letras

Los resultados vienen a arrojar que estamos en la cabeza tractora de los precios altos de la electricidad y del gas en Europa (octavo y sexto puesto, respectivamente). Y, en el caso de la electricidad, se produce un descenso en el puesto de ese rango de países con este suministro más caro (fruto de las intervenciones operadas desde las autoridades españolas). Las comparativas que incorporan el poder de compra, destacan que subiríamos un par de peldaños más en el ranking si se contempla esa variable.

Hasta ahí los datos descontextualizados, porque vistos únicamente así, seguramente podríamos decir que las estadísticas se pueden utilizar como los borrachos utilizan las farolas, es decir, para apoyarse y no para iluminarse. Es decir, sin comprender sus componentes y lo que está dentro de estos datos, no se puede entender esta foto final, que casi parece un posado que prepara la segunda gran intervención de Industria en este año 2014.

En este sentido, sería conveniente introducir análisis complementarios. Quedaría por hacer una comparativa complementaria de cuánto, en cada país de la Unión Europea, se incorpora de costes regulados y de cuestiones diferentes a los suministros eléctrico y gasista en las facturas , y de cuánto de esa “porción” (o “cuña gubernamental” en nuestro caso) incide en la consecución de este dudoso ranking, sofocando el mismo y generando déficit.

También sería sano preguntarse cómo, por ejemplo en el caso de la electricidad, teniendo uno de los precios más bajos del mercado de generación, una retribución más baja de la actividad de distribución y, a la vez, ejerciendo control intervencionista de precios finales al consumidor, se consigue alcanzar este ranking, generando un importante volumen de deuda en 2013, habiendo incrementado notablemente la fiscalidad energética. Esto es, realizar una comparativa magra de precio real o precio intervenido.

Además, también es de mucho interés conocer en cuántos países, por mor de esos costes regulados, sus consumidores tienen una deuda (importante en el caso eléctrico e incipiente pero creciente en el caso gasista) y las empresas del sector requieren una mayor necesidad de financiación en sus balances, así como una amenaza de inestabilidad regulatoria, que gravita y se proyecta a la inversión futura como riesgo regulatorio.

Pero observemos, además de la foto fija, la moviola de lo que se anticipa hacia el futuro. Pónganse en el caso del gas natural, cuando se tenga que afrontar la legal compensación por el almacenamiento subterráneo Castor (innecesaria instalación dada la estructura de gaseoductos y de regasificadoras ya existentes) unido a la sobreinversión en activos regulados que ha estado asociada a la caída de la demanda, para generar ese correoso e inicial déficit gasista. Por eso, y para eso, se amenaza con una reforma gasista de trazas semejante a las medidas del sector eléctrico.

A veces los números cantan, y si se fuerzan mucho, hasta bailan.

Panorama para después de unas elecciones europeas

Probablemente, nos encontremos en una situación que se suele denominar en ciertos espectáculos deportivos como los “minutos de la basura”. Tanto es así que el sinfín de especulaciones y rumores, tanto sobre la salida del ministro de Industria, José Manuel Soria, para aspirar a la presidencia de la comunidad canaria, como respecto a la transición de los hermanos Nadal hacia una cartera ministerial, se disparan en esa crisis de gobierno que nunca llega.

En todo caso, en el sector energético, y más concretamente en el sector eléctrico, lo que viene ahora es la cosecha de lo sembrado, que promete, por otra parte, ser tan prolífica como indigesta. Consecuencias que tienen que ver con los procesos jurídicos, conflictos judiciales y arbitrajes, amén de la respuesta de los propios agentes a un conjunto de normas, mal denominadas “reforma” y realizas en un ejercicio solipsista, sin diálogo y de grano gordo en lo que se refiere a la previsión de los daños y efectos colaterales de las mismas; medidas que son consecuencia a su vez de una incapacidad política de coordinación en el Ejecutivo y una suspicacia permanente hacia el diálogo con los agentes.

Así, tras las quejas de los países árabes a S.M. el Rey por el impacto de estas normas en las inversiones fotovoltaicas, se acaba de conocer la denuncia interpuesta por la empresa norteamericana NextEra ante el CIADI contra el Reino de España por el cambio retributivo en las renovables por mor de la retroactividad que se ha aplica para estas instalaciones. Un asunto, por cierto, el de la seguridad jurídica y de la estabilidad regulatoria, que en Energía Diario, además de pertenecer a nuestro ideario, es una línea argumental que seguimos desde nuestro nacimiento, con las reformas que se operaron en el marco retributivo de las tecnologías de régimen especial en el trámite parlamentario del Decreto 661/2007.

Por tanto, a partir de este momento, lo que se deviene son los efectos de estas normas: conflictos, arbitrajes y efectos jurídicos que prometen ser muy turbulentos y que los autores de estas normas tratan de minimizar en su retórica para ponerse de perfil. Efectos sobre las empresas de los distintos sectores y subsectores eléctricos. A su vez, consecuencias en lo que se refiere a la caída de las inversiones de las propias compañías en nuestro país y para las que, además, el Ministerio de Industria amaga con introducir nuevas medidas adicionales para establecer la inversión obligatoria en su volumen por parte de las empresas. Efectos sobre la inversión en distribución (incluida la posible venta de redes), o efectos, como la parada en ciertos momentos de los parques eólicos, perjudicados en su retribución supuestamente razonable.

Pero hay más. Efectos derivados del modelo retributivo propuesto a la cogeneración que impactan a las actividades principales de las empresas cogeneradoras y también en la generación de energía, incluyendo por tanto la viabilidad empresarial completa. Efectos sobre los purines, minihidráulica, etc., que se agolpan en Industria y perfilan una imagen del Reino de España inquietante, que no se resuelve con retórica política peronista. Todo ello, combinado con la ampliación monopolística de Red Eléctrica de España hacia actividades de generación hidráulica por bombeo.

Puestos en este panorama, nos cabe la pregunta relativa a cuáles son las diferencias entre los postulados políticos de Podemos, como fuerza política antisistema que emerge, y la actuación del Ministerio de Industria, Energía y Turismo en el sector eléctrico. Ya tenemos pleitos como país ante el CIADI, como Venezuela y Argentina; la rentabilidad de los activos regulados se revisa de forma discrecional a través del concepto semántico de rentabilidad razonable; el Ministerio de Industria estudia introducir mecanismos de coacción obligatoria a las empresas para fijar el volumen de inversión; y finalmente, de forma combinada, se fortalecen los monopolios con la expansión de la actividad de una empresa pública expulsando la iniciativa privada.

Vamos, que así no hay manera de explicar este resultado electoral.

La distribución, otra vez

Así, el diario digital «Vozpópuli» recogía ayer esta noticia: «Contra las cuerdas: Soria da a las eléctricas sólo 24 horas para pedir los ingresos por distribución»

En total, el pasado 30 de abril, se publicaron cuatro Resoluciones del Ministerio de Industria, de las cuales dos de ellas tenían un vencimiento en el mismo día. El precepto, cuya fecha de la norma era del 28 de abril, y su publicación en el BOE fue el último día del mes, indicaba como fecha tope de entrega de información ese mismo 30 de abril para todas las distribuidoras.

Cualquiera que conozca mecanismos de estas características de solicitud de información masiva entre Administración y empresas, reconoce que un requerimiento instantáneo (publicado el mismo día que vence) a los sujetos administrados (las empresas), determinando la estructura de la información, y cuyo universo objeto de la misma es un número de cientos de miles de elementos, activos e instalaciones, es, además de extemporáneo, una barbaridad.

Barbaridad que se acrecienta si se comprende el importantísimo papel de la actividad de distribución en el suministro eléctrico y su trato displicente a lo largo del tiempo. Desde la idea de la histórica «Bolsa» (cantidad global con la que se retribuía a la distribución en el pasado) y su administración política por coeficientes, hasta el esperpéntico devenir de la distribución en la CNE con su modelo retributivo, a los recortes a ojo determinados por Industria en el conjunto normativo de normas para, supuestamente, abordar el déficit tarifario, en algo mal llamado «reforma». Modelo retributivo que ha acabado realmente siendo un corcho oscilante al que se le rebaña sin mucho fundamento.

Asumiendo la barbaridad y la extemporaneidad de estas normas (sin matices, ni excusas), quedan las posibles interpretaciones de la misma, las razones y motivación de la misma, por la combinación de la carencia o la premeditación.

La primera posible es la permanencia de la consideración de retribución política de la actividad de distribución y esa tradición de trato displicente hacia la misma, que lleva a la pérdida de mínimos en el comportamiento del regulador principal (y también en el regulador independiente, si es que lo hubiera habido por esa definición sajona). Esto se confirma en la medida que normativas análogas relativas a la actividad de transporte (donde existe un sólo operador monopolista único) estuvieron disponibles con mucho más tiempo para su cumplimentación, mientras preparaban el champán para recibir de manos del Gobierno el proyecto de la central de generación hidráulica por bombeo de Chira-Soria.

La segunda razón posible se explica en términos de un episodio más en la persecución sin cuartel en el modelo de relación que tiene Industria con los agentes del sector energético. Un proceder basado en el achique de espacios a las empresas y en la asfixia a las mismas, de forma continuada e inexorable, tocándole nuevamente a la actividad de distribución.

Es decir, se trataría de un paso más en una ofensiva sin cuartel desde las instancias ministeriales en la que uno de los elementos que ahora está jugando es la velocidad, porque, el día que se frene esta dinámica, seguramente, se podrán observar los daños y hacer un balance de los mismos.

Cuando se patina sobre hielo fino, la solución es la velocidad.

La deriva del artículo 33

De hecho, una de las cuestiones que se viene atribuyendo a las sucesivas medidas que conforman la mal denominada «reforma eléctrica» es su ausencia de diálogo y de negociación con los agentes económicos y sectoriales. Probablemente, porque sus propios autores creen en esa forma de ejercicio de la autoridad, en una economía o una sociedad moderna, o mejor dicho, porque no creen en la necesidad de dialogar.

A la vez, recientemente, Industria ha dado un paso de gigante para avanzar en la expropiación del proyecto de la instalación de generación eléctrica por bombeo de Chira-Soria, lo que era su pretensión al inicio de la tramitación parlamentaria de la Ley de Sistemas Extrapenínsulares. No es una cuestión menor. De hecho, la primera versión de esa Ley se podría haber considerado un acto fallido freudiano, para luego practicar toda una suerte de alambicados vericuetos legales para conseguir lo mismo: la entrega a Red Eléctrica del proyecto por la combinación de medios legales de atosigamiento intervencionistas.

Y, en esa clave, es en la que hay que contextualizar la pretensión del Gobierno de articular como una nueva posibilidad de instrumento coactivo nuevos impuestos adicionales de cara a la reforma fiscal en materia medioambiental, por valor de 1.000 millones de euros para obligar a que las empresas eléctricas inviertan en España.

Por eso, de lo que tratamos hoy, uniendo los puntos y las intenciones, es de un proceso que va un paso más allá de la ausencia de diálogo, por el que se están deslizando las actuaciones del propio Gobierno y del Ministerio de Industria y que atisban una pendiente mucho más delicada y peligrosa. Todo ello dibuja o perfila un estilo donde juega el miedo.

En todo caso, cursar esta amenaza es la reacción atávica del Ministerio de Industria a las reacciones de los agentes económicos, a las consecuencias de las medidas incluidas en la reforma eléctrica y a los efectos que se derivan de su política de cambios retributivos, inseguridad jurídica e inestabilidad regulatoria. Industria, con esta actuación, podría crearse la ficción de que por la vía coactiva y de hostigamiento, que también incluye filias y fobias, le permitirá sortear las consecuencias económicas de sus actos normativos, en lugar de meterse en una situación de difícil salida.

De hecho, el torrente de declaraciones económicas de los distintos operadores del sector eléctrico y sus subsectores relacionados, no dejan lugar a dudas de los efectos de la ejecutoria del tándem Soria-Nadal y lo que son sus consecuencias naturales: empresas que modifican su esquema de inversiones según su diversificación internacional y de actividades, tecnologías, como la eólica, que ven fuertemente erosionada su rentabilidad de forma retroactiva y que les convienen retirar potencia en ciertos momentos, operadores renovables de distintas tecnologías que expresan su malestar al Gobierno tanto a nivel nacional como internacional, empresas cogeneradoras o de purines que ven peligrar su actividades fruto de los cambios retributivos al descubrirse la caja de compensación de la tarifa, etc…

Por tanto, las preguntas empiezan ya, ¿a quién va a obligar a invertir a su pesar? ¿A los operadores eléctricos de distribución? ¿A las tecnologías de generación en espera de que los impuestos no se trasladen a precios? ¿A los generadores renovables? ¿A los inversores extranjeros? ¿A los cogeneradores? ¿Hasta cuánto y hasta cuándo es lo que se considera razonable que deban invertir? ¿Es preciso llegar a la sobreinversión a fin de insuflar demanda por esta vía al país? ¿Quiere Industria que nuestro sector energético sea un «corralito» abundando en las semejanzas entre Argentina y España, inspiradas en Kicilof y Nadal? ¿Cómo contribuyen estos comportamientos a la operación fallida de imagen de la «marca España» y, la formación de la misma, con toda la suerte de esperpentos asociados al comportamiento en el ámbito regulador sectorial? ¿Qué señales se envían sobre nuestras instituciones económicas y sobre nuestro Gobierno a los inversores internacionales? ¿Se puede invertir en un contexto tan inquietante?

En todo caso, finalizado más o menos el grueso de los cambios normativos de la reforma eléctrica, ahora lo que toca es la cosecha de efectos y no parece que el Gobierno acepte de buen grado las consecuencias de sus actos. Por eso, las dinámicas se aceleran, del artículo 33 pasamos a lo que en su momento denominamos, incluyendo los componentes psicopáticos en su carnicería, «la reforma Dexter».

La expropiación de Chira-Soria o la subversión

De este modo, el martillo neumático del operador de transporte y sistema español, Red Eléctrica de España, consigue por la vía de los despachos oficiales, con su presión al Ejecutivo y su influencia en la redacción normativa en el Ministerio de Industria apropiarse de este proyecto, cuya historia venimos contando en Energía Diario con minuciosidad.

Inciso número uno. La mayor parte de procesos de expropiación llevados a cabo en la democracia española, sin que medien razones económicas para un rescate como ocurrió en el sector financiero, son los que proceden de la expulsión del sector privado en el sector energético, por vías eufemísticas, y en donde han tenido que ver, precisamente, los operadores de transporte y sistema eléctrico y gasista.

Por ejemplo, podemos recordar cómo la definición por tensión de las redes eléctricas ha instado a que instalaciones con función claramente distribuidora tengan que ser entregadas al operador de transporte y sistema, limpios de polvo y paja, fruto de la reforma de los socialistas en los tiempos de Ignasi Nieto, con el debido asesoramiento de Luis Atienza.

Inciso número dos. En la actualidad los operadores de transporte y sistema eléctrico y gasista en España gozan de una posición idílica. Entre sus muchas ventajas, son privados, por su composición accionarial, incluyendo la presencia de Fondos de Inversión en su propiedad, y las remuneraciones de sus directivos y sus indemnizaciones, cuando por causa del cambio político de turno salen, son más que generosas. Además, tienen participaciones y compañías en el extranjero (¿?). Lo que se viene conociendo como diversificación.

A la vez, son públicos gracias a la participación de la SEPI (que, cuantitativamente, no es relevante en cada caso, pero es determinante de facto), influyen y participan decisivamente en la regulación, condicionan a los agentes privados y a los consumidores con sus inversiones, incluyen sus proyectos de inversión en la planificación energética con facilidad (generando costes regulados incluibles en el suministro) y cobran primero en las liquidaciones mensuales. Además, al tomar parte de la naturaleza pública intrínsecamente buenista, se revisten de esa pátina de «positividad» ante la opinión pública de un país que no cree en lo empresarial y en lo privado en los términos de las sociedades avanzadas europeas continentales y occidentales.

Adicionalmente, estos operadores son políticos, como se puede acreditar por el nombramiento de sus presidentes, por la composición de sus respectivos Consejos de Administración y por sus bochornosos procesos de elección y cooptación en la democracia de turnos (la última remodelación en el Consejo de Enagás sonroja al más audaz). O las declaraciones de sus presidentes Atienza y Llardén irrogándose la función inversora para reducir el desempleo en España.

Pero, complementariamente, además de ser privados-públicos y políticos, son también ¡monopolistas únicos! en las actividades que tienen encomendadas respectivamente. Pero no se conforman; buscan, por la vía de meter el pie en la puerta, extender su radio de actividad, en este caso a la generación de electricidad en las centrales hidráulicas, es decir, buscan diversificarse y, para eso, elaboran con la complicidad ministerial fórmulas eufemísticas para llamar a la generación hidráulica por bombeo otra cosa que les permita perpetrar la acción. Capitalismo venezolano de empresa pública de facto, propia de los tiempos de Maduro y Chávez en el sector eléctrico español.

Inciso número tres. La teoría del monopolio en la Hacienda Pública justifica la existencia de estas figuras empresariales únicamente por dos motivos: el primero, el denominado monopolio natural (imposibilidad de que, por necesidades de inversión, la financiación de la misma se realice por el sector privado o no sea posible la existencia de más de un operador por el tamaño del mercado correspondiente); el segundo, el hecho de que los servicios, suministros y bienes que aborde la empresa que ejerce el monopolio sean «bienes públicos», para cuya provisión en régimen de mercado no existen incentivos para que sea realizado desde la iniciativa privada, como es la Defensa Nacional o la Seguridad Ciudadana. Exclusivamente.

Por otra parte, las Directivas Comunitarias en materia de energía diferencian las actividades de generación, operación y gestión, transporte, distribución y comercialización, promoviendo la iniciativa privada, los mercados, con la separación de las mismas jurídicamente, económicamente y de propiedad en sus respectivos operadores. Se promueve, además, en el caso del transporte y operación del sistema, el modelo de transportista que tenga separada esta función de gestión y operación del sistema (el ISO), con independencia de etapas previas a ese objetivo final, derivadas de las situación existente en la actual forma en que se instrumenta esta función en los distintos países europeos.

Estas dos cuestiones (tendencias monopolísticas y separación de actividades en los sectores energéticos en red) se abordan desde una perspectiva ortodoxa, económica, y con una visión restrictiva, no con una visión política o de opinión pública oportunista. De hecho, han sido objeto de regulación comunitaria precisa y no se dejan a la interpretación demagógico-política. Y, el híbrido operación-sistema-transporte-generación-función de distribución por la vía de los hechos evidentemente es una subversión y una involución.

El papel de estos operadores de transporte y sistema en España ha sido siempre ser «més que un club«. Algo, incluso cuasi aceptado por la vía de los hechos, en lugar de ser exquisitos en su cometido con una función concreta, definida y perimetrada en sus respectivos sistemas, eléctrico y gasista. El “fru fru” de los años de la bonanza y su casta política dirigente han hecho el resto; una tendencia promovida por el grupo retroprogresivo de la energía, parapetada en las facciones más intervencionistas del PSOE (curiosamente larvada en el gobierno de estos operadores), que se había acelerado por el equipo del anterior con el presidente socialista Luis Atienza y de su director de Operaciones, Alberto Carbajo. Hombres de carné. Y que ha tenido continuidad, desarrollo y un avance nunca soñado con el actual presidente, el popular José Folgado y Andrés Seco, director de Operación. Así, pocas cosas han cambiado con el cambio de gobierno en este capitalismo de estado venezolano encubierto que, por otra parte, debe ser objeto de atención y revisión por parte de las autoridades comunitarias.

Por tanto, con esta expropiación, se culmina y se confirma la pinza entre el operador de gestión y transporte del sistema eléctrico español y el Ministerio de Industria, Energía y Turismo, y se acredita su capacidad de influencia en la política energética y su conformación de «regulador sotto voce» del sector energético. Se subvierte en modelo de separación de actividades y se involuciona en la liberalización energética.

¡Viva Soria, Nadal, Folgado y Seco! ¡Viva Chira-Soria!¡Viva Jorge Fabra!

Lecturas de la posible desinversión de Iberdrola de su filial de distribución

En todo caso, se trata de una noticia de enorme calado y de fenomenal trascendencia para el sistema de suministro eléctrico español que, seguramente, requerirá una atención continuada las próximas semanas, por su propio devenir y por las reacciones que, en ningún caso, serán intrascendentes. Puede ser la operación empresarial de este año, con la que se empiezan a desplegar las reacciones económicas al nuevo escenario regulatorio y su forma de cauterizarse.

Así, por la vía de los hechos y del comportamiento económico de los propios agentes, se produciría una separación de propiedad de las actividades eléctricas, actualmente organizadas mediante una separación jurídica, económica y contable plena de actividades y de activos.

No están lejos en las hemerotecas los comentarios desde el propio Ministerio de Industria, Energía y Turismo, tomando un discurso populista de los retroprogresivos de la energía, oportunamente manejado para justificar la abolición de las subastas, en los que se coqueteaba con la afirmación de que las empresas eléctricas españolas estaban integradas verticalmente, cuando se había avanzado en la separación de actividades más que en los países continentales europeos.

Por tanto, es inevitable señalar que la operación se entroncaría con las consecuencias de las reformas introducidas por el Ministerio de Industria, Energía y Turismo para absorber el déficit tarifario y la forma en que se han instrumentado. Las reformas se han ido planteando de forma adanista sin comprender los efectos entre sectores, tecnologías y actividades, desde el punto de vista económico y financiero y lo que es la respuesta económica y financiera de los agentes. Además, tengamos en cuenta que las empresas titulares de las compañías distribuidoras han impugnado el decreto que modifica el sistema retributivo de la distribución, además de verse sometidas a las invectivas del ministro Soria en sus entrevistas, que no ceja en sus escaladas verbales y en el vodevil de los contadores.

Es importante reseñar que la distribución es uno de los elementos más delicados del suministro, en la medida en que es la parte que más percibe el consumidor. Las propias Comunidades Autónomas tienen una extraordinaria sensibilidad al respecto. La distribución son las cosas de comer. Y su mecanismo retributivo ha sido tomado muy poco en serio por parte de los diferentes Gobiernos, como una especie de corcho que subía y bajaba, a la vez de ser responsables de financiar el déficit tarifario.

Con lo cual, este desenlace tal y como se dibuja, podría llevar a que la distribución eléctrica española acabe siendo titularidad de entidades y fondos financieros internacionales, lo cual se tornaría en un severo revés para el Gobierno, además de complicarle mucho las cosas a futuro para quienes creen en la acción todopoderosa y plenipotenciaria de las instancias gubernamentales.

En nuestro país la mayor parte de operaciones económico-empresariales se lee en clave política (y, probablemente, una operación de estas características debería tener consecuencias políticas por sus antecedentes y su contexto); pero es riguroso capitalismo. Por ejemplo, ¿sabría algo al respecto de esta operación el ministro José Manuel Soria en su reciente visita a Qatar (principal accionista de la compañía), acompañando al Rey?

Lo que sí es cierto es que desde el punto de vista de la ortodoxia financiera y económica la operación estaría plenamente justificada, y como segunda derivada, que los refrenos del pasado relativos a la contención formal del sometimiento de la economía a lo político y, en consecuencia, a mantener las formas, ya no funcionan en un contexto tan envenado por el propio ejercicio de la acción del Gobierno y sus comportamientos populistas.

Quiere decirse que el modelo empresarial capitalista va a en serio. Muy en serio.

Un hombre que te lleva las maletas

El ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, se encuentra como uno de los viajeros habituales del trayecto aéreo entre la ciudad canaria de Las Palmas y Madrid. Hombre de ademanes cuidadosos y, a la vez, siempre con el resorte de su vis pública encendido, incluso se presta obsequioso a ayudar a las señoritas con las maletas, en lo que es una anécdota relativamente frecuente y común para quienes coinciden con el ministro en el aeropuerto amarillo.

Por eso, es bastante extraña esa notable capacidad para la «transformación» en las entrevistas de perfil «mass media«, de las que es asiduo. Ayer, en el diario El Mundo, se publicaba una entrevista de la periodista Esther Esteban al ministro, cuyos ejes comunicacionales son los ya clásicos en su retórica: ataque frontal a las empresas del sector eléctrico, supuesta defensa momentánea del consumidor (por trimestres), devolución incluida de la factura hasta agosto y, luego, desparpajo, adanismo y una cierta combinación de sospechas veladas y maledicencias, revestidas con la demagogia antiempresarial de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Un enfoque que tantos réditos reporta en un país que es contrario al mercado y al capitalismo en un 70% según el estudio de la Fundación BBVA.

Soria, en la entrevista y de manera habitual, se emplea con un pensamiento interesadamente maniqueo, basado en la exposición de intereses de los agentes dirigidos a una sociedad muy desconfiada, muy desinstitucionalizada (inclusive la mediática o la periodística), y nunca comparable con una democracia sajona o europea con convicciones serias sobre el mercado, la economía o las empresas. Por tanto, afear a los agentes su papel o tacharles de alineación para anularlos, es un mecanismo muy básico dentro de la comunicación política. Una estrategia para evitar la crítica sobre lo sustancial.

Si a ello combinamos lo que son los propios intereses del ministro como político profesional, el empeño sobreactuado en aparecer como un Gary Cooper entre supuestos frente a los lobbies, aderezado por unas cuantas estadísticas y cifras de grano gordo tenemos el resultado de la entrevista ayer publicada. El paroxismo mayor de este enfoque estriba en el titular elegido por el periódico, asegurando sin rubor que las empresas han utilizado los beneficios en España para invertir en el extranjero, cuyo reverso o mensaje oculto, a partir de ese aserto tan peligroso, sería irrogarse la capacidad de repatriar resultados de las empresas internacionalizadas desde Iberdrola a Telefónica, pasando por el Santander o el BBVA.

El segundo vector de la entrevista es un comportamiento orientado de forma dialéctica, de forma más consciente o inconsciente a deconstruir el papel de las asociaciones sectoriales y, por tanto, a fomentar el modelo de conflicto entre operadores, empresas y tecnologías, en el que Industria se mueve como pez en el agua. Eso funcionará hasta que el mínimo común múltiplo de los efectos de una pseudopolítica energética improvisada y populista, sin garantías jurídicas, concite hacia puntos básicos de acuerdo (y no está tan lejos).

Y ahí es dónde viene el desparpajo. ¿Cómo puede el ministro después de haber intervenido el sistema de fijación de precios en las subastas y tras una intervención basada en falsedades y desmentidos, rueda de prensa de por medio, aparecer así profiriendo ahora nuevas amenazas y lanzando sospechas frente a las empresas y a los sectores económicos? ¿Cómo puede, después de tragarse los sapos que se ha tragado durante la visita a los países árabes incluido el trato displicente que ha recibido de las autoridades de los distintos emiratos por las medidas en el sector renovable?. Sólo de una forma: mediante el instinto político y dominio de lo efímero y la indolencia de la estructura político-económica del Gobierno.

Otro elemento que trasciende es el ejercicio de adanismo en una entrevista centrada en lugares comunes y fáciles para el lucimiento que, además le permite irresponsabilizarse y sacudirse las consecuencias de lo realizado y de las medidas aplicadas e impresas a sangre y fuego que van a generar nuevos problemas futuros de mucha gravedad.

De todo lo que viene de ahora en adelante, derivado de un conjunto de medidas incluidas en la reforma, poco estudiadas, poco negociadas, poco coordinadas en las distintas áreas del Gobierno (Agricultura, Hacienda, Economía, etc…). Así, hay que recordar que lo que ocurra en términos de seguridad jurídica, procedimientos jurídicos a nivel europeo y español, conflictos y arbitrajes, o con la distribución eléctrica es responsabilidad del ministro y del Gobierno.

Del mismo modo las consecuencias para la distribución eléctrica, con los sectores renovables, las desconexiones de los parques eólicos o para sectores como los purines, la industria o la cogeneración, también es responsabilidad del ministro y del Gobierno. O las propias respuestas de los consumidores relativas a los cambios de contratación de potencia, el aventurerismo con el tendido de los contadores inteligentes, con la inversión futura o con las empresas, también serán su responsabilidad aunque no efectúe declaraciones al respecto. Y, desde luego, todo ello, tiene impacto sobre los sectores económicos, sobre las empresas, sobre los consumidores, sobre nuestra economía y sobre los españoles, a corto y medio plazo.

Con tal grado de simplificación en la comunicación política, si el ministro, esgrime, se escuda y utiliza al consumidor en su retórica esquemática, es que ya no le queda mucho más que llevarnos las maletas.

Acceso a la entrevista de Esther Esteban en El Mundo

El incipiente déficit gasista

El Secretario de Estado de Energía, Alberto Nadal, ya ha amagado con emprender la reforma del sector gasista. Reforma impelida por la aparición de un incipiente déficit tarifario, de proporciones más o menos pequeñas (actualmente, alrededor de los 375 millones de euros en su conjunto). Eso sí, con tendencia creciente (hace un año era menos de la mitad).

En general, ese déficit ha sido minimizado en su importancia por propios y extraños dentro del sector, en la medida que la comparativa con el galopante déficit tarifario eléctrico es evidente, por su orden de magnitud.

En todo caso, es preciso recordar que el déficit tarifario es una cuestión de responsabilidad política, en la medida que se produce como resultado del control de precios/tarifas, frente a la suma de todos los componentes que integran el coste de suministro. En este caso, fundamentalmente en estos costes, ha impacto especialmente la repercusión de nuevas infraestructuras en un escenario de caída de la demanda, concebida interesadamente, en términos incrementalistas. De hecho, se van agolpando infraestructuras de dudosa necesidad, alicatadas hasta el techo (el polémico almacenamiento subterráneo Castor, la regasificadora de El Musel, ahora también con polémica, etc…) que acaban en estado de hibernación o, incluso, de paralización. Y la nave, va.

Como proscenio, es preciso tener claro el marco de referencia: la tendencia al crecimiento del propio déficit y, por otra parte, la solución como costumbre al endeudamiento que invade a las autoridades españolas cuando tratan de evitar las consecuencias de sus decisiones pasadas en materia energética, por sus efectos políticos, electorales y de opinión pública. Desde la evitación y embalsamiento de la crisis mundial del petróleo en 1973, nuestras clases políticas y dirigentes se comportan repitiendo este mismo patrón con lo energético, para montar autos sacramentales cuando el problema que han generado se les desborda.

Y, en todo caso, es necesario considerar cual es la situación a evitar: el engrosamiento de este déficit por la vía de la minimización y del exceso de confianza. A la vez, ser conscientes de que ante estos volúmenes de déficit tarifario gasista, el sector no necesita una «reforma». Necesita ortodoxia. Estamos a tiempo de que el problema se dosifique sin grandes daños. Simplemente, lo que necesita es aplicar correctamente los mecanismos tarifarios correspondientes para que el déficit tarifario gasista actual se absorba y no vaya a mayores.

A partir de ahí, es exigible una gestión eficaz de las infraestructuras existentes, una estimación realista de la demanda y unas decisiones más responsables en torno a las nuevas infraestructuras, incluyendo posibles moratorias en su puesta en funcionamiento recentrando la misión de los gestores técnicos y de transporte del sistema. Cualquier aventura como las operadas por el Gobierno en el sector eléctrico dirigidas a reformar el sistema retributivo sectorial y los mercados son desaconsejables, además de un peligro en manos de aprendices de brujo. Por eso, el pánico que se puede derivar de un aviso como es una reforma innecesaria.

En suma, en el caso del déficit tarifario gasista, estamos nuevamente, ante el resultado del control de precios gubernamental, combinado con las decisiones políticas de incremento de costes, desarrollo y planificación alegre de infraestructuras y sobreestimación de la demanda que las justificaban en la inclusión de la planificación energética para mejor suerte de la cuenta de operadores con misión disfuncional (no hace tanto tiempo y a la limón con REE, afirmaba el propio Llardén, que la inversión de los operadores de transporte y sistema eléctrico iban a salvar la economía española y la generación de empleo, extendiendo su misión en la economía española con ese discurso inversionista).

Lo más sensato: que hagan lo que deben hacer y no reformen el sector gasista.