La «presencia» de José Manuel Soria en la Convención Eólica

No queremos que haya ningún tipo de confusión o de desinformación de nuestros lectores con este titular, pero seguramente a lo largo del artículo quedará claro a lo que nos referimos con «presencia».

Físicamente, y es significativo, había una ausencia clamorosa de la Administración española, que camina en lo energético hacia las tres «d»: disfuncionalidad, desestructuración y desinstitucionalización.

Particularmente importante es esta ausencia, combinada con el reconocimiento que la AEE había realizado hacia el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, por su impulso a la tecnología eólica y a las empresas españolas de este sector en América.

Reconocimiento que el propio Obama había aceptado de forma explícita. Así, el actual embajador de los Estados Unidos en España, James Costos, participó en la inauguración de los actos de este año de la AEE, teñidos por los efectos de la mal llamada «reforma energética», que ha afectado notablemente a intereses empresariales y financieros norteamericanos y que la Administración estadounidense observa con gran preocupación. Medidas que anticipan, además, una fuerte litigiosidad y conflictividad en términos de arbitrajes y confianza internacional.

Por eso, hay veces que determinadas ausencias son una confirmación de una presencia. Parafraseando a Georg Lakoff, «no pienses en un elefante». En este caso es «no pienses en un elefante en una cacharrería». Por tanto, «presencia» ministerial etérea en las intervenciones, «presencia» etérea en las conversaciones, «presencia» en las caras de preocupación, «presencia» en el propio discurso esforzado de superación de las consecuencias de las medidas adoptadas por esta Administración para supuestamente sofocar el déficit tarifario y, cómo no, «presencia» en el Boletín Oficial del Estado del día de comienzo de la Convención Eólica. Algo que era difícil de ocultar y de digerir por la propia circunspección que provoca comenzar con una constatación normativa.

De hecho, el ministro de Industria y el secretario de Estado de Energía, Alberto Nadal, «estuvieron presentes» en la Convención Eólica, aunque no en sus formas corpóreas, de forma que sus espectros podrían alcanzar mayores niveles de fisicidad de los previsibles. José Manuel Soria había anunciado el pasado viernes en el Consejo de Ministros la promulgación del real decreto por el que se regula la actividad de producción de energía eléctrica a partir de fuentes de energías renovables, cogeneración y residuos, donde se determinaban los tipos de instalaciones, la concreción del mecanismo retributivo con referencia a toda la vida de los activos, fijando el precio de referencia del mercado para su cálculo en 48€/MWh, con revisiones trianuales para estos activos regulados, con techo y suelo, contrastando con la agilidad electoral de refacturación a los consumidores cuando del mercado eléctrico resulten precios muy bajos.

Incluso, al hilo de este nuevo mecanismo retributivo, cuando el propio ministro de Industria en un acto fallido amagó con redefinir la rentabilidad razonable en términos del 5,8% frente al 7,5% justificada por la mejora de la prima de riesgo, se desató una considerable turbamulta y un importante esfuerzo de rectificación, conscientes de que audacia, discrecionalidad (lo «razonable» es lo que el ministro entienda como tal) y temeridad se estaban combinando a niveles peligrosos. Delirante.

Por lo tanto, José Manuel Soria, claro que sí, claro que estuvo presente en la Convención Eólica: desde su ejecutoria hasta en su talante.

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