Lecturas de la posible desinversión de Iberdrola de su filial de distribución

En todo caso, se trata de una noticia de enorme calado y de fenomenal trascendencia para el sistema de suministro eléctrico español que, seguramente, requerirá una atención continuada las próximas semanas, por su propio devenir y por las reacciones que, en ningún caso, serán intrascendentes. Puede ser la operación empresarial de este año, con la que se empiezan a desplegar las reacciones económicas al nuevo escenario regulatorio y su forma de cauterizarse.

Así, por la vía de los hechos y del comportamiento económico de los propios agentes, se produciría una separación de propiedad de las actividades eléctricas, actualmente organizadas mediante una separación jurídica, económica y contable plena de actividades y de activos.

No están lejos en las hemerotecas los comentarios desde el propio Ministerio de Industria, Energía y Turismo, tomando un discurso populista de los retroprogresivos de la energía, oportunamente manejado para justificar la abolición de las subastas, en los que se coqueteaba con la afirmación de que las empresas eléctricas españolas estaban integradas verticalmente, cuando se había avanzado en la separación de actividades más que en los países continentales europeos.

Por tanto, es inevitable señalar que la operación se entroncaría con las consecuencias de las reformas introducidas por el Ministerio de Industria, Energía y Turismo para absorber el déficit tarifario y la forma en que se han instrumentado. Las reformas se han ido planteando de forma adanista sin comprender los efectos entre sectores, tecnologías y actividades, desde el punto de vista económico y financiero y lo que es la respuesta económica y financiera de los agentes. Además, tengamos en cuenta que las empresas titulares de las compañías distribuidoras han impugnado el decreto que modifica el sistema retributivo de la distribución, además de verse sometidas a las invectivas del ministro Soria en sus entrevistas, que no ceja en sus escaladas verbales y en el vodevil de los contadores.

Es importante reseñar que la distribución es uno de los elementos más delicados del suministro, en la medida en que es la parte que más percibe el consumidor. Las propias Comunidades Autónomas tienen una extraordinaria sensibilidad al respecto. La distribución son las cosas de comer. Y su mecanismo retributivo ha sido tomado muy poco en serio por parte de los diferentes Gobiernos, como una especie de corcho que subía y bajaba, a la vez de ser responsables de financiar el déficit tarifario.

Con lo cual, este desenlace tal y como se dibuja, podría llevar a que la distribución eléctrica española acabe siendo titularidad de entidades y fondos financieros internacionales, lo cual se tornaría en un severo revés para el Gobierno, además de complicarle mucho las cosas a futuro para quienes creen en la acción todopoderosa y plenipotenciaria de las instancias gubernamentales.

En nuestro país la mayor parte de operaciones económico-empresariales se lee en clave política (y, probablemente, una operación de estas características debería tener consecuencias políticas por sus antecedentes y su contexto); pero es riguroso capitalismo. Por ejemplo, ¿sabría algo al respecto de esta operación el ministro José Manuel Soria en su reciente visita a Qatar (principal accionista de la compañía), acompañando al Rey?

Lo que sí es cierto es que desde el punto de vista de la ortodoxia financiera y económica la operación estaría plenamente justificada, y como segunda derivada, que los refrenos del pasado relativos a la contención formal del sometimiento de la economía a lo político y, en consecuencia, a mantener las formas, ya no funcionan en un contexto tan envenado por el propio ejercicio de la acción del Gobierno y sus comportamientos populistas.

Quiere decirse que el modelo empresarial capitalista va a en serio. Muy en serio.

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