Un hombre que te lleva las maletas

El ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, se encuentra como uno de los viajeros habituales del trayecto aéreo entre la ciudad canaria de Las Palmas y Madrid. Hombre de ademanes cuidadosos y, a la vez, siempre con el resorte de su vis pública encendido, incluso se presta obsequioso a ayudar a las señoritas con las maletas, en lo que es una anécdota relativamente frecuente y común para quienes coinciden con el ministro en el aeropuerto amarillo.

Por eso, es bastante extraña esa notable capacidad para la «transformación» en las entrevistas de perfil «mass media«, de las que es asiduo. Ayer, en el diario El Mundo, se publicaba una entrevista de la periodista Esther Esteban al ministro, cuyos ejes comunicacionales son los ya clásicos en su retórica: ataque frontal a las empresas del sector eléctrico, supuesta defensa momentánea del consumidor (por trimestres), devolución incluida de la factura hasta agosto y, luego, desparpajo, adanismo y una cierta combinación de sospechas veladas y maledicencias, revestidas con la demagogia antiempresarial de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Un enfoque que tantos réditos reporta en un país que es contrario al mercado y al capitalismo en un 70% según el estudio de la Fundación BBVA.

Soria, en la entrevista y de manera habitual, se emplea con un pensamiento interesadamente maniqueo, basado en la exposición de intereses de los agentes dirigidos a una sociedad muy desconfiada, muy desinstitucionalizada (inclusive la mediática o la periodística), y nunca comparable con una democracia sajona o europea con convicciones serias sobre el mercado, la economía o las empresas. Por tanto, afear a los agentes su papel o tacharles de alineación para anularlos, es un mecanismo muy básico dentro de la comunicación política. Una estrategia para evitar la crítica sobre lo sustancial.

Si a ello combinamos lo que son los propios intereses del ministro como político profesional, el empeño sobreactuado en aparecer como un Gary Cooper entre supuestos frente a los lobbies, aderezado por unas cuantas estadísticas y cifras de grano gordo tenemos el resultado de la entrevista ayer publicada. El paroxismo mayor de este enfoque estriba en el titular elegido por el periódico, asegurando sin rubor que las empresas han utilizado los beneficios en España para invertir en el extranjero, cuyo reverso o mensaje oculto, a partir de ese aserto tan peligroso, sería irrogarse la capacidad de repatriar resultados de las empresas internacionalizadas desde Iberdrola a Telefónica, pasando por el Santander o el BBVA.

El segundo vector de la entrevista es un comportamiento orientado de forma dialéctica, de forma más consciente o inconsciente a deconstruir el papel de las asociaciones sectoriales y, por tanto, a fomentar el modelo de conflicto entre operadores, empresas y tecnologías, en el que Industria se mueve como pez en el agua. Eso funcionará hasta que el mínimo común múltiplo de los efectos de una pseudopolítica energética improvisada y populista, sin garantías jurídicas, concite hacia puntos básicos de acuerdo (y no está tan lejos).

Y ahí es dónde viene el desparpajo. ¿Cómo puede el ministro después de haber intervenido el sistema de fijación de precios en las subastas y tras una intervención basada en falsedades y desmentidos, rueda de prensa de por medio, aparecer así profiriendo ahora nuevas amenazas y lanzando sospechas frente a las empresas y a los sectores económicos? ¿Cómo puede, después de tragarse los sapos que se ha tragado durante la visita a los países árabes incluido el trato displicente que ha recibido de las autoridades de los distintos emiratos por las medidas en el sector renovable?. Sólo de una forma: mediante el instinto político y dominio de lo efímero y la indolencia de la estructura político-económica del Gobierno.

Otro elemento que trasciende es el ejercicio de adanismo en una entrevista centrada en lugares comunes y fáciles para el lucimiento que, además le permite irresponsabilizarse y sacudirse las consecuencias de lo realizado y de las medidas aplicadas e impresas a sangre y fuego que van a generar nuevos problemas futuros de mucha gravedad.

De todo lo que viene de ahora en adelante, derivado de un conjunto de medidas incluidas en la reforma, poco estudiadas, poco negociadas, poco coordinadas en las distintas áreas del Gobierno (Agricultura, Hacienda, Economía, etc…). Así, hay que recordar que lo que ocurra en términos de seguridad jurídica, procedimientos jurídicos a nivel europeo y español, conflictos y arbitrajes, o con la distribución eléctrica es responsabilidad del ministro y del Gobierno.

Del mismo modo las consecuencias para la distribución eléctrica, con los sectores renovables, las desconexiones de los parques eólicos o para sectores como los purines, la industria o la cogeneración, también es responsabilidad del ministro y del Gobierno. O las propias respuestas de los consumidores relativas a los cambios de contratación de potencia, el aventurerismo con el tendido de los contadores inteligentes, con la inversión futura o con las empresas, también serán su responsabilidad aunque no efectúe declaraciones al respecto. Y, desde luego, todo ello, tiene impacto sobre los sectores económicos, sobre las empresas, sobre los consumidores, sobre nuestra economía y sobre los españoles, a corto y medio plazo.

Con tal grado de simplificación en la comunicación política, si el ministro, esgrime, se escuda y utiliza al consumidor en su retórica esquemática, es que ya no le queda mucho más que llevarnos las maletas.

Acceso a la entrevista de Esther Esteban en El Mundo

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