Energías renovables y su potencial para la creación de empleo más cualificado

De esos diez sectores, los de construcción, turismo y transporte, son ramas productivas que actualmente tienen un gran peso en la economía española y que es imprescindible que continúen siendo puntales en los próximos años, pero reorientando y redimensionando sus productos y procesos productivos para lograr esa triple sostenibilidad.

Además de estos tres sectores que requieren cambios importantes, en el trabajo de IDEAS hemos seleccionado otros siete sectores de futuro, que entendemos tienen un alto potencial de crecimiento, tanto en términos de generación de empleo como de valor añadido. Esos siete sectores son: energías renovables, eco-industrias, tecnologías de la
información y la comunicación, biotecnología, industria aeroespacial, industrias culturales y servicios sociales
. Nuestro informe concluye que, en conjunto, estos diez sectores pueden generar hasta 2025 en torno a 3,1 millones de empleos nuevos.

Me ceñiré aquí al sector de las energías renovables. Éstas han experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años en todo el mundo y, en particular, en España. Sin embargo, si bien algunas tecnologías han alcanzado un elevado grado de desarrollo (eólica, solar, biocarburantes), otras aún se hallan en fases iniciales. En España, cuatro factores han contribuido de manera decisiva a ese despegue: el fuerte crecimiento del consumo energético a nivel mundial, el agotamiento de los recursos energéticos tradicionales, el cambio climático y la alta dependencia energética del exterior.

Aparte del ahorro y la eficiencia energética, la sustitución de fuentes energéticas convencionales por renovables es vital para lograr un mayor nivel de sostenibilidad. Nuestra propuesta es poner en marcha iniciativas inversoras y regulatorias para llegar a un modelo energético en 2050 donde el cien por cien de la producción proceda de energías renovables.

¿Cuáles son, en resumen, esas medidas?

A nivel internacional, establecer un fuerte compromiso político para que en 2020 el 50% de la producción eléctrica proceda de fuentes renovables, desarrollando de manera paralela el coche eléctrico y toda una red de puntos de recarga. Además, en relación con la lucha contra el cambio climático, Europa debería establecer un objetivo ambicioso y alcanzar el compromiso de un 30% de reducción de emisiones en 2020.

A nivel nacional, recomendamos:

Desarrollar un Sistema de Créditos Personales de Carbono, el cual funcionaría de forma similar al sistema de permisos de emisiones que opera ya en España para las empresas energéticas y las de determinadas actividades industriales. En resumen, se trata de aplicar el principio de «quien contamina, paga», pero perfeccionándolo con el principio de «quien no contamina, recibe». El sistema asignaría a cada hogar en España una cantidad de CO2 permitido por año, de forma que aquellas familias con consumos energéticos por encima de dicha asignación deberían comprar los derechos para ese exceso de emisiones contaminantes. Por el contrario, los que emitan por debajo de su asignación, percibirían ingresos en forma de devolución fiscal.

Reconocer un nuevo derecho de ciudadanía para generar y distribuir electricidad, para que todos los ciudadanos que lo deseen puedan generar su propia electricidad, y utilizarla o venderla a empresas de distribución, dentro de un nuevo modelo de negocio.

Crear Ámbitos Territoriales Libres de Emisiones, que, en resumen, es elegir un territorio de tamaño mediano/pequeño, preferentemente una isla, y declararlo espacio libre de emisiones, con un uso 100% energías renovables.

Promover la instalación de 700.00 techos solares entre 2010 y 2015 mediante subvenciones parciales del coste a la rehabilitación integral de los inmuebles con criterio de eficiencia energética.

Alcanzar el objetivo de dos millones de vehículos eléctricos en 2025, desarrollando al tiempo redes de recarga necesarias.

¿Cuántos empleos pueden generar las renovables aplicando estas medidas?

Un impulso decidido al desarrollo de las energías renovables puede llevar a este sector, que actualmente supone un 0,7% del PIB español, hasta un 2% en 2025. Esto conllevaría una importante creación de nuevos empleos netos que hemos cuantificado en el informe de la Fundación IDEAS.

Por un lado, hay que considerar que las energías renovables son en general más intensivas en mano de obra que las convencionales, en parte porque no han alcanzado aún el grado suficiente de eficiencia en costes y en parte porque, por ahora, la vida útil de las instalaciones de energías renovables es más corta que la de las convencionales. No obstante, al hacer un balance de impacto sobre el empleo, debe tenerse en cuenta que la transición hacia un sistema 100% renovable conllevará también la destrucción de empleo en sectores de energías convencionales, como así se ha considerado en nuestro trabajo.

Según nuestras estimaciones, una transformación del actual sistema energético español a uno basado en 100% renovables supondría la creación de 560.700 empleos directos y 638.000 indirectos en 2050. Considerando factible al menos el 40% de ese objetivo en 2025, entendemos que, partiendo de los 85.000 empleos directos actuales, podríamos llegar hasta 337.000 empleos, lo que supondría la creación, en 15 años, de 252.000 empleos adicionales. De estos nuevos empleos, el perfil de formación que se requerirá es un 32% de trabajadores con estudios superiores, 43% con estudios medios y 25% con estudios primarios.

En conclusión, las cifras sobre creación neta de puestos de trabajo directos en el sector energético muestran que este es un sector estratégico que debemos impulsar, aunque únicamente sea por las oportunidades de creación de empleo para la próxima década. Si a esto le añadimos otras dimensiones, como la diversificación del tejido industrial vinculado a las renovables, la independencia de fuentes de suministro energético, y la contribución a la reducción de emisiones, las energías renovables son una apuesta de futuro para España. Ahora se requiere el esfuerzo de todos para avanzar en ese dirección y consolidar nuestro liderazgo en un área de creciente competencia mundial.

Un nuevo modelo energético es posible

Primero fueron los aprovechamientos hidroeléctricos, luego los parques térmicos a carbón y fuel. Le siguieron las tecnologías nucleares y mucho más recientemente, los eficientes ciclos combinados. Y hace realmente poco, hemos asistido a la eclosión de las renovables, con vocación de acabar con el resto de tecnologías. El razonamiento es muy militante: Cero CO2, Cero Nuclear.

La razón por la que, en el pasado, las nuevas tecnologías no lucharon por eliminar a las anteriores es meridianamente clara: su presencia se utilizó para cubrir la nueva demanda y así de forma natural, se fue produciendo un relevo tecnológico no traumático. La generación estaba planificada y si bien se cometieron errores de sobrecapacidad (a recordar la moratoria nuclear motivada por el exceso en construcción y la consiguiente inviabilidad de sus empresas) se decidía construir en función de la previsión de la nueva demanda.

Pero en los 90 vinieron para quedarse los principios del Consenso de Washington que en Europa se plasmaron en el Tratado de Maastricht y en las primeras directivas del sector eléctrico por las que la generación quedaba liberalizada y en manos del mercado. Cada inversor debería asumir su propio riesgo. Si bien la teoría era categórica, no lo fue ni la política energética ni la regulación y el resultado final ha sido que en España sobran 30.000 MW de generación. ¿Cómo se ha podido producir este desaguisado? Muy fácil, mala regulación.

A principios de los 2000 España afrontaba un desabastecimiento eléctrico. La cobertura de la demanda estaba por debajo de los límites recomendables. La aparición de los nuevos ciclos combinados permitió salvar tan crítica situación. Hacia el 2005 se inicia una carrera de instalación de energía eólica y fotovoltaica sin detenerse la construcción de ciclos combinados. El resultado ha sido que el sector de las energías renovables se ha comportado, a la vez, como una industria creadora y destructora de riqueza, al disponer de la ventaja de una discriminación positiva enfrente de otras tecnologías.

Si a esto agregamos otros desaguisados regulatorios como los del despacho forzado del carbón nacional, añadido al vertido prioritario de las renovables, estamos frente a un menor despacho de los ciclos combinados por lo que el conflicto entre tecnologías de generación está servido.

Ciertamente, cuando los inversores decidieron invertir en ciclos combinados lo hicieron a su riesgo, teniendo en cuenta la regulación vigente en aquel momento y asumiendo que el rol de sus competidores sería el de tomar posiciones up-stream, ventajosas. La realidad ha sido bien diferente ya que la competencia les ha venido del BOE y de la discriminación positiva hacia los inversores en energías renovables, inversores no exentos de un componente especulativo tratando de capturar rentabilidades de dos dígitos.

Sin duda, ahora estamos ante una nueva situación: la crisis económica y financiera y el abultado déficit tarifario del sector eléctrico, hacen insostenible el actual modelo de primas, y lo que es peor, conducen a una pérdida de competitividad de nuestra economía productiva. El debate respecto a la retroactividad crea inseguridad jurídica, pero debe reconocerse que estamos frente a una burbuja especulativa en el caso de la tecnología PV con rentabilidades injustificadas, siendo uno de los errores regulatorios de las renovables la referencia al precio del pool. Además, el elevado apalancamiento de muchos proyectos, alcanzando el 90 y hasta 95%, han mostrado la relación tipo burbuja del sector financiero con el sector de renovables.

Deberemos barajar y repartir de nuevo. un nuevo modelo energético, con señales adecuadas a los consumidores, con un reconocido tratamiento hacia la búsqueda de la eficiencia tanto en la producción como en el consumo, con una sabia mezcla de tecnologías que tengan por resultado una seguridad de abastecimiento suficiente y respeto hacia el medio ambiente y todo ello alejado de la demagogia militante de los que crean un falso debate dentro del sector energético.

Un nuevo modelo energético es posible

Primero fueron los aprovechamientos hidroeléctricos, luego los parques térmicos a carbón y fuel. Le siguieron las tecnologías nucleares y mucho más recientemente, los eficientes ciclos combinados. Y hace realmente poco, hemos asistido a la eclosión de las renovables, con vocación de acabar con el resto de tecnologías. El razonamiento es muy militante: Cero CO2, Cero Nuclear.

La razón por la que, en el pasado, las nuevas tecnologías no lucharon por eliminar a las anteriores es meridianamente clara: su presencia se utilizó para cubrir la nueva demanda y así de forma natural, se fue produciendo un relevo tecnológico no traumático. La generación estaba planificada y si bien se cometieron errores de sobrecapacidad (a recordar la moratoria nuclear motivada por el exceso en construcción y la consiguiente inviabilidad de sus empresas) se decidía construir en función de la previsión de la nueva demanda.

Pero en los 90 vinieron para quedarse los principios del Consenso de Washington que en Europa se plasmaron en el Tratado de Maastricht y en las primeras directivas del sector eléctrico por las que la generación quedaba liberalizada y en manos del mercado. Cada inversor debería asumir su propio riesgo. Si bien la teoría era categórica, no lo fue ni la política energética ni la regulación y el resultado final ha sido que en España sobran 30.000 MW de generación. ¿Cómo se ha podido producir este desaguisado? Muy fácil, mala regulación.

A principios de los 2000 España afrontaba un desabastecimiento eléctrico. La cobertura de la demanda estaba por debajo de los límites recomendables. La aparición de los nuevos ciclos combinados permitió salvar tan crítica situación. Hacia el 2005 se inicia una carrera de instalación de energía eólica y fotovoltaica sin detenerse la construcción de ciclos combinados. El resultado ha sido que el sector de las energías renovables se ha comportado, a la vez, como una industria creadora y destructora de riqueza, al disponer de la ventaja de una discriminación positiva enfrente de otras tecnologías.

Si a esto agregamos otros desaguisados regulatorios como los del despacho forzado del carbón nacional, añadido al vertido prioritario de las renovables, estamos frente a un menor despacho de los ciclos combinados por lo que el conflicto entre tecnologías de generación está servido.

Ciertamente, cuando los inversores decidieron invertir en ciclos combinados lo hicieron a su riesgo, teniendo en cuenta la regulación vigente en aquel momento y asumiendo que el rol de sus competidores sería el de tomar posiciones up-stream, ventajosas. La realidad ha sido bien diferente ya que la competencia les ha venido del BOE y de la discriminación positiva hacia los inversores en energías renovables, inversores no exentos de un componente especulativo tratando de capturar rentabilidades de dos dígitos.

Sin duda, ahora estamos ante una nueva situación: la crisis económica y financiera y el abultado déficit tarifario del sector eléctrico, hacen insostenible el actual modelo de primas, y lo que es peor, conducen a una pérdida de competitividad de nuestra economía productiva. El debate respecto a la retroactividad crea inseguridad jurídica, pero debe reconocerse que estamos frente a una burbuja especulativa en el caso de la tecnología PV con rentabilidades injustificadas, siendo uno de los errores regulatorios de las renovables la referencia al precio del pool. Además, el elevado apalancamiento de muchos proyectos, alcanzando el 90 y hasta 95%, han mostrado la relación tipo burbuja del sector financiero con el sector de renovables.

Deberemos barajar y repartir de nuevo. un nuevo modelo energético, con señales adecuadas a los consumidores, con un reconocido tratamiento hacia la búsqueda de la eficiencia tanto en la producción como en el consumo, con una sabia mezcla de tecnologías que tengan por resultado una seguridad de abastecimiento suficiente y respeto hacia el medio ambiente y todo ello alejado de la demagogia militante de los que crean un falso debate dentro del sector energético.

Un nuevo modelo energético es posible

Primero fueron los aprovechamientos hidroeléctricos, luego los parques térmicos a carbón y fuel. Le siguieron las tecnologías nucleares y mucho más recientemente, los eficientes ciclos combinados. Y hace realmente poco, hemos asistido a la eclosión de las renovables, con vocación de acabar con el resto de tecnologías. El razonamiento es muy militante: Cero CO2, Cero Nuclear.

La razón por la que, en el pasado, las nuevas tecnologías no lucharon por eliminar a las anteriores es meridianamente clara: su presencia se utilizó para cubrir la nueva demanda y así de forma natural, se fue produciendo un relevo tecnológico no traumático. La generación estaba planificada y si bien se cometieron errores de sobrecapacidad (a recordar la moratoria nuclear motivada por el exceso en construcción y la consiguiente inviabilidad de sus empresas) se decidía construir en función de la previsión de la nueva demanda.

Pero en los 90 vinieron para quedarse los principios del Consenso de Washington que en Europa se plasmaron en el Tratado de Maastricht y en las primeras directivas del sector eléctrico por las que la generación quedaba liberalizada y en manos del mercado. Cada inversor debería asumir su propio riesgo. Si bien la teoría era categórica, no lo fue ni la política energética ni la regulación y el resultado final ha sido que en España sobran 30.000 MW de generación. ¿Cómo se ha podido producir este desaguisado? Muy fácil, mala regulación.

A principios de los 2000 España afrontaba un desabastecimiento eléctrico. La cobertura de la demanda estaba por debajo de los límites recomendables. La aparición de los nuevos ciclos combinados permitió salvar tan crítica situación. Hacia el 2005 se inicia una carrera de instalación de energía eólica y fotovoltaica sin detenerse la construcción de ciclos combinados. El resultado ha sido que el sector de las energías renovables se ha comportado, a la vez, como una industria creadora y destructora de riqueza, al disponer de la ventaja de una discriminación positiva enfrente de otras tecnologías.

Si a esto agregamos otros desaguisados regulatorios como los del despacho forzado del carbón nacional, añadido al vertido prioritario de las renovables, estamos frente a un menor despacho de los ciclos combinados por lo que el conflicto entre tecnologías de generación está servido.

Ciertamente, cuando los inversores decidieron invertir en ciclos combinados lo hicieron a su riesgo, teniendo en cuenta la regulación vigente en aquel momento y asumiendo que el rol de sus competidores sería el de tomar posiciones up-stream, ventajosas. La realidad ha sido bien diferente ya que la competencia les ha venido del BOE y de la discriminación positiva hacia los inversores en energías renovables, inversores no exentos de un componente especulativo tratando de capturar rentabilidades de dos dígitos.

Sin duda, ahora estamos ante una nueva situación: la crisis económica y financiera y el abultado déficit tarifario del sector eléctrico, hacen insostenible el actual modelo de primas, y lo que es peor, conducen a una pérdida de competitividad de nuestra economía productiva. El debate respecto a la retroactividad crea inseguridad jurídica, pero debe reconocerse que estamos frente a una burbuja especulativa en el caso de la tecnología PV con rentabilidades injustificadas, siendo uno de los errores regulatorios de las renovables la referencia al precio del pool. Además, el elevado apalancamiento de muchos proyectos, alcanzando el 90 y hasta 95%, han mostrado la relación tipo burbuja del sector financiero con el sector de renovables.

Deberemos barajar y repartir de nuevo. un nuevo modelo energético, con señales adecuadas a los consumidores, con un reconocido tratamiento hacia la búsqueda de la eficiencia tanto en la producción como en el consumo, con una sabia mezcla de tecnologías que tengan por resultado una seguridad de abastecimiento suficiente y respeto hacia el medio ambiente y todo ello alejado de la demagogia militante de los que crean un falso debate dentro del sector energético.

La Termosolar, imprescindible en el futuro mix de generación

Aunque parece que las aguas están más calmadas, no quiero dejar pasar esta oportunidad para clarificar algunos puntos sobre los que se trata de confundir interesadamente a la opinión pública.

1. El Régimen Especial no son sólo las renovables. El Gas Natural, también recibe sustanciosos apoyos (más de 1.000 millones de euros) para las plantas de cogeneración, así como las plantas de RSU. Sin embargo no hemos tenido conocimiento de que se les quieran aplicar recortes.

2. Las renovables han contribuido de manera muy significativa a la bajada de los precios del ‘pool’ en los tres últimos años, desde niveles de 6,5 c€/kWh a los 2,5 c€/kWh de finales de 2009. Por ello y aunque parezca paradójico, siendo verdad que han recibido primas, las renovables han reducido el coste de la electricidad. Por ello, no se les puede achacar la responsabilidad mayoritaria sobre el déficit tarifario.

3. Si esa bajada de los precios del ‘pool’ no repercute en las facturas de las comercializadoras de electricidad a las industrias, especialmente a las pequeñas y medianas, habrá que preguntarse de quién es esa responsabilidad.

4. El déficit tarifario no es déficit público. Las renovables, con la disminución de importaciones de combustibles, la generación de empleo, la reducción de costes de CO2, y su balanza fiscal positiva, contribuyen a incrementar el PIB y a reducir el déficit público, en unos momentos en los que el país necesita este tipo de contribuciones de alto valor añadido para su crecimiento.

Por ello, las renovables, además de una obligación por los acuerdos internacionales de reducción de emisiones y una necesidad para reducir la elevada dependencia del petróleo y del gas natural importados, son un buen negocio para el país en su conjunto y el Gobierno lo sabe.

El cambio de modelo de generación, con una contribución cada vez mayor de las energías renovables, no está ya en cuestión y así lo manifiesta la, antaño tan fosilizada y nuclearizada, Agencia Internacional de la Energía (AIE), que ha publicado recientemente la «hoja de ruta» para la termosolar en todo el mundo, mostrándonos la oportunidad histórica que tiene nuestro país para aprovechar nuestra actual posición de liderazgo en esta tecnología.

El verdadero debate sobre el mix de generación debería plantearse en estos términos:

¿Prefiere la sociedad española seguir dependiendo en un 90% de las importaciones fósiles, con todos los impactos negativos que esta vulnerabilidad energética ha causado y causará a nuestra economía o prefiere avanzar lo más rápidamente posible a un escenario de mayor autosuficiencia?

¿Prefiere que su dinero vaya a parar a los países productores de petróleo y de gas natural o prefiere que con sus pagos se genere empleo en nuestro país y capacidad de exportación tecnológica?

¿Prefiere seguir consumiendo combustibles fósiles y poner en peligro la sostenibilidad ambiental o prefiere contribuir a mitigar los efectos del cambio climático?

Creemos que ante estas disyuntivas, la sociedad, con una información completa y veraz, apostaría por continuar los apoyos a las energías renovables y entendería los ajustes de tarifa que pudiesen resultar necesarios. Un Gobierno con visión de futuro, sin duda, debería apostar sin complejos por esta vía y en ese cambio de modelo.

El uso de la tecnología termosolar es imprescindible por la estabilidad que proporcionan a la red las centrales solares termoeléctricas y por su gestionabilidad basada en su capacidad de almacenamiento e hibridación.

Bajo el punto de vista del incremento de penetración de las energías renovables en nuestro país, hay que reconocer que la política de apoyo ha resultado globalmente exitosa, aunque con algunos desequilibrios y descontrol que hubieran debido saberse evitar en su momento.

El modelo de primas a la generación renovable, con cupos anuales y reducción progresiva de la cuantía de las mismas hasta alcanzar la competitividad de cada una de las tecnologías, parece el más adecuado y por él abogamos desde Protermosolar, con propuestas concretas al Ministerio en 2008 que hubiesen proporcionado una mejor solución que la derivada del RDL 6/2009.

El potencial para el uso de las tecnologías solares termoeléctricas en nuestro país es el más elevado de todas las tecnologías renovables y, en el resto del mundo, donde se reconoce el liderazgo de la tecnología española, las oportunidades son de gran alcance. En estos momentos se están definiendo ambiciosos planes de implantación en muchas regiones (USA, Oriente Medio y Norte de Africa, Australia, China, India, …) y nuestras empresas podrían tener un campo abonado para su expansión siempre que sigamos manteniendo ese liderazgo con referencias de nuevas plantas innovadoras en nuestro propio país.

Asimismo, y dentro de nuestras fronteras, la termosolar representa esa oportunidad para que regiones históricamente marginadas en inversiones industriales puedan generar mayor riqueza y evolucionen hacia la convergencia económica con otras regiones de España.

Para la construcción de cada central termosolar de 50 MW hacen falta el equivalente a 5.000 empleos directos de un año de duración, contabilizando todas sus fases (promoción, ingeniería, fabricación de componentes y construcción) de los que el 80% es valor añadido desde España. Posteriormente, para su operación, se requieren 50 puestos de trabajo permanentes.

La inversión realizada por las empresas para la puesta en funcionamiento de centrales termosolares en nuestro país asciende ya a cerca de 2.500 millones de euros y rondará los 15.000 millones de euros acumulados en 2013, cuando se hayan conectado a la red los 2.400 MW a los que se ha preasignado el sistema retributivo actual. Para esa fecha operarían en España un total de 60 plantas termosolares de diferentes tecnologías y tamaños. El potencial de reducción de costes en esta tecnología es muy elevado, lo que le permitirá ser competitiva en 2020 si se mantienen los apoyos y su ritmo de implantación.

Las inversiones en las centrales termosolares se están haciendo con tasas de retorno de los capitales muy ajustadas y cualquier cambio en las condiciones retributivas sobre las legalmente establecidas cuando se acometieron las inversiones, serían imposibles de ser asumidas por las empresas. Estas inversiones han sido financiadas por bancos y cajas españoles así como por el BEI y bancos y fondos de inversión extranjeros, ante los que importa mucho mantener la imagen de confianza sobre cualquier actividad regulada en nuestro país. Por ello nos felicitamos del acuerdo alcanzado con el Ministerio de Industria, en el que nuestro sector ha hecho un importante esfuerzo para contribuir a mitigar el déficit tarifario en el horizonte 2013 a cambio de esa necesaria estabilidad en la retribución a las plantas y sin aplicación de medidas retroactivas.

Aunque las políticas de apoyo a las renovables, que para la termosolar empezaron bastante más tarde que para las otras tecnologías -en 2009 recibieron tan sólo 22 millones de euros en primas- han dado sus frutos, nos preocupa, sin embargo, la pequeña cuota de potencia que se le asigna para 2020 en el borrador del Plan de Acción Nacional en Energías Renovables que el Gobierno ha presentado a Bruselas estos días para mostrar la senda del cumplimiento de los objetivos establecidos. Un mix de generación renovable debe guardar un mayor equilibrio entre las tecnologías gestionables y las no gestionables. Por ello esperamos que las estimaciones iniciales sean modificadas y se dote de mayor peso relativo en el horizonte 2020 a la solar termoeléctrica, por todas sus ventajas técnicas y macroeconómicas.

Como dijimos, las renovables -y en particular la termosolar- son, sin duda, una magnífica inversión para España.

La Termosolar, imprescindible en el futuro mix de generación

Aunque parece que las aguas están más calmadas, no quiero dejar pasar esta oportunidad para clarificar algunos puntos sobre los que se trata de confundir interesadamente a la opinión pública.

1. El Régimen Especial no son sólo las renovables. El Gas Natural, también recibe sustanciosos apoyos (más de 1.000 millones de euros) para las plantas de cogeneración, así como las plantas de RSU. Sin embargo no hemos tenido conocimiento de que se les quieran aplicar recortes.

2. Las renovables han contribuido de manera muy significativa a la bajada de los precios del ‘pool’ en los tres últimos años, desde niveles de 6,5 c€/kWh a los 2,5 c€/kWh de finales de 2009. Por ello y aunque parezca paradójico, siendo verdad que han recibido primas, las renovables han reducido el coste de la electricidad. Por ello, no se les puede achacar la responsabilidad mayoritaria sobre el déficit tarifario.

3. Si esa bajada de los precios del ‘pool’ no repercute en las facturas de las comercializadoras de electricidad a las industrias, especialmente a las pequeñas y medianas, habrá que preguntarse de quién es esa responsabilidad.

4. El déficit tarifario no es déficit público. Las renovables, con la disminución de importaciones de combustibles, la generación de empleo, la reducción de costes de CO2, y su balanza fiscal positiva, contribuyen a incrementar el PIB y a reducir el déficit público, en unos momentos en los que el país necesita este tipo de contribuciones de alto valor añadido para su crecimiento.

Por ello, las renovables, además de una obligación por los acuerdos internacionales de reducción de emisiones y una necesidad para reducir la elevada dependencia del petróleo y del gas natural importados, son un buen negocio para el país en su conjunto y el Gobierno lo sabe.

El cambio de modelo de generación, con una contribución cada vez mayor de las energías renovables, no está ya en cuestión y así lo manifiesta la, antaño tan fosilizada y nuclearizada, Agencia Internacional de la Energía (AIE), que ha publicado recientemente la «hoja de ruta» para la termosolar en todo el mundo, mostrándonos la oportunidad histórica que tiene nuestro país para aprovechar nuestra actual posición de liderazgo en esta tecnología.

El verdadero debate sobre el mix de generación debería plantearse en estos términos:

¿Prefiere la sociedad española seguir dependiendo en un 90% de las importaciones fósiles, con todos los impactos negativos que esta vulnerabilidad energética ha causado y causará a nuestra economía o prefiere avanzar lo más rápidamente posible a un escenario de mayor autosuficiencia?

¿Prefiere que su dinero vaya a parar a los países productores de petróleo y de gas natural o prefiere que con sus pagos se genere empleo en nuestro país y capacidad de exportación tecnológica?

¿Prefiere seguir consumiendo combustibles fósiles y poner en peligro la sostenibilidad ambiental o prefiere contribuir a mitigar los efectos del cambio climático?

Creemos que ante estas disyuntivas, la sociedad, con una información completa y veraz, apostaría por continuar los apoyos a las energías renovables y entendería los ajustes de tarifa que pudiesen resultar necesarios. Un Gobierno con visión de futuro, sin duda, debería apostar sin complejos por esta vía y en ese cambio de modelo.

El uso de la tecnología termosolar es imprescindible por la estabilidad que proporcionan a la red las centrales solares termoeléctricas y por su gestionabilidad basada en su capacidad de almacenamiento e hibridación.

Bajo el punto de vista del incremento de penetración de las energías renovables en nuestro país, hay que reconocer que la política de apoyo ha resultado globalmente exitosa, aunque con algunos desequilibrios y descontrol que hubieran debido saberse evitar en su momento.

El modelo de primas a la generación renovable, con cupos anuales y reducción progresiva de la cuantía de las mismas hasta alcanzar la competitividad de cada una de las tecnologías, parece el más adecuado y por él abogamos desde Protermosolar, con propuestas concretas al Ministerio en 2008 que hubiesen proporcionado una mejor solución que la derivada del RDL 6/2009.

El potencial para el uso de las tecnologías solares termoeléctricas en nuestro país es el más elevado de todas las tecnologías renovables y, en el resto del mundo, donde se reconoce el liderazgo de la tecnología española, las oportunidades son de gran alcance. En estos momentos se están definiendo ambiciosos planes de implantación en muchas regiones (USA, Oriente Medio y Norte de Africa, Australia, China, India, …) y nuestras empresas podrían tener un campo abonado para su expansión siempre que sigamos manteniendo ese liderazgo con referencias de nuevas plantas innovadoras en nuestro propio país.

Asimismo, y dentro de nuestras fronteras, la termosolar representa esa oportunidad para que regiones históricamente marginadas en inversiones industriales puedan generar mayor riqueza y evolucionen hacia la convergencia económica con otras regiones de España.

Para la construcción de cada central termosolar de 50 MW hacen falta el equivalente a 5.000 empleos directos de un año de duración, contabilizando todas sus fases (promoción, ingeniería, fabricación de componentes y construcción) de los que el 80% es valor añadido desde España. Posteriormente, para su operación, se requieren 50 puestos de trabajo permanentes.

La inversión realizada por las empresas para la puesta en funcionamiento de centrales termosolares en nuestro país asciende ya a cerca de 2.500 millones de euros y rondará los 15.000 millones de euros acumulados en 2013, cuando se hayan conectado a la red los 2.400 MW a los que se ha preasignado el sistema retributivo actual. Para esa fecha operarían en España un total de 60 plantas termosolares de diferentes tecnologías y tamaños. El potencial de reducción de costes en esta tecnología es muy elevado, lo que le permitirá ser competitiva en 2020 si se mantienen los apoyos y su ritmo de implantación.

Las inversiones en las centrales termosolares se están haciendo con tasas de retorno de los capitales muy ajustadas y cualquier cambio en las condiciones retributivas sobre las legalmente establecidas cuando se acometieron las inversiones, serían imposibles de ser asumidas por las empresas. Estas inversiones han sido financiadas por bancos y cajas españoles así como por el BEI y bancos y fondos de inversión extranjeros, ante los que importa mucho mantener la imagen de confianza sobre cualquier actividad regulada en nuestro país. Por ello nos felicitamos del acuerdo alcanzado con el Ministerio de Industria, en el que nuestro sector ha hecho un importante esfuerzo para contribuir a mitigar el déficit tarifario en el horizonte 2013 a cambio de esa necesaria estabilidad en la retribución a las plantas y sin aplicación de medidas retroactivas.

Aunque las políticas de apoyo a las renovables, que para la termosolar empezaron bastante más tarde que para las otras tecnologías -en 2009 recibieron tan sólo 22 millones de euros en primas- han dado sus frutos, nos preocupa, sin embargo, la pequeña cuota de potencia que se le asigna para 2020 en el borrador del Plan de Acción Nacional en Energías Renovables que el Gobierno ha presentado a Bruselas estos días para mostrar la senda del cumplimiento de los objetivos establecidos. Un mix de generación renovable debe guardar un mayor equilibrio entre las tecnologías gestionables y las no gestionables. Por ello esperamos que las estimaciones iniciales sean modificadas y se dote de mayor peso relativo en el horizonte 2020 a la solar termoeléctrica, por todas sus ventajas técnicas y macroeconómicas.

Como dijimos, las renovables -y en particular la termosolar- son, sin duda, una magnífica inversión para España.

La Termosolar, imprescindible en el futuro mix de generación

Aunque parece que las aguas están más calmadas, no quiero dejar pasar esta oportunidad para clarificar algunos puntos sobre los que se trata de confundir interesadamente a la opinión pública.

1. El Régimen Especial no son sólo las renovables. El Gas Natural, también recibe sustanciosos apoyos (más de 1.000 millones de euros) para las plantas de cogeneración, así como las plantas de RSU. Sin embargo no hemos tenido conocimiento de que se les quieran aplicar recortes.

2. Las renovables han contribuido de manera muy significativa a la bajada de los precios del ‘pool’ en los tres últimos años, desde niveles de 6,5 c€/kWh a los 2,5 c€/kWh de finales de 2009. Por ello y aunque parezca paradójico, siendo verdad que han recibido primas, las renovables han reducido el coste de la electricidad. Por ello, no se les puede achacar la responsabilidad mayoritaria sobre el déficit tarifario.

3. Si esa bajada de los precios del ‘pool’ no repercute en las facturas de las comercializadoras de electricidad a las industrias, especialmente a las pequeñas y medianas, habrá que preguntarse de quién es esa responsabilidad.

4. El déficit tarifario no es déficit público. Las renovables, con la disminución de importaciones de combustibles, la generación de empleo, la reducción de costes de CO2, y su balanza fiscal positiva, contribuyen a incrementar el PIB y a reducir el déficit público, en unos momentos en los que el país necesita este tipo de contribuciones de alto valor añadido para su crecimiento.

Por ello, las renovables, además de una obligación por los acuerdos internacionales de reducción de emisiones y una necesidad para reducir la elevada dependencia del petróleo y del gas natural importados, son un buen negocio para el país en su conjunto y el Gobierno lo sabe.

El cambio de modelo de generación, con una contribución cada vez mayor de las energías renovables, no está ya en cuestión y así lo manifiesta la, antaño tan fosilizada y nuclearizada, Agencia Internacional de la Energía (AIE), que ha publicado recientemente la «hoja de ruta» para la termosolar en todo el mundo, mostrándonos la oportunidad histórica que tiene nuestro país para aprovechar nuestra actual posición de liderazgo en esta tecnología.

El verdadero debate sobre el mix de generación debería plantearse en estos términos:

¿Prefiere la sociedad española seguir dependiendo en un 90% de las importaciones fósiles, con todos los impactos negativos que esta vulnerabilidad energética ha causado y causará a nuestra economía o prefiere avanzar lo más rápidamente posible a un escenario de mayor autosuficiencia?

¿Prefiere que su dinero vaya a parar a los países productores de petróleo y de gas natural o prefiere que con sus pagos se genere empleo en nuestro país y capacidad de exportación tecnológica?

¿Prefiere seguir consumiendo combustibles fósiles y poner en peligro la sostenibilidad ambiental o prefiere contribuir a mitigar los efectos del cambio climático?

Creemos que ante estas disyuntivas, la sociedad, con una información completa y veraz, apostaría por continuar los apoyos a las energías renovables y entendería los ajustes de tarifa que pudiesen resultar necesarios. Un Gobierno con visión de futuro, sin duda, debería apostar sin complejos por esta vía y en ese cambio de modelo.

El uso de la tecnología termosolar es imprescindible por la estabilidad que proporcionan a la red las centrales solares termoeléctricas y por su gestionabilidad basada en su capacidad de almacenamiento e hibridación.

Bajo el punto de vista del incremento de penetración de las energías renovables en nuestro país, hay que reconocer que la política de apoyo ha resultado globalmente exitosa, aunque con algunos desequilibrios y descontrol que hubieran debido saberse evitar en su momento.

El modelo de primas a la generación renovable, con cupos anuales y reducción progresiva de la cuantía de las mismas hasta alcanzar la competitividad de cada una de las tecnologías, parece el más adecuado y por él abogamos desde Protermosolar, con propuestas concretas al Ministerio en 2008 que hubiesen proporcionado una mejor solución que la derivada del RDL 6/2009.

El potencial para el uso de las tecnologías solares termoeléctricas en nuestro país es el más elevado de todas las tecnologías renovables y, en el resto del mundo, donde se reconoce el liderazgo de la tecnología española, las oportunidades son de gran alcance. En estos momentos se están definiendo ambiciosos planes de implantación en muchas regiones (USA, Oriente Medio y Norte de Africa, Australia, China, India, …) y nuestras empresas podrían tener un campo abonado para su expansión siempre que sigamos manteniendo ese liderazgo con referencias de nuevas plantas innovadoras en nuestro propio país.

Asimismo, y dentro de nuestras fronteras, la termosolar representa esa oportunidad para que regiones históricamente marginadas en inversiones industriales puedan generar mayor riqueza y evolucionen hacia la convergencia económica con otras regiones de España.

Para la construcción de cada central termosolar de 50 MW hacen falta el equivalente a 5.000 empleos directos de un año de duración, contabilizando todas sus fases (promoción, ingeniería, fabricación de componentes y construcción) de los que el 80% es valor añadido desde España. Posteriormente, para su operación, se requieren 50 puestos de trabajo permanentes.

La inversión realizada por las empresas para la puesta en funcionamiento de centrales termosolares en nuestro país asciende ya a cerca de 2.500 millones de euros y rondará los 15.000 millones de euros acumulados en 2013, cuando se hayan conectado a la red los 2.400 MW a los que se ha preasignado el sistema retributivo actual. Para esa fecha operarían en España un total de 60 plantas termosolares de diferentes tecnologías y tamaños. El potencial de reducción de costes en esta tecnología es muy elevado, lo que le permitirá ser competitiva en 2020 si se mantienen los apoyos y su ritmo de implantación.

Las inversiones en las centrales termosolares se están haciendo con tasas de retorno de los capitales muy ajustadas y cualquier cambio en las condiciones retributivas sobre las legalmente establecidas cuando se acometieron las inversiones, serían imposibles de ser asumidas por las empresas. Estas inversiones han sido financiadas por bancos y cajas españoles así como por el BEI y bancos y fondos de inversión extranjeros, ante los que importa mucho mantener la imagen de confianza sobre cualquier actividad regulada en nuestro país. Por ello nos felicitamos del acuerdo alcanzado con el Ministerio de Industria, en el que nuestro sector ha hecho un importante esfuerzo para contribuir a mitigar el déficit tarifario en el horizonte 2013 a cambio de esa necesaria estabilidad en la retribución a las plantas y sin aplicación de medidas retroactivas.

Aunque las políticas de apoyo a las renovables, que para la termosolar empezaron bastante más tarde que para las otras tecnologías -en 2009 recibieron tan sólo 22 millones de euros en primas- han dado sus frutos, nos preocupa, sin embargo, la pequeña cuota de potencia que se le asigna para 2020 en el borrador del Plan de Acción Nacional en Energías Renovables que el Gobierno ha presentado a Bruselas estos días para mostrar la senda del cumplimiento de los objetivos establecidos. Un mix de generación renovable debe guardar un mayor equilibrio entre las tecnologías gestionables y las no gestionables. Por ello esperamos que las estimaciones iniciales sean modificadas y se dote de mayor peso relativo en el horizonte 2020 a la solar termoeléctrica, por todas sus ventajas técnicas y macroeconómicas.

Como dijimos, las renovables -y en particular la termosolar- son, sin duda, una magnífica inversión para España.

Un falso debate: energías convencionales versus energías renovables

Esa posición cobra todo su valor si la situamos en el contexto de lo que es la gran fortaleza del sistema eléctrico español: la diversidad de su mix de generación, gracias al cual unas fuentes y tecnologías se apoyan en las otras para garantizar la estabilidad y seguridad en el suministro. Por eso, cualquier posición que se decante por crear opciones excluyentes entre las energías que se pueden denominar convencionales y estas otras nuevas energías, conduciría a un error grave de estrategia. Por el contrario, hay que mantener la diversidad de fuentes y de tecnologías.

Soy de los convencidos que en el horizonte de 2050, las energías bajas en carbono serán la médula fundamental del suministro eléctrico. Creo que no se puede uno parar tan sólo en esa acepción casi coloquial que identifica las renovables con las eólicas o las termosolares, por ejemplo; cuando se trata del objetivo cero en carbono, el espectro es mucho más amplio y va desde la energía nuclear a las térmicas con captura de carbono, como establece la Comunidad Europea. En ese concepto más amplio, que ataca la sostenibilidad, que marcará las prioridades de la generación eléctrica. Y si fuera por mí, bastante antes del 2050. Pero depende, en buena medida, del desarrollo tecnológico.

Por eso, debiéramos esforzarnos en invalidar esa imagen según la cual se produce una cierta confrontación entre unas y otras energías, cuando en realidad se trata de todo lo contrario. Primero, porque las empresas que operan con energías convencionales también son pioneras en las renovables; resulta ilusorio, por tanto, pensar en cualquier clase de confrontación, porque eso sería tanto como tirar piedras contra su propio tejado. Pero, además, porque las empresas no hacen sino acoplar sus objetivos a las señales que emiten en cada momento los reguladores, ya sea las Administraciones Públicas, ya la Comisión Nacional de la Energía.

En este sentido, si nos referimos a las circunstancias actuales, quien se lea las medidas que en esta materia se han adoptado últimamente comprueba que se encaminan a reordenar un sector que estaba desarrollándose de manera un tanto descoordinada, en buena parte como consecuencia de la propia diversidad de normas y de Administraciones públicas con competencias en esa materia, y por el distinto grado de avance tecnológico existente entre unas y otras.

Pero otro tanto cabe afirmar, sobre lo que no dudo en calificar, como la falsa polémica sobre las primas. A veces se olvida algo que es mucho más que un matiz: las primas a las energías renovables están directamente ligadas a la I+D+i del sector, esto es: al desarrollo de su curva de aprendizaje. Quiere ello decir que es un dinero con el que se prioriza el desarrollo tecnológico de estas nuevas energías, como asimismo lo ha reconocido la Unión Europea.

Sentado lo anterior, la cuestión más bien hay que llevarla a otro escenario. En este sentido, y de manera no muy diferente a lo que ocurre en otros países, lo que se trata de estudiar y decidir son las distintas fórmulas alternativas que se pueden dar al sistema actual de incentivos y primas, para que no las deba soportar todas directamente el consumidor final, con el correspondiente encarecimiento de su factura eléctrica. Y dado que la apuesta por las renovables forma parte de la estrategia energética europea, no debiera ser difícil encontrar una fórmula adecuada.

Tampoco resulta conveniente dejarnos llevar por problemas coyunturales, que hoy se dan, pero que mañana se verán modificados. Un ejemplo: con las actuales expectativas de la demanda y con la sobrecapacidad del sistema, como consecuencia de la crisis económica, resulta evidente que no todas las energías caben en el mercado. Pues bien, la solución a esta cuestión –debo insistir: que es coyuntural— no puede pasar por la exclusión de unas en beneficio de otras, sino que todos deberán ceder posiciones maximalistas.

Pero es que, además, en tanto que las energías renovables dependan de factores no controlables ni predecibles, como el sol, el agua o el viento, las energías convencionales, entre ellas los ciclos combinados y las demás tecnologías térmicas convencionales, resultan indispensables para garantizar la seguridad y estabilidad en el suministro eléctrico, así como para que quepa en la oferta de electricidad la mayor cantidad posible de energías renovables.

En consecuencia, la solución final pasa por garantizar también la viabilidad de esas plantas convencionales, que si hoy aportan seguridad al sistema, tanto ante una eventual caída de las renovables como en las puntas de demanda, en el futuro inmediato seguirán siendo indispensables para atender la curva de la demanda.

En suma, en esta materia todos debiéramos movernos hacia posiciones de equilibrios estables, no de apriorismo dogmáticos, y siempre con el horizonte fundamental de trabajar única y exclusivamente por el mapa energético de nuestro país, no por otros criterios que, aun siendo legítimos, no son los que corresponden cuando se trata del sistema eléctrico, reconociendo además que con este posicionamiento no excluyente, se ofrecerá al regulador la base necesaria para la tan demandada por todos “estabilidad regulatoria a corto, medio y largo plazo”.

¿Renovables? No nos olvidemos de la sociedad

Una eficaz estrategia energética debe empezar por reconocer su carácter instrumental, así como las importantísimas repercusiones sobre la economía, el medio ambiente, la seguridad y la política internacional de un país entorno a las cuestiones de esta materia.

Debido a estas implicaciones de la energía sobre el modelo de sociedad y sobre las bases de su prosperidad, resulta comprensible la legítima discrepancia política al respecto pero, precisamente por ello, resulta también exigible la máxima responsabilidad en la toma de decisiones que, en ningún caso, deben desbordar los límites impuestos por la realidad, la racionalidad y las limitaciones técnicas o socioeconómicas.

Más allá de las cifras y de los debates sobre las perspectivas tecnológicas y sobre la previsible evolución de costes de tal o cual tecnología, es imprescindible resaltar que el principal problema del actual modelo energético español es la falta de un marco institucional y regulatorio adecuado que permita las necesarias inversiones a largo plazo. Es triste comprobar que en España no existe, en la actualidad, seguridad jurídica en el sector energético, ni un marco de reglas claras e iguales para todos que permitan la inversión a largo plazo. Eso es letal para la política energética… para cualquier opción de política energética.

La base de esta desconfianza e incertidumbre es la percepción de insostenibilidad económica del actual marco regulatorio y retributivo del sector eléctrico, basado en la absoluta disociación entre precios y costes, en primas y déficits multimillonarios, a lo que debe añadirse el descrédito de los propios organismos reguladores. Con una crisis de competitividad nacional que expulsa a millones de trabajadores al paro y un ajuste fiscal que nos hace replantear las bases de la sociedad del bienestar, la percepción de insostenibilidad del statu quo energético resulta comprensible.

En el fondo, el marco energético español carece de credibilidad porque ha perdido de vista la realidad en la que se inserta. La energía es un factor clave de competitividad para todo el tejido productivo. Su encarecimiento actual o futuro -dada la insostenibilidad del déficit de tarifa y las primas- no harían sino empeorar aún más las perspectivas económicas para el conjunto de la sociedad. Sin un sector manufacturero competitivo en costes, capaz de responder con fortaleza a la recuperación económica internacional, España se verá condenada a padecer el proceso de retroceso relativo y absoluto en el que nos encontramos.

En este contexto, la reducción de los costes energéticos –que no olvidemos que en numerosos sectores industriales es la segunda fuente de coste tras los sueldos y salarios- debe ser una prioridad. Hay que reequilibrar un modelo eléctrico que ha obviado por demasiado tiempo este vértice. El reto de un modelo energético de futuro no está en ser más «verde», en ser más competitivo o más seguro que otro, sino que está precisamente en compatibilizar a la vez estos tres requisitos, formando un triángulo, sin obviar ninguno de ellos. Que esto sea así es importante para el sector energético, pero lo es más todavía para el conjunto de la sociedad española.

La cultura del endeudamiento, de la subsidiación y de la alteración de las señales de precios a las que el sector energético se ha visto expuesto en los últimos años nos pasa ahora, en el peor momento, al cobro su pesada factura. Es hora de un cambio de paradigma.

Por ello, de cara al futuro, debemos plantearnos la transición a un nuevo modelo en el que la seguridad jurídica y la verdadera competencia sean los pilares sólidos sobre los que podamos plantear un futuro de prosperidad. Un modelo en el que necesitamos todas las fuentes energéticas porque se complementan y refuerzan en sus respectivas fortalezas y debilidades.

Así, el marco de apoyo a las energías renovables debe ser claro, estable, con incentivos fiscales temporales explícitos y calendarios conocidos de abandono de las primas. Frente al despliegue indiscriminado e insostenible de tecnologías todavía inmaduras se debe articular el fomento a la investigación y el desarrollo de estas tecnologías para acelerar su maduración. Sólo el desarrollo tecnológico y la plena explotación del potencial gerencial permitirán el crecimiento de un tejido industrial asociado al sector renovable en España, competitivo a nivel internacional, que pueda «desenchufarse» del BOE y de los vaivenes políticos.

Fotovoltaica amenazada de muerte

La esperanza de vida de los sistemas solares se mide por décadas –hay paneles que, después de 40 años, producen al 80% de su potencia original– y, con las horas de sol que hay en España, sólo necesitan una media de dos años para generar la misma energía que empleamos en fabricarlos.

Un panel solar, con la simple exposición al sol, sin ruido ni molestia alguna, convierte en energía útil el 15% de la energía que recibe del astro rey; los combustibles fósiles, por el contrario, apenas convierten el 35% del 0,005% de la energía solar que capturaron las plantas, y eso tras procesos naturales milenarios y procesos industriales de extracción y transformación peligrosos, técnica, geopolítica y ambientalmente.

Sin embargo, el precio que pagamos por la electricidad fotovoltaica conectada a la red no tiene en cuenta esas variables. Los paneles son todavía caros al compararlos con las demás energías; la buena noticia es que falta muy poco para que dejen de serlo, porque la fotovoltaica no tiene por qué competir con ellas en el coste de producción de un kWh, sino en el precio de consumo de ese mismo kWh.

En España, concretamente, ese punto de competitividad sin ayudas –porque nos resultará más rentable producir nuestra propia electricidad que comprársela a la compañía eléctrica– se alcanzará a mediados de la presente década. La curva de aprendizaje lo avala: si en 2004 se instalaron 1.000 MW en todo el mundo, el año pasado se instalaron 7.000 y para 2014 la industria global tendrá una capacidad de fabricación superior a los 50.000 MW anuales.

La curva de aprendizaje fotovoltaica es similar a la de la microelectrónica; de hecho, comparten la materia prima, el Silicio, el segundo elemento más frecuente en el planeta Tierra tras el Hidrógeno. Podemos pensar en lo que ha avanzado la telefonía móvil en muy pocos años para tener una idea de la velocidad del cambio tecnológico.

Por eso se puede afirmar con rotundidad que la fotovoltaica será competitiva en España muy pronto. Es más, al aprovechar una energía tan segura, fiable y gratuita como los rayos solares, las instalaciones ahora primadas pueden haber devuelto a la sociedad todas las ayudas que reciban a inicios de la siguiente década, y seguir enriqueciéndola durante 20 ó 30 años más.

Ahora bien, para que este escenario pueda convertirse en realidad, es necesario mantener el apoyo a la tecnología y modificar otros aspectos del sistema eléctrico para que pueda desarrollarse la generación distribuida, especialmente en el ámbito de la edificación y los entornos urbanos.

La implantación de la fotovoltaica y de otras renovables –que responde a un mandato legal, no al albedrío del mercado– conlleva un nuevo modelo energético que desplaza a tecnologías maduras con intereses muy arraigados. Este nuevo modelo será distribuido en vez de centralizado, tendrá muchos actores –productores y consumidores a la vez–, lo gestionarán redes inteligentes y exigirá a las grandes empresas energéticas un proceso de adaptación para el que muchas no están preparadas.

Uno de los aspectos que deben transformarse urgentemente, porque ya da señales claras de ineficiencia, son los mecanismos de fijación de precios. No tiene sentido guiarse por un mercado marginalista si el grueso de la producción carece de coste de combustible –el sol es gratis, como el viento o el agua– y oferta a precio cero. Igualmente, la operación del sistema debe cambiar, y REE tiene que incrementar su margen de maniobra para poder gestionar un volumen creciente e importante de producción intermitente.

Pero todo esto queda relegado por la imperiosa necesidad de acabar con el déficit de tarifa y de alcanzar un pacto político que nos permita avanzar por el camino de la sostenibilidad energética. Como contribución a ese pacto, desde ASIF ya ofrecimos hace más de seis meses una reducción de nuestra retribución que puede alcanzar el 30% en algún segmento del mercado solar. Nos gustaría escuchar ofertas similares para tecnologías excesivamente retribuidas y totalmente amortizadas, y no esas peticiones públicas y reiteradas –incluso desde la propia familia renovable– de acabar con la fotovoltaica, en función de argumentos a menudo falaces. Sus autores demuestran una escalofriante falta de visión de futuro.

Además de estos problemas estructurales del modelo energético, la crisis económica global está repercutiendo con dureza en España. Evidentemente, nuestra actividad no es independiente del devenir del país y si España, a mediados del 2010, atraviesa momentos muy difíciles, no es de extrañar que el sector de las renovables en general, y de la fotovoltaica en particular, también sufra por dicha crisis.

Lo que nos sorprende, y todavía no hemos salido de nuestro asombro, es que la crisis amenace en llevarse por delante los pilares de nuestro desarrollo. El primero de ellos, sin duda, es la confianza en que el Gobierno cumplirá sus compromisos. Igual que la Unión Europea o el mundo de las finanzas le piden al Gobierno que no falle y haga todos los esfuerzos necesarios para cumplir sus compromisos financieros, ASIF y todo el sector fotovoltaico le piden que respete lo establecido por la Ley; la apuesta a largo plazo por la industria fotovoltaica no debe desperdiciarse.

También le pedimos al Gobierno que termine con la indefinición regulatoria que, una vez más, tiene paralizadas a nuestras empresas. Si en un sector económico, de la noche a la mañana, lo que es impensable pasa a ser percibido no sólo como posible, sino, según algunos, como inevitable, no es extraño que se produzca confusión y paralización. La situación que estamos viviendo, por otro lado, es aún más grave, porque se produce tras un año 2009 de práctica moratoria; apenas tuvimos actividad durante el pasado ejercicio por la transición obligada desde el marco regulatorio establecido por el Real Decreto 661/2007 hasta el marco fijado por el Real Decreto 1578/2008.

Ante este sombrío panorama en el mercado interno, no es extraño que la industria fotovoltaica española mire al exterior: casi un 50% de las empresas ya tienen presencia más allá de nuestras fronteras, porque nuestros empresarios están buscando en el extranjero la actividad que no pueden tener en España. Gracias al empuje de los años anteriores, ahora volvemos a ser una industria exportadora, pero de mayor calado.

Quizás en esa actividad exterior esté el único y relativo consuelo en estos momentos. Pero no podemos olvidar que el otro 50% del sector ni siquiera tiene ese alivio. Por la naturaleza de su actividad, no puede trabajar en otros mercados y no puede aferrarse a ello como tabla de salvación. El desánimo se extiende al constatar que los proyectos empresariales se vienen abajo, por mucho que el discurso político gubernamental siga afirmando que apuesta por la fotovoltaica.

Además de las virtudes que la hermanan con las demás fuentes de energía renovable, la fotovoltaica ya ha demostrado la sencillez y fiabilidad de su tecnología de generación, su capacidad para ser una parte importante del mix eléctrico y su vertiginoso descenso de costes. Todo ello garantiza, a corto plazo, el alcance la paridad de red y la rentabilidad directa del autoconsumo fotovoltaico en numerosas aplicaciones.

Por eso, porque las ventajas de la fotovoltaica son innegables, por muy difícil que sea la coyuntura que atravesamos, el cierre de este comentario sólo puede ser optimista. El afianzamiento definitivo de la fotovoltaica está a punto de llegar, y, sin que pueda caber ninguna duda, llegará. Porque la razón, al final, se impone. Y porque las empresas y la tecnología tienen tal fuerza que superarán todos los obstáculos que les pongan por delante.