Un nuevo modelo energético es posible

Primero fueron los aprovechamientos hidroeléctricos, luego los parques térmicos a carbón y fuel. Le siguieron las tecnologías nucleares y mucho más recientemente, los eficientes ciclos combinados. Y hace realmente poco, hemos asistido a la eclosión de las renovables, con vocación de acabar con el resto de tecnologías. El razonamiento es muy militante: Cero CO2, Cero Nuclear.

La razón por la que, en el pasado, las nuevas tecnologías no lucharon por eliminar a las anteriores es meridianamente clara: su presencia se utilizó para cubrir la nueva demanda y así de forma natural, se fue produciendo un relevo tecnológico no traumático. La generación estaba planificada y si bien se cometieron errores de sobrecapacidad (a recordar la moratoria nuclear motivada por el exceso en construcción y la consiguiente inviabilidad de sus empresas) se decidía construir en función de la previsión de la nueva demanda.

Pero en los 90 vinieron para quedarse los principios del Consenso de Washington que en Europa se plasmaron en el Tratado de Maastricht y en las primeras directivas del sector eléctrico por las que la generación quedaba liberalizada y en manos del mercado. Cada inversor debería asumir su propio riesgo. Si bien la teoría era categórica, no lo fue ni la política energética ni la regulación y el resultado final ha sido que en España sobran 30.000 MW de generación. ¿Cómo se ha podido producir este desaguisado? Muy fácil, mala regulación.

A principios de los 2000 España afrontaba un desabastecimiento eléctrico. La cobertura de la demanda estaba por debajo de los límites recomendables. La aparición de los nuevos ciclos combinados permitió salvar tan crítica situación. Hacia el 2005 se inicia una carrera de instalación de energía eólica y fotovoltaica sin detenerse la construcción de ciclos combinados. El resultado ha sido que el sector de las energías renovables se ha comportado, a la vez, como una industria creadora y destructora de riqueza, al disponer de la ventaja de una discriminación positiva enfrente de otras tecnologías.

Si a esto agregamos otros desaguisados regulatorios como los del despacho forzado del carbón nacional, añadido al vertido prioritario de las renovables, estamos frente a un menor despacho de los ciclos combinados por lo que el conflicto entre tecnologías de generación está servido.

Ciertamente, cuando los inversores decidieron invertir en ciclos combinados lo hicieron a su riesgo, teniendo en cuenta la regulación vigente en aquel momento y asumiendo que el rol de sus competidores sería el de tomar posiciones up-stream, ventajosas. La realidad ha sido bien diferente ya que la competencia les ha venido del BOE y de la discriminación positiva hacia los inversores en energías renovables, inversores no exentos de un componente especulativo tratando de capturar rentabilidades de dos dígitos.

Sin duda, ahora estamos ante una nueva situación: la crisis económica y financiera y el abultado déficit tarifario del sector eléctrico, hacen insostenible el actual modelo de primas, y lo que es peor, conducen a una pérdida de competitividad de nuestra economía productiva. El debate respecto a la retroactividad crea inseguridad jurídica, pero debe reconocerse que estamos frente a una burbuja especulativa en el caso de la tecnología PV con rentabilidades injustificadas, siendo uno de los errores regulatorios de las renovables la referencia al precio del pool. Además, el elevado apalancamiento de muchos proyectos, alcanzando el 90 y hasta 95%, han mostrado la relación tipo burbuja del sector financiero con el sector de renovables.

Deberemos barajar y repartir de nuevo. un nuevo modelo energético, con señales adecuadas a los consumidores, con un reconocido tratamiento hacia la búsqueda de la eficiencia tanto en la producción como en el consumo, con una sabia mezcla de tecnologías que tengan por resultado una seguridad de abastecimiento suficiente y respeto hacia el medio ambiente y todo ello alejado de la demagogia militante de los que crean un falso debate dentro del sector energético.

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