Peligro de riesgo regulatorio en el sector energético español

El 13 de julio de 2013 se publicó en el BOE el Real Decreto-Ley 9/2013 por el que se adoptan medidas urgentes para garantizar la estabilidad financiera del sistema eléctrico. Su Exposición de Motivos afirma cómo desde hace una década se ha ido generando en el sistema eléctrico español un déficit tarifario, debido a que los costes reales asociados a las actividades reguladas y al funcionamiento del sector eléctrico resultan superiores a la recaudación de los peajes fijados por la Administración y que pagan los consumidores.

El agujero del déficit asciende ya a la cifra de 28.000 millones de euros, de ahí que terminar con el mismo se ha convertido en uno de los caballos de batalla del Gobierno. El objetivo es loable al tiempo que necesario y hay que valorar el coraje político del ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, por intentar encauzar un problema arrastrado desde hace una década, pero se está cuestionando si los medios son o no los adecuados. Lo cierto es que el Gobierno, vía Presupuestos Generales del Estado asume una pequeña parte del déficit (900 millones de euros), y el grueso de la deuda es asumido entre las renovables, que han visto eliminado su anterior sistema de primas, y las distribuidoras. El resto del déficit será asumido por los consumidores que, desde agosto y como consecuencia de esta normativa, hemos visto incrementado una media de un 3,2% la factura de la luz, a lo que ahora hay que añadir la subida del 3,1% a partir de octubre. Teniendo en cuenta la difícil coyuntura económica, surgen dudas acerca de si el camino tomado es el correcto.

Los recortes a las energías renovables, a los distribuidores y a las plantas de ciclo combinado, suponen un duro revés que puede llegar a poner en peligro el equilibrio del sistema. Los desajustes que se pueden producir pueden ser muy graves: la figura del distribuidor es esencial para garantizar la calidad y la seguridad del suministro y los ciclos combinados junto con ciertas energías renovables también son de vital trascendencia para el sector. El presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, fue tajante en relación con la reforma: «Se desincentiva la inversión en un sector, como es el de la distribución de la electricidad, generador intensivo de empleo altamente cualificado y con obligaciones de servicio público». Asimismo, se han hecho grandes recortes a todas las actividades vinculadas con la eficiencia energética, eliminándose bonificaciones a la cogeneración.

La publicación del RDL ha supuesto un jarro de agua fría a todos los protagonistas del sistema eléctrico. Por ello, las manifestaciones de los agentes intervinientes en la energía no se han hecho esperar y han servido para dar más grosor a los periódicos durante el verano y para hacernos a la idea de que en España, a pesar de tener la luz más cara de toda la Europa continental, las cuentas en energía a día de hoy no salen. Ojalá me equivoque, pero ésta no será la reforma definitiva. Vendrán más reformas porque el equilibrio económico-financiero del sistema eléctrico no es una madeja fácil de desliar.

Un par de meses después de la reforma, es muy clarificador poner en negro sobre blanco algunas reacciones de los distintos agentes intervinientes del sector eléctrico. Desde los propios consumidores de energía, pasando por agencias de calificación, organismos reguladores y el propio tejido empresarial han mostrado su incredulidad y malestar por todo lo que está ocurriendo en el sector energético español. Así un exconsejero de la Comisión Nacional de la Energía, Jordi Dolader i Clara, ha sido muy rotundo: «En España no disponemos de una buena regulación energética y no respetamos sus principios». La frase habla por sí sola y no precisa de más comentarios.

Por otro lado, la acogida de la reforma por los mercados financieros y las agencias de calificación tampoco ha sido positiva: Standard & Poor’s ya ha anunciado que espera una bajada del «rating» de las eléctricas y destaca que la reforma planteada por el Gobierno contribuirá a la «exitosa eliminación» de la acumulación de déficit de tarifa en el futuro, aunque subraya que las medidas aprobadas no acaban con los riesgos políticos y regulatorios y que el nuevo marco legal reduce los incentivos para que las compañías inviertan en el sector eléctrico español con miras al largo plazo. Además, la agencia reconoce que la reforma ayudará a mejorar la visibilidad respecto a los beneficios a largo plazo de las eléctricas españolas.

Iberdrola, Gas Natural Fenosa y Endesa han cifrado el impacto provisional de la reforma en 1.375 millones de euros entre este año y el próximo, lo que ha dado lugar a que dichas empresas ya hayan manifestado que van a revisar su plan de inversiones en España a la baja, así como otras reducciones de costes. Asimismo, las energías renovables han quedado seriamente perjudicadas y algunas de ellas peligra que puedan repartir dividendos en sus próximos ejercicios, tal es el caso de Acciona o Abengoa, y que para muchos son el chivo expiatorio de la reforma.

Además, los inversores en EE.UU. se han mostrado disconformes con la reforma; no en vano, uno de los asesores de la administración del Presidente Barack Obama en temas de energía, Rodrigo Villamizar, ha afirmado que: «los inversores norteamericanos no quieren oír hablar de España por la inseguridad jurídica que se ha generado en el sector energético». Ante esta difícil situación, bien han hecho los ministros Soria y Guindos en ir a EE.UU. y a Reino Unido para explicar a analistas e inversores internacionales las bondades de la reforma. Junto con las reacciones, ciertos hechos conducen a la reflexión: los concursos de acreedores en el sector energético se han disparado y ya superan el total del año 2012.

Desde luego, cuando Ortega y Gasset en «La rebelión de las masas» allá por 1929 afirmó que: «el hombre necesita un derecho dinámico que se adapte a la continua metamorfosis de la historia», no podía imaginarse que dicho derecho dinámico terminaría por ser un derecho enloquecido o, como describe García de Enterría, un derecho de leyes desbocadas. Con todo, el filósofo en 1953 acabaría por denunciar el peligro de la «legislación incontinente», puesto que «trae consigo que el individuo no pueda proyectar su vida».

En relación con la energía, ni los más pesimistas podíamos prever que un derecho dinámico iba a convertirse en un derecho incontinente y enloquecido. Basta un dato: el BOE publicó a lo largo del 2012 entre Leyes, Reales Decretos, Órdenes y otras normas unas ochenta disposiciones, y en lo que va de 2013 ya se habrán publicado más de cuarenta normas que afectan a diversos aspectos del Sector de la Energía pero, sobre todo, a su rentabilidad económica. El ritmo legislativo no ha decrecido con posterioridad al RDL 9/2013, y se han aprobado por el Ministerio de Industria, Energía y Turismo dos resoluciones que aprueban nuevas reglas de funcionamiento del mercado diario e intradiario, así como los procedimientos de operación del Sistema Eléctrico Peninsular para adaptarse al nuevo contexto de caída de la demanda y de aumento de potencia de las renovables. Además, también se ha aprobado el Proyecto de Ley de Sector Eléctrico en la que se prevé suprimir de la preferencia de vertido a las renovables que a día de hoy tienen por Ley.

Ciertamente, la sombra del riesgo regulatorio se cierne sobre España, que puede quedar muy perjudicada ante tanto vaivén legislativo; qué positivo sería, ante esta situación, que los dos grandes partidos elaboraran la misma hoja de ruta con políticas de consenso, estables y duraderas, que trascendieran más de una legislatura en temas de carácter estratégico, como es la energía, por el bien de lo que se conoce ahora como la Marca España (curioso nombre de llamar a un país). Dicho deseo no tiene aspecto de materializarse: el PSOE ha propuesto una contrarreforma firmada por Hugo Morán que persigue «un ambicioso desarrollo de las energías renovables» y que recuperaría las políticas trazadas en los años 90 del Marco Legal Estable. Las energías renovables son las más dañadas por la reforma con un impacto de 1.150 millones euros (550 millones de euros al año en la fotovoltaica, 450 millones en la eólica y de 150 millones en la termosolar). En cualquier caso, como han reclamado analistas estratégicos, en España se precisa más transparencia en el sector, así como auditorías para saber en qué situación se encuentran las empresas y, sobre todo, decidir mejor entre todos qué mix energético queremos para los próximos veinticinco años.

Es cierto, como dijo el Conde de Romanones: «Fórmulas sencillas para resolver problemas complejos, no las conozco», pero es más cierto que en este momento se antoja imprescindible lograr cierta estabilidad regulatoria para que las empresas del sector eléctrico puedan planificar, del modo más seguro posible, su política estratégica y de inversiones en España. Lo contrario nos puede abocar a algo más que a una delicada situación. En este país, a veces, se olvida que entre las funciones de la regulación está la de dotar de garantías y de seguridad jurídica a consumidores y a empresas y servir de contrapeso a la actuación de los poderes públicos, y que cuando esto no se logra no se va en la buena dirección. Lo cierto es que la reforma ya está desplegando sus efectos y ya sólo sabremos si la misma es adecuada por sus resultados y para eso hace falta tiempo.

En cualquier caso, el ritmo legislativo no tiene aspecto de decrecer y un cambio de Gobierno generaría aún más cambios legales. Mejor no hacer elucubraciones, pero lo cierto es que para solucionar el problema del déficit no hay una solución fácil ni agradable. Parece que los daños colaterales y el riesgo de judicialización en Tribunales e instituciones arbitrales son un mal necesario y asumido por el Gobierno ante el riesgo regulatorio en el que ha colocado al sector. No obstante, en asuntos tan delicados como la regulación energética, que dan lugar a situaciones tan complejas, sería más que deseable que se escuchasen posibles alternativas de los intervinientes del sector afectado y se alcanzase entre los principales partidos un mayor consenso que trascendiera legislaturas. Quizá es una ingenuidad exigir políticas de consenso en el momento político en que vivimos, pero el interés público, la seguridad de inversiones de ahorradores y accionistas en empresas energéticas y la planificación y los balances de estas últimas junto con los consumidores, que se ven también perjudicados por estos cambios legislativos, así lo precisan para poner freno al riesgo regulatorio y para que los intervinientes del sector eléctrico, incluyendo consumidores y accionistas, podamos proyectarnos, como afirmó Ortega y Gasset.

PABLO TORAL OROPESA es abogado asociado del Departamento de Derecho Público en Cremades & Calvo Sotelo Abogados. Su actividad está centrada en aspectos jurídicos de los sectores regulados, como el de la energía. Asesora regularmente en el desarrollo e implantación de operadores y sus relaciones con las Administraciones Públicas y otras entidades. Asimismo, es Coordinador del Programa del Master en Negocio y Derecho de la Energía impartido por Cremades & Calvo-Sotelo Formación. Con anterioridad, también trabajó en Iberforo Madrid y PricewaterhouseCoopers

Cameron y el fracking: Sussex versus success

El debate alrededor del fracking está protagonizando muchos titulares en los últimos meses en España: desde su prohibición en Cantabria en contra del criterio del Ministerio de Industria, Energía y Turismo, hasta las previsiones que llegan y convierten a Estados Unidos en uno de los mayores países productores de petróleo en los próximos años. El fracking lo está cambiando todo: el propio Barack Obama es uno de los máximos defensores de la fractura hidráulica, que ha favorecido una reducción del precio de la energía en Estados Unidos y, especialmente, ha disminuido la dependencia de combustibles fósiles del exterior generando un vuelco en el mapa geopolítico.

Desde comienzos de este siglo, el gas pizarra ha pasado de suponer un insignificante 1% a ser la cuarta parte del gas natural que se consume en Estados Unidos. Cada año se perforan 25.000 nuevos pozos. La producción de hidrocarburos se dispara en un país que ha perfeccionado la fractura hidráulica, una técnica utilizada ya desde pasado el ecuador del siglo XX en Dakota del Norte. Ahora no se ha extendido sólo al resto del país: el mundo entero se preguntaba cómo ha ocurrido el milagro energético norteamericano; el fracking tiene la respuesta pero en Europa las alarmas medioambientales se han activado. Francia y Bulgaria lo han prohibido y otros países también se lo piensan.

No es el caso del Reino Unido, siempre atento a lo que sucede al otro lado del Atlántico. A finales de junio, el British Geological Survey anunciaba que las reservas de gas pizarra o no convencional eran mucho mayores de lo estimado. Este organismo aseguraba que las reservas totales de este tipo de gas oscilan entre los 23 y 65 billones de metros cúbicos; calculando una cifra intermedia y que aproximadamente sólo se puede extraer un 10% de cada bolsa, se estaría hablando de 4 billones de metros cúbicos de gas: un siglo del consumo de España. Al igual que Estados Unidos, explotar estas reservas supondría para el Reino Unido disminuir la dependencia exterior y las importaciones de hidrocarburos: una ventaja económica en cuestión en un contexto internacional de precios del gas a la baja y teniendo en cuenta que el fracking es una técnica costosa que requiere unas inversiones enormes.

“No podemos permitirnos el lujo de prescindir del shale gas”. Ése es el título del artículo que firmaba el primer ministro David Cameron en The Telegrah a mediados de agosto. Una defensa del fracking que Cameron construye sobre la base de tres argumentos: en primer lugar, el premier asegura que el fracking permitirá reducir las facturas de la luz a las familias británicas y también a la industria, clave importante para hacerla más competitiva; también supondría dar un impulso decidido a una industria que crearía miles de empleos (74.000 es la cifra dada por el primer ministro); por último, supondría riqueza para las zonas donde se extraiga el gas, puesto que las comunidades próximas a los pozos recibirán 100.000 libras, además del 1% de los ingresos. Como impulso a la industria, se han recortado a la mitad los impuestos para los primeros ingresos de extracción.

Graves protestas en West Sussex

La reacción de los grupos ecologistas a toda esta declaración de intenciones fue inmediata. David Cameron situó el fracking en el primer plano informativo y los miembros de colectivos ecologistas han intensificado la presión en el lugar adecuado: las perforaciones exploratorias en la localidad de Balcombe, una localidad de menos de 2.000 habitantes a 50 kilómetros de Londres en dirección sur, en la ruta hacia la localidad costera de Brighton. Desde el 25 de julio, dos semanas antes del artículo de Cameron, se había establecido un particular campamento de verano en los alrededores de los pozos que ha cosechado una gran atención mediática. Pozos pertenecientes a Cuadrilla Resources, la empresa que lidera la implantación de la fractura hidráulica en el Reino Unido, y con permisos para perforar el terreno hasta 900 metros en vertical y 250 en horizontal desde hacía tres años.

Las protestas se centraban en la posible contaminación de los acuíferos que implica la técnica. La fractura hidráulica se realiza en pozos que se horadan alcanzando una gran profundidad: consiste en inyectar a gran presión una considerable cantidad de agua con ciertos componentes químicos que consiguen fracturar la roca para dejar escapar los hidrocarburos que mantiene atrapados, imposibles de extraer de otra forma por su impermeabilidad o baja porosidad. Los colectivos ecologistas consideran que los fluidos inyectados pueden filtrarse a los acuíferos y contaminarlos, poniendo en peligro el abastecimiento de agua potable. No hay estudios científicos que demuestren fehacientemente que el fracking sea una técnica contaminante, pero también es cierto que las organizaciones que velan por el medio ambiente aseguran que la contaminación de los acuíferos queda protegida por la confidencialidad que se aplica a los compuestos químicos inyectados. Ahí el debate.

Con enfrentamientos prácticamente diarios entre activistas y la policía desplegada en Balcombe, con varias decenas de detenciones, entre ellas la de Caroline Lucas, diputada del Partido Verde, el acoso protagonizado por más de un millar de activistas paralizó durante varios días las actividades de Cuadrilla Resources. Finalmente, la presión sobre Cuadrilla ha podido con ella. La empresa ha decidido abandonar sus proyectos en West Sussex, sin pedir una prórroga por seis meses para sus actividades de exploración; alegan una posible ambigüedad legal que pueda acarrearles problemas en los tribunales por parte de los opositores al fracking.

Esta momentánea retirada ha supuesto para los ecologistas una pequeña victoria. Pero las intenciones de Cameron quedaron reflejadas en su artículo: «estamos juntos en esto y quiero que todos los sitios de nuestro país disfruten de los beneficios del fracking: tanto el norte como el sur, con independencia del color político» en respuesta indirecta a las palabras del político conservador Lord Howell of Guidford, miembro de la Cámara Alta, que optaba por confinar al fracking a áreas despobladas del norte del país. Las piezas se han colocado en el tablero y la partida ha comenzado. Los activistas no cejarán en su empeño de proteger el medio ambiente; el Gobierno tampoco da síntomas de que vaya a ceder: 20.000 pozos en funcionamiento para 2020 están en sus planes. En juego, el futuro energético del Reino Unido.

La energía se judicializa (II): Uno contra todos, todos contra uno

El 12 de julio se abrió la veda. Desde que comenzó a conocerse el contenido de la reforma energética, todos los afectados empezaron a estudiar los principales elementos de la misma cuya legalidad pueda ser puesta en duda y puedan ser tumbados posteriormente por la Justicia. Según apuntaba en una entrevista a Energía Diario, el abogado del despacho Rödl & Partners, Ramón Marés, “el carácter retroactivo de las medidas y la falta de reconocimiento de los costes reales de inversión y de explotación de los productores” son los puntos que pueden conducir a un mayor número de litigios.

El motivo por el que la reforma se retrasó a julio después de que el ministro de Industria, José Manuel Soria, insistiera en que su presentación sería antes de finales de junio, no fue otro que la necesidad por parte de los servicios jurídicos del Ministerio de ajustar los términos propuestos en la reforma para evitar lo que a estas alturas parece inevitable: la judicialización del proceso. Se trataba de tratar de fortificar, al menos semánticamente, una reforma cuyo objetivo era «distribuir» daños.

Catálogo de frentes abiertos de la «reforma eléctrica»

Hasta el momento las empresas generadoras y distribuidoras de UNESA (Asociación Española de la Industria Eléctrica) no han descartado recurrir la reforma presentada por el Gobierno para tratar de minimizar su impacto; de hecho sus gabinetes jurídicos se encuentran estudiando al detalle cada punto del nuevo texto normativo.

Considerando los precedentes de procesos jurídicos pasados en tribunales españoles o europeos, no sería de extrañar un nuevo revés para el Gobierno dada la ligereza con la que acostumbran a legislar los diferentes Ejecutivos, uno tras otro. Si bien aún no hablan de recursos, de lo que si lo hacen las principales compañías es de cifras: una primera valoración del impacto de la reforma estima pérdidas de 1.375 millones de euros antes de impuestos, 535 para lo que queda de año y 840 en 2014, para Iberdrola, Gas Natural Fenosa y Endesa, la más afectada y que revisará a la baja su plan de inversiones en España.

Unesa se muestra tajante: la reforma no garantiza “en absoluto” una “rentabilidad razonable para los activos de las eléctricas. El vuelco dado a la retribución con la reforma del Gobierno plantea, según la patronal, que la retribución que se fija para la distribución, del 5,5% este año y de 6,5% después, no llegue a cubrir ni siquiera el coste del capital, el «precio» al que una empresa se tiene que financiar incluyendo fondos propios y ajenos (en términos financieros, WACC) y que está cifrado por la Comisión Nacional de la Energía (CNE) en un 6,8%; en estas condiciones el sentido común apunta a que no serán posibles nuevas inversiones en España. En todo caso, el mecanismo para determinar la supuesta rentabilidad variable que establece la reforma se las trae y requiere una atención exclusiva y específica.

No sólo Unesa ha movido ficha; el propio regulador se lo ha advertido al Gobierno: la CNE ha señalado de manera pública al Ministerio de Industria que la subida “drástica” del término fijo en la factura de la luz que se ha llevado a cabo puede conllevar un notable aumento de las reclamaciones de los consumidores. El regulador también le ha dado un tirón de orejas al Ejecutivo por darle “un tiempo insuficiente” para revisar la nueva normativa.

Por otro lado, la CNE ha recibido también las alegaciones presentadas por la Asociación Empresarial Eólica (AEE) contra la reforma. La AEE demandó la retirada del anteproyecto de ley que reforma el sector eléctrico y del real decreto sobre renovables por “contravenir la normativa española y europea” y por tener unas consecuencias que pueden abocar al sector eólico a “una cascada de problemas financieros” que provoquen el cierre de muchas empresas del sector. No ha sido éste el único movimiento de la AEE: ya han anunciado que no se quedarán en estas alegaciones y buscarán vías jurídicas adicionales.

Otras asociaciones han depositado sus esperanzas en la justicia. Desde la presidencia de la APPA (Asociación de Productores de Energías Renovables), se espera que los tribunales actúen frente a los recortes que se quieren aplicar con retroactividad; también tienen palabras para el nuevo principio introducido, el de la “rentabilidad razonable”: quieren que se aplique para todos y no sólo para las tecnologías del régimen especial. “Rentabilidad razonable”, un concepto que introduce un mecanismo económico cuanto menos discutible: la intención del Ejecutivo es cambiar las normas de juego pero no sólo para el futuro. También, y especialmente, sobre lo pasado, lo que da el Ejecutivo poder para cambiar lo comprometido y recalcular los costes de las inversiones realizadas en España y su correspondiente retribución. El objetivo de los servicios jurídicos del Ministerio es pasar el filtro del Tribunal Supremo y, lo que será más complicado, de los arbitrajes internacionales. Con el tiempo se dictará sentencia sobre esta judicialización de la reforma.

También CC.AA.

Algunas autonomías han reaccionado ante la reforma de Soria. Cataluña ha anunciado que llevará la reforma energética del Gobierno ante el Tribunal Constitucional por considerar que ciertos puntos de la misma vulneran sus competencias. El encargado de anunciarlo fue el Consejero de Empresa y Empleo, Felip Puig, que, después de criticar que el Estado español “no vela por los intereses económicos de Cataluña”, añadía que esta actitud “obliga a Cataluña a diseñar estructuras de Estado propio también en el campo energético para tener nuestro propio modelo”. Nacionalismo energético que, de momento, tendrá que esperar porque el ejecutivo catalán ha enviado sus propuestas a José Manuel Soria para negociar antes de plantear los recursos de inconstitucionalidad.

Las principales críticas del Ejecutivo catalán a la reforma se dirigen a la limitación de las competencias autonómicas en el ámbito de las redes de distribución de energía, pero también consideran que no se regulan las redes eléctricas de distribución cerradas, se limitan las líneas directas, se prohíben las Agrupaciones de Interés Económico de Consumo (AIE), se recorta la retribución económica de la distribución de energía eléctrica y se impulsa un nuevo régimen retributivo para las instalaciones de generación de energía renovable, cogeneración y residuos.

Precisamente la parte de la reforma que afecta a las energías renovables es la que ha llevado al presidente de la Región de Murcia, Ramón Luis Valcárcel, a presentar un recurso de inconstitucionalidad a un Gobierno de su mismo color político. En este caso, el anuncio fue después de reunirse en Madrid con el propio ministro Soria. El político murciano esgrimió el quebranto de la seguridad jurídica como principal razón para presentar el recurso: con la reforma “se genera un daño importante a los intereses legítimos de las personas que han invertido en energía fotovoltaica, a los que un día fue el propio Gobierno de España el que les animó a invertir”. De este modo, el recurso se fundamentará según el gobierno autonómico en “una posible vulneración de principios constitucionales” ya que “se modifica el marco jurídico y alteran las reglas del juego que otorgan estabilidad y retorno a las inversiones realizadas en renovables”.

La coherencia es el otro argumento de Valcárcel: en tiempos de Zapatero, Murcia ya presentó un recurso de inconstitucionalidad contra el gobierno socialista cuando se acometió el primer recorte a las renovables. No en vano, la reforma energética supone el quinto cambio legislativo para la regulación de la energía fotovoltaica en apenas tres años. Cambió con Zapatero y ha cambiado con Rajoy; al final el color político resulta indiferente: los procesos judiciales se suceden y cada Gobierno hereda los litigios del anterior. Así empezó el déficit de tarifa, cuando ningún Gobierno quería hacer frente a las deudas del anterior; en los próximos meses veremos si el remedio resulta peor que la enfermedad.

La energía se judicializa (I): Ministro, hay una Carta para usted

A principios de los noventa empezaba una nueva era en Europa. El Muro de Berlín, que dividía en dos al viejo continente, acababa de ser destruido y la Guerra Fría tocaba a su fin. Nacían tiempos de cooperación que alcanzan su máximo exponente en la Unión Europea de los 28 Estados miembros. En este contexto de colaboración se firmó la Carta de la Energía; un marco de cooperación internacional en el campo energético entre los países europeos y otros países industrializados que entró en vigor en 1998.

Lo que solamente parecían buenas intenciones se convirtieron en férreos compromisos al concretarse en un Tratado Internacional. Aquí comienzan los problemas para el Gobierno de España: precisamente las disposiciones más importantes de la Carta de la Energía hacen referencia a la protección de las inversiones realizadas. A lo largo de este Tratado se insiste en el fomento y la creación de unas condiciones estables, favorables y transparentes para los inversores extranjeros en el ámbito energético, con la aplicación del trato de nación más favorecida o el trato que concedan a sus propios inversores, según el régimen más favorable.

Al fin y al cabo, no es nuevo; la Carta de la Energía es otro elemento más dentro de un sector, el energético, acostumbrado a una constante litiogiosidad. Sucesivos gobiernos, independientemente de su color político, han legislado sin importarles los conflictos que generaban; el más importante, el déficit de tarifa, se ha convertido en un problema tan grande como la deuda acumulada (casi 30.000 millones de euros porque los ingresos del sistema no cubren los costes reconocidos); ahora la conflictividad emerge cuando el Ejecutivo quiere aprobar rehaciendo las cuentas de un examen que se entregó hace más de cinco años. Todo pasa a un terreno de juego inestable y embarrado.

El pasado mes de junio arrancaba el arbitraje internacional por la denuncia que presentaron 16 grandes fondos de inversión extranjeros en noviembre de 2011 bajo el amparo de la Carta de la Energía. La denuncia iba dirigida contra el primer recorte a las renovables realizado por el entonces ministro de Industria en 2010, Miguel Sebastián, que supuso un 30% menos a las primas a las fotovoltaicas. Ha sido la primera vez que España es demandada ante un arbitraje de inversión; los países con más acusaciones en contra de este tipo son Argentina, Venezuela, Ecuador y México.

Suma y sigue

Esta primera incursión española en el ámbito de los arbitrajes internacionales de inversión va camino de repetirse. No ya por el caso NextEra, líder de las renovables en Estados Unidos que ha acudido a un tribunal de Nueva York para renegociar un crédito de 508 millones de euros otorgado por entidades de origen español en su mayoría para construir dos plantas solares en Extremadura alegando el impacto de los cambios regulatorios. Es que después del arbitraje solicitado por los afectados por los recortes a las fotovoltaicas, toca el turno a los termosolares. El objeto de la denuncia será el mismo: los cambios en la regulación energética y la aplicación de los recortes a las primas renovables con carácter retroactivo. Estos fondos de inversión extranjeros piden justicia ante los tribunales internacionales ya que consideran que el Gobierno de España pretende cambiar las reglas en medio de la partida, quebrantando el principio básico de seguridad jurídica, indispensable para un país que, inmerso en una duradera crisis económica como se encuentra España, necesita como nunca de las inversiones extranjeras.

No parece que los litigios vayan a concluir ahí: la reforma energética aprobada el pasado 12 de julio por el Consejo de Ministros promete nuevos procesos judiciales. Importantes empresas y fondos de inversión de origen alemán y japonés han sido algunos de los más críticos con los cambios introducidos. Según manifestaba Ramón Marés, abogado de Rödl & Partner, en una entrevista a Energía Diario, “los inversores internacionales están a la espera de que se concreten las medidas del Gobierno para tomar las decisiones que resulten más convenientes a sus intereses”: en este punto es donde pueden ampararse en la Carta de la Energía ante un tribunal internacional, ya utilizada en otros casos de recortes retroactivos a los productores de energías renovables, dado que este carácter de retroactividad “es el elemento que puede provocar un mayor número de litigios”.

Protestas oficiales

Las empresas e inversores estadounidenses encontraron un gran aliado en el embajador de su país en España, Alan Solomont, recientemente relevado de su puesto. A mediados de junio Energía Diario recogió el pesimismo que el propio Solomont mostraba al ser preguntado por lo que se podía esperar de la reforma energética, todavía desconocida en aquellas fechas, al tiempo que reconocía los contactos con el Gobierno para paliar sus consecuencias futuras. Pero el país norteamericano no es el único que movió ficha para intentar atenuar los recortes que se presumía, y así ha sido, iban a afectar, entre otras, a las energías renovables.

Tal y como publicó El Confidencial Digital, la reciente visita del príncipe heredero de Japón, Naruhito, fue bastante más significativa que una mera visita de cortesía. La embajada japonesa no ha querido desmentir a Energía Diario la información publicada por este confidencial según la cual, en dicha visita, el príncipe Naruhito tuvo duras palabras sobre las medidas adoptadas en los últimos años por el Gobierno de España que han provocado “continuos vaivenes en la regulación del sector de las renovables y que han afectado a varias empresas del país nipón”. Quejas que por otra parte ya había trasladado el propio embajador japonés en sus encuentros con el ministro de Industria.

Las diferentes presiones han obtenido dispares resultados. La reforma energética ha sentado mal a todos, prácticamente por igual. Pero, tal y como publicó El País, la disposición final segunda del Real Decreto Ley 9/2013 de 12 de julio depara un trato de favor a una central termosolar en concreto: la que proyecta construir Solar Reserve en Alcázar de San Juan (Ciudad Real), que según lo dispuesto conservaría su retribución especial al margen de la nueva normativa. No es la primera vez que esta compañía sale beneficiada en España respecto a otras empresas como ya se reveló en Wikileaks.

Precisamente este trato de favor a la empresa estadounidense puede ser la puerta abierta a las reclamaciones de otros fondos de inversión extranjeros que ven cómo la retribución prometida en el momento inicial, durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, queda ahora considerablemente mermada por la reforma de José Manuel Soria (sustituida por la «rentabilidad razonable» calculada por el retrovisor). La Carta de la Energía obliga a los firmantes a garantizar a las inversiones extranjeras el mismo trato que a la nación más favorecida; Solar Reserve puede convertirse en la excepción que invalida la regla. Así que, un mes después de la aprobación de la reforma, el campo jurídico augura un interesante panorama informativo en el ámbito energético durante los próximos meses. Y se anticipan serios problemas jurídicos, dentro y fuera de nuestro país.

(continuará)

¿Una reforma que «no se casa con nadie» o que lo estropea todo?

Los primeros resultados de la denominada «Reforma Soria» para, supuestamente, terminar de terminar el problema del déficit tarifario eléctrico ya se vieron en el Ibex-35 el pasado viernes, con el fuerte impacto que sufrieron las empresas españolas. Eso quiere decir que la dimensión económica resultante de la barbaridad anunciada en el Consejo de Ministros se cumplió con toda precisión. Hoy, todas las asociaciones de los distintos sectores y subsectores que participan en el suministro eléctrico están reunidas para valorar el impacto de la reforma anunciada y actuar en consecuencia.

En estos últimos años, el problema del sector energético, en general, y del sector eléctrico, en particular, proviene de que únicamente ha operado la dimensión política a la hora de abordar la cuestión del déficit tarifario. Una suerte de ministros de claro matiz político, con la maldición de los ministros de Industria encima (Montilla, Clos, Sebastián…) cuya culminación es el modelo kirchnerista de José Manuel Soria, han llevado el funcionamiento del sector eléctrico por los derroteros políticos, sin comprensión económica, sectorial o empresarial (en un país con aversión a todas estas dimensiones; casi nada). No es desdeñable, además, la función de las dos últimas vicepresidentas del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega y Soraya Sáenz de Santamaría en semejante destrozo de la economía desde la política.

Sólo así es posible que se haya formado la burbuja de costes regulados y el agujero del déficit tarifario, en su combinación y en su naturaleza mixta. El hecho es que el problema del déficit tarifario eléctrico, un problema único en Europa, basado en la concesión sin medida de incrementos en los costes regulados y el control simultáneo de los precios, con origen en la política y en las clases extractivas españolas, se ha resuelto de la peor forma posible para los consumidores, para la economía, para las empresas y para la sociedad. A corto y a largo plazo.

Esa dimensión política se ha podido comprobar en la abrupta resolución de la reforma anunciada y publicada en su primera entrega en el Real Decreto Ley por el que se adoptan medidas urgentes para garantizar la estabilidad financiera del sistema eléctrico. A falta del análisis preciso que se está haciendo todo el fin de semana, los planes del Gobierno son desastrosos:

Recorte en la retribución de la distribución eléctrica decidido por pura discrecionalidad, que ya alcanza un 20% de su montante. De hecho, con el recorte en esta reforma «definitiva» ocurre que la distribución no ha llegado a tener un modelo definido, con la connivencia del presidente actual de Comisión Nacional de Energía que ha escondido el modelo retributivo sobre esta actividad. Por tanto, nadie sabrá jamás cuál debe ser la retribución necesaria de la distribución, configurando el carácter inestable, político y discrecional del funcionamiento de los sectores económicos en nuestro país.

Financiación obligada del déficit por parte de las empresas (¡que siguen decidiendo los políticos!) y que vuelven a dejarse un colchón anual de 2.500 millones de euros hasta 2015.

Revisión retroactiva del modelo retributivo de las tecnologías en régimen especial, más lesivo cuanto más antigua es la tecnología y más cercana en su retribución actual al mercado. Además, la retribución final se fija por debajo del coste financiero (recursos propios y ajenos) necesarios para la financiación de las empresas, además de escamotear el famoso cálculo del 7,5%.

Atribución de la financiación del bono social a las «empresas integradas verticalmente» en su nuevo formato.

Asunción de sólo 900 millones de euros de los costes regulados desde los Presupuestos Generales del Estado, frente a los 1.800 millones de euros que pretendía conseguir Soria de Hacienda para cubrir el 100% de los costes extrapeninsulares. Con esta cifra, sólo podrá financiar la mitad.

Otros 900 millones de euros irán a cuenta de los peajes, es decir, la parte regulada de la tarifa eléctrica y que será asumida por los consumidores a través de la Tarifa de Último Recurso (TUR).

Volviendo al principio de todas estas trapisondas, básicamente, el primer problema consiste en que nos hemos acostumbrado a esta dimensión política de los hechos en el sector eléctrico, dimensión en la que José Manuel Soria nada como pez en el agua. Cuando se plantea la comunicación política de la reforma, la obsesión es la opinión pública.

El objetivo es cómo presentar una falaz «equidad», «que no se casa con nadie» o «cómo se han dado palos a todos» o si se distribuye la carga entre consumidores y empresas de forma «aceptable» desde el punto de vista de la opinión pública. Dirigida a la izquierda y derecha peronista española, unida por esa visión reducida y pobre de la política y de la economía basada en el peronismo y en la opinión pública. Esa era la pregunta de los tertulianos radiofónicos y televisivos, escandalizados por la subida del 3,2% y atemorizados convenientemente por la subida que debería haberse producido de haberse aplicado las decisiones pasadas.

Existen algunos medios de comunicación que dicen que podría haber sido peor o que incluso alardean de que por fin «Soria se ha atrevido a hacerlo» en plan Gary Cooper en «Sólo ante el peligro«, para darle un tinte mítico, muy valorado en el Partido Alfa. Indudablemente, José Manuel Soria es un ministro con fortaleza en el Gobierno, además de ser el verdadero portavoz del mismo, pero ese aislamiento de los sectores que gestiona con directriz exclusivamente política es fuertemente peligroso.

Pero en ambientes políticos más maduros, que no confunden la economía con la popularidad, esta visión no se comparte. En absoluto. ¿No hubiera sido mucho más razonable exonerar de esa condición política al problema del déficit tarifario, haber sido más medido, responsable, prudente y haber trabajado en su resolución como una carrera de fondo, asumiendo la raíz del problema y renegociando con todos los sectores? Más experiencia, más gestión y menos temeridad y atrevimiento, más respeto a los agentes, hubieran sido exigibles al Gobierno para afrontar unos problemas tan serios.

Eso también hubiera implicado aprovechar cada momento posible en que se pudiera haber absorbido el déficit y no dejarse seducir por las medidas demagógicas que han ensanchado el problema y a las que el propio Soria no se ha substraído. Desde las instancias políticas, incluyendo al ministro, se ha creado el problema del déficit tarifario, se ha agrandado y ahora se acaba de generar un nuevo escenario con un sinfín de nuevos problemas superpuestos y gravísimos añadidos a los de partida. No se resuelve uno y se añaden más.

Lo primero, porque la reforma es falsa y no es definitiva, ya que se auto concede nuevamente un déficit anual, límite que cada vez que se ha fijado se ha incumplido religiosamente por los sucesivos gobiernos en el pasado.

Y, segundo, porque lo que va a funcionar después de esta reforma son sus consecuencias: otros mecanismos económicos mucho más inexorables y coherentes con las medidas adoptadas y la argentinización de España en su gobierno económico y sectorial. A saber: expedientes de regulación de empleo, suspensiones de pagos en empresas, quiebras, deterioro de las redes de distribución, litigios, arbitrajes, conflictos económicos y diplomáticos internacionales, ventas de activos, asalto a las empresas españolas por parte de operadores foráneos, dado el castigo de la regulación y deterioro en el valor de las empresas que se solventa con mayores capacidades del Gobierno para prohibir operaciones corporativas.

Dimensión política como cortina de humo para el caso Bárcenas. Por tanto, es clave denunciar el tratamiento de la reforma para el déficit tarifario eléctrico mediante esa dimensión política mal entendida, ejercida por quienes no comprenden los mecanismos económicos, de financiación e inversión, quienes no tienen experiencia empresarial y abocan al país al desprestigio económico e institucional.

Y, José Manuel Soria, miembro del Consejo de Seguridad Nacional. Para echarse a temblar.

¿Una reforma que «no se casa con nadie» o que lo estropea todo?

Los primeros resultados de la denominada «Reforma Soria» para, supuestamente, terminar de terminar el problema del déficit tarifario eléctrico ya se vieron en el Ibex-35 el pasado viernes, con el fuerte impacto que sufrieron las empresas españolas. Eso quiere decir que la dimensión económica resultante de la barbaridad anunciada en el Consejo de Ministros se cumplió con toda precisión. Hoy, todas las asociaciones de los distintos sectores y subsectores que participan en el suministro eléctrico están reunidas para valorar el impacto de la reforma anunciada y actuar en consecuencia.

En estos últimos años, el problema del sector energético, en general, y del sector eléctrico, en particular, proviene de que únicamente ha operado la dimensión política a la hora de abordar la cuestión del déficit tarifario. Una suerte de ministros de claro matiz político, con la maldición de los ministros de Industria encima (Montilla, Clos, Sebastián…) cuya culminación es el modelo kirchnerista de José Manuel Soria, han llevado el funcionamiento del sector eléctrico por los derroteros políticos, sin comprensión económica, sectorial o empresarial (en un país con aversión a todas estas dimensiones; casi nada). No es desdeñable, además, la función de las dos últimas vicepresidentas del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega y Soraya Sáenz de Santamaría en semejante destrozo de la economía desde la política.

Sólo así es posible que se haya formado la burbuja de costes regulados y el agujero del déficit tarifario, en su combinación y en su naturaleza mixta. El hecho es que el problema del déficit tarifario eléctrico, un problema único en Europa, basado en la concesión sin medida de incrementos en los costes regulados y el control simultáneo de los precios, con origen en la política y en las clases extractivas españolas, se ha resuelto de la peor forma posible para los consumidores, para la economía, para las empresas y para la sociedad. A corto y a largo plazo.

Esa dimensión política se ha podido comprobar en la abrupta resolución de la reforma anunciada y publicada en su primera entrega en el Real Decreto Ley por el que se adoptan medidas urgentes para garantizar la estabilidad financiera del sistema eléctrico. A falta del análisis preciso que se está haciendo todo el fin de semana, los planes del Gobierno son desastrosos:

Recorte en la retribución de la distribución eléctrica decidido por pura discrecionalidad, que ya alcanza un 20% de su montante. De hecho, con el recorte en esta reforma «definitiva» ocurre que la distribución no ha llegado a tener un modelo definido, con la connivencia del presidente actual de Comisión Nacional de Energía que ha escondido el modelo retributivo sobre esta actividad. Por tanto, nadie sabrá jamás cuál debe ser la retribución necesaria de la distribución, configurando el carácter inestable, político y discrecional del funcionamiento de los sectores económicos en nuestro país.

Financiación obligada del déficit por parte de las empresas (¡que siguen decidiendo los políticos!) y que vuelven a dejarse un colchón anual de 2.500 millones de euros hasta 2015.

Revisión retroactiva del modelo retributivo de las tecnologías en régimen especial, más lesivo cuanto más antigua es la tecnología y más cercana en su retribución actual al mercado. Además, la retribución final se fija por debajo del coste financiero (recursos propios y ajenos) necesarios para la financiación de las empresas, además de escamotear el famoso cálculo del 7,5%.

Atribución de la financiación del bono social a las «empresas integradas verticalmente» en su nuevo formato.

Asunción de sólo 900 millones de euros de los costes regulados desde los Presupuestos Generales del Estado, frente a los 1.800 millones de euros que pretendía conseguir Soria de Hacienda para cubrir el 100% de los costes extrapeninsulares. Con esta cifra, sólo podrá financiar la mitad.

Otros 900 millones de euros irán a cuenta de los peajes, es decir, la parte regulada de la tarifa eléctrica y que será asumida por los consumidores a través de la Tarifa de Último Recurso (TUR).

Volviendo al principio de todas estas trapisondas, básicamente, el primer problema consiste en que nos hemos acostumbrado a esta dimensión política de los hechos en el sector eléctrico, dimensión en la que José Manuel Soria nada como pez en el agua. Cuando se plantea la comunicación política de la reforma, la obsesión es la opinión pública.

El objetivo es cómo presentar una falaz «equidad», «que no se casa con nadie» o «cómo se han dado palos a todos» o si se distribuye la carga entre consumidores y empresas de forma «aceptable» desde el punto de vista de la opinión pública. Dirigida a la izquierda y derecha peronista española, unida por esa visión reducida y pobre de la política y de la economía basada en el peronismo y en la opinión pública. Esa era la pregunta de los tertulianos radiofónicos y televisivos, escandalizados por la subida del 3,2% y atemorizados convenientemente por la subida que debería haberse producido de haberse aplicado las decisiones pasadas.

Existen algunos medios de comunicación que dicen que podría haber sido peor o que incluso alardean de que por fin «Soria se ha atrevido a hacerlo» en plan Gary Cooper en «Sólo ante el peligro«, para darle un tinte mítico, muy valorado en el Partido Alfa. Indudablemente, José Manuel Soria es un ministro con fortaleza en el Gobierno, además de ser el verdadero portavoz del mismo, pero ese aislamiento de los sectores que gestiona con directriz exclusivamente política es fuertemente peligroso.

Pero en ambientes políticos más maduros, que no confunden la economía con la popularidad, esta visión no se comparte. En absoluto. ¿No hubiera sido mucho más razonable exonerar de esa condición política al problema del déficit tarifario, haber sido más medido, responsable, prudente y haber trabajado en su resolución como una carrera de fondo, asumiendo la raíz del problema y renegociando con todos los sectores? Más experiencia, más gestión y menos temeridad y atrevimiento, más respeto a los agentes, hubieran sido exigibles al Gobierno para afrontar unos problemas tan serios.

Eso también hubiera implicado aprovechar cada momento posible en que se pudiera haber absorbido el déficit y no dejarse seducir por las medidas demagógicas que han ensanchado el problema y a las que el propio Soria no se ha substraído. Desde las instancias políticas, incluyendo al ministro, se ha creado el problema del déficit tarifario, se ha agrandado y ahora se acaba de generar un nuevo escenario con un sinfín de nuevos problemas superpuestos y gravísimos añadidos a los de partida. No se resuelve uno y se añaden más.

Lo primero, porque la reforma es falsa y no es definitiva, ya que se auto concede nuevamente un déficit anual, límite que cada vez que se ha fijado se ha incumplido religiosamente por los sucesivos gobiernos en el pasado.

Y, segundo, porque lo que va a funcionar después de esta reforma son sus consecuencias: otros mecanismos económicos mucho más inexorables y coherentes con las medidas adoptadas y la argentinización de España en su gobierno económico y sectorial. A saber: expedientes de regulación de empleo, suspensiones de pagos en empresas, quiebras, deterioro de las redes de distribución, litigios, arbitrajes, conflictos económicos y diplomáticos internacionales, ventas de activos, asalto a las empresas españolas por parte de operadores foráneos, dado el castigo de la regulación y deterioro en el valor de las empresas que se solventa con mayores capacidades del Gobierno para prohibir operaciones corporativas.

Dimensión política como cortina de humo para el caso Bárcenas. Por tanto, es clave denunciar el tratamiento de la reforma para el déficit tarifario eléctrico mediante esa dimensión política mal entendida, ejercida por quienes no comprenden los mecanismos económicos, de financiación e inversión, quienes no tienen experiencia empresarial y abocan al país al desprestigio económico e institucional.

Y, José Manuel Soria, miembro del Consejo de Seguridad Nacional. Para echarse a temblar.

¿Una reforma que «no se casa con nadie» o que lo estropea todo?

Los primeros resultados de la denominada «Reforma Soria» para, supuestamente, terminar de terminar el problema del déficit tarifario eléctrico ya se vieron en el Ibex-35 el pasado viernes, con el fuerte impacto que sufrieron las empresas españolas. Eso quiere decir que la dimensión económica resultante de la barbaridad anunciada en el Consejo de Ministros se cumplió con toda precisión. Hoy, todas las asociaciones de los distintos sectores y subsectores que participan en el suministro eléctrico están reunidas para valorar el impacto de la reforma anunciada y actuar en consecuencia.

En estos últimos años, el problema del sector energético, en general, y del sector eléctrico, en particular, proviene de que únicamente ha operado la dimensión política a la hora de abordar la cuestión del déficit tarifario. Una suerte de ministros de claro matiz político, con la maldición de los ministros de Industria encima (Montilla, Clos, Sebastián…) cuya culminación es el modelo kirchnerista de José Manuel Soria, han llevado el funcionamiento del sector eléctrico por los derroteros políticos, sin comprensión económica, sectorial o empresarial (en un país con aversión a todas estas dimensiones; casi nada). No es desdeñable, además, la función de las dos últimas vicepresidentas del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega y Soraya Sáenz de Santamaría en semejante destrozo de la economía desde la política.

Sólo así es posible que se haya formado la burbuja de costes regulados y el agujero del déficit tarifario, en su combinación y en su naturaleza mixta. El hecho es que el problema del déficit tarifario eléctrico, un problema único en Europa, basado en la concesión sin medida de incrementos en los costes regulados y el control simultáneo de los precios, con origen en la política y en las clases extractivas españolas, se ha resuelto de la peor forma posible para los consumidores, para la economía, para las empresas y para la sociedad. A corto y a largo plazo.

Esa dimensión política se ha podido comprobar en la abrupta resolución de la reforma anunciada y publicada en su primera entrega en el Real Decreto Ley por el que se adoptan medidas urgentes para garantizar la estabilidad financiera del sistema eléctrico. A falta del análisis preciso que se está haciendo todo el fin de semana, los planes del Gobierno son desastrosos:

Recorte en la retribución de la distribución eléctrica decidido por pura discrecionalidad, que ya alcanza un 20% de su montante. De hecho, con el recorte en esta reforma «definitiva» ocurre que la distribución no ha llegado a tener un modelo definido, con la connivencia del presidente actual de Comisión Nacional de Energía que ha escondido el modelo retributivo sobre esta actividad. Por tanto, nadie sabrá jamás cuál debe ser la retribución necesaria de la distribución, configurando el carácter inestable, político y discrecional del funcionamiento de los sectores económicos en nuestro país.

Financiación obligada del déficit por parte de las empresas (¡que siguen decidiendo los políticos!) y que vuelven a dejarse un colchón anual de 2.500 millones de euros hasta 2015.

Revisión retroactiva del modelo retributivo de las tecnologías en régimen especial, más lesivo cuanto más antigua es la tecnología y más cercana en su retribución actual al mercado. Además, la retribución final se fija por debajo del coste financiero (recursos propios y ajenos) necesarios para la financiación de las empresas, además de escamotear el famoso cálculo del 7,5%.

Atribución de la financiación del bono social a las «empresas integradas verticalmente» en su nuevo formato.

Asunción de sólo 900 millones de euros de los costes regulados desde los Presupuestos Generales del Estado, frente a los 1.800 millones de euros que pretendía conseguir Soria de Hacienda para cubrir el 100% de los costes extrapeninsulares. Con esta cifra, sólo podrá financiar la mitad.

Otros 900 millones de euros irán a cuenta de los peajes, es decir, la parte regulada de la tarifa eléctrica y que será asumida por los consumidores a través de la Tarifa de Último Recurso (TUR).

Volviendo al principio de todas estas trapisondas, básicamente, el primer problema consiste en que nos hemos acostumbrado a esta dimensión política de los hechos en el sector eléctrico, dimensión en la que José Manuel Soria nada como pez en el agua. Cuando se plantea la comunicación política de la reforma, la obsesión es la opinión pública.

El objetivo es cómo presentar una falaz «equidad», «que no se casa con nadie» o «cómo se han dado palos a todos» o si se distribuye la carga entre consumidores y empresas de forma «aceptable» desde el punto de vista de la opinión pública. Dirigida a la izquierda y derecha peronista española, unida por esa visión reducida y pobre de la política y de la economía basada en el peronismo y en la opinión pública. Esa era la pregunta de los tertulianos radiofónicos y televisivos, escandalizados por la subida del 3,2% y atemorizados convenientemente por la subida que debería haberse producido de haberse aplicado las decisiones pasadas.

Existen algunos medios de comunicación que dicen que podría haber sido peor o que incluso alardean de que por fin «Soria se ha atrevido a hacerlo» en plan Gary Cooper en «Sólo ante el peligro«, para darle un tinte mítico, muy valorado en el Partido Alfa. Indudablemente, José Manuel Soria es un ministro con fortaleza en el Gobierno, además de ser el verdadero portavoz del mismo, pero ese aislamiento de los sectores que gestiona con directriz exclusivamente política es fuertemente peligroso.

Pero en ambientes políticos más maduros, que no confunden la economía con la popularidad, esta visión no se comparte. En absoluto. ¿No hubiera sido mucho más razonable exonerar de esa condición política al problema del déficit tarifario, haber sido más medido, responsable, prudente y haber trabajado en su resolución como una carrera de fondo, asumiendo la raíz del problema y renegociando con todos los sectores? Más experiencia, más gestión y menos temeridad y atrevimiento, más respeto a los agentes, hubieran sido exigibles al Gobierno para afrontar unos problemas tan serios.

Eso también hubiera implicado aprovechar cada momento posible en que se pudiera haber absorbido el déficit y no dejarse seducir por las medidas demagógicas que han ensanchado el problema y a las que el propio Soria no se ha substraído. Desde las instancias políticas, incluyendo al ministro, se ha creado el problema del déficit tarifario, se ha agrandado y ahora se acaba de generar un nuevo escenario con un sinfín de nuevos problemas superpuestos y gravísimos añadidos a los de partida. No se resuelve uno y se añaden más.

Lo primero, porque la reforma es falsa y no es definitiva, ya que se auto concede nuevamente un déficit anual, límite que cada vez que se ha fijado se ha incumplido religiosamente por los sucesivos gobiernos en el pasado.

Y, segundo, porque lo que va a funcionar después de esta reforma son sus consecuencias: otros mecanismos económicos mucho más inexorables y coherentes con las medidas adoptadas y la argentinización de España en su gobierno económico y sectorial. A saber: expedientes de regulación de empleo, suspensiones de pagos en empresas, quiebras, deterioro de las redes de distribución, litigios, arbitrajes, conflictos económicos y diplomáticos internacionales, ventas de activos, asalto a las empresas españolas por parte de operadores foráneos, dado el castigo de la regulación y deterioro en el valor de las empresas que se solventa con mayores capacidades del Gobierno para prohibir operaciones corporativas.

Dimensión política como cortina de humo para el caso Bárcenas. Por tanto, es clave denunciar el tratamiento de la reforma para el déficit tarifario eléctrico mediante esa dimensión política mal entendida, ejercida por quienes no comprenden los mecanismos económicos, de financiación e inversión, quienes no tienen experiencia empresarial y abocan al país al desprestigio económico e institucional.

Y, José Manuel Soria, miembro del Consejo de Seguridad Nacional. Para echarse a temblar.

REE se desmarca de las últimas propuestas de distribución publicadas en los medios

Respecto a Andrés Seco, REE señaló que «no es militante, ni ha militado con carné del Partido Popular ni en ningún otro partido político», aunque haya sido colaborador en FAES. Además, la compañía aseguró que el actual Director de Operaciones está comprometido con la liberalización y el mercado eléctrico, según sus intervenciones públicas y en currículum profesional.

Asimismo, el operador eléctrico afirmó en su comunicado que, en materia de distribución eléctrica, REE nunca ha realizado ninguna propuesta «expropiatoria» de estas redes en referencia a las informaciones publicadas los últimos días en distintos medios de comunicación, según las cuales el Ministerio de Industria, Energía y Turismo habría valorado que la gestión de la misma, aunque siguiera bajo la titularidad de las distribuidoras, se atribuyera a Red Eléctrica.

A esto hay que añadir las informaciones que avistaban medidas del Gobierno orientadas a un posible cambio en la determinación de la naturaleza de las redes entre distribución y transporte; todas ellas, medidas que han venido siendo atribuidas a Red Eléctrica.

En esta línea, la compañía afirmó que ni «Andrés Seco ni ningún otro directivo de REE ha defendido nunca la entrada de la misma en la generación eléctrica a través de la titularidad de los sistemas de bombeo. Por el contrario, REE aseguró que «de acuerdo con el criterio de la Comisión Europea, entiende que los bombeos tienen naturaleza de almacenamiento y que son clave para la seguridad de suministro en los sistemas insulares y extrapeninsulares»

En relación a la «deriva monopolística», REE manifestó que lo que defiende es el modelo de TSO, de integración en una sola compañía de la operación y el transporte, ya que a juicio de la compañía se ha demostrado que éste es un modelo de éxito. REE señaló que dicho modelo es el que se contiene en el tercer paquete de la energía de la Unión Europea (Directiva 2009/72) y que ha colocado a la compañía en una posición de vanguardia en el sector de la energía a nivel mundial.

Finalmente, según REE, monopolista único en el transporte de electricidad y operador del sistema, actualmente integrados en España, el transporte y la distribución son monopolios naturales, reconocidos en la Ley Eléctrica 54/1997, desde su exposición de motivos: «el transporte y la distribución de electricidad constituyen un monopolio natural»; «la eficiencia económica se deriva de la existencia de una única red, raíz básica del denominado monopolio natural».

Finalmente, en su comunicación, REE dijo que plantear que el transporte o la distribución de electricidad sean actividades liberalizadas, y que su desarrollo se realice en régimen de competencia entre agentes es un error conceptual importante en materia de regulación energética.

REE se desmarca de las últimas propuestas de distribución publicadas en los medios

Respecto a Andrés Seco, REE señaló que «no es militante, ni ha militado con carné del Partido Popular ni en ningún otro partido político», aunque haya sido colaborador en FAES. Además, la compañía aseguró que el actual Director de Operaciones está comprometido con la liberalización y el mercado eléctrico, según sus intervenciones públicas y en currículum profesional.

Asimismo, el operador eléctrico afirmó en su comunicado que, en materia de distribución eléctrica, REE nunca ha realizado ninguna propuesta «expropiatoria» de estas redes en referencia a las informaciones publicadas los últimos días en distintos medios de comunicación, según las cuales el Ministerio de Industria, Energía y Turismo habría valorado que la gestión de la misma, aunque siguiera bajo la titularidad de las distribuidoras, se atribuyera a Red Eléctrica.

A esto hay que añadir las informaciones que avistaban medidas del Gobierno orientadas a un posible cambio en la determinación de la naturaleza de las redes entre distribución y transporte; todas ellas, medidas que han venido siendo atribuidas a Red Eléctrica.

En esta línea, la compañía afirmó que ni «Andrés Seco ni ningún otro directivo de REE ha defendido nunca la entrada de la misma en la generación eléctrica a través de la titularidad de los sistemas de bombeo. Por el contrario, REE aseguró que «de acuerdo con el criterio de la Comisión Europea, entiende que los bombeos tienen naturaleza de almacenamiento y que son clave para la seguridad de suministro en los sistemas insulares y extrapeninsulares»

En relación a la «deriva monopolística», REE manifestó que lo que defiende es el modelo de TSO, de integración en una sola compañía de la operación y el transporte, ya que a juicio de la compañía se ha demostrado que éste es un modelo de éxito. REE señaló que dicho modelo es el que se contiene en el tercer paquete de la energía de la Unión Europea (Directiva 2009/72) y que ha colocado a la compañía en una posición de vanguardia en el sector de la energía a nivel mundial.

Finalmente, según REE, monopolista único en el transporte de electricidad y operador del sistema, actualmente integrados en España, el transporte y la distribución son monopolios naturales, reconocidos en la Ley Eléctrica 54/1997, desde su exposición de motivos: «el transporte y la distribución de electricidad constituyen un monopolio natural»; «la eficiencia económica se deriva de la existencia de una única red, raíz básica del denominado monopolio natural».

Finalmente, en su comunicación, REE dijo que plantear que el transporte o la distribución de electricidad sean actividades liberalizadas, y que su desarrollo se realice en régimen de competencia entre agentes es un error conceptual importante en materia de regulación energética.

REE se desmarca de las últimas propuestas de distribución publicadas en los medios

Respecto a Andrés Seco, REE señaló que «no es militante, ni ha militado con carné del Partido Popular ni en ningún otro partido político», aunque haya sido colaborador en FAES. Además, la compañía aseguró que el actual Director de Operaciones está comprometido con la liberalización y el mercado eléctrico, según sus intervenciones públicas y en currículum profesional.

Asimismo, el operador eléctrico afirmó en su comunicado que, en materia de distribución eléctrica, REE nunca ha realizado ninguna propuesta «expropiatoria» de estas redes en referencia a las informaciones publicadas los últimos días en distintos medios de comunicación, según las cuales el Ministerio de Industria, Energía y Turismo habría valorado que la gestión de la misma, aunque siguiera bajo la titularidad de las distribuidoras, se atribuyera a Red Eléctrica.

A esto hay que añadir las informaciones que avistaban medidas del Gobierno orientadas a un posible cambio en la determinación de la naturaleza de las redes entre distribución y transporte; todas ellas, medidas que han venido siendo atribuidas a Red Eléctrica.

En esta línea, la compañía afirmó que ni «Andrés Seco ni ningún otro directivo de REE ha defendido nunca la entrada de la misma en la generación eléctrica a través de la titularidad de los sistemas de bombeo. Por el contrario, REE aseguró que «de acuerdo con el criterio de la Comisión Europea, entiende que los bombeos tienen naturaleza de almacenamiento y que son clave para la seguridad de suministro en los sistemas insulares y extrapeninsulares»

En relación a la «deriva monopolística», REE manifestó que lo que defiende es el modelo de TSO, de integración en una sola compañía de la operación y el transporte, ya que a juicio de la compañía se ha demostrado que éste es un modelo de éxito. REE señaló que dicho modelo es el que se contiene en el tercer paquete de la energía de la Unión Europea (Directiva 2009/72) y que ha colocado a la compañía en una posición de vanguardia en el sector de la energía a nivel mundial.

Finalmente, según REE, monopolista único en el transporte de electricidad y operador del sistema, actualmente integrados en España, el transporte y la distribución son monopolios naturales, reconocidos en la Ley Eléctrica 54/1997, desde su exposición de motivos: «el transporte y la distribución de electricidad constituyen un monopolio natural»; «la eficiencia económica se deriva de la existencia de una única red, raíz básica del denominado monopolio natural».

Finalmente, en su comunicación, REE dijo que plantear que el transporte o la distribución de electricidad sean actividades liberalizadas, y que su desarrollo se realice en régimen de competencia entre agentes es un error conceptual importante en materia de regulación energética.