“En términos de competitividad y apertura de mercado, España, tan sólo por detrás del Reino Unido, está muy por delante de la mayor parte de los países continentales”
PREGUNTA.- ¿Cómo ve usted el futuro del mix energético español, teniendo en cuenta el tratamiento que le da en esta obra a las energías renovables, al apoyo económico que el Estado otorga a las renovables? ¿Cómo se tiene que articular?
RESPUESTA.- La situación en España hace que tengamos que centrarnos en un concepto como el más relevante, y en nuestro caso, ese concepto es el de la seguridad de suministro. El precio y la existencia de un sistema competitivo también son relevantes, pero para poder asegurar el proceso de crecimiento de un país en el medio y el largo plazo, contar con suministros en forma, calidad y precio es primordial. La situación global se ha complicado mucho en términos de seguridad energética, y hay que partir de ese planteamiento a la hora de definir el mix energético español futuro.
En mi opinión, España necesita convertir la dimensión de la seguridad energética en un vector fundamental de su política exterior. Y para eso es necesario que los Ministerios y el Gobierno en pleno sean conscientes de que ésta es una dimensión muy relevante de su acción. Esto significa que, además de actuar individualmente, debe hacerlo multilateralmente y en el seno de la Unión Europea.
La orientación geoenergética y geoestratégica de la UE está enfocada principalmente al Centro y el Este de Europa. Por el contrario, las prioridades de España se centran en el Sur y en el Mediterráneo, debido a nuestros abastecimientos energéticos. Es capital conseguir que Europa sea sensible y solidaria con las preocupaciones energéticas de España.
No podemos olvidar que los problemas de abastecimiento recientes entre Rusia y Ucrania no son puntuales y que, con el aumento de la demanda de los grandes gigantes orientales, las tensiones no van a hacer más que aumentar.
Por lo tanto, no se debe eliminar ninguna de las opciones posibles, ya que cada una puede tener un papel. Necesitamos un mix variado, en el que las renovables tienen un papel fundamental. Son prioritarias para España y para Europa y constituyen oportunidades tecnológicasy de configuración de un sector importante incluso para la exportación. España ha desarrollado una gran capacidad y experiencia en este sector y es importante que continúe.
Las renovables presentan un evidente problema de costes, pero lo que es ilógico es que alguien piense que las energías renovables son o tienen que ser baratas. Puede que sean muy caras, o relativamente más caras, en una escala temporal, pero suponen una gran contribución a la reducción de gases de efecto invernadero.
PREGUNTA.- ¿Qué oportunidades se vislumbran para la energía nuclear?
RESPUESTA.- Mi opinión al respecto es que en España no tenemos un horizonte tan despejado hacia el futuro como para poder abandonar esa opción, y la evolución de los precios de los combustibles en los mercados internacionales ha contribuido a darle mayores posibilidades. Es decir, no nos podemos cerrar puertas en este sentido.
La nuclear cuenta con ventajas, sin duda, pero también con inconvenientes, como es la gestión de los recursos y también el rechazo social. Esto es consecuencia, desde mi punto de vista, de un historial de discursos no muy precisos, o de acumulación de decisiones de inversión que más tarde se convirtieron en insostenibles y que prácticamente derivaron en la quiebra del sistema eléctrico español.
La moratoria nuclear es un ejemplo de solución financiera para el problema que surgió entonces y que más tarde, aunque no sin razones, ha sido utilizada de forma fundamentalista en contra de la energía nuclear. Otro motivo por el que ha sido una energía más cara aquí que en otros países es porque en España hemos tenido todas las tecnologías nucleares de la época, lo que nos ha llevado a ser muy ineficientes porque hemos construido centrales sin aprender de una para la siguiente. Por esto también se dispararon los costes en su momento.
Hay que reconsiderar algunas de las razones por las que la opinión pública española ha sido tan crítica con la nuclear, pero es necesario evaluar los pros y los contras, y que el debate se haga con sosiego, y ni se nieguen los problemas ni se incurra en apriorismos. Algunas de las razones que se utilizaron en el pasado no tienen vigencia hoy. Las razones de coste han adquirido una dimensión diferente.
PREGUNTA.- ¿Cómo valora el esfuerzo de la sociedad española en materia de eficiencia y de intensidad energética? ¿Las políticas han sido suficientemente efectivas?
RESPUESTA.- Menos de lo debido, es decir han sido insuficientes. La política oficial ha vuelto a recuperar un viejo instrumento que se utilizó en los años 90 –los mecanismos de gestión de la demanda-, y otros, que sirvieran para racionalizar el consumo.
Los planes de ahorro y eficiencia energética han cobrado más intensidad en la última legislatura. Hoy es común en la política de la Unión Europea la búsqueda de unos niveles de ahorro de cerca del 20%, y también es cierto que la forma más eficiente de poder abastecer la demanda es evitar que ésta crezca o incluso conseguir que se reduzca. Esto sería muy positivo tanto desde el punto de vista de la reducción de emisiones como por lo que respecta a la eliminación del derroche.
Reducir la demanda a través de la eliminación del derroche no es sólo cuestión de estímulos morales y consideraciones educativas (que son necesarias). Pero el papel de los mecanismos de precios en una economía de mercado es fundamental.
Uno de nuestros problemas es que nos planteamos un discurso que va en dos direcciones opuestas y contradictorias: queremos una economía baja en carbono, con gran participación de renovables, muy eficiente y en la que el consumo de energía por unidad de producto sea cada vez menor; y queremos todo eso sin pagar ningún coste y sin tener que cambiar nada. Pero eso no es posible. Para cambiar el comportamiento de los agentes sociales es necesario establecer las señales de precio adecuadas.
En lugar de eso, el discurso está permanentemente basado en la búsqueda de precios más bajos, y no estamos trasladando en la justa medida las elevaciones de los costes de producción a los precios finales, por lo que no estamos dando a los ciudadanos las señales adecuadas.
Los análisis que se han hecho de las crisis energéticas de los años 70, 80 y 90 ponen de manifiesto que sólo cuando se produce una crisis es cuando se hace un verdadero esfuerzo por conseguir eficiencia energética y por reducir el consumo de energía por unidad de producto. Si la energía es barata y abundante, lógicamente, no nos preocupamos por ella. Pero si tenemos ante nosotros un panorama distinto, no podemos actuar como si no tuviéramos ningún problema.
La experiencia de los años 70 introdujo cambios muy importantes en las tecnologías productivas y un aumento de la eficiencia, un modelo que ahora tenemos la necesidad de seguir impulsando. El nuevo modelo de crecimiento que debemos buscar no puede tener la misma combinación de factores productivos. Los precios deben reflejar la escasez de los recursos energéticos.
Nuestro modelo de crecimiento ha sido extremadamente voraz, en términos de consumo energético, en los últimos años, quizá porque teníamos un nivel de vida más bajo que otros países vecinos. Y aunque la industria había realizado mejoras significativas hacia un modelo más eficiente, en los sectores difusos la situación es manifiestamente mejorable.
PREGUNTA.- ¿Cómo valora la existencia del sistema actual de tarifas y del déficit tarifario?
RESPUESTA.- En primer lugar, hay que señalar que las compañías no son las que tienen este problema, puesto que se les reconoce un déficit que saben que el Estado se lo va a pagar.
El problema lo tiene la economía y la sociedad y deriva del hecho de que nosotros no pagamos una factura que van a tener que pagar nuestros hijos. Lo que estamos haciendo es laminar una deuda que tenemos como consecuencia de un déficit tarifario que ha sido creciente. No es tanto un problema financiero sino un problema de falta de percepción de la realidad. Nos parece que la energía es barata porque las tarifas que estamos pagando recogen la elevación de precios tan lentamente que estamos difiriendo para el futuro el coste que deberíamos de estar pagando ahora.
Ésta es una de las cuestiones que habrá que abordar en esta legislatura, pero no es tarea fácil. En la pasada legislatura se ha entró en un período más razonable que en la anterior, en la que se desvinculó totalmente el precio real de la tarifa eléctrica. Sin embargo, los esfuerzos realizados en el último Gobierno son insuficientes y siguen produciendo déficit.
PREGUNTA.- ¿Qué opina sobre la aplicación de la tarifa eléctrica de acuerdo con unos tramos que se adecuen a los niveles de consumo?
RESPUESTA.- De acuerdo con lo que está planteado, a partir del 2009 no se producirá una diferencia de tarifas según consumo, solamente se puede decir que se aplicará la tarifa de último recurso, para todos los consumidores domésticos y para algunas pequeñas y medianas empresas.
Aparte de las tarifas de último recurso, quizás quepa alguna modulación en el sistema de precios, y serían los comercializadores quienes tendrían que decidir cómo actúan. Pero sí es cierto que en el caso de la tarifa de último recurso, seguramente se puedan establecer tramos diferentes para las personas que tienen un consumo mínimo.
PREGUNTA.- ¿Cómo valora el grado de liberalización del mercado eléctrico español, teniendo en cuenta que existen corrientes críticas hacia el modelo de liberalización e incluso abogan por uno más intervencionista, o incluso la supresión de los esquemas marginalistas de casación de precios en el mercado?
RESPUESTA.- Creo que el mercado existe como una consecuencia de la regulación, porque existe un Estado. No puede haber un mercado sin un organismo o ente capaz de imponer unas reglas.
A menudo, cuando se habla de mercado existe la percepción de que el Estado es enemigo del mercado. Ésa es una gran equivocación, puesto que es el único capaz de garantizar los principios para el funcionamiento de un mercado, y mucho más cuando existen poderes desiguales.
Nuestra regulación necesita ser convenientemente perfeccionada. De hecho, el diagnóstico que hizo Pérez Arriaga en su Libro Blanco de la Electricidad sigue siendo una buena guía de orientación para tratar de hacer frente a algunos de los problemas que teníamos pendientes.
Es probable que, de no haberse producido la opa por Endesa, los avances en la regulación durante estos últimos dos años hubiesen sido mucho más tranquilos. Pero a pesar de ello, una parte de las prescripciones que estaban en el Libro Blanco se han ido cumpliendo.
Hay otra cosa que es necesario tener en cuenta. No se puede preparar una regulación sin saber lo que está ocurriendo en la estructura del mercado. Y hay ocasiones en las que la formalidad de las reglas de la competencia con unos o con otros actores no tiene el mismo valor, dependiendo del poder que tengan estos actores.
Preguntarse sobre el grado de competitividad y de apertura del sector español lleva a distintas respuestas si nos comparamos, por ejemplo, con Francia o Alemania, o con otros países como el Reino Unido. En estas cuestiones, España se sitúa en un punto intermedio. Nuestra orientación pro-competitiva está muy por delante de la mayor parte de los países continentales después del Reino Unido, o quizás de los países nórdicos, pero todavía nos queda mucho trabajo por hacer. En España ya operan en el mercado eléctrico 6 ó 7 actores, con independencia que dos de ellos tengan mayor participación en el mercado, aunque decreciendo.
Creo que hay que seguir con mucha atención los movimientos corporativos que se están dando porque la regulación tampoco puede ser independiente de estos movimientos. No hay que mirar hacia atrás, sino perfeccionar nuestros mecanismos de establecimiento de precios, subastas, mercados a plazo, etc., que van introduciendo densidad, sofisticación e incluso reducción, en algunos casos, de la potencial utilización del poder de mercado que tienen algunos de los actores.
En todo este proceso, no podemos dejar de ser conscientes del entorno que nos rodea. Mientras en la Unión Europea sigan existiendo las reglas actuales, no ganamos nada transmitiendo el mensaje de que existe la posibilidad de que empresas extranjeras puedan comprar en España pero ellas no pueden ser compradas. No sólo no ganamos nada con eso, sino que además estamos perdiendo capacidad de ampliar el perímetro de los intereses españoles en el resto del mundo.
Si en España jugamos a ser más exquisitos que en el resto de Europa a la hora de respetar las reglas de juego, cuando en el resto de Europa se han ido generando los campeones nacionales, inasequibles para ninguna empresa extranjera, entonces nos encontramos en el peor de los mundos posibles. Ofreciendo apertura y simplemente entregando a las empresas a monopolios estatales de otros países.
Es un problema de asimetría en Europa. Parece que la UE no creyera que se fueran a producir fusiones transnacionales de la magnitud que estamos presenciando. Las reglas sobre las que se fundamenta el mercado europeo son reglas hechas para circunstancias distintas a la realidad del mercado energético, y con una ficción de existencia de mercado que no cumple las mínimas exigencias.
(Segunda parte de la entrevista, mañana)