Responsable de su propia ventura

No es necesario que se llegue a la situación de otras democracias europeas en las que está institucionalizada la dimisión por plagiar tesis doctorales o mentir en una multa de tráfico, para comprender que tal temeridad tendría consecuencias para quien la ejerce.

Con todo, el informe de la CNMC ha sido un fuerte varapalo para el ministro, puesto que únicamente ha concluido en unas cuantas recomendaciones, comparadas con la artillería verbal del ministro convocando ruedas de prensa, generando una importante zozobra sectorial y en los mercados internacionales.

En todo caso, una actuación de esta magnitud no puede ser salvada ni por su relación directa con el presidente Rajoy, ni por el hecho de haber disfrazado su invectiva de ser un «llanero solitario» contra las todopoderosísimas empresas y los mercados (algo que cuenta con el beneplácito de un amplio sector de la sociedad y que, en términos demagógicos, es muy utilizable en España). Se trata de confundir valentía con temeridad.

Y la pregunta es: ¿qué es lo que puede estar detrás de esta actuación del ministro, sobre el que gravita en el inconsciente español la certificación de que nunca se produciría una inmolación, cualesquiera que fueran los hechos y sus resultados? Por tanto, podemos decir que él ha actuado así merced a cuatro presupuestos personales.

El primero, y básico, el de que se puede actuar con un desparpajo así en un país en el que nunca ocurre nada, porque es fácil caer de pie. Desde la polémica de los concursos eólicos en la Comunidad Canaria que salpicó al propio ministro en su momento y ahora reverdece, hasta el traslado de inmigrantes en avión hacia la península, José Manuel Soria ha estado acostumbrado a una forma de comportarse «poco ortodoxa» y tributaria de intereses espurios, aunque indemne. De la misma forma que nunca ha negado su interés por gobernar la Comunidad Autónoma de Canarias. La percepción de cómo se están gestionando otros escándalos que afectan al partido del Gobierno fortifican este posicionamiento.

El segundo supuesto confortable era anticipar un esquema de sumisión sectorial, es decir, el supuesto del «silencio de los corderos». O, como máximo, una respuesta institucional y protocolaria inscrita en un mecanismo de reclamaciones de baja intensidad. Por tanto, se trataba de estar convencidos de que los agentes económicos no iban a responder a sus actuaciones, invectivas, acusaciones y sospechas. Por eso, la sorpresa ha sido mayúsculas, cuando las empresas han replicado o respondido de tú a tú al ministro, como agentes económicos internacionales cuya financiación se juega en los mercados de capitales. Prueba de ello es que los medios de comunicación que asumen como naturales los principios del franquismo económico (las empresas están al servicio del Estado y la política) han tildado la reacción de las empresas de «guerra». Así, cuando uno se acostumbra a la sumisión del otro, simplemente la réplica ya se vive en términos bélicos.

Además la guerra intestina entre sectores y subsectores de la energía le venía bien al propio Ejecutivo. Así, la actuación de un grupo de asociaciones renovables, instigada por el sector más retroprogresivo de la energía, al ministro le venía que ni pintada para apoyar esta macarrada demagógica justificativa de la intervención. Era una forma de que nadie se metiera con la atrabiliaria acción del Ejecutivo en energía, gracias al envenenamiento entre sectores y agentes de unos contra otros. Es el supuesto de quien parte de que la fijación de la retribución se debe hacer administrativamente, sin mercado y con transferencias organizadas por el Ejecutivo, en lugar de trabajar por un modelo de seguridad jurídica y regulatoria, legítimo para todos los sectores y para inversores.

El tercero ha sido sentirse jaleado por la disfuncionalidad del funcionamiento intestino de los distintos responsables económicos del Gobierno, con la aquiescencia de los hermanos Nadal a la cabeza, con prisas además por resolver el problema eléctrico de forma expedita, partiendo de sus creencias sobre el sector eléctrico; un Ministerio de Economía inhibido, al que no se le permite ejercer su papel en los sectores económicos, confinado a resolver la financiación y los asuntos europeos, mientras que el resto de áreas hacen un «dejádmelo a mí». Por otro lado, un Ministerio de Hacienda radicalizado y una Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos, instrumental, sin pesos ni contrapesos, organizada exclusivamente en términos políticos y con el mecanismo de la teoría del poste de teléfono en las tensiones entre ministerios, evidenciando la inexistencia de mecanismos de coordinación.

Y el cuarto era contar con la supuesta ignorancia sobre estos temas del público al que iba dirigido la difusión de estas sospechas. El ejercicio de transparencia en las cuentas del coste del suministro y de los componentes de la facturas han puesto muy difícil al ministro la continuidad de un mensaje turbio, que calara en una sociedad desconfiada y perpleja ante tanto escándalo. Así, todos estos datos se han hecho públicos de forma muy sencilla, comprensible y esquemática en las campañas publicitarias que se han conocido en los medios durante estos días.

Si incluimos, el hecho de que poco a poco, se viene realizando una costosa acción de pedagogía que iniciamos hace años, además de que se radia de forma instantánea la acción del Gobierno sobre la factura y el déficit tarifario, su origen, alimentación y sobre la composición de la factura eléctrica y los grados de responsabilidad de cada uno, hace que el discurso falaz sea muy poco digerible.

Aupado en estas cuatro seguridades, el ministro perdió los frenos y se despeñó, como poco, en legitimidad y credibilidad. Con todo, realmente, el responsable completo de ese comportamiento es José Manuel Soria. Como decía Cervantes, «Tú eres responsable de tu propia ventura».
En todo caso, Soria está invalidado para proseguir al frente del área energética del Ejecutivo. Una salida decorosa sería la mejor solución.

Una intervención es una intervención

Reacciones desde el Ministerio de Industria: esto no es una intervención, no es una intervención, no es una intervención

Desde el Ministerio de Industria se niega que con esta actuación el Gobierno sea intervencionista. Una negación que, de facto, es una justificación. En realidad es una constatación. Se puede inscribir en esa práctica que tienen los Gobiernos de negar la devaluación de la moneda hasta la noche previa a su efectividad.

En todo caso, es posible que este tipo de declaraciones, totalmente obligatorias e imprescindibles para dar un mínimo de cobertura a la actuación (fijación unilateral de precios con utilización y abrasión de la CNMC) puedan servir para hacer demagogia en un contexto de aversión por la economía y por los mercados, como es el nuestro. Es decir, es útil para emitir notas de prensa y titulares distribuidos para los medios de comunicación, pero no resultan convincentes para los mercados financieros y de inversión internacional; equivocación de destinatarios porque ellos sí que saben lo que es una intervención. Cuanto más repite más se confirma. Aumenta la prima de riesgo.

El País, contra el mercado y las subastas

Una sociedad que está en un 70% en contra del capitalismo genera unos medios de comunicación complacientes con esas convicciones, aunque renuncien a su homologación internacional en las democracias y países avanzados. Así, el diario El País se ha declarado colaboracionista con el Gobierno en la operación de Industria contra la subasta con extensa dedicación para hablar del sector eléctrico.

Una constatación es que El País no cuenta con un equipo de análisis para el sector eléctrico que tenga un perfil empresarial, liberalizador y promercado, es decir que no salga de postulados más cercanos al propio franquismo del marco legal estable y al izquierdismo antiempresarial, que a la comprensión de los fenómenos económicos en una sociedad globalizada. Sus referentes opináticos no pasan de Jorge Fabra o de Martín Gallego Málaga, ambos de la misma corriente ideológica y que son más que frecuentes en el medio, como es comprobable en la hemeroteca del rotativo. Ni siquiera tiene elementos compensadores. Sólo por este motivo, incluso inspiracional, es posible entender la posición del periódico en el afán de jalear las acciones incomprensibles del Gobierno Popular.

En este contexto es en el que hay que entender la ofensiva del diario de PRISA contra las subastas y el mercado eléctrico; ofensiva consistente en unos artículos trufados de opiniones provenientes de los viejos conocidos de la afición: Natalia Fabra, vástago ideológico y carnal de Jorge Fabra, con posiciones contrarias al mercado y, en especial, a la actividad de comercialización que es quien lo encarna y de Jorge Morales, adscrito a la facción fotovoltaica antimercado, y ya conocido por el polémico disparate del programa Salvados de Jordi Évole. Arietes sin contrapunto ni ponderación en el rotativo de la calle Miguel Yuste.

José Manuel Soria, todo un valiente

Seguidamente, ejercicio de entronización por parte de Miguel Ángel Noceda del ministro más mediático del Gobierno, José Manuel Soria en el diario El País, supuestamente, por enfrentarse a las empresas eléctricas. Una especie de Gary Cooper en Sólo ante el peligro, con el BOE y las ruedas de prensa como armas.

Al parecer, la demagogia le salvará de las consecuencias del disparate económico y financiero en el que se ha metido, que en cualquier gobierno de un país occidental le mandaría de patitas a la calle. Además, según Noceda, esta zozobra es una misión encomendada a Soria por Mariano Rajoy y su poco sofisticada Oficina Económica, que siempre ha tenido al sector entre ceja y ceja. Menos mal, que en El País no hacen lo mismo con Cristina Kirchner en lo que se refiere a su pugna con el diario argentino Clarín.

Gabriel Tortella: cualquier tiempo pasado fue anterior

Y para finalizar, el diario El País acude al historiador Gabriel Tortella que reconstruye el devenir del sector eléctrico existente en España… Eso sí, en su artículo se queda en lo que fue hace treinta años, no pasando del tardofranquismo. Un artículo interesante (qué duda cabe), pero que publicado así, descontextualizado y dirigido, es algo ignoto, una pieza antiquísima, un retorno al pasado que ya no es, plenamente intencional.

De hecho, con una descripción que va de Primo de Rivera a Franco, evidencia que no puede esbozar ni el contenido, ni el resultado de las reformas del socialista Juan Manuel Eguiagaray y de la penúltima Ley del Sector Eléctrico de 1998. Con respecto a la estructura empresarial, la progresiva entrada de nuevos operadores (principalmente europeos) ha dado lugar a un mercado muy competitivo, como es el español, con precios inferiores a los europeos, y más si se descuentan los impuestos patrios a la generación.

Los indicadores sobre poder de mercado, por una parte públicos y por otra parte, con metodología ortodoxa, base académica e internacional sobre competencia y mercados (¡ay, pero eso es lo que nos falta, más allá del relato dirigido y orientado!), acreditan la competencia existente actualmente en este sector en España. Ni una referencia a las Directivas Europeas, a la integración de mercados de la electricidad, al Mercado Ibérico de la Energía (MIBEL), ni al análisis de precios, ni de oferta, demanda, capacidad, potencia, entrada de renovables, etc…; elementos sin los que no se puede entender con objetividad y fidelidad la realidad del sector eléctrico hoy.

Y, además, Tortella hace gala de una utilización simplista de la palabra oligopolio, con las clásicas connotaciones peyorativas, en lugar de comprenderlo como una naturaleza del tipo de sector por los volúmenes de inversión que precisa. Como si la naturaleza de los sectores energéticos fuera una decisión caprichosa uniéndose al corifeo. Es más, es lógico que estos sectores sean oligopolísticos. Lo que es necesario es que su necesaria configuración oligopolistica, desposeída del estigma, se vea acompañada por una legislación procompetitiva y de mercado, así como de buena supervisión. Un gran número de expertos en regulación vienen estudiando en profundidad estos últimos años los denominados “sectores en red” para que ahora se ventile espolvoreando adjetivos.

En la actualidad, en España, existen dos tipos de monopolio en la electricidad. El primero, el monopolio en la distribución establecido por demarcaciones (cada empresa es monopolística en su demarcación, pero no hay una sola empresa distribuidora en España: en total hay cinco); el segundo, el monopolio en la actividad de transporte de electricidad, actividad en la que Red Eléctrica de España (REE) es monopolista único.

En todo caso, orientar el problema eléctrico en estos términos es una maniobra para despistar al personal acerca de las causas que han dado lugar al desmadre de los costes regulados combinados con el control de precios por la acción de los gobiernos.

La intervención en la tarifa, más déficit tarifario, más riesgo para las comercializadoras

En todo caso, lo más inteligente también se ha publicado en el diario El País por Arturo Rojas de Analistas Financieros Internacionales (atentos a la factoría Ontiveros), con un baño de realidad en su artículo Un sector a la deriva, en el que explica bastantes de los condicionamientos que han podido dar lugar a la evolución de precios surgida de la última subasta, como que el resultado de la anterior subasta CESUR se ha visto sorprendida por precios más altos en el mercado diario.

Sin aparato demagógico, ni alusiones ideológicas antiempresariales, describe cómo esta decisión puede ser especialmente perjudicial para las pequeñas comercializadoras y cómo esta fijación de precios a las comercializadoras por parte del Gobierno se traducirá en mayor déficit tarifario en el futuro por las diferencias con las compras en el mercado diario.

De hecho, todo el déficit tarifario es el resultado de las múltiples intervenciones públicas realizadas sucesivamente, gobierno tras gobierno, desde el año 2002, tanto en los costes regulados y las primas, como en las tarifas políticas. Por tanto, está claro que la medida del Gobierno es una intervención y, en este caso, va mucho más allá, al acabar con la recién parida CNMC y, de forma muy alambicada, con el mecanismo de las subastas; además, tiene efectos colaterales en el ámbito de las instituciones económicas españolas.

Exordio

Por cierto, estimado profesor Tortella, usted afirma en su artículo que “otros países europeos como los mencionados arriba” (el historiador menciona en su artículo, única y concretamente, como países europeos a Alemania e Inglaterra) han optado por la nacionalización de este sector. Tenemos constancia de que, actualmente, eso no es así desde hace mucho tiempo, ni siquiera en Francia que es el país europeo cuya estructura sectorial sería la más parecida a un monopolio. ¿Cuándo fue esto? ¿Nos los podría confirmar de forma fehaciente?

Así podremos saber qué es una intervención y qué no es en una economía moderna y globalizada. Muy gustosos.

Queremos mentiras nuevas

Y esto viene a cuento de que el Gobierno, definitivamente, va a aprobar una subida de la electricidad del 2,3% para el primer trimestre del año culminando el despropósito de un desgobierno energético. Una subida de mentirijillas. Con este afán por caer simpáticos en las encuestas, por no gestionar, por no negociar con los sectores concernidos, por considerar que la mayoría absoluta es una patente de corso, nuestro Gobierno casi se descuida y podría llegar a haber decidido una subasta por debajo de la inflación anual, de la inflación subyacente o de la que convenga, o por debajo de la que van a experimentar los trenes de cercanías.

Y todo ello, además, se produce con esa capacidad que tiene la política para decidir posible lo imposible: el resultado de las urnas habilita para transgredir la economía. Una subida administrada de este tipo se produce, además, con la obligación de pagar la financiación y las fracciones pasadas del déficit, manteniendo la prodigalidad del sistema de subsidios, con nuevos impuestos a la generación y con dudas sobre el comportamiento del Ejecutivo sobre el aval del déficit tarifario de este año; todo ello, con gran desparpajo y sin pudor y manipulando a la sociedad sobre la realidad de los precios de la energía. Todo en uno, oiga.

Pero es más: en el devenir de los hechos de estas dos semanas que desembocan en la decisión de hoy, hay más costes y más graves por su propia intangibilidad. El primero, el del sistema institucional económico español, que ha sido certificado como un atrezo o como un trampantojo en manos del Gobierno de turno. La nueva Comisión Nacional de Mercados y Competencia, acreditada como una comparsa; nace desprestigiada y muere en el primer acto. Atentos, en todo caso, porque desde la Unión Europea se vigila muy de cerca la instrumentación grosera de este engendro de los populares.

En días pasados, el catedrático Luis Garicano afirmaba que la Administración ya no cumplía su función. Y eso es lo que está pasando en este sector, porque las funciones de los órganos reguladores independientes y del propio Gobierno en la política energética, económica y gubernamental, han perdido su papel en una sociedad avanzada. Han sido sustituidas directamente por la búsqueda de fórmulas temerarias, para evitar el oprobio de anunciar a la ciudadanía una subida de precios de la energía, por otra parte, consecuente con las decisiones pasadas irresponsables de las que nadie quiere hacerse cargo en una política adanista. Eso es todo y todo es eso.

Segundo: en estas dos semanas se han introducido sospechas sobre el funcionamiento de los mercados, basadas únicamente en evidenciar las carencias y contradicciones de la política energética y en cómo los mercados recogen su zozobra y deriva en manos populistas populares. Se ha demonizado a las empresas y se ha consentido un envenenamiento sin precedentes entre sectores de la vida económica y empresarial, del que todos los mercados han tomado buena cuenta.

Con esta decisión vergonzante, se vuelve a un comportamiento semejante al de gobiernos precedentes socialistas y populares: taponar los precios, que la electricidad sea un suministro intervenido desde la política a la vez que se inflan los costes regulados, que las empresas y mercados deben estar al servicio de los intereses electoralistas, y que no hay política energética coherente que pueda casar un equilibrio entre sostenibilidad económica, medioambiental y de suministro.

Precios de mentira para una política engañosa. Pero no son mentiras nuevas, son las mismas de siempre.

Ciclogénesis explosiva

Calma muy tensa en el sector eléctrico tras las Navidades, que ha originado un torrente importante de filtraciones y especulaciones respecto a la espiral en la que se ha metido Industria tras la decisión de anular la subasta e intervenir los precios de la electricidad. Coincidiendo con la ciclogénesis explosiva meteorológica, se adivinan nuevas actuaciones desde Industria, muy borrascosas. Las informaciones de los días previos a la Nochebuena eran muy inquietantes, pendientes del próximo Consejo de Ministros en el que se advierte de la presentación de un nuevo sistema de fijación de precios, así como de la primera fijación de precios de 2014, ahora interrumpida.

El hecho es que la reclamación efectuada al Gobierno relativa a la recaudación de los nuevos impuestos a la generación, la cual se estima en 1.700 millones de euros, pone de manifiesto un efecto de estrangulamiento financiero del sector en torno al problema del déficit. El retraso del libramiento de la recaudación de los nuevos impuestos de forma que mensualmente se pueda rebajar el déficit tarifario acumulado evitaría el efecto que tiene sobre la financiación de las empresas. Recordemos que la tensión por estos tributos entre Hacienda e Industria, incluso en las previsiones de recaudación del mismo, se han resuelto de una forma muy poco transparente hasta el momento. Además, las dudas generadas tras el acuerdo inicial para avalar el déficit tarifario de 2013 son elementos desencadenantes de fuerte inestabilidad.

Por otra parte, hoy el diario Expansión se hacía eco de la investigación, solicitada al parecer por Industria a la Comisión Nacional de Mercados y Competencia (nuevamente), respecto a los grupos nucleares que han sufrido desconexiones por motivos técnicos en las pasadas fechas. Recordemos la situación de la Central de Santa María de Garoña, cuya vuelta a la operación sigue en suspenso, y la de Almaraz II, que se encuentra en recarga programada. Además, de las paradas y bajadas de potencia ocurridas en Vandellòs y Ascó. Además, dicha investigación tendrá como protagonista a un viejo conocido de la afición, Fernando Marti Scharfhausen al frente del Consejo de Seguridad Nuclear. Y, también, en dicha investigación se implicará presumiblemente a Red Eléctrica de España, en lo respecta a los procedimientos seguidos en la gestión, operación y autorización de las mismas. Los cuerpos técnicos de todas estas entidades y empresas ya están temblando.

Con mayor perspectiva, ya está acuñada la alineación tridentina Soria-Nadal-Seco, Industria-Energía-REE cuyos vasos comunicantes con procesos paralelos sobre operación y mercados han sido reeditados como en los mejores tiempos de Luis Atienza. La verdad es que, en un país sin instituciones y poco respeto por los procedimientos, se puede hacer un traje sectorial con todos esos agentes, si unimos al tridente al “eficaz” ciudadano Marti y la Comisión Nacional de Competencia y Mercados, con Marín Quemada al frente.

Y todo ello, en la medida en que en Industria se ha instalado la necesidad menesterosa de tratar de armar un modelo de conspiración organizada, por lo que hay un claro empeño en rebuscar argumentos que avalen la actuación del ministro a fin de salvarle la cara, dado lo arriesgado y temerario de su comportamiento, con sus acusaciones al viento, algo inédito en cualquier país de nuestro entorno. Por cierto, ¿en qué papel se queda el Operador de Mercado Eléctrico en todo este proceso?

Pero es más: empieza a cundir la idea de si todas estas actuaciones (coordinadas o no) dentro de la Administración y de sus distintos departamentos, más la atrabiliaria forma en que se está abordando el problema del déficit tarifario eléctrico, no son una estrategia casi de corte retroprogresivo, de “cuanto peor, mejor”, de esas que harían las delicias del mismísimo Jorge Fabra redivivo.

Incluso, para todos aquellos que entienden el funcionamiento de los mercados, todos comprenden que éstos anticipan actuaciones, medidas y decisiones. Todos asumen que inversores, operadores y especuladores tienen una misión determinada en los mercados: recogen expectativas y envían señales a través de los precios. Por tanto, la pregunta es si todas estas actuaciones desde el Gobierno no contribuyen a aumentar la prima de riesgo en este mercado, es decir, si su comportamiento incide en el propio alza de los precios que denuncia el ministro.

Es más, sería bueno saber si la propia ejecutoria del denominado equipo económico-energético, con la consiguiente inestabilidad regulatoria e inseguridad jurídica generada, no crea una situación proclive y justificativa de una escalada de decisiones que alejan cada vez más al país de una en pos de evitar los problemas con la opinión pública a toda costa. La profecía que se autocumple.

Una situación que, está claro, se anticipa desde los mercados al tener información perfecta. Una situación inquietante que en el excipiente de los comportamientos políticos (en ausencia de diálogo, con poca experiencia y oficio en situaciones tan complejas y que se pretenden resolver desde la política poltizada de una forma tan zafia) deviene en una ciclogénesis explosiva.

Por tanto, que la CNMC investigue al Ministerio de Industria.

El Sr. Ministro está ardiendo

Ordenar la intervención de los precios de un suministro y, sobre la base de insidias, sospechas y, además, para pertrecharse, instrumentalizar burdamente la recién creada y ya abatida y denostada Comisión Nacional de Mercados y Competencia (qué papelón, por cierto, con un informe lleno de insustancialidades, inconcreciones, escaso de argumentos y vacíos para la trascendencia de lo que se está jugando a nivel nacional e internacional), serían suficientes elementos para su completa carbonización.

En todo caso, hay tres cambios relevantes en esta situación que se han convertido en una bomba para el Sr. Ministro. Primero, el problema del déficit tarifario se viene explicando de manera muy profunda, concreta y minuciosa en los últimos años. Se ha dado un salto enorme en el conocimiento por parte de la sociedad de este problema. Ya no se puede hacer demagogia sin incurrir en la falacia o en la falsedad. Por tanto, existe un conocimiento muy extendido de los componentes que forman parte del coste del suministro (la energía sólo es el 44%, este dato y su insistencia son devoradores para los intereses de Industria en estos momentos).

Pero, además, esto se vienen radiando en directo, chapuza tras chapuza, error tras error de un equipo energético en el Gobierno (por llamarlo así), solipsista y mesiánico, acostumbrado a las decisiones atropelladas, temerarias, urgentes, tomadas alevosamente, ante su incapacidad de gestión y negociación. Una ordalía continua que empieza a cosechar el resultado de sus modos.

Dos: en este estado de cosas, al mercado se le ha introducido una serie de impuestos que se trasladan a precios, al carbón, gas natural, hidráulica, etc…. Los precios son equivalentes a los europeos eliminando la carga fiscal; otra cosa es que al Sr. Ministro no le vengan bien. Además de que REE haya gestionado que dos grupos nucleares (¡tan criticados!) estén en revisión en los días previos a la tarifa. Es decir, se ha retirado oferta en estos momentos. Condiciones de oferta y de demanda, algo básico y esencial en cualquier análisis económico.

Tres: la propia reforma energética en ciernes sólo es un foco generador de prima de riesgo, junto con otros como las previsiones del invierno, que han incidido en las expectativas puestas en los precios de la electricidad. Que el Sr. Ministro prefiera argumentar desde la demagogia y la política, queriéndose mantener al margen de las leyes de la economía tiene las patas muy, pero que muy cortas.

Por otra parte, hay algo que es muy nuevo y a lo que el Gobierno no está acostumbrado, puesto que los mercados y sectores empresariales son más transparentes que su actuación basada en criterios políticos y de oportunidad: la réplica del sector empresarial es directa y clara. Y sobre todo, porque todas estas medidas (no nos engañemos) dañan a todos los sectores y subsectores. Pero dañan también a la sociedad y a la economía, frente a la mezquina posición de quienes reclaman intereses particulares para cada sector por separado para buscar transferencias de rentas.

Hay explicaciones claras y nítidas de lo ocurrido en la subastas, de la transparencia del sistema, del desmán, del alcance, de la insostenibilidad de la medida. Y, además, los mercados financieros lo saben y a esos no los engaña el Sr. Ministro con su prosodia.

Así, desde los medios de comunicación de una sociedad acostumbrada al modelo franquista de la economía dirigista, con ordenación desde el poder y acatamiento desde las empresas, se califica la situación como una guerra, en ese lenguaje belicista de órdago que tanto le gusta a Soria y a Nadal y en el que se mueven como pez en el agua para su justificación. No lo es. Es simplemente una relación normal entre empresas y Administración en una sociedad capitalista (en realidad, lo no normal es la situación que lo desencadena).

Por tanto, que al Señor Ministro, le parezca “caro”, que le venga mal en su relación con la opinión pública y las encuestas, lo que sale en la subasta CESUR ocurrida en el mercado para sus planes o conveniencias no justifica una intervención de este tipo, una manipulación de un órgano regulador y un destrozo de estas características, que deja el prestigio de nuestro país, de nuestro Gobierno y de nuestro instituciones económicas a la altura de la Venezuela de Chávez y Maduro.

Rajoy anda desnudo en energía y el Sr. Ministro está ardiendo ya por sus propias palabras y acciones. A lo bonzo. Las siguientes acciones de pueden ser todavía más peligrosas y desesperadas.

Soria intervendrá los precios eléctricos, con la coartada de la CNMC

El torrente de acontecimientos a partir de la subasta eléctrica para la Tarifa de Último Recurso ha sido incesante. El detonante fue el resultado de la subasta que se desmadra hasta alcanzar subidas del 25,6%, determinando una subida del recibo del 11% en enero. Previamente, por la mañana el ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, había afirmado que la subida era «absolutamente inevitable». Y, la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, había manifestado que el Gobierno estaba trabajando en pos de una subida «moderada» de la electricidad. Se mascaba la tragedia. «Inaceptable».

A partir de ese momento, la sucesión de acontecimientos no hizo más que precipitarse al conocer el resultado de la subasta. José Manuel Soria, siempre atento a su olfato, convocó una rueda de prensa para aseverar que los precios surgidos de la subasta eran «inaceptables», guardándose el adjetivo “atípico” para la Comisión Nacional de Competencia y Mercados (CNMC). Soria evidenció ante las cámaras que considera que los precios de los mercados y de las subastas se pueden manipular, como los costes regulados. La subida no gustó y la subasta, por tanto, se cuestionó, enviándose a la CNMC para su desguace. Anticipaba la intervención de la tarifa.

Utilización de los medios de comunicación

Acostumbrados al marco del franquismo que aún impera en nuestra economía, a la decisión política sobre los precios de la energía, los medios aceptaban la versión oficial del Ministerio. O bien hay “especulación” en el mercado eléctrico, o bien la subida de precios era “instada” por las empresas eléctricas. Y para dar cobertura al Gobierno, se hicieron eco de la duración temporal de la subasta con el fin de proyectar “con conocimiento de causa” las sospechas transformadas en sombras de duda sobre el proceso. Fue muy corta, al parecer, se hacían cargo los medios de lo conocido y filtrado. En otros medios ya se anticipaba que el Gobierno estaba preparando un decreto para retroceder la subasta producida este jueves, en virtud del resultado de la subasta.

La CNMC, para hacer un trabajo limpio

Soria envió entonces el encargo a la CNMC para que investigase en 24 horas cómo había sido la subasta en orden a su posible impugnación. Realmente el ministro de Industria lo que mandó fue una pregunta saducea a la CNMC. Algo así como, si les inquiriese, ¿verdad que la subasta no ha sido competitiva y que no nos queda otra cosa que hacer que impugnarla por el bien público? ¿A que ha sido atípica? En realidad, lo que pretende José Manuel Soria es que la CNMC le otorgue un salvoconducto para poner en circulación ese decreto para abolir la subasta realizada, interviniendo en el mercado y fijando una subida “aceptable” y “no atípica”.

¿Qué iba a decir la CNMC cuando, directamente, sus servicios están arrasados y quemados? ¿Qué puede decir en 24 horas la voz de su amo? No esperábamos otra cosa que una nota justificativa en base a generalidades, elucubraciones y lugares comunes? Desde luego, la CNMC, dócilmente, se ha portado bien calificando la subasta de «atípica»; que se ha hecho en un contexto de mercado con precios altos y con diversas comparaciones con días anteriores: se ha despachado dándole el gusto al Gobierno. Y lo ha hecho antes del plazo de 24 horas dado por el ministro, lo cual es muy de agradecer. Su primer gran encargo ha salido muy bien ejecutado para el Ejecutivo. Esto es lo que se quería para los órganos reguladores independientes españoles. Está comprobado.

Todo ello con una dificultad añadida: los antecedentes reflejan que el funcionamiento del mercado mayorista siempre ha sido correcto, las incidencias en los precios resultantes, muy reducidas y testimoniales, más de 25 subastas previas y ningún intento de mejorar el mecanismo, descartando que tuviera errores. Con lo que basta una nota de prensa con comparaciones interesadas para legitimar la intervención de un mercado. En todo caso, lo que habría que plantearse es el papel de la institución responsable del funcionamiento de los mercados de electricidad, el Operador de Mercado Eléctrico, cuyo accionariado es independiente y es quien debe garantizar el funcionamiento correcto del proceso de subastas y la limpieza en el resultado de la misma. Acudir a esta excepcionalidad para dar cobertura a una cacicada es una cuestión muy grave y que ha sido invocada de forma irresponsable.

Partamos del hecho, más que probable, de que en el mercado hayan entrado operadores que han percibido expectativas de alzas de precios y de un invierno duro respecto al consumo energético y sus precios, es decir, lo propio de un mercado. La pregunta es: ¿qué pasará con quienes hayan adquirido ayer energía en la subasta a esos precios? Hoy, por otra parte, el panorama es que las empresas eléctricas españolas son las más perjudicadas en el parqué del IBEX y, de forma añadida, no cabe mayor descrédito para las instituciones, mercados y mecanismos organizados españoles. El hazmerreír del mundo financiero por priorizar la política politizada en las decisiones.

A la vez, encontramos una estupenda cortina de humo para empantanar más la solución del problema: un intento de aprovechamiento para ocultar el peso específico de los coste del suministro, concentrando el problema en el mercado; un respiro para ocultar la desastrosa política de estos dos años aumentando el problema del déficit tarifario y sus atrabiliarias formas de cercamiento al mismo, usando demagogia y grano grueso, palabras como “manipulación” asegurando que la luz no subirá el 11% en enero de ninguna forma. Vamos, lo fácil.

La intervención está en marcha, una medida inédita e imprevista.José Manuel Soria (Nadal está desaparecido, aunque ha firmado la anulación de la subasta por parte de Industria) aparecerá en las ruedas de prensa y podrá determinar a partir de ahora de forma caudillista el precio que le parece bien y que no entorpezca sus pretensiones políticas. No hay mecanismo que se les resista.

Duchas escocesas con la tarifa y el déficit tarifario eléctrico

En ese sentido, las declaraciones y sobreactuaciones del propio Soria no permiten rebajar tampoco el carácter político de dicha decisión, rodeada de una fuerte polvareda mediática y opinática. Todo ello, después de que el ministro afirmase en una de sus múltiples intervenciones radiofónicas, que el «Gobierno no es el que sube o baja la luz» y asegurando que «las eléctricas no tienen que subir la electricidad», tratando de concentrar la responsabilidad de la subida al coste de la energía en las empresas, al mercado de generación y sembrando (de forma irresponsable) dudas sobre el funcionamiento del mercado como institución.

Tampoco se puede descontextualizar todo este vodevil de lo sucedido en la tramitación de la Ley del Sector Eléctrico que hoy mismo se aprueba, casualmente el mismo día en que se produce la subasta eléctrica para el primer trimestre de 2014. Y es que, previamente, el secretario de Estado de Energía, Alberto Nadal, también aseguró que no se iban a producir grandes subidas del precio de la electricidad. Todo ello configura un Gobierno muy errático y sin política energética. O incapaz de abordar este problema, en su momento, con procesos de diálogo y negociación articulados, evitando su prolongación por dejadez, por evitación o por los sucesivos e incorrectos «aproach».

Por eso, conocimos el martes que el Gobierno tiene previsto elevar los peajes en un 1,3% (no de forma completa al que sería su montante total y real) y que, además, esto se va a producir anualmente durante quince años, para evacuar el déficit tarifario eléctrico por el procedimiento del gradualismo.

En todo caso, es positivo que, al final, el ministro haya señalado de forma unilateral, antes de que se conociese el resultado de la subasta de la Tarifa de Último Recurso, el crecimiento final que el Gobierno administrará de la parte regulada de la tarifa (y está bien dicho «administrará», porque no repercutirá su montante real). A esto hay que añadir la subida que se produzca en el precio de la energía en la subasta Cesur, conformando la subida trimestral resultante. Los precios en el mercado mayorista anticipan subidas más elevadas que las que se venían produciendo anteriormente.

En todo caso, el Gobierno, en realidad, sí que «administra» la tarifa y lo que entra en ella, en algunos momentos con fórmulas contrarias a las que la Ley permitía. Lo que es cierto es que a los poderes públicos y a los distintos Ministerios de Industria, presentes y pasados, les ha correspondido autorizar la entrada de los costes regulados que se integran dentro del suministro (como las primas y su composición por distintas tecnologías). A posteriori, a los sucesivos Ministerios (incluido éste) les ha correspondido determinar la Tarifa de Último Recurso, decisión que han tomado por debajo del montante total del coste del mismo. Por tanto, la responsabilidad de ese déficit, de los costes incorporados y de futuras subidas depende de la prodigalidad con la que han actuado en el pasado.

Por otra parte, ducha helada. Hay escándalo mediático, sobre todo, partiendo de la verbalidad porosa y errática de los responsables políticos. Esto ha sido calificado por varios medios de comunicación de «tarifazo«, aumentando presión y naturaleza política a la decisión tarifaria. ¡Hasta se ha olvidado la parte de responsabilidad que cada Gobierno ha tenido en conformar este déficit, lo que hubiera sido una solución fácil para el Gobierno!

Y eso que en los últimos años, con un esfuerzo denodado, se viene comprendiendo por capas más amplias de la sociedad el problema del déficit tarifario (la diferencia endémica entre ingresos regulados y el coste total del suministro). Cada vez se conocen mejor cuáles son los componentes que han crecido exponencialmente disparando el coste del suministro, como son las primas a las renovables y, en concreto, su concentración en las tecnologías más costosas por unidad de energía producida; algo que cada vez se percibe de forma más nítida, pese a los ejercicios de resistencia inspirados en los modelos retroprogresivos ideológicos de «hay que expropiar a unos para dar a otros».

De hecho, curiosamente la expansión de los costes regulados incluidos en el suministro, realizada mediante riego por aspersión en potencia y primas a ciertas tecnologías, no fue en su momento denominada el «primazo«, porque no se virtualizaba cómo y quién lo tenía que pagar en el presente o en el futuro. Un país como el nuestro, en que el 70% de los españoles es contrario al capitalismo, asume de forma socializada que no es lo mismo dar que recibir.

En todo caso, es preciso insistir en que todo este proceder sigue la estela de politizar esta decisión, que la subida, con ser alta, no es la que llevaría al equilibrio (cosa que seguramente es inasumible e imposible). Eso sí, el Gobierno, además de administrar la tarifa, debería haber administrado el porqué de ese crecimiento y su onerosidad, además de haber abordado con menos dosis de política politizada y con más profesionalidad, oficio y gestión la resolución de este problema, incluyendo explicaciones completas a la sociedad.

Coacción a un mercado

Da igual qué partido gobierne. Y da igual quién esté al frente en los órganos reguladores, confirmando su amarillismo. También da igual si las decisiones políticas pasadas o los errores regulatorios de los que nadie se hace cargo influyen en las tendencias de los precios. Y, por tanto, también da igual y por eso se hace abstracción y disimulo interesado y vergonzante de la traslación de los nuevos impuestos aplicados a las distintas tecnologías de generación o a sus empresas y que tienen efecto en sus costes o en su financiación.

Se trata de invocar a una especie de justicia social sobre el precio de la electricidad que tapone la subida mediante el procedimiento del aprovechamiento de la realidad, a través de encontrar comparativas históricas, intermensuales, interanuales o interseculares que puedan apoyar tesis para que el mercado y sus agentes se sientan presionados a la baja. Se trata de proponer un supuesto justicialismo peronista que se basa en clamar sobre lo caro que está todo en una justicia absoluta al margen de los mecanismos, la ley y la realidad. Y, para ello, no se duda en buscar elementos que sugieran la existencia de mecanismos maliciosos en el mercado español que, por otra parte, con la entrada de nuevos operadores, se ha vuelto fuertemente competitivo.

Y, del mismo modo, da igual que las sospechas que se deslizan sobre el mercado acaben siempre diluidas completamente, o simplemente finalicen en cuestiones meramente residuales como la resolución puntual de ciertas restricciones técnicas (en muchos casos, que responden a un análisis económico correcto), con un impacto ridículo en el montante final del coste de la energía y del suministro. Pero, eso sí, sirven para incendiar la cultura del escándalo y magnificar su alcance, lo que todos hemos entendido siempre como el «cholocate del loro». Pura bisutería.

Pero, es más: los mismos que censuran oportunistamente al mercado mayorista español en estos momentos del año, se callan ladinamente cuando los precios resultantes han sido ostensiblemente más bajos que en otros mercados europeos, algo que, además, ha sido una tendencia continuada. Es un ejercicio de ventajismo cínico, en el que cuando el mercado español produce precios muy bajos y da margen para amortiguar los costes de acceso, hay un silencio sepulcral. Mientras, si el mercado no da la satisfacción de inmolarse lo suficiente en pos de la cultura del coste administrado, se ceba la bomba de las suposiciones y elucubraciones.

El Gobierno alimenta esas sospechas para sacudirse en parte la presión política que tiene en la elaboración de la orden de peajes y al mismo tiempo trasladar su responsabilidad en la política energética respecto de los precios globales (que son los importantes) incluyendo todas las partidas que forman parte del coste del suministro. Un modelo de análisis político adanista. Lo que no va en lágrimas va en suspiros.

Por otro lado, este Ejecutivo no tiene especial convicción sobre las instituciones. Y un mercado es una institución. Por tanto, quizá la postura más subversiva de un Gobierno es la de dinamitar las instituciones, en un comportamiento un poco inconsciente y terrorista. Entre otras cosas, porque lo que le gustaría a un Gobierno en su condición de intervencionista es un «mercado administrado» que sería lo mejor de lo mejor, aunque sea una contradicción in terminis.

Además, el Gobierno teme enormemente que emerjan las suspicacias con respecto al resto de las decisiones de política energética, que ésas sí tienen un carácter arbitrario, discrecional, volitivo para todos los concernidos y/o beneficiarios, y que han sido y son el centro de gravedad del fuerte incremento de precios en España en los últimos años. Por eso la solución dogmática de exacerbar las tendencias antiempresariales en la población de un país en el que sus ciudadanos son contrarios en un 70% al capitalismo es sencilla, eficaz y tremendamente seductora. Si a eso se le añade la «teoría de la conspiración», miel sobre hojuelas.

Por tanto, ya saben. Si el mercado no es buenecito, o no se comporta como se le espera, que se prepare.

Apocalypse Now

«El fin del mundo se anunciará con signos sobrecogedores». Apocalipsis de San JuanTodos los sectores, actividades y subsectores están profundamente enfrentados y perjudicados. Las amenazas de judicialización a nivel nacional e internacional no se andan por las ramas y no se han hecho esperar. Así, Abengoa demandará al Gobierno español, y dos fondos de inversión gigantescos, por su participación en España en tecnología solar fotovoltaica, han acudido a la corte internacional del CIADI (donde hace unos días estábamos con el caso de la expropiación por parte del Gobierno argentino de YPF a Repsol y, en la que, curiosamente, también intervino nuestro ministro de Industria, el inefable Soria).

Por otra parte, tras la retirada de la financiación al suministro ordenada desde Hacienda, la promesa de Cristóbal Montoro a las empresas de avales al déficit tarifario de cara a su titulización a cambio de retirar pleitos es un paliativo momentáneo (casi del mismo corte que la promesa de pago de los argentinos) y, además, parece que encalla pese al optimismo inicial.

A su vez, también el sector solar fotovoltaico explora la inquietante vía de la exposición del sistema financiero español a la burbuja fotovoltaica por los activos que está financiando. Solicita una reunión con el gobernador del Banco de España, Luis Linde (quien tampoco conoce esta exposición por las propias Entidades) y, finalmente, la reunión se aborta en el último momento. Algo huele a chamusquina y los ánimos se encienden. José Manuel Soria, para pacificar, afirma que las renovables querían ganar un 20% y que eso es la quiebra del sistema (en los procesos de reclamación internacional esos argumentos no son los que están en juego). Falta finura.

En realidades paralelas, el proyecto de Ley del Sector Eléctrico aprobado por el Congreso es travestido completamente en el Senado, donde ya sólo quedan tres artículos pendientes de mancillar de lo que aprobó el Congreso (ya no hay estabilidad regulatoria, ni siquiera en la fase de elaboración por los legisladores). Además, se atisban problemas a la vista para el Gobierno popular en la tramitación final en el Congreso de la Ley del Sector Eléctrico por la posible sedición de los diputados murcianos, una comunidad en la que la exposición solar fotovoltaica se combina con la exposición al ladrillo del pasado. No hay garantía de que la obediencia de voto, la disciplina de partido, el a pies juntillas de los populares funcione en este caso y hay coartada por parte de los propios parlamentarios debido a la propia transfiguración de la Ley, que no la conoce ni el Congreso que la parió.

Por otra parte, Soria aparece un día sí y otro también en los medios. Tras su estancia en Bruselas afirmando que ha recibido la «comprensión» de la Unión Europea con el problema del déficit tarifario, al día siguiente salimos advertidos por partida doble, tanto por el comisario de Energía, como porque este tema estaba incluido expresamente en el «Memorandum of Understanding» que ahora se quiere liquidar de forma sumaria evitando la letra pequeña. Lo que pasa es que el déficit tarifario tendría, al mismo tiempo, su importante impacto en el déficit público español. Es el dilema de la manta y de los pies en invierno.

A la vez, la primera subasta de electricidad para 2014 anuncia subidas en el coste de la energía por la evolución de las condiciones del mercado y, para mayor abundamiento, los costes regulados y primas siguen sin estar trasladados a la tarifa en su integridad y siguen creciendo. Nadal y Soria deambulan retóricamente entre «el Gobierno no va a permitir subidas del 12%» a anunciar una posible subida de la electricidad para curarse en salud. Los consumidores domésticos e industriales se ponen en pie de guerra, espoleados por todo el devenir reciente.

Recapitulemos entonces el estado de las cosas. Los prolegómenos del apocalipsis son signos sobrecogedores y turbadores. Probablemente, el actual Ejecutivo debería identificar todas estas señales terribles de que ya no es posible solucionar el problema por los métodos anteriores, dada la complejidad que ha alcanzado por una gestión desastrosa que ha complicado cada vez más las vías de solución. Debería saber leerlo y debería conocer que no es posible la simplificación.

El Ejecutivo debe comprender que la solución rápida y poco sofisticada al final se está convirtiendo en la más lenta, gravosa y perjudicial. Pero es que incluso la Ley inicialmente presentada y las medidas previstas en esta reforma son insuficientes para contener la entrada de costes regulados. Y el Ejecutivo lo sabe. Lo peor es que con todas estas acciones, puede agredir severamente al sector eléctrico, a los accionistas de las empresas, a los subsectores de generación, al sistema financiero nacional e internacional, a los consumidores, a la seguridad jurídica, a la inversión internacional y al riesgo país. O a todos ellos conjuntamente si se hace de manera especialmente chapucera.

Por tanto, sería más razonable, a estas alturas del campeonato y con este estado de cosas, retirar la Ley y la reforma presentada al completo, aunque el Gobierno pasase por ese oprobio; dejar el solipsismo y el perfil político pretendido de la solución, porque los saberes aplicados son incompletos e insuficientes. Luego se debería conocer la realidad económico-financiera con todas sus aristas, recomponer el diálogo con el sector eléctrico y con el resto de subsectores y gestionar, en serio y de forma confiable, muchos acuerdos y varias moratorias. Y, en ese contexto, proceder a definir una política y una fiscalidad energética y medioambiental consistentes, con coordinación en las distintas áreas del Gobierno.

Y para eso es necesario contar con un equipo y unos gestores con experiencia, perfil negociador y oficio; es decir, con responsables en el Ejecutivo que tengan capacidades y competencias para ello. Si no es así, seguiremos cada día percibiendo con más nitidez e insistencia los signos del apocalipsis.

Un acuerdo para llegar a un acuerdo para llegar a un acuerdo

Consecuentemente, la incendiaria noticia de que el Ejecutivo retirase su participación prevista en el coste del suministro eléctrico, merced a las enmiendas en el Senado a la Ley del Sector Eléctrico, lo único que hacía era certificar que esa deuda se iba a acrecentar en el futuro.

Asimismo, con este hecho se reconoce que el déficit tarifario se trata de una deuda política. El déficit tarifario surge de la intervención pública en un doble sentido que determina, en primer lugar, mayores costes del suministro (fundamentalmente en primas y costes regulados) y, en segundo lugar, y a la vez, interviene en los precios que se giran al consumidor (la tarifa); una pinza generadora de déficit en la que los deudores son los consumidores que, además, acaban siendo fantasmagorizados por precios irreales y artificiales, que no reflejan las consecuencias de las decisiones políticas.

Por tanto, el Estado tiene responsabilidad sobre las decisiones pasadas tanto en relación a las primas y los costes regulados como a las tarifas: es una relación biunívoca. Como deuda de origen político, derivada de las decisiones de los sucesivos Gobiernos y motivada por su intervención pública, es razonable que se avale por el Estado.

La siguiente disfunción es que, una vez liquidados todos los componentes del suministro y habiendo recibido todos los agentes sus ingresos correspondientes, dicha deuda se apuntara únicamente en el pasivo del balance de las empresas eléctricas distribuidoras, financiándolo durante el tiempo que transcurre hasta que se produce su titulización o su pago. Además, se alimentan durante todo ese tiempo, y conforme crece el déficit, aumentan las ideas de posibles desenlaces creativos para evitar afrontar la deuda.

Por tanto, la noticia de que dicha deuda sea avalada es positiva, despejando dudas, dando un cierto soporte y estabilidad, revitalizando el mecanismo creado del FADE, merced al acuerdo entre el sector y el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que en una semana ha cambiado de posición (al menos en lo mediático) con respecto a este sector. El déficit será titulizable y, a cambio, el sector eléctrico se compromete a retirar los últimos recursos judiciales.

Que además se atisbe un nuevo clima, un cierto grado de diálogo y receptividad también es positivo (viniendo de un modelo de negociación de reto, amenaza, tentetieso y ausencia de fiabilidad, factoría Nadal-Soria), y deseable a efectos de que entre en una senda de normalización. No obstante, el problema de base, que es la forma en que sigue creciendo el déficit, sigue vivo y desbordante. Se puede considerar un acuerdo para llegar a un acuerdo para llegar a un acuerdo.

Las siguientes lecturas tienen que ver con el papel del propio Ministerio de Industria, Energía y Turismo, con cómo se queda tras el acuerdo y cuál es su posición política. Soria, tras la zozobra del fin de semana, prosiguió con su propia agenda, como si nada hubiera pasado, sin comprender la responsabilidad, magnitud y gravedad del problema que emergía en ese momento para la propia política económica y teniendo la reforma eléctrica encima de la mesa.

De hecho, la noticia del acuerdo entre Montoro y las eléctricas le ha pillado al ministro en Bruselas, dando abrazos y manteniendo un discurso naif de frases hechas, lugares comunes y buenismo zapateril. Soria ha afirmado, sin ningún pudor, que había puesto a disposición de la Unión Europa la experiencia española en el afrontamiento del problema del déficit tarifario. A la vista de las cifras y el crecimiento del déficit de este año, la hoja de servicios del ministro no es especialmente presentable y sus resultados no son nada edificantes. Por otro lado, el déficit tarifario es una figura netamente patria, española, como para que ese tipo de problemas los exportemos a nuestros socios europeos (aunque medidas como ciertos nuevos impuestos afecten al mercado ibérico). Nos tememos que pocos países estarán deseosos de recibir ese legado y aceptar la invitación del ministro.

Pero hay que reconocer que Soria tiene un gran olfato político para encontrar alimenticio el devenir de los hechos, sus fracasos y las responsabilidades de su ejercicio político y proseguir su camino sin una sola mácula que le afecte, con porte de Don Tancredo. En una semana, le han quitado la financiación para la reforma y le han hecho un acuerdo en el que ha quedado en posición de irrelevancia.

Por eso, Soria ahora pasa al ataque y, tras el acuerdo, lo ha hecho suyo, emite nuevas advertencias al sector con sus declaraciones por las posibles futuras subidas, control de los peajes, costes regulados y reclama su aquí estoy yo. Poca mentalidad de acuerdo. De raza.