La guerra de la independencia

La crisis desatada en la CNMV a cuenta de la dimisión de Manuel Conthe, ha dejado en puesto en entredicho los modelos de organización de los organismos reguladores en nuestro país y la necesidad de configurar su actividad sobre la base de conseguir la mayor independencia del poder ejecutivo. Esta cuestión incluso ha sido muy criticada por determinados medios de comunicación que afirman “Conthe estaba obsesionado por la independencia”.

Vistos los hechos, lo que sí es evidente que la bandera de la independencia y de la profesionalidad de los organismos no ha sido enarbolada en ningún momento salvo por el propio Conthe. Obviamente, no ha salido de la boca ni de Clos, ni de Zapatero, ni de Solbes, ni de Arenillas, ni de los consejeros de la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Lo cual es un indicativo del estado de la cuestión. Algo parecido a si volviéramos a agitar a Montesquieu con la ‘separación de poderes’, otra cuestión que tampoco resiste mucho la crítica. Son tiempos duros, endulzados por la bonanza económica, éstos en los que hay que luchar por lo evidente.

En ese momento, podemos valorar como modelo alternativo el de la Comisión Nacional de Energía, menos turbulento evidentemente para el gobierno que la CNMV. Recientemente, Maite Costa decía en los medios que “la CNE no es un campo de batalla” saliendo al paso del estado de polémica que ha compartido en estos últimos dos años este regulador. Podemos ver como la presidenta del organismo tampoco enarbola la palabra “independencia” con asiduidad, si nos remontamos al histórico de sus declaraciones.

Pero, por ejemplo, Costa si lucha por su independencia (en este caso del propio Consejo de Administración del organismo), cuando reclama más autoridad y autonomía en su actuación, lo que supone consecuentemente la erosión de su carácter colegiado (incluso en la última presencia de Nieto en la CNE ya como Secretario General de Energía, Costa justificó esta mayor capacidad para representar a la CNE en el MIBEL y en las instancias internacionales). De hecho, el decreto por el que se amplían las funciones de la CNE y se modifica el régimen interior del organismo, actualmente recurrido por tres consejeros, es la materialización de este deseo. Por su parte, a Maite Costa, le inquietan las cosas “desagradables” que enturbian su relación con el ejecutivo o con Industria, dada su sintonía con Ignasi Nieto, como por ejemplo que se devuelvan las tarifas gasistas o el decreto de renovables con una reprobación por parte de ‘su Consejo’, lo que hace que no se sienta cómoda hablando en los medios de comunicación sobre estas cuestiones.

Es preciso reconocer que estamos viviendo uno de los períodos más convulsos de la vida empresarial española, pero el ejecutivo, la Administración y los órganos reguladores, deben estar a la altura de la circunstancias. Promoviendo la independencia y todo lo que supone su defensa: siendo buenos conocedores de la regulación, la normativa, los mercados y las empresas. Evitando al máximo la injerencia desde las instancias ejecutivas y ministeriales. Creando normativa y criterios justos, estables y predecibles por los agentes económicos. Enfrentándose a las acciones discrecionales del regulador y reclamando su papel de centralidad en las decisiones sectoriales, con posturas claras y transparentes frente a los intereses políticos, variables en cada momento. La independencia es un objetivo y un fin en los órganos reguladores y eso implica en muchos casos ser molestos para los gobiernos, si estos tienen intereses intervencionistas o afinidades electivas.

Quizá todo parte de ese momento en que nuestra democracia participativa traslada a todas las esferas de la sociedad las proporciones parlamentarias: desde los órganos reguladores a las comunidades de regantes. ¿Se imaginan que en España la designación de los responsables de estos órganos reguladores se realizase como en la Reseva Federal, según la representación de cada administración federal, sin intervención política?. Eso es lo que nos debe preocupar en referencia a nuestra imagen exterior: esa percepción de inexistencia de fronteras entre gobierno y órganos reguladores. Esa sociedad de seguros y relaciones mutuas que es capaz de ‘atar y bien atar’ lo que se ponga por delante.

Mientras ustedes elijan el modelo de Conthe o el modelo de Costa.

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