La españolidad de una OPA en carril de aceleración y las elecciones sin freno

De todos los argumentos que giran alrededor de la OPA a Endesa, el de la españolidad es uno de los más erráticos y de los que más comportamientos paradójicos está presentando entre los políticos de los distintos signos. Esta trayectoria es razonable seguirla, trazarla en el tiempo, dada la ausencia de memoria histórica reciente entre los protagonistas políticos de la operación (si nos ceñimos al espacio de tiempo de este año y medio, largo para una operación como ésta, pero corto en el infinito de nuestra historia económica y empresaria).

En primer lugar, en tiempos de Montilla se restauró el concepto de campeones nacionales, a cuenta de la operación lanzada porGas Natural. Momentos en que el trámite del Estatut podían confundir la nacionalidad de la empresa resultante: de ser un proyecto bonito para su españolidad a ser un proyecto bonito para la catalanidad. Desde las huestes de Esperanza Aguirre, se promovieron todas las acciones e invectivas para acentuar la percepción de la opinión pública de esta pérdida del poder madrileño en beneficio del poder catalán.

Posteriormente, una vez que la opción alemana cobraba carta de naturaleza, empezó a aparecer la temida frase. ¡Antes alemana que catalana! Comenzaba una fractura en muchos frentes, incluido el político, y la OPA tuvo durante una época el complejo de derby Madrid-Barça, como si se tratara de un akelarre. Tiempo de esperar a que no se produjera ese momento final en que los distintos inversionistas españoles tuviesen que decidir sobre si acudir o no a las OPAS. El gobierno respondió con el nacionalismo del decreto que aumentaba los poderes de la CNE para estudiar las operaciones de empresas extranjeras en España y que hoy nos lleva a vernos en el Tribunal de Justicia europeo.

Mientras, los partidos políticos afilan el argumento defensivo de la españolidad. Así, Rafael Simancas, candidatos socialista a la Comunidad de Madrid, ya profirió artillería contra Blesa y Aguirre a cuenta de la decisión de Caja Madrid de unirse a los intereses del grupo germano, en su acuerdo de transmisión de derechos políticos ahora y venta diferida de las acciones a dos años.

Vino Clos y saludó (con intuición, eso si) una solución española, que en sí era hispanoitaliana, como mucho. Un final feliz. Es cierto que de gobiernos amigos, incluso latinos, que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, obviamente. Ahora, la Comunidad de Madrid, Aguirre, a través de Granados, vuelve a pedir públicamente a Blesa que contribuya a una solución española respecto de Endesa, en este caso frente al gobierno italiano. Ayer se volvió a oír la palabra.

De todo ello, ha sido difícil atisbar una voz más o menos independiente, una posición contraria al proteccionismo y al intervencionismo, en uno u otro bando, más seguramente preocupados por la inminencia de las elecciones y la venta de sus posiciones o la de los suyos (y las de sus contrarios). En toda esta riada de hechos, ha quedado, como mucho, una especie de europeísmo oportunista de afinidades electivas. Y, por el contrario, se han arrinconado lo que son los intereses de los mercados y de los accionistas, de los mecanismos de competencia y transparencia, de lo que se denomina ‘proyecto empresarial’, de las posiciones legítimas y estratégicas de los inversionistas (la SEPI, Caja Madrid,…), todos ellos, contaminados por una operación excesivamente politizada y sin contar los efectos futuros sobre la inversión extranjera en nuestro país de todo este ‘affair’.

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