Llegan las elecciones

Llegan las elecciones, ejercicio democrático sano y necesario en cualquier país avanzado, con todo su atrezo y prosopeya: los mítines, los programas, los candidatos, las batallas dialécticas, los sondeos electorales, las promesas, etc… En el caso que nos ocupa, el de la energía, tenemos que partir del propio hecho de la “oscuridad” derivada de su complejidad, en que se desenvuelve este ámbito de la economía y de la actividad de nuestro país, lo que afecta a lo que se dice y a lo que se calla.

En este sentido, son muchas las cuestiones que tendremos que tratar en el ámbito energético para conseguir una visión informada y responsable de la actuación política futura en el sector energético, estratégico para un país como el nuestro con una dependencia energética exterior muy importante. Siempre, descontando el grado de ambigüedad del lenguaje electoral (no es lo mismo lenguaje político que electoral, del mismo modo que no es lo mismo democracia que votocracia) que, generalmente, puede justificar una cosa y la contraria. Esto implica que todos seamos más exigentes a la hora de requerir concreción a los que serán poder legislativo y ejecutivo tras las próximas elecciones.

Por tanto, hay que requerir a los partidos que hayan realizado un diagnóstico certero (no ideológico) del sector energético, de su grado de liberalización, de su nivel de competencia, de su posicionamiento sobre el comportamiento en relación al funcionamiento del mercado, de los órganos reguladores y de la intervención pública en la conformación del sector empresarial, de la estabilidad regulatoria y seguridad jurídica, del modelo de desarrollo de las energías renovables, del futuro del mix de generación español atendiendo al crecimiento de la demanda y a sus sostenimiento económico y medioambiental. Después de cuáles son sus recetas y propuestas en materia de tarifa, déficit tarifario, política medioambiental, eficiencia energética (y todo, esto en serio, no colecciones de buenas intenciones y afirmaciones grandilocuentes).

La oscuridad (o mejor dicho complejidad, técnica y económica) de un sector tan estratégico para nuestra economía, tiene efectos y también sirve para que se puedan ‘perpetrar’ determinados atentados regulatorios, incluso con la aquiescencia inducida de la soberanía popular. Un ejemplo de ello, es como se asaltó la reforma del sector eléctrico en el Senado, modificasen incorporando a través de la Ley 17/2007, en el Senado a base de incorporación de enmiendas del Congreso y esquivando a la Comisión Nacional de Energía. Esta ley, que estaba llamada a ser la traslación de las Directivas Europeas pendientes de incorporación al sector eléctrico español, se quedó convertida en una involución del mercado y en la sacralización de Red Eléctrica como monopolio de transporte, propiciada desde la sección más reaccionaria de los ‘intelectuales orgánicos de la energía’ y gestionada ‘sotto voce’ por el Ministerio de Industria, valedor oficial de este grupo, una “minoría creativa” muy influyente actualmente, en la última fase de su tramitación parlamentaria. El resto se llama disciplina de partido. Otro ejemplo es el Real Decreto Ley de detracción de emisiones, cuyo trámite causa sonrojo y plantea la exposición de nuestros representantes en cuestiones tan complejas.

Por ello, es el momento, de dos cuestiones: en primer lugar, de hacer análisis del resultado de la política energética de estos cuatro años (y especialmente de este ultimo que podemos calificar de ominoso, con el fuerte deterioro de la confianza sectorial), del acrecentamiento del déficit tarifario, de la reducción del mercado liberalizado y laas agresiones al funcionamiento del mercado, y, en segundo lugar, de pedir transparencia de lo que cada programa establece a futuro. Y así, por ejemplo, conocer los resultados y propuestas de esa Prospectiva 2030 de la energía tan celosamente guardada para que no incordie en el debate electoral. Por ejemplo, también sería razonable conocer también el papel de la Oficina Económica del Gobierno en todo esto para la próxima legislatura y del actual Vicepresidente y Ministero de Economía (Solbes, mantra reclamado para el mitin del próximo domingo en Vistalegre, pero solo ante el peligro de los trajines que organiza el ‘ala oeste de la Moncloa’ en el ámbito empresarial). Todo ello con la carencia trágica de una política estratégica de futuro.

Del mismo modo, habría que pedir al Partido Popular explicaciones de su participación en la operación de asedio al mercado eléctrico que el mismo propugnó) aprobando la Ley 17/2007 o su posición tibia en el Real Decreto Ley de Detracción de Emisiones , de que va a hacer con las tarifas (si va seguir sosteniendo que no crezcan y no reconozcan los costes de generación) y si va a permitir, en consecuencia, que los españoles sigan embalsando intereses y deudas energéticas para el futuro.

Y todo eso es ahora, no el 10 de marzo.

La OPA es la continuación de la política por otros medios

Clausewitz, estratega militar, decía que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Frase acuñada que en su momento no incluía un componente cínico en su comulación. El prusiano pensaba que la guerra era un acto político que incluía dentro de sus características componentes semejantes a las controversias. Hemos de tener en cuenta todos los atavismos que encerraba tanto la política como la guerra en los siglos XVIII y XIX para entender el fenómeno bélico de esta manera. En el fenómeno bélico cuenta tanto el odio, la violencia, como el azar y las probabilidades. Su definición de la guerra es: «Constituye un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad». Como en las OPAS, como sucedió con el caso de Endesa y como parece que se aventura la operación iniciada para cambiar la actual propiedad de Iberdrola.

Para Clausewitz la guerra incorporaba tanto enemistad, violencia, talento, estrategia, azar y probabilidad. Por ello debía involucrar también al pueblo, al gobierno y a los ejércitos. Las pasiones que deben prender en la guerra tienen que existir ya en los pueblos afectados por ella; el alcance que lograrán el juego del talento y del valor en el dominio de las probabilidades del azar dependerá del carácter del comandante en jefe y del ejército; los objetivos políticos, sin embargo, incumbirán solamente al gobierno.»

Si hacemos el símil con la operación ACS-EDF para hacerse con el control de Iberdrola, parece que nada de esta concepción es ajeno, sólo cambiamos el escenario bélico por el escenario de los mercados financieros. El tablero político no es que esté al margen, es que está muy involucrado. Por eso se producen esos efectos pardójicos. Gobierno español que dice que no tiene propuestas concretas (¿Sarkozy le diría a Zapatero en la Cumbre, “alguien de los nuestros tiene interés en alguna de las empresas de tu país?”) Rajoy, por su parte, se muestra en contra de que Iberdrola vaya a parar a manos francesas. Por otra pare, Solbes se muestra contrario a que se desgüace (una operación que hoy explica de forma muy completa El Confidencial).

El gobierno español se ha encargado de lo primero que hay que hacer en una estrategia militar, que consiste en los efectos logíticos y de aprovisionamiento: diezmar a las empresas eléctricas con respecto a sus homólogas europeas. En primer lugar, porque en el sector eléctrico ha ocurrido algo que no ha pasado en otros sectores económicos de nuestro país: una desconfianza ejercida hacia las empresas, que ha contribuido a que sea un objetivo disminuir su cuota de mercado, cebándose con ellas. De esta manera, no pueden utilizar la interconexión para importar energía, se les ha aplicado un modelo de subastas de energía primaria que no se conoce cual es su objetivo de mercado y además se han detraído los derechos de emisión, cosa que no ha ocurrido en Europa.

Todo ello con unas tarifas intervenidas, que no reconocen los costes reales y con el precio de la energía por debajo de los precios en Europa, pero con la sospecha permanente ejercida desde el poder sobre las eléctricas, por el mero hecho de que el kilowatio se ha convertido en un caballo de batalla político. El objetivo o el resultado es que las dos grandes eléctricas dejen de serlo. De hecho, las dos grandes eléctricas, han perdido más de 30 puntos de participación en el mercado eléctrico desde 1997, momento en que se liberaliza el mercado, (del 76% al 48% sumadas). Fruto de una simplificación conceptual, la Administración española y en especial esta, no ha diferenciado entre el poder de mercado de las empresas y la utilización de poder de mercado (es decir si fijan precios mediante acuerdos entre ellas), máxime cuando los precios en el mercado español se forman en un proceso de mercado con fuerte competencia y de forma muy transparente. Una forma de repartir estopa a diestro y siniestro.

En paralelo, las empresas extranjeras que se están mostrando interesadas por adquirir las compañías españolas, siguen perteneciendo mayoritariamente a sus respectivos Estados, tienen un poder de mercado mucho mayor, y además, la situación tarifaria de estos países y los ingresos son muy diferentes, con un proteccionismo estatal reconocido sin pudor, incluso por como ejercen la diplomacia exterior económica ni rubor. Por su parte, la Comisión Europea mira para otro sitio, capaz de cuestionar las condiciones de la CNE a la operación Enel-Acciona (que, en lo fundamental, eran trasladar un esquema ‘a la belga’ con el poder de control del gobierno italiano y que se eliminarían por simple extinción de estas prerrogativas estatales). Por tanto, no se trata de ejercer patriotismo económico o de una lucha contra el liberalismo de los mercados. Se trata justamente de lo contrario, es decir de no hacer antipatriotismo económico, de fomentar el antiliberalismo, los monopolios o el intervencionismo por esta vía, de que exista competencia en igualdad de condiciones y de preguntarse si realmente las empresas españolas (castigadas por una regulación incierta, sin objetivos de mercado y con resultados de la misma más que cuestionables) y la energía española es comprada por las empresas extranjeras o por los propios Estados. En ese caso, el gobierno español, no ha entendido donde está la guerra y dónde está perdiéndola.

Sigamos con las incursiones prebélicas en la que nos encontramos hoy. Sánchez Galán, fija un precio de 20 euros por acción para Iberdrola, al modo en que el guión se viene repitiendo con respecto a una operación que tuvo bastante de requiebros, como fue la de Enel Acciona y que también acabó doblando el precio de la acción. Aviso a navegantes. Ha comenzado la guerra de guerrillas de los intermediarios financieros y los operadores. Hay una diferencia, el papel tan inicial y tan incipiente que ya han tomado las Comunidades Autónomas, incluida las socialistas que se muestran en contra de esta operación. Eso, sin que el Gobierno Vasco o el PNV (que incluso podría jugar un papel mucho mayor en la próxima legislatura) se hayan manifestado hasta el momento.

La OPA, esta operación en ciernes, es por tanto la continuación de la política por otros medios. La guerra ha comenzado.

La energía, Caperucita Roja y la globalización

La historia siempre tiende a repetirse y por los caminos más inextricables. Generalmente el perfil personal se asemeja, persona que accede a un puesto de responsabilidad en la Administración, con envidiable juventud, procedente en términos ideológicos de áreas fronterizas de la izquierda con otros fenómenos que emplean el adjetivo revolucionario en su denominación. Hoy ese enfoque se ha diluido en otros fenómenos como el ecologismo o la antiglobalización.

Fruto de determinadas (y legítimas evidentemente, a la par que discutibles) convicciones ideológicas mantienen un enfoque de que la actividad de un sector económico ha de ser pública, principalmente, y además mantienen fuertes recelos hacia la iniciativa privada y las empresas. Ese tipo de perfil es un caldo de cultivo idóneo para los intervencionistas de tradición, que también los hay y en abundancia, dado que encuentran su agosto en influir en el predispuesto o predispuesta, y al tiempo, encontrar su parcela de influencia y poder.

Y, en el caso de que, como mal menor tenga que existir iniciativa privada, entienden que ésta tiene que tener fuertes controles, utilizar a las empresas como meros instrumentos al servicio del gran hermano planificador, de forma que se les determine qué tienen que hacer, cuando, de qué forma y a qué precio. Son por tanto una primera forma un tanto ‘chusca’ de outsourcing de la Administración de turno. Da igual que se trate de proveer servicios sanitarios que de proveer de servicios de telecomunicación o de energía. Es una forma de legitimar el intervencionismo, basado en que la consideración de lo que tiene que ser un servicio o un suministro es siempre un bien común o un bien público y su conocimiento reside en un planificador, que entre otros fines tiene el de maximizar su propio beneficio y ocupar los mercados y la actividad de los sectores.

En esto que nos situamos en el primer gobierno de Felipe González, y nos aparece como Directora General de Energía, Carmen Mestres. Mujer que venía precedida de un indudable perfil ideológico. Su apodo, malévolo y naif a la vez, era Caparucita Roja. Y todos recuerdan como su objetivo era, en los tiempos en que Iñigo de Oriol era presidente de UNESA, seguir una política fuertemente intervencionista con las empresas energéticas, hacer más bien de lobo que de Caperucita. Al parecer esos brotes revolucionarios duraron poco: el tiempo de conocer el sector y de que empezara a surtir efecto la necesidad de pragmatismo, algo que el propio presidente del Gobierno entonces imprimió en la Administración con mucha claridad y celeridad.

Entre el año 1982 y hoy han pasado más de veinticinco años y hemos asistido a un fenómeno imparable, la globalización. Un fenómeno que se caracteriza por la libertad de movimientos a nivel mundial, de capitales, de personas y de información. En los sectores económicos esto se traduce en que los inversores tienen muy pocas barreras de entrada y de salida de unos sectores a otros, y los entornos financieros se han hecho tremendamente eficientes con respuestas casi instantáneas, que recogen y descuentan las condiciones de un mercado. Por tanto, cuando en un sector como el energético español se le castiga duramente a través de la regulación, con una acción persistente y poco pensada, es fácil que las condiciones financieras del mismo ser reflejen en un castigo en Bolsa. Y, hemos hablado en estas páginas del efecto sobre Iberdrola (y como se ha facilitado que se adquiera por una empresa extranjera al haber reducido su valor), pero las consecuencias sobre Acciona (y el endeudamiento derivado de su operación corporativa junto con Enel para adquirir Endesa) y las propias Enel y Endesa, reflejan las consecuencias ignominiosas de esta actuación.

Todo cuento tiene su moraleja. La procedencia y trayectoria ideológica de cada uno no debe ser excluyente en ningún caso para el ejercicio de cargo público. Ni siquiera la situación y posicionamiento en el momento en que un cargo público está en ejercicio requieren la necesidad de conversión a un modelo en concreto. Lo que sí es la moraleja de este minicuento, es la necesidad de gestionar y dirigir un sector con pragmatismo e inteligencia, y no con dogmas, retos y enfrentamientos. Conociendo las implicaciones inversoras y financieras del mismo, conociendo las reglas del mercado de forma que sea más transparente y eficiente (tanto las actuales y anticipando las consecuencias de las mismas). Elaborando políticas de futuro claras y enviando señales nítidas a los agentes en lugar de contradicciones (fíjense lo que está pasando con las renovables o en la política medioambiental de derechos de emisión del carbono). Respetando los principios de legalidad y estabilidad jurídica, es decir regulando bien, que es la esencia de la inversión de los agentes, que puedan predecir el futuro. Comprendiendo las realidades de un mercado internacional en que la intervención de la Administraicón en un país en un entorno globalizado sólo puede ser negativa. Sin el apriorismo de ejercer la intervención, para buscar a toda costa arañar y erosionar a las empresas para jibarizarlas y dejar un sector convertido en un Gulag. En el ámbito energético, necesitamos, por tanto, gestores no intervencionistas, que sepan vincular a los sectores económicos con las políticas estratégicas (y lógicamente que las elaboren primero, claro).

Si no, acabaremos diciendo que viene el lobo. A lo mejor ya está aquí.

Comportamientos políticos, comportamientos regulatorios e inspectores: leña al mono

La Comisión Nacional de Energía tiene entre sus funciones un conjunto de actividades inspectoras que están destinadas a salvaguardar el funcionamiento del sector energético, velando por sus principios de garantía de suministro, del acceso a la red, del correcto proceso de formación de precios y de funcionamiento del mercado. Todas ellas acciones, necesarias en cualquier Estado de Derecho que deben realizarse con rigor, desde el punto de vista inspector y de procedimiento, es decir, para que los derechos y consecuencias de los agentes implicados en un proceso determinado tengan garantías.

Por ello, la publicación la semana pasada en la nota de prensa que el organismo que preside Maite Costa de la apertura de un expediente sancionador a Unión Fenosa por un conflicto en el acceso ha levantado una fuerte polvareda, por lo claramente desproporcionado de la actuación, reabriendo nuevamente las lecturas alrededor de estas actuaciones de la CNE y de su trasfondo publicitario. Fuentes bien informadas, han confirmado a Energía Diario, que la compañía que preside Pedro López Jiménez, se vio sorprendida por la generalizada presencia en los medios de una cuestión casi incidental, máxime para una empresa cuya ‘especialidad’ son las redes, provocando un fuerte malestar y que este malestar ha sido trasladado por representantes de la compañía a un gran número de consejeros de la CNE.

En este último período (y situemos hitos): mandato de Maite Costa, tras la resolución de las sucesivas OPAS a Endesa, la actuación inspectora y punitiva de la Comisión Nacional de Energía ha querido cobrar una relevancia especial desde la vuelta del verano. El problema es que parece que el organismo que preside Maite Costa no ha encontrado hasta el momento, comunicacionalmente hablando, el tono adecuado, bien por las cuestiones que en determinado momento investiga, bien por las indicaciones que recibe para investigar o por la actuación en materia de comunicación que se desata desde la propia CNE.

En primer lugar, y como hecho más destacado, las declaraciones que el pasado mes realizó la propia presidenta Maite Costa en TV3, en las que anticipaba en el plazo de una semana una actuación en el sector de hidrocarburos respecto de una compañía petrolera. Unas declaraciones fuertemente inquietantes (y desafortunadas) que inundaron de especulaciones el sector, estando deshojando margaritas esa semana completa. Al final, incluso en una especie de pugna entre la CNE y la Comisión Nacional de Competencia (CNC), se cerró con unas inspecciones e investigaciones a gasolineras en zonas concretas del país.

Por el contrario, en cuestiones de gran calado, las investigaciones y expedientes de la Comisión Nacional de Energía han resultado bastante infructuosas: la investigación a Iberdrola encargada por el Ministerio de Industria (y basada en información remitida desde Red Eléctrica de España previa solicitud de la Secretaria General de Energía) sobre la actuación en referencia al R.D. 3/ 2006, casi acaba en un roce con el OMEL, al dirigirse varios consejeros a su Presidenta para requerir información sin conocimiento del consejo de la propia CNE. De esto, no se tienen conclusiones, no se sabe nada.

Por otra parte, en dos cuestiones clave, el apagón de interrumpibles que tuvo lugar a primeros de diciembre y en el que la Secretaria General de Energía azuzó a los servicios de inspección del organismo para que investigaran la indisponibilidad de determinadas instalaciones. La consecuencia fue que el propio Consejo de Administración anticipó también otra línea de investigación indeseada: la responsabilidad de la propia Red Eléctrica en la gestión de la indisponibilidad. De esto, todavía no se conoce nada tampoco.

La segunda cuestión clave es otra investigación precedida de su correspondiente correlato desde la Secretaria General de Energía tuvo lugar hace poco, cuando los precios del mercado mayorista alcanzaron en determinados momentos muy concretos los 132 Euros/MW. Una situación perfectamente normal teniendo en cuenta las circunstancias de oferta y demanda y que no ha derivado, hasta el momento, en identificar comportamientos incorrectos de mercado. De esto, todavía tampoco se conocen sus conclusiones.

Por si fuera poco, cuando la Comisión Nacional de Energía ha desarrollado quizá el expediente investigador más importante de su historia, el que se deriva del grave apagón de Barcelona, ha tenido un tratamiento desigual. Por un lado, hasta la publicación de sus conclusiones determinado la responsabilidad principal de Red Eléctrica de España y por otro, cuando se debían instrumentar las medidas técnicas y regulatorias. Esta ultima parte ha pasado muy discretamente escondida, después de varios aplazamientos, sobre todo para evitar abrir el debate sobre el transportista único y más cuestionamientos relativos al papel de REE.

Es el propio seno del organismo donde más preocupa esta escalada de difusión de noticias alrededor de la CNE y sus investigaciones: por la presión que genera, que impide una actuación libre de los mismos. Todos los expertos consultados, y los propios agentes del sector, valoran la importancia y la necesidad, de la actuación inspectora e investigadora de la Comisión. Todos estos temas anteriormente enunciados, son importantes y requieren una visión profesional, coherente y planificada, como cualquier servicio de inspección público de una actividad regulada.

Además, por otra parte, esta actuación también se ve cuestionada a posteriori, según sus resultados. Así, la capacidad de articular respuestas regulatorias responsables, es decir consecuencias jurídicas y de ordenación del sector, es una cuestión que debe estar fuera de toda duda y que debería ser misión relevante de la CNE, frente a sus misiones de control y gestión, cada vez más abundantes. Esta función es la menos deseada desde el propio Ministerio. Y si, para mayor abundamiento, tenemos en cuenta que en otras actuaciones recientes como las OPAS el Ministerio ha tumbado el criterio de la CNE, nos podemos encontrar como las investigaciones y la inspección podrían constituir una vía para encontrar notoriedad y respetabilidad al organismo, inocua para el Ministerio, cuando no para orientar su actuación por los dictados que provengan de la Secretaria General de Energía, para endurecer o dulcificar su relación con las empresas según el momento.

En todo caso, lo primero son las garantías jurídicas, la actuación consciente y ajustada a procedimiento, la prudencia de actuar con las empresas, en un sector económico muy importante y con relación con todos los demás, valorando con rigor la acción sobre unos agentes que pueden tener consecuencias directas de una política de comunicación, dirigida desde la política, por la política y para la política (política es tanto que venga desde el Gobierno o desde los intereses políticos de sus actuales rectores, que tanto da). Si no, puede ser que la CNE caiga en el manierismo inspector o en el comportamiento investigador al servicio de intereses diferentes a sus objetivos y deberes como regulador independiente. Y las empresas, sometidas al tridente de la inestabilidad regulatoria del Ministerio, de la capacidad de ordenación directa de REE y de la inspección de la CNE en este plan, combinadas. Leña al mono.

¿Donde está la Prospectiva Energética 2030 del Ministerio de Industria?

En días pasados, la patronal eléctrica UNESA, presentó su estudio y propuesta para responder en el ámbito de las necesidades de aumento y configuración de nuestro mix de generación para el año 2030, la denominada “Prospectiva de Generación Eléctrica”. Un documento que, de sus conclusiones y propuestas, deviene la necesidad de tratar nueva y abiertamente cuestiones que afectan al mix de generación español: los costes futuros de la energía, la necesidad de abrir el debate sobre la energía nuclear, la dependencia energética, entre otras cuestiones.

Por su parte, existía un grupo, organizado por la Secretaria General de Energía elaborando su propio documento 2030. En muchos momentos de esta legislatura se ha esgrimido hacia los grupos parlamentarios la existencia de este grupo y como sus conclusiones iban a servir para resolver varios nudos gordianos. Tiene por tanto el carácter taumatúrgico que tienen este tipo de informes: parece que su sola mención es un ‘mantra’ que todo lo resuelve para el futuro y tranquiliza de que alguien esté pensando en el futuro.

Este grupo a los efectos de lo que ha sido su configuración, dado que está promovido públicamente, ha sido una caja negra. Es decir se ha conocido muy poco de su composición, funcionamiento y resultado. Lo poco o lo mucho que se sabe se sabe por filtraciones o por anticipos puntuales de temas muy concreto. Más o menos se conoce su composición y se ha cuidado muy mucho de su ‘limpieza empresarial’. Es decir que no participen en él las empresas energéticas como agentes económicos involucrados directamente en este mercado y ámbito de la economía.

Por otra parte, se conoce mucho menos de sus avances y de lo que son sus propuestas, aunque también hay algunas filtraciones y anticipos inquietantes. Lo que si parece claro, y es resultado de la deducción detectivesca más que de la transparencia que debe regir un mercado y una cuestión de tanta relevancia en la economía, es que en estos momentos se está muy poco dispuesto a que las posibles conclusiones del grupo se conozcan a la luz antes de las elecciones. Seguramente para evitar debates indeseados o la apertura de cuestiones polémicas para el actual Gobierno y sus responsables. Muy cuidadosamente han desparecido sus menciones de cualquier posicionamiento público o político.

Programa oculto

El valor de conocer lo que un grupo así promueve estriba en varias cosas. En primer lugar en saber el posicionamiento ante temas como todos los que anteriormente indicábamos: costes de la energía, absorción de los mismos por la tarifa eléctrica, dependencia energética, resolución de los cuellos de botella en generación, debate sobre la energía nuclear… y saber cuáles son las recetas que proponen al Gobierno y, más concretamente, por la propia composición del mencionado grupo, el propio partido o una de sus familias, actualmente influyente en estas cuestiones. El hecho de desconocer públicamente y con la debida anticipación este posicionamiento, teniendo en cuenta que existe un proceso electoral abiertos, a la vista de las propias actuaciones de la Secretaria General de Energía basadas en los hechos consumados, conduce a la conclusión de la existencia de un programa oculto en los actuales referentes políticos en materia de energía.

El Ministerio también tiene gran experiencia en solicitar informes que no usa. También han sido en muchos casos cuestiones políticas las que han influido para que esto sea así. Vean el caso de la Mesa que se formó para analizar el futuro de la energía nuclear en España cuando el responsable del Ministerio era José Montilla o el Libro Blanco que se encargó a Pérez Arriaga. En este caso, por quiénes son sus autores y por cómo se han reclutado, garantizando su afinidad ideológica y con unos postulados muy parecidos en materia de planificación y de mercado (háganse ustedes una idea de cuál es el mix elegido), parece que no será conocido hasta después de las elecciones. Y que estará muy bien guardado su contenido, con una defensa muy férrea, a cal y canto para evitar que se desaten las polémicas.

Es preciso reclamar transparencia a la Administración, al Ministerio de Industria en una cuestión de esta trascendencia, frente a programas ocultos. Estamos en período electoral y, por lo tanto, hay que conocer de forma clara los planes de futuro que puedan impulsar cada uno de los partidos (y sus modelos, sus costes y sus déficit). Es legítimo, además de necesario. Además de sano, después de la ultima etapa vivida, ominosa, opaca y poco edificante.

El año del agente doble

Dentro de los ejercicios de revisión y resumen del año 2007 hay un capítulo pendiente de analizar, que es el nuevo papel o, mejor el papel reforzado del operador de transporte y de sistema eléctrico, Red Eléctrica de España (REE). La importancia de este repaso estriba, en primer lugar, en lo que supone de cuña para el funcionamiento del sector y del mercado eléctrico y, en segundo, en que todavía están abiertas las líneas de fuerza y posibles consecuencias de esta posición.

Es preciso tener en cuenta que en este año, se produjo la configuración de REE como un monopolio de transporte (TSO). Tendrá por tanto la configuración de transportista, monopolista único y trino (en terminología teológica), con capacidad, como ya han notado ciertas tecnologías, de controlar el acceso a la red de determinadas tecnologías. O también con las limitaciones al crecimiento e inversión en las redes de transporte. En paralelo, en toda Europa empieza a despertarse una tendencia imparable hacia lo contrario, hacia el operador independiente el ISO, (el modelo español, sería el TSO maximum) algo que o bien podría complicar si no llegan a tiempo los planes de publicación de Red Eléctrica o nos deviene en otro expediente con la Comisión Europea, ahora que a esta Administración le da lo mismo todo, con tal de reservar el papel de intervención.

Estas no son las únicas cuestiones que han jalonado el papel de REE. Por ejemplo, el operador de sistema ha preparado para el Ministerio de Industria informes sobre la actuación de las empresas privadas en la aplicación del ominoso R.D. 3/2006 (el que establecía el precio de las casaciones de oferta en las operaciones bilateralizadas entre empresas de generación y distribución del mismo grupo).

Dos son las tendencias que ha seguido durante este año: la primera, la expansión en sus actividades, evidente bajo la lógica de empresa pública y el intervencionismo. Por otra parte, la segunda tendencia es consecuencia de la cesión de responsabilidad regulatoria: no hay normativa en el sector eléctrico que emane del Ministerio de Industria y de la Secretaria General de Energía, que no confiera papeles concretos (y adicionales) en su ordenación a Red Eléctrica, véase la normativa de la gestión de la demanda o las nuevas formulas para sustituir el mecanismo retributivo de la garantía de potencia. Numerosos expertos han escrito y dejado constancia sobre la tendencia a la actuación de la compañía que preside Atienza como regulador.

En paralelo, el año no ha sido tranquilo, es decir ha estado plagado de incidentes para el operador de sistema. En primer lugar por las consecuencias y responsabilidades del macroapagón de Barcelona, del ‘cuasi’ apagón de Vigo y la gestión de la disponibilidad del apagón de las grandes empresas interrumpibles de principios de diciembre. La cada vez más compleja interacción en las grandes ciudades de REE y las distribuidoras. Todos ellos, ellos incidentes que apuntan directamente a Red Eléctrica de España, bien por el conocimiento de lo acontecido o por lo que dicen las propias investigaciones de los órganos reguladores.

Por otra parte, Industria prepara una subida de retribución para las actividades y activos de transporte de Red Eléctrica de España. Una subida que supondrá, si la racionalidad no lo remedia abrir los codos en la tarifa bloqueda con la inflación presunta (más que prevista) y con el déficit tarifario galopante. Es decir reducir la retribución a la generación, al suministro y la comercialización. Buena prueba de ello es la política del Ministerio de Industria de ir esquilmando la retribución de la actividad de suministro puramente. La Bolsa lo ha reconocido en su rally de fin de año, adecuadamente.

El tercer vector, mucho más oculto, y posiblemente vertebrador de todo lo demás, es la cada vez menos disimulada aspiración de integrar Red Eléctrica y Enagás. Para ser más grande más, más monopolio, Tomás. Con más retribución (la fija la propia Red Eléctrica a falta de otras referencias; será casi una autoliquidación) y, adelantada, que es lo que piden, se tiene caja, cash para abordar operaciones de este tipo. Mucho en poco tiempo, evidentemente. Produce hasta vértigo la capacidad de configurar a Red Eléctrica de España como un agente que nos recuerda al marco legal estable. Si hasta cuando empresas privadas extranjeras que operan en nuestro país piden entrevistarse con los responsables de energía del Ministerio por problemas en las redes, les reciben con la presencia del Director de Operación de REE (¿qué pensará Sarkozy si se entera? ¿no produce cierto sonrojo que se hayan difundido estas líneas?).

En medio de todos estos acontecimientos, un nombre, el de su presidente, Luis Atienza, dicen que perfectamente vinculado y con ascendencia hacia el Presidente del Gobierno (si Jordi Sevilla ‘enseñaba’ economía al presidente, Atienza sería su hombre en la energía). En el sector, se le denomina de forma generalizada, el Ministro en la sombra, un factótum, compatibilizando este papel, con el rol de Presidente de una empresa privada, cotizada en bolsa, con sus fondos de inversión y todo en su accionariado. Sin incluir sus otras muchas inquietudes: hombre creativo, ocurrente, escribe versos (aquí publicamos su poema sobre el cambio climático), también con actividades en el mundo de la enología.

Es nuestro agente doble: intervencionismo y regulador ‘in pectore’, al frente de una empresa privada que no lo es. Por eso, en una felicitación de Navidad del año pasado se encomendaba para que los mercados fueran propicios a REE, el año del agente secreto (007, por lo del 2007, ¿comprenden?). Y lo ha sido.

El año de la inseguridad jurídica

Casi paralelamente a que el nuevo equipo ministerial sustituyese al de la etapa Montilla, se estaban sentando las bases de lo que sería el año 2007 en el sector energético español. Un año en que se han acelerado o excedido la tendencia a la inestabilidad regulatoria en nuestro país, como paradigma de entender las relaciones entre la Administración y los sectores económicos. Cuestión además certificada por las empresas de análisis y ‘rating’ a nivel nacional e internacional, en todos sus informes, lo que debería ser motivo de sonrojo institucional.

Pocas cuestiones han quedado al margen de este movimiento de fondo que abarca, nada más y nada menos, que desde la demolición del sistema de mercado que establecía la Ley del Sector Eléctrico de 1998 (con la reciente Ley 17 y la aquiesciencia parlamentaria del Partido Popular, siendo casi lo único que pacta con este gobierno: las medidas para desliberalizar el sector energético) y la conversión de Red Eléctrica en transportista monopolista único. En ese mismo paso, comenzó el año con el largo proceso negociador en torno a las renovables, y sobre todo con un sector tan importante para nuestro país como el eólico, a partir de la necesidad de acabar con el R.D. 436/2004, suplantándolo con el R.D. 661/2007. Un proceso que dejaba en sus jirones la seguridad jurídica que definía el decreto anterior. De todas formas, tampoco las cosas iban a durar mucho en este sector de las energías renovables, por mucho que estuviese el propio presidente del Gobierno lanzando mensajes políticos muy evidentes en esta materia y en la lucha contra el cambio climático: el caso de la industria fotovoltaica empezaría ya en agosto en tener los primeros estertores y vía correcciones de errores aparecieron los primeros avisos en el Boletín Oficial del Estado modificando los períodos máximos para el cómputo de los objetivos de instalación que se establecían en el Plan de Energías Renovables (referencia a efectos de retribución de las mismas). Todo ello abocó a que ahora mismo se esté negociando un decreto para esta tecnología, desbordados por la realidad y acuciados por la falta de previsión.

Por otra parte, se continuó con el proceso de petrificación de las tarifas, con claros ánimos electoralistas (responsabilidad política, es como se llama ahora), pero no para todos por igual. En paralelo, el mercado liberalizado en el sector eléctrico continuó retrocediendo. Se eliminó la garantía de potencia como mecanismo que permitía contar con potencia disponible y para ahorrar unos dinerillos al déficit tarifario. En paralelo, no se ha implantado el sistema que lo sustituye, generando una situación de inseguridad jurídica (¡y de suministro!): si los agentes económicos actúan en función de lo regulado disminuye esa disponibilidad y existen riesgos de apagón por generación. Si se producen esos apagones por generación, desde las instancias oficiales se les sataniza, se les amedrenta, y se interpreta que es un ‘pulso’, no consecuencia de sus propios actos. En paralelo, las intentonas (y los logros) para lograr que el operador de sistema aumente su retribución y pueda aspirar a ‘ser más grande’ están encima de la mesa. El Ministerio de Industria, convertido en ‘el gran retribuidor’, que premia a los buenos, castiga a los malos. Desde el mes de enero de 2007 a diciembre, la evolución en Bolsa de las empresas eléctricas y de redes ha estado principalmente sujeta a decisiones de retribución del regulador, más que a ninguna otra cosa. ¿Es eso seguridad jurídica?

Por otra parte, el ‘invento’ del déficit tarifario ‘ex ante’, dudoso en la medida que orilla la necesidad de que las tarifas eléctricas recojan los costes, tecnología regulatoria española cien por cien, no logró que los mercados financieros confiasen en el nuevo mecanismo de las subastas operado por la Comisión Nacional de Energía y tutelado por el Ministerio de Industria, con un nulo apoyo desde las instancias económicas del Estado.

Finalmente, acabamos el año con el sector en pie de guerra con la promulgación de forma sorpresiva, de forma premeditada y alevosa de un Real Decreto Ley para instrumentar la detracción de la tarifa de los derechos de emisión asignados por el Ministerio de Medio Ambiente en el Plan Nacional de Asignaciones. Detracción además que se realiza sin ningún criterio, es decir, ‘a pachas’, contamine una instalación o no contamine, tenga derechos o no tenga. También, qué casualidad, con la abstención del Partido Popular, en otra medida de intervencionismo desproporcionado. También de forma subrepticia, a finales de julio, Industria aprueba la nueva regulación de los grandes consumidores (gestión de la demanda).

Si contamos con el enfrentamiento abierto con la Comisión Europea por estos asuntos y por la actuación de nuestro gobierno en la OPA de E.ON, no es éste balance edificante, eso es cierto. Sobre todo, porque más que cualquier cosa, los sectores económicos y los agentes privados precisan estabilidad regulatoria y seguridad jurídica. Un concepto que es un bien en sí mismo y cuyo contrario tiene su reflejo en la ausencia de inversión y en la desincentivación de los agentes económicos, algo que caracterizaba a nuestra economía y que está empezando a enseñar sus resultados fruto de esta política. La paradoja sería un regulador que no tuviera a quién regular.

Podría quedar la duda de si es un problema de carencia o de maldad. Carencia, es decir de insuficiencia de conocimientos regulatorios integrados, articulados con una perspectiva de mercado en lo técnico y en lo económico, de visión de comportamiento de los agentes económicos, de madurez para la relación entre la Administración y las empresas, de capacidad para valorar los efectos de la regulación, de rigor para realizar los informes previos y simulaciones necesarias antes de enarbolar el Boletín Oficial del Estado, en lugar de operar como los ‘perros de Pavlov’ regulatorios mediante la instantaneidad de la relación causa-efecto. Maldad, en el sentido de necesidad de intervencionismo, de satisfacción de necesidades de poder, de establecimiento de retos y de relaciones por ‘hormonas’ de voluntad expresa de acabar con el mercado, de introducir mecanismos estatales o paraestatales para el control de la actividad de los agentes económicos mediante una voluntad planificadora impropia de una economía occidental, europea y avanzada, introduciendo a los agentes empresariales en un sucursalismo sin precedentes o de entender la regulación como un sistema de control de rentas, más que de fijación de reglas del juego claras y predecibles no sujetas a la arbitrariedad.

A lo mejor es que son las dos cosas.

El contubernio

La aprobación del Real Decreto Ley que articula la devolución de los derechos de emisión de CO2, ha dejado muchos cadáveres en el camino. El más importante el de la credibilidad del sistema económico y político, esta vez con la complicidad de los grupos parlamentarios en un ejercicio de aval político a una medida que se puede atisbar de duda legalidad jurídica. Se apunta a una especie de concepción de la política que supone que es más fuerte que la legalidad y la racionalidad económica, con muy poco respeto a la primera premisa de cualquier acto, que cosas son legales y cuáles no.

Deja nuevamente una gran sombra de duda con el Partido Popular, la carencia trágica de una oposición con convicciones, ¡ay!, en la medida que ha resultado plenamente efectiva la estrategia de amedrentamiento por parte del Partido Socialista y sus medios colaterales. El temor a sentirse asociado con las empresas y con la subida de tarifas y el hecho de hallarse sumido en el cálculo electoral continuado ha hecho el resto, llevándolo a las cuerdas. Es preciso señalar que desde las instancias públicas de Industria y políticas del PSOE se ha trasladado el siguiente mensaje: si no se detraen los derechos de emisión y ustedes no están de acuerdo con esta medida (porque no sabemos que hacer con la tarifa ante las elecciones y estamos embalsando costes por falta de capacidad política), es que se está al lado de las malvadas empresas, que no se dejan expropiar así como así y dado que, como estamos en uso del BOE, tenemos todo el poder para hacerlo a toda costa. Ante esa retórica, el Partido Popular se pliega. Todo ello en un país en en que todavía no ha entendido el papel de las empresas en un sistema económico empresarial, son objeto de suspicacia y mala conciencia. No deben ser eficientes, ni rentables, no deben tener reglas del juego claras y bien definidas. Mejor era apañar el reparto de rentas en el despacho del Secretario General de Energía de turno y ¡todos contentos!. El problema es que entran en juego los mercados financieros, las empresas, los accionistas, la legalidad necesaria, el entorno de la Unión Europea. Qué tiempos aquellos. Qué añoranzas para los intervencionistas.

Una consecuencia clara es que los actuales responsables del Partido Popular (los económicos y el resto) no tienen muy claro el modelo económico y de mercado que aprobaron en su momento para el sector eléctrico y probablemente el que quieren para toda la economía española. Algo muy parecido y paralelo, a lo que ocurrió en la ley 17/2007, en la que el Partido Popular votó a favor de una ley que supone dinamitar la liberalización que el mismo aprobó y crear un monopolio pseudopúblico que es Red Eléctrica. La amnesia política y la falta de referentes y modelos, tan acuciante hoy, vulgariza la acción política hasta límites insospechados, con consecuencias graves para la economía y la sociedad.

Si el Partido Popular por ser timorato, por sus temores electorales o por que no tiene arrestos para resistir con convicción el debate político, no es capaz de defender el ordenamiento del sistema jurídico y el funcionamiento del sistema económico ante un asalto de estas características, es que no hay alternativa, es que no hay diferencias, es que no tenemos nada y que tenemos la gestión del país en manos de los equipos electorales de Génova y Ferraz y tenemos que dejarnos de esperar nada bueno. Además, la aprobación por casi todos los grupos parlamentarios de que posteriormente se tramitará por proyecto de ley, a sabiendas de que no hay calendario en lo que queda de legislatura es una tomadura de pelo para los propios electores de cada partido. Qué bochorno.

También puede tratarse de una solidaridad mal entendida entre los partidos políticos: nosotros (por el PP) aprobamos una reforma laboral por este procedimiento (declarado inconstitucional), hay que comprender que todo gobierno tiene su momento de hacer de su capa un sayo y no vamos a estropearles la fiesta a tres meses de las elecciones. Un día por ti, otro día por mí. Así, el PSOE ha logrado hacerle cómplice de una medida señalada como ilegal, en una obviedad jurisprudencial, es decir, si el Tribunal Constitucional acaba con ello. ¿Qué hemos hecho para merecer esto?

Los efectos cerebrales y mentales del crecimiento de los últimos años y la abundancia de pasta en las arcas públicas ofrece como consecuencia esta relajación en la gestión económica y en el rigor de la política. No estamos en momentos económicos de hacer tonterías y de esta tontería, seguramente una tontería ilegal, son responsables todos, por consentimiento, por asentimiento, por dejación, por dejarse llevar o por indolencia. Desde el Ministerio de Economía al Partido Popular. Y es lamentable que, con advertencia clara, tenga que resolverse en instancias judiciales, con demoras y consecuencias con retardo insospechadas.

Si a nadie, ni al Presidente del Gobierno, al Ministro de Industria, al Secretario General de Energía y a la oposición no les importa judicializar un sector, aumentar su inseguridad jurídica y que se multipliquen las voces entre las principales firmas internaciones de rating señalan y avisan de esta situación en nuestro país y en los mercados financieros, es que no se ha entendido nada. Que todos necesitan más formación que dos horas en una tarde.

En este momento, los argumentos políticos se han hecho con todo, devorando los principios más elementales de legalidad. Sólo ha funcionado el contubernio y la complicidad de los calendarios electorales y su capacidad de hacer piña, para hacer lo que sea.

La gestión del país ha caído en manos del juego ventajista político momentáneo y de las encuestas. El mantenimiento en el poder o su consecución es un fin, no gestionar la realidad y mejorar nuestra sociedad, nuestra economía. ¿Quién será el responsable ante el nuevo ciclo económico de solucionar esto, de imprimir seriedad, rigor y confianza? ¿Quién tiene credibilidad? ¿Quién va a acabar con esa calamidad política que consiste en entender que políticos, empresas y mercados, son bandos diferentes y no que todos están en el mismo? Cuando se actúa de manera tan unilateral, a sangre y fuego, nada puede terminar bien. Para nadie. Lo de ayer fue votocracia.

Feliz Navidad.

Una verdad incómoda

Tarde más o menos tranquila en el ciclo de conferencias que organizaba el Colegio de Ingenieros Industriales de Madrid, hasta que llegó el Consejero de la Comisión Nacional de Energía, Luis Albentosa con una intervención sorprendentemente crítica, dada la autocomplacencia que suele ser habitual desde las tribunas oficiales o publicas, casi en cualquier sector. Exenta de eufemismos y demoledora en cuanto argumentos. La audiencia no salía, en muchos momentos, de su asombro ante lo que estaba oyendo, semejante carga de profundidad, en la medida que el ponente hacía una revisión crítica de la historia reciente del sector energético, poniendo el dedo en las llagas de las cuestiones de más candente actualidad.

Entre ellos, muchos argumentos públicos que están siendo objeto de discusión abierta en el sector desde hace meses: el déficit tarifario, la congelación de las tarifas por motivos políticos, la inestabilidad regulatoria, la ausencia de modelo de estrategia y política energética, el creciente papel de Red Eléctrica de España en el sistema, el debate entre el modelo TSO e ISO, el señalamiento del déficit de inversión en redes de transporte de energía. En ellos, se dedicó de una manera punzante y con poco resquicio para la justificación ni siquiera política. En eso, fue una intervención “políticamente incorrecta”, pero muy eficaz, apelando al Defensor del Menor para proteger a nuestros vástagos del déficit futuro (una metáfora especialmente afortunada).

Pero, lo que en realidad hizo Albentosa es dar coherencia y visión de conjunto a este panorama, como si escribiera un argumento, describiera los personajes y dibujase los planos de la película, poniendo la historia, en el símil cinematográfico, a este conjunto de hechos y situaciones concretas que se han venido dando en el sector energético español. Tras hacer un repaso de las actuaciones regulatorias a un paso de cumplirse los diez años de la Ley eléctrica, completó un recorrido para aseverar la existencia de una eventual involución sobre el modelo de liberalización aprobado en 1998 y alertar de los riesgos de no atacar el déficit y la subida tarifas, la inversión en redes, la elevación del precio de la energía eléctrica a partir del año 2008, fruto del cambio de condiciones climáticas, los precios del petróleo y los cambios en la propiedad de las empresas eléctricas y su necesidad de rentabilizar sus adquisiciones (como en el caso de Endesa, recientemente adquirida por Enel y Acciona)

Una de las partes más novedosas de su intervención, fue la dura crítica a las relaciones institucionales de los reguladores y a su papel: la debilidad política y funcional del regulador principal, el Ministerio de Industria, y la captura del regulador independiente, en este caso de la CNE, por el propio Ministerio. Con respecto a esta cuestión, puso en cuestión, desde el papel de la Comisión Nacional de Energía (desacreditada desde la OPA de E.ON, según él), el encuadre institucional de la energía como Secretaría General en lugar de Secretaria de Estado o Ministerio en la Administración General del Estado, los criterios de nombramiento de los Consejeros (una especie de premio del partido en el poder), la posible penetración en el interior del ‘organismo independiente’ del Ejecutivo, la utilización instrumental de la CNE y sus equipos técnicos, entre otras cuestiones, así como el deterioro de este órgano colegiado en beneficio de modelos más presidencialistas.

En conjunto, dibujó un escenario poco edificante, para los creyentes de la ‘independencia’, como base, principio y sentido de la articulación de las relaciones en las sociedades avanzadas en los sectores regulados. Sobre todo, en la medida de que se ha instalado un convencimiento generalizado de que es ‘normal y razonable’ que el partido en el poder controle los reguladores independientes, una tentación generalizada.

Seguramente que la intervención de ayer, va a escocer en muchos círculos y es contraria a la retórica de inauguración, ‘mantras’ medioambientales para discursos públicos y enunciados políticos ‘polite’ tan habituales (y más que se van ha hacer más presentes, si cabe, estamos en previo elecciones). Con todo, hay que agradecer la existencia de voces discordantes, que señalen los riesgos de morir de déficit y de extralimitación por no seguir la necesaria ortodoxia gestora de la Administración en un sector tan importante como el energético. Es necesario, que la ‘verdad oficial’ tenga su contrapunto en versiones profesionalizadas y despolitizadas como la que expuso ayer este Consejero.

Y, además, en un momento en que los presidencialismos imperantes arrostran la perspectiva de los expertos y de los gestores, Albentosa con su trayectoria y prestigio profesional, y su posición actual dentro del Consejo de la CNE, hizo ayer un ejercicio de independencia real, de coraje civil y de democracia. Quizá lo lamentable es que nos sorprenda una voz así en una tribuna pública. Una verdad incomoda.

Intermoney en la energía

La película ‘Alien, el octavo pasajero’ del director Ridley Scott, retrataba una historia de terror que tenía unos tintes metafóricos muy interesantes. En el seno de una tripulación de una nave espacial, habitaba un ser maligno que se alimentaba y se camuflaba dentro de sus propios protagonistas, hasta no poder distinguir quienes estaban en un sitio o en otro. Las tres características que tiene Alien son: su presencia oculta y dúctil, su camuflaje en el seno de la propia tripulación y su efecto autodevorador para todos sus personajes.

Viene esto al caso de la aparición muy reciente de la palabra Intermoney (sociedad de valores del grupo norteamericano CIMD) en la crónica política y económica de nuestro país, de la mano de Miguel Sebastián (candidato ya fallido al Ayuntamiento de Madrid) y Carlos Arenillas (Vicepresidente incombustible de la CNMV). Todos ellos famosos por sus relaciones con las actividades relacionadas a su vez desde la Oficina Económica del Gobierno para ‘conducir’ determinadas operaciones empresariales de acuerdo a unos derroteros previsibles o planificados desde esta instancia, por otro lado cada vez más presente en la vida económica. Y estos nombres se han visto ligados al escándalo desatado a raíz de la dimisión de Manuel Conthe, verdadero catalizador, junto con las investigaciones aparecidas en distintos medios de estas actividades y de las que venimos dando cuenta en Energía Diario, en la medida que tienen que ver con la energía.

De hecho, el Presidente del Gobierno en su último mitin electoral, hizo un alegato a favor de Miguel Sebastián, tildándolo de gran economista y responsable del éxito económico español. Evidentemente, el presidente se tiene que hacer mirar estas cosas, porque sin dudar de la calidad macroeconómica del alcaldable, Miguel Sebastián no ha tenido puestos de responsabilidad en la gestión de la “cosa económica” de nuestro país, por lo que entendemos que a Zapatero le pueden más los afectos que la racionalidad, en este caso. Por lo tanto, difícilmente se le puede adjudicar a Sebastián responsabilidad o acción alguna en las reformas de los 80, los 90 y de la acción de gobierno en lo que llevamos de siglo, causas verdaderas y reales de la situación actual de nuestra economía. No sabemos, si el Presidente quería pasar página sobre su actuación en los ultimos episodios o volver a insinuar a Sebastián como futuro Ministro de Economía, pero se exige un análisis de realidad-

(Inciso número 1, relacionado con la realidad vigente: Probablemente, hoy con los resultados de las elecciones en la mano, Sebastián tras tachar a Manuel Conthe de mala elección, seguramente en la Federación Socialista Madrileña se desatarán las valoraciones de que Sebastián haya sido, a la vista de los resultados, para el PSOE también una mala elección, un mal candidato y un mal gestor de su candidatura).

Pues bien, de lo que hasta ahora nadie se había percatado (o se ha percatado poco), es de la propia relación de Intermoney dentro del sector energético. Hoy también, Intermoney es un actor de gran importancia a la luz de esa ‘sinergia’ que parece que se ha producido en los resultados del grupo tras la llegada del PSOE al poder, de la mano de Enervía (www.enervia.com). En el ámbito de la energía, Intermoney está ligado al nombre de Miguel Ángel Lasheras, actualmente consejero de Enagás y presidente de Enervía, la filial del grupo Intermoney dedicada a este sector. Miguel Angel Lasheras fue consejero de la Comisión Nacional de Energía (en su primera versión como Comisión Nacional del Sistema Eléctrico), estuvo en el Instituto de Estudios Fiscales en la época de José Borrell y se le asocia con Narcís Serra, quien fuera vicepresidente del gobierno en época de Felipe González. Actualmente, a Miguel Angel Lasheras, se le conoce también una muy buena relación con la actual presidenta de la Comisión Nacional de Energía, Maite Costa.

Otro de los nombres relevantes cercanos al entorno de Intermoney es Jorge Sanz, por sus relaciones personales con Miguel Angel Lasheras, con quien compartió destino en Moncloa. Sanz es el actual Director General de Energía y Minas y segundo de Ignasi Nieto, Secretario General de Energía en el gabinete de Clos. Jorge Sanz también estuvo en el gobierno anterior en el gabinete de Rodrigo Rato, llevando las cuestiones relacionadas con la energía y fuentes cercanas a Industria destacan sus actuales desavenencias con la ‘corriente catalanista’ actual en el sector energético.

Intermoney es responsable y autora de numerosos estudios e informes de consultoría para las grandes empresas y asociaciones del sector energético. Se valoran especialmente sus relaciones con otras instancias como en el Ministerio de Economía (David Vegara, Secretario de Estado de Economía es otro antiguo Intermoney) o de la CNMV, como ya hemos mencionado. De hecho, el sello Intermoney en los últimos tiempos parece que es un marchamo que aseguraba la viabilidad futura a las propuestas que elabora, dadas sus buenas conexiones en todos los ámbitos de la regulación y supervisión energética. Incluso, en círculos restringidos se afirma que es capaz de intervenir asesorando en una cuestión a varios de los implicados en la misma: empresas, asociaciones sectoriales, Administración etc…

Sólo queda por ver si la maldición de Alien que parece haber devorado a Sebastián y a Arenillas, podría llegar a extenderse al campo de la energía.