Riesgo de apagones para este invierno y garantía de potencia
Si no fuera porque lo que pasó el lunes pasado fue muy serio, la necesidad de desconexión del suministro de las empresas acogida a la denominada interrumpibilidad, estando al borde de un apagón como declaró el propio Secretario General de Energía, Ignasi Nieto, entenderíamos que estamos en un país poco serio. Y es muy serio, porque ha puesto de manifiesto que por encima de los mecanismos exculpatorios (o inculpatorios de terceros, fundamentalmente a instalaciones), nos podemos encontrar con un invierno con riesgo de apagones en nuestro país, fruto principalmente de la consecuencias de una mala regulación (por incompleta). Ya han podido comprobar como, en un ejercicio de nerviosismo, se ha puesto en el punto de mira a todas las empresas del sector por su ‘comportamiento’, al no explicarse la falta de disponibilidad (capacidad del sistema de generación eléctrica en momentos críticos) ocasionado por muchos motivos, revisiones técnicas, centrales que no pueden entrar en funcionamiento, etc….
Es cierto que el lunes tuvimos una punta de consumo por las bajas temperaturas. Pero también es cierto que no son, ni mucho menos, las temperaturas más bajas que se soportan en un invierno crudo. Primera cuestión que ha sorprendido a todos. La segunda cuestión que sorprendió a todos es la existencia de indisponibilidad en un número importante de centrales, térmicas y nucleares, algunas programadas (que han comenzado a pasar su “ITV”), justo en los momentos de mayor demanda.
Crónica de un apagón anunciado
En general, pueden existir dos problemas por los que se produce un apagón (‘blackout’ o ‘cero’ en terminología especializada). La primera es por la existencia de problemas en las redes eléctricas (este fue el caso de lo que ocurrió en Barcelona, de forma localizada en una ciudad, el verano pasado) y la segunda por la insuficiencia de la generación para atender el consumo en un momento determinado. Este ha sido el caso que provocó la necesidad de desconectar a los consumidores interrumpibles el pasado lunes (consumidores que, en definitiva, son grandes empresas, que paran sus procesos productivos para evitar que se provoque que se produzca un apagón masivo o multilocalizado).
Teniendo en cuenta que la generación en España presenta un exceso de capacidad (exceso de capacidad, que incluso algunos tachan de excesivo), sólo existen dos razones para que se produzca lo que ha pasado. La primera que determinadas empresas o instalaciones hayan actualizado contraviniendo la ley, cuestión que se debe abordar desde una acción punitiva. Una situación que se revela improbable, dado que a una semana, no hay expedientes concretos para ninguna instalación y no están los guardias en ningún sitio, con independencia del resultado de la investigación encargada a la CNE. La segunda, que los agentes empresariales, y las instalaciones, hayan maximizado sus decisiones en función de una regulación que ha hecho una ‘pifia’. Este es el caso en el que nos encontramos, que el origen del apagón es una decisión pública, política o administrativa, cuyo riesgo era conocido, pero no calculado.
Analicemos, entonces, las causas profundas. El hecho es que, con la entrada en vigor de las tarifas del cuatro trimestre del año, se produce la suspensión de los pagos por Garantía de Potencia a las empresas eléctricas (cuando, paradójicamente, no se produce esa interrupción de la obligación de pago por parte de los consumidores por este mismo concepto), en contra del Real Decreto que determinaba la tarifa para todo el ejercicio. Este concepto, la garantía de potencia, es un mecanismo que permitía garantizar la disponibilidad de determinadas instalaciones para necesidades de consumos punta. Por ejemplo, se retira la retribución por garantía de potencia a las instalaciones nucleares. El mecanismo que sustituye a la garantía de potencia, los denominados ‘pagos por capacidad’ no ha entrado en vigor, existiendo una tierra de nadie, a juicio de Industria, que sirve para ahorrar un ‘dinerillo’ a la tarifa.
Nos encontramos ante una nueva actuación regulatoria de corto alcance, cómo conseguir enjugar parte del déficit tarifario del ejercicio 2007, mediante el recorte de un concepto retributivo, que se torna en una navaja barbera. Y, esto era, una situación que era conocida de forma consciente por parte de los ‘responsables’ de la Administración energética, que incluso tanteaban la capacidad de que las empresas actuaran conforme a lo que se les había reglamentado o indicado, desde el propio operador de sistema (Red Eléctrica) a instancias del Ministerio de Industria.
Ultima parte. El escenario.
Sitúense en el contexto. El Gobierno este año se ‘encontró’ con una fuerte crisis de infraestructuras ferroviarias en Cataluña (decimos ‘se encontró’ porque meses anteriores en muchos medios de comunicación podía preverse esta crisis). Del mismo modo, es importante, señalar, avisar, constatar del riesgo regulatorio y sus consecuencias en el sector eléctrico, a tres meses de las elecciones y con el invierno por delante, con riesgo cierto de apagones. Por tanto, ante estas consecuencias que pueden ser devastadoras, el Gobierno, Moncloa, debe intervenir. Debe tener una información completa y exacta de lo que ha pasado y de sus riesgos (el Presidente tiene que conocer estos riesgos, con fiabilidad, información que su equipo le debe hacer llegar) e imponer sensatez y la seguridad jurídica que requiere un Estado de Derecho.
Por que, esta cuestión revela especialmente una fuerte crisis de seguridad jurídica y unas consecuencias sin precedentes agravadas por los comportamientos retadores de la propia Administración, conocedores de estos riesgos y de lo que significan. Los sectores económicos y empresariales de la octava economía del mundo no pueden estar sometidos al terror regulatorio. Ni que todos los demás, todos los consumidores, podemos estar permanentemente cruzando los dedos.