Riesgo de apagones para este invierno y garantía de potencia

Si no fuera porque lo que pasó el lunes pasado fue muy serio, la necesidad de desconexión del suministro de las empresas acogida a la denominada interrumpibilidad, estando al borde de un apagón como declaró el propio Secretario General de Energía, Ignasi Nieto, entenderíamos que estamos en un país poco serio. Y es muy serio, porque ha puesto de manifiesto que por encima de los mecanismos exculpatorios (o inculpatorios de terceros, fundamentalmente a instalaciones), nos podemos encontrar con un invierno con riesgo de apagones en nuestro país, fruto principalmente de la consecuencias de una mala regulación (por incompleta). Ya han podido comprobar como, en un ejercicio de nerviosismo, se ha puesto en el punto de mira a todas las empresas del sector por su ‘comportamiento’, al no explicarse la falta de disponibilidad (capacidad del sistema de generación eléctrica en momentos críticos) ocasionado por muchos motivos, revisiones técnicas, centrales que no pueden entrar en funcionamiento, etc….

Es cierto que el lunes tuvimos una punta de consumo por las bajas temperaturas. Pero también es cierto que no son, ni mucho menos, las temperaturas más bajas que se soportan en un invierno crudo. Primera cuestión que ha sorprendido a todos. La segunda cuestión que sorprendió a todos es la existencia de indisponibilidad en un número importante de centrales, térmicas y nucleares, algunas programadas (que han comenzado a pasar su “ITV”), justo en los momentos de mayor demanda.

Crónica de un apagón anunciado

En general, pueden existir dos problemas por los que se produce un apagón (‘blackout’ o ‘cero’ en terminología especializada). La primera es por la existencia de problemas en las redes eléctricas (este fue el caso de lo que ocurrió en Barcelona, de forma localizada en una ciudad, el verano pasado) y la segunda por la insuficiencia de la generación para atender el consumo en un momento determinado. Este ha sido el caso que provocó la necesidad de desconectar a los consumidores interrumpibles el pasado lunes (consumidores que, en definitiva, son grandes empresas, que paran sus procesos productivos para evitar que se provoque que se produzca un apagón masivo o multilocalizado).

Teniendo en cuenta que la generación en España presenta un exceso de capacidad (exceso de capacidad, que incluso algunos tachan de excesivo), sólo existen dos razones para que se produzca lo que ha pasado. La primera que determinadas empresas o instalaciones hayan actualizado contraviniendo la ley, cuestión que se debe abordar desde una acción punitiva. Una situación que se revela improbable, dado que a una semana, no hay expedientes concretos para ninguna instalación y no están los guardias en ningún sitio, con independencia del resultado de la investigación encargada a la CNE. La segunda, que los agentes empresariales, y las instalaciones, hayan maximizado sus decisiones en función de una regulación que ha hecho una ‘pifia’. Este es el caso en el que nos encontramos, que el origen del apagón es una decisión pública, política o administrativa, cuyo riesgo era conocido, pero no calculado.

Analicemos, entonces, las causas profundas. El hecho es que, con la entrada en vigor de las tarifas del cuatro trimestre del año, se produce la suspensión de los pagos por Garantía de Potencia a las empresas eléctricas (cuando, paradójicamente, no se produce esa interrupción de la obligación de pago por parte de los consumidores por este mismo concepto), en contra del Real Decreto que determinaba la tarifa para todo el ejercicio. Este concepto, la garantía de potencia, es un mecanismo que permitía garantizar la disponibilidad de determinadas instalaciones para necesidades de consumos punta. Por ejemplo, se retira la retribución por garantía de potencia a las instalaciones nucleares. El mecanismo que sustituye a la garantía de potencia, los denominados ‘pagos por capacidad’ no ha entrado en vigor, existiendo una tierra de nadie, a juicio de Industria, que sirve para ahorrar un ‘dinerillo’ a la tarifa.

Nos encontramos ante una nueva actuación regulatoria de corto alcance, cómo conseguir enjugar parte del déficit tarifario del ejercicio 2007, mediante el recorte de un concepto retributivo, que se torna en una navaja barbera. Y, esto era, una situación que era conocida de forma consciente por parte de los ‘responsables’ de la Administración energética, que incluso tanteaban la capacidad de que las empresas actuaran conforme a lo que se les había reglamentado o indicado, desde el propio operador de sistema (Red Eléctrica) a instancias del Ministerio de Industria.

Ultima parte. El escenario.

Sitúense en el contexto. El Gobierno este año se ‘encontró’ con una fuerte crisis de infraestructuras ferroviarias en Cataluña (decimos ‘se encontró’ porque meses anteriores en muchos medios de comunicación podía preverse esta crisis). Del mismo modo, es importante, señalar, avisar, constatar del riesgo regulatorio y sus consecuencias en el sector eléctrico, a tres meses de las elecciones y con el invierno por delante, con riesgo cierto de apagones. Por tanto, ante estas consecuencias que pueden ser devastadoras, el Gobierno, Moncloa, debe intervenir. Debe tener una información completa y exacta de lo que ha pasado y de sus riesgos (el Presidente tiene que conocer estos riesgos, con fiabilidad, información que su equipo le debe hacer llegar) e imponer sensatez y la seguridad jurídica que requiere un Estado de Derecho.

Por que, esta cuestión revela especialmente una fuerte crisis de seguridad jurídica y unas consecuencias sin precedentes agravadas por los comportamientos retadores de la propia Administración, conocedores de estos riesgos y de lo que significan. Los sectores económicos y empresariales de la octava economía del mundo no pueden estar sometidos al terror regulatorio. Ni que todos los demás, todos los consumidores, podemos estar permanentemente cruzando los dedos.

Industria, la CNE y el tiqui-taca

Conocerán ustedes la expresión, tiqui-taca. Una terminología acuñada por el locutor de eventos deportivos, Andrés Montes, para identificar un modo de juego, basado en el pase, una especie de ‘naranja mecánica’ de los deportes de equipo. No hablaremos aquí de deportes de equipo, y si de pases, entre los reguladores del sistema energético español, Ministerio de Industria y la Comisión Nacional de Energía.

Si vemos las relaciones entre la Comisión Nacional de Energía (CNE)y el Ministerio de Industria, se puede confirmar como el regulador independiente se va perfilando un brazo armado sustitutivo de la burocracia administrativa necesaria en cualquier ámbito gestor de Administración. Una estructura organizativa que se configura como un apéndice creciente en las funciones de regulador independiente (y una estupenda fórmula para que sea devorado por las mismas, si se descuida). Desde los registros de biocarburantes, al control de las instalaciones renovables, hasta que, Industria diseñe la metodología de cálculo del déficit tarifario 2006, con su detracción de derechos de emisión, y la CNE haga la cuenta final, en 15 días. En total, una oficina de liquidaciones y compensaciones, cada vez más sofisticada.

Por otra parte, los últimos acontecimientos han revelado las tormentosas relaciones que se pueden dar entre Ministerio y Comisión Nacional de Energía. Pongamos ejemplos: las subastas del déficit, una gestión que Industria le encarga a la CNE pero que quiere mantener un proceso ‘tutelado’, como todos los asistentes a la primera convocatoria pública pudieron comprobar, de forma que subrepticiamente se conocen posibilidades de acción basculantes: desde que no se cubra el déficit reconocido, hasta que se cubra en exceso (que las subastas se sitúen por encima de lo previsto si hay oferta) en previsión de déficits futuros y de condiciones económicas adversas. Lo que no mata, engorda.

Del mismo modo, el Ministerio de Industria, le encarga a la Comisión Nacional de Energía a través de la ITC 2794/2007 de 27 de septiembre que haga el estudio de las necesidades de crecimiento de tarifas para que estas sean aditivas. Es decir que incorporen la totalidad de los costes que son necesarios reconocer para que se correlacionen con la realidad económica energética. El informe arroja unas cifras pavorosas, sobre todo en campaña electoral y se devuelve a los servicios técnicos para que incorporen otras metodologías (en un escarnio hacia los Servicios Técnicos considerable, dado que es una cuestión relativamente sencilla de calcular y no hay tantas metodologías al uso). Incluso el Ministro se vio reconfortado por la información que provenía del regulador independiente, y su presidenta, en el sentido de que ese informe se iba a cambiar para aliviar una noticia tan alarmante. El problema es que después de estos años de crecimiento de precios del petróleo, de incremento de demanda, de condiciones metereológicas adversas, el tamaño de la bola es imparable para meterlo debajo de las alfombras.

En cambio, fruto de una anomia organizativa, de una carencia trágica, hoy hay un hueco como es el tema de la conformación de las sociedades de ‘switching‘ de cara a la liberalización del mercado gasista. En este sentido, la configuración de una única sociedad que permita los cambios de comercializadora a los usuarios y se establezca un régimen único y transparente de gestión de la información de los clientes, ha caído en tierra de nadie. En consecuencia, hoy hay dos sociedades de switching en el sector gasista, impidiendo justamente lo que se pretende con la medida: una liberalización mayor del sector. Una cosa semejante, ocurre con las subastas de energía primaria, dónde la externalización de responsabilidades y sus relaciones, está envenenando este mecanismo.

Todo ello sin entrar en las procelosas relaciones que se establecen con motivo de las decisiones del regulador independientes y la actuación del regulador principal que se ha tomado a pecho que es consultivo, casi opinativo, el papel del regulador independiente y por ello, se justifica como se articulan finalmente los decretos y órdenes ministeriales, y por ello también como se solventan por vía de recurso las posiciones de la CNE. Hay que preguntarse cuales son los efectos de conformar la administración energética con estos criterios y sus consecuencias para el funcionamiento eficiente de los mercados, porque en el fondo lo que ocurre es que se trastornan los papeles teóricos de uno, regulador principal y administración y de otro, regulador independiente.

En consecuencia, en este partido, hay mucho tiqui-taca. Poco equipo, muchos pases. Muchos huecos.

Las ‘presiones de las empresas’

Que hay presiones y presiones eso está claro. Al hilo de la aprobación del mecanismo para la detracción de derechos de emisión por parte del Ministerio de Industria, y su crónica oficial del pasado viernes, pudimos conocer el lamento de la Secretaría General de Energía por las presiones que han realizado las empresas para eludir una normativa que se las prometía peligrosa para ellas, además de ser de dudosa legalidad.

Lo que parece que no se cuenta de esta historia de ‘presiones’ de las empresas, son las que ejerce el propio operador de red, sistema y transporte para conseguir más retribución por su actividad, algo que está muy cuestionado por parte de gran número de expertos, que la consideran suficiente, dados sus ‘pingües’ beneficios. Recordemos que las actividades que desarrolla Red Eléctrica tienen naturaleza de actividades reguladas, y que la fijación de su retribución se realiza mediante la determinación de costes estándares por parte del Ministerio de Industria. Para ello, la Secretaría General de Energía recibe la información de Red Eléctrica y el dictamen de la Comisión Nacional de Energía.

Según ha podido conocer Energía Diario de fuentes cercanas a la propia Red Eléctrica, Nieto podría haber ‘cerrado’ una subida en la retribución del operador del sistema eléctrico y de transporte, tanto en lo que se denomina por costes por operación como por costes de capital. De esta forma, Red Eléctrica evita las consecuencias de una actuación reguladora contra las empresas de redes -como ocurrió el año pasado- y se aprovecharía de su buena relación con la actual administración energética. Como pueden recordar, el año pasado el cambio en la retribución en determinados activos de transporte acabó con un fuerte descalabro de Enagás y Red Eléctrica en la bolsa.

Algunas de estas subidas, cuyo calendario en este caso es plurianual y la revisión se debía producir en estos momentos, según la información a la que ha tenido acceso Energía Diario, se elevan por encima del 50 %. Fuentes del Ministerio de Industria han confirmado que la última reunión entre Nieto y Luis Atienza tuvo lugar a principios de la semana pasada en el propio Ministerio de Industria. Nieto podría haber asumido entonces una actuación parecida a los cambios retributivos de principios del ejercicio pasado o las actuaciones que ya ha protagonizado desde su nombramiento, de forma que rsistiría cualquiera que fuera la posición de la CNE o de las empresas y establecería finalmente las modificaciones retributivas a aplicar a estos activos.

Recordemos que hasta el momento, de cara a la tarifa eléctrica 2008, hay una doble pinza. Por un lado, el límite superior de la inflación que ha situado el gobierno para las tarifas eléctricas. Por otro, la previsible evolución del precio de la energía el próximo año, que todos los expertos consultados consideran que se elevará abultadamente. En ese marco, la suma de costes llevaría a una elevación teórica de la tarifa de más del 30% según prevén los servicios de la propia Comisión Nacional de Energía (un resultado que, como es muy desagradable, hay que cambiarlo). En consecuencia, si se fija el techo políticamente y se eleva la retribución del transportista omnipresente vía actividades reguladas, tienen que disminuir la retribución de otras actividades o de otros conceptos de la tarifa. Es decir se podría decidir la tarifa no por el principio de la adición, sino por el de la sustracción.

Lo que está claro, volviendo al principio del artículo, es que no es lo mismo que presionen las empresas, a pesar de la amargura y melancolía de Nieto, a que presione Luis Atienza. A estas no les vale de nada. Por eso, progresivamente se erosiona su retribución, se elimina la garantía de potencia, se disminuyen las primas para las energías renovables, se detraen los derechos de emisión con criterios ‘amplios’ y de control de renta y se continúa con un modelo de retribución para la distribución que resulta kafkiano. En cambio, que presione un ex Ministro que habla en los medios ejerciendo de Ministro de Energía, con la cada vez menos secreta aspiración de integrar los operadores de sistema y de transporte, de electricidad y de gas, puede ser mucho más efectivo en su relación con la Secretaría General de Energía que todo un sector energético. Consecuencia: se le hace transportista único y se le sube la retribución. Ya pueda tener un apagón como el que tuvo en Barcelona, que mantenga un enfrentamiento abierto con todas las empresas y también uno sordo con muchas instituciones y administraciones locales.

Carbono a ‘pachas’

Hay una noticia buena y otra mala tras la publicación de la Orden que fija el procedimiento de detracción de derechos de emisión a las eléctricas. La buena es que pese a las primeras intenciones del Ministerio de Industria de perdonar 650 millones de euros por los derechos de emisión, la tesis que finalmente resulta producirá la detracción completa de derechos. Una posición lógica, a la vista del escándalo alrededor del déficit tarifario galopante. Hubiera sido imperdonable, ir demasiado lejos, abandonar casi el 50% de los derechos de emisión como era la primera propuesta que envió Industria a la CNE, eliminando las operaciones bilateralizadas (aquel engendro regulatorio que establecía un precio fijo a las operaciones entre empresas generadoras y distribuidoras del mismo grupo). Eso es, lógicamente, motivo de satisfacción por parte del Secretario General de Energía, Ignasi Nieto, frente a sus primeras intenciones.

Ahora, entre las tres posiciones que tenía Industria para elección a la hora de detraer los derechos de emisión, se ha decidido por una que supone el ‘control de rentas’ del sector eléctrico, no a través de la detracción de derechos de carbono en función de la contaminación de acuerdo a las emisiones de cada una de las tecnologías. Por tanto, se trataba de ‘esparcir el equivalente a los derechos de emisión’ para evitar que las tecnologías menos emisoras de contaminación fuesen más rentables y no resultasen penalizadas las contaminantes, atribuyendo la elevación de los precios en el mercado eléctrico al carbono. Es decir, acabar con la pretensión (y principio de partida de cualquier política medioambiental) de que la contaminación la pagase el que contamina. De igual modo que los costes asociados a las tecnologías nucleares los tendrán que pagar las nucleares, no se reparte a ‘pachas’. De forma que el que contamina, cobra y cobra de los demás (es decir de los que no contaminan).

¿Para qué una política medioambiental centrada –casi exclusivamente- en los gases efecto invernadero?. Si total, este año volvemos a batir récords de crecimiento de GEI’s nuevamente. ¿Para qué la prosopopeya del Plan Nacional de Asignaciones (que va una a una por instalación, determinando los derechos asignados y controla producción final de cada una de ellas)?. De hecho, el Consejo de Estado (aquí ocurre como con las renovables, qué va a decir sobre aspectos técnicos) le indica al Secretario General de Energía que “evite el efecto equivalente a la revocación del PNA que podría ocasionar la aplicación de la orden”. ¿Qué habrán visto o intuido los miembros del Consejo de Estado? Sólo cuestiones ‘formales’. ¿Será suficiente con los ‘tuneos regulatorios’ a que nos tienen acostumbrados, para calzar las Ordenes Ministeriales? El cuadro comparativo de los dos mecanismos es elocuente.

Poco se puede leer en esta decisión de política medioambiental y de mandar señales al mercado, de esfuerzo para hacer un ‘mix’ de generación más limpio en nuestro país. Más bien algo así como que todo cambie para que todo permanezca igual. Por tanto, se continúa con el modelo mental del ‘Marco Legal Estable’ (retribución en función de costes “reconocidos” y control de rentas) y tenemos lo que tenemos, lo que conforma una relación con los reguladores basada en la influencia y en la rogativa.

Crónica emocional de los derechos de emisión en el sector eléctrico

La crónica anticipada de la detracción de derechos de emisión a las empresas eléctricas no tiene desperdicio en lo que se refiere a la parte emocional. En este sentido, el Secretario General de Energía ha revelado al diario económico ‘Cinco Días’, y así lo recoge fielmente, presiones por parte de las empresas (concretándolas en Iberdrola) y el hecho de sentirse satisfecho, una vez realizado el trabajo de encontrar un mecanismo que beneficie a los consumidores, tras tantas intentonas anteriores.

En realidad, no se trata de defender a una empresa u otra, o incluso de presentarla como aislada, como parece que van las crónicas o versiones oficiales (tanto da). Se trata de contar con mecanismos eficaces, predecibles, estables, coherentes, no interpretables, con políticas que envíen señales de precios a los agentes económicos en función de la política energética o medioambiental que se pretenda implantar.

Queda saber si esta Orden Ministerial acabará en los tribunales, tal y como anticipa la noticia con enorme precisión, en lo que se refiere a las posibilidades jurídicas de recurso ante la Audiencia Nacional y el hecho ‘poco probable’ de que se fijen medidas cautelares.

Crucen los dedos.

Tarifas fariseas

Ayer recibíamos los medios de comunicación, la convocatoria de un apagón contra el cambio climático. Los ciudadanos votantes, concienciados por un problema en el que se ha puesto un acento de evidente rédito electoral (para quien lo emplea bien, veáse Rajoy, en caso contrario) . El Ministerio de Industria se esfuerza, en la época de devaneos tarifarios porque la ciudadanía no desarrolle sus propias conclusiones al respecto y sus conexiones neuronales, que en definitiva son de lógica de primer orden: Cuanto más se consume, más efecto sobre el medio ambiente, cuánto más barata la energía, más se consume. Sencillas lecciones de economía lo suficientemente disimuladas, para que al ‘buenismo imperante’ se le pueda meter mano, en términos desaprensivos, cuando se apela a su conciencia solidaria. En cambio, la habilidad consiste en señalar a al ciudadano votante que también es consumidor, y, por tanto, tiene bolsillo, por se le puede ‘robar’ la cartera intelectual con argumentos ‘demagógicos’. Todo mediante la desconexión de argumentos, que es la forma de justificar cualquiera de las dos cosas.

La última ocurrencia es la justificación, asaz oportunista, de la no subida de tarifas para salvaguardar a los ciudadanos de la tan temida inflación, disparada ayer, por encima del 3,6%. Acabáramos. Gracias a que salió el INE con su dato y el Ministerio de Industria, actuó con prontitud. Así, las explicaciones oportunistas difundidas ayer por el Ministerio de Industria a cuenta de la propuesta remitida por los servicios técnicos de la Comisión Nacional de Energía, de elevar en un 30 % la tarifa eléctrica, deja un trasfondo de dudosa credibilidad en referencia a las explicaciones del departamento de Joan Clos e Ignasi Nieto. Deberíamos recordar aquí todos los argumentos, desde el de la responsabilidad política al de la instalación de los nuevos contadores (que por cierto, se difieren en diez años) que ha empleado el Ministerio de Industria por hacer pervivir una situación, ya insostenible desde el punto de vista económico: déficit tarifario, mensajes a los consumidores apoyando el uso ineficiente (el derroche de la energía). Este año la tarifa subirá para un número importante de usuarios por debajo de la inflación, es decir tendremos una evolución de la tarifa real negativa, en el mundo ilusorio de no trasladar costes a los consumidores.

Si lo han podido comprobar, en cada momento en que se deben producir las modificaciones tarifarias, asistimos a ejercicios de funambulismo argumental por parte del Industria, en concreto y del Gobierno en general. Cuando no es la Vicepresidenta desde Moncloa quien aborta abruptamente (diciembre 2006), es el presidente que ‘inspira’ al Ministro Joan Clos (junio 2007). Cuando no es utilizando justificaciones inverosímiles (octubre 2007), se envía un informe (de los servicios de la Comisión Nacional de Energía) y se organiza una ‘escena del sofá’ para que el Ministerio de Industria salga en defensa del sufrido consumidor. (por cierto, ¿qué dice el Ministerio de Economía a todo esto? ¿sigue callado? ¿tiene bastante con el IPC en su estado actual?). ¿Es que no puede haber una ‘no subida’ normal?

Lo que tenemos que pensar en serio, una vez transcurridos los ‘minutos de la basura’, en argot deportivo, estos últimos meses que quedan de legislatura, es qué va a pasar tras las elecciones del nueve de marzo. Quedan ya pocas justificaciones verosímiles para quedarse con una diferencia creciente entre la tarifa y los costes. Después de las elecciones, ¿alguien tendrá capacidad política para abordar este problema consecuencia de meter la cabeza debajo de la tierra o esto seguirá ‘sine die’?. Ah, e imagínense el panorama, las tarifas inmovilizadas, a las eléctricas se les reducen los pagos por garantía de potencia con un nuevo mecanismo y a Red Eléctrica se le sube la retribución de sus activos, como ya anunciamos y viene reclamando Luis Atienza (también se paga de esta tarifa congelada). El mejor de los mundos posibles. Como ven, no a todo el mundo se le reduce la ‘tarifa’.

Por eso, lo razonable es pedir que lleguen hasta las últimas consecuencias. Aconsejarles que eviten este espectáculo, este ir y venir de versiones a través de los medios de comunicación, que lo que probablemente buscan es lacerar el papel del regulador independiente (poli malo, la ortodoxia) y al Gobierno a través de su brazo ejecutor el Ministerio de Industria (poli bueno y oportunista). Sugerirles que continúen creando e incentivando el déficit tarifario en el suministro de electricidad y llevando al futuro el problema. Pero también, que amplíen su radio de acción de política ‘responsable’: que no permitan que las empresas petroleras suban los carburantes conforme vaya el precio del petróleo elevándose en el mercado. Adminístrenoslo. Intervengan, por favor. Ya tendríamos déficit petrolero, otro más. Y, ¿porqué no?. Y lo mismo, con la leche, y con el pollo, y con… Todos los demás consumidores también tienen derecho y es que a lo bueno, uno se acostumbra.

Mientras, política de gestos, apagamos la luz, por si sirve de algo

Una sentencia contra las arbitrariedades regulatorias

Arbitrariedad: Acto o proceder contrario a la justicia, la razón o las leyes, dictado solo por la voluntad o el capricho (Diccionario Español de la Real Academia de la Lengua)

La reciente sentencia del Tribunal Supremo contra el Real Decreto 1556/2005, en el que se fijaban unas cantidades para unas partidas de gastos englobadas bajo el epígrafe ‘Plan de Acción 2005-2007 sobre ahorro y eficiencia energética”. La forma de aparecer estas partidas, eran fórmulas para crear mecanismos novedosos para detraer 173,5 millones de euros de la tarifa. El Tribunal Supremo también ha definido los límites al gobierno para fijar los precios de la electricidad, de forma que no se incluyan en la tarifa otros costes que los expresamente señalados por la ley.

Obviamente, el Tribunal Supremo recuerda al Gobierno que no se puede regular abandonando el marco jurídico del sistema eléctrico, incurriendo en “arbitrariedades regulatorias”. Así la sentencia advierte de las indudables, aunque imprevisibles consecuencias económicas y sobre el funcionamiento del sistema que se derivarían de entender que el Gobierno dispone de discrecionalidad para imputar a la tarifa otros costes que los expresamente señalados por la Ley. Es la primera vez que el Tribunal Supremo llega tan lejos en el ámbito de la tarifa eléctrica, pero también es cierto, que cada vez más se estira más su utilización regulatoria.

Se trata por tanto de una arbitrariedad regulatoria, en este caso interceptada por los tribunales. Las arbitrariedades regulatorias, consisten, en general en la instrumentación de la creatividad jurídica del Secretario General de turno, en su interinaje, para ‘apañar’ un problema puntual y, por ello, es preciso someterlas sin excepción a las sospechas y suspicacias.

Las arbitrariedades regulatorias van, en primer lugar, contra la seguridad jurídica, contra el comportamiento que los agentes económicos deben de tener de la regulación y más en unos servicios y suministros tan complejos con inversiones a largo plazo. En este sentido, la actuación del Ministerio de Industria con respecto a la tarifa eléctrica no es una cuestión que se puede tratar (antes cada año y ahora cada tres meses) como las antiguas Leyes de Acompañamiento a los Presupuestos Generales del Estado. De forma que todo cambie de manera sorpresiva y voluble: ahora quitamos este concepto, ahora lo alargamos, ahora lo definimos de otra manera, ahora se nos olvida, después se financia, ahora lo cambiamos en la corrección de errores, y así sucesivamente. De todas estas prácticas, encontrarán ustedes ejemplos recientes, por conceptos.

Comportamientos paradójicos

Pero lo que es peor, esta actuación evidencia los comportamientos paradójicos del Ministerio de Industria. Por un lado, se pretende sofocar el déficit tarifario con medidas de dudosa legalidad y por otro, se crean nuevos conceptos que aumentan los costes que deben soportar los clientes. Por otro lado, se trata de ‘regatear’ la retribución de las primas de las energías renovables, la garantía de potencia en las inversiones en generación, o contar con un marco razonable de retribución de la distribución, pero la hilaridad regulatoria crea fórmulas de este tipo. Es una especie de presión fiscal disfrazada, para no llamar a algo un impuesto, porque lo que revela la sentencia es que un concepto como el cuestionado debería haber sido tratado por la vía de los Presupuestos Generales del Estado.

Los ‘tics’, que reflejan estas pretensiones son: que la tarifa eléctrica es un fondo público en lugar del precio por el suministro energético, y por tanto se trata como un predio en el que el pastoreo a los agentes es posible. ¿Se imaginan ustedes que el año que viene la tarifa incluye un recargo para pagar la sustitución de las bombillas de alto consumo por las de bajo consumo? ¿O que la tarifa eléctrica financie un fondo para el que le cortan la luz porque suben los tipos de interés y no paga la hipoteca?

Otra de las consecuencias de esta sentencia, es que hay moraleja. Al final la ley llega y llegará. Si hace un tiempo con motivo de la utilización indiscriminada del Decreto Ley, el Tribunal Constitucional revocó la reforma laboral del ultimo gobierno Aznar, ahora esta sentencia vuelve a poner las cosas en su sitio (qué lástima que deba ser vía judicial, después de t tanto tiempo, como se reordenen desaguisados regulatorios). Hemos asistido a ejemplos en los que el Ministerio de Industria y la Secretaria General de Energía, suele saltarse las críticas de los órganos reguladores independientes, orilla las recomendaciones del Consejo de Estado, estudia vías para retorcer la legislación europea, pero le estando más de la cuenta quitarse de encima la acción de los Tribunales de Justicia y los órganos de vigilancia europeos.

Lo importante es que cunda el ejemplo, más importante que las consecuencias económicas (es una partida relativamente pequeña) es el escarmiento. Y que no se tenga que llegar a estos extremos, que desde el Ministerio de Industria se incorpore a su quehacer regulatorio, la seguridad y estabilidad regulatoria como valor positivo de la acción para todos.

La diplomacia exterior energética, bajo cero

La reciente crisis del avión español en el Chad, las azafatas liberadas por Sarkozy y su finalización con moraleja, es otro ejemplo de la carencia ‘trágica de esta legislatura, consistente en la ausencia de una política exterior organizada, coherente y pensada. Es notorio el esfuerzo por el liderazgo que quiere transmitir Sarkozy vía gestos, y por otra parte la capacidad de influencia del mandatario francés, cuya actividad se precipitó sobre las empresas españolas en el proyecto Gassi Touil. Parece que el nuevo inquilino del Palacio del Eliseo no deja ocasión para meternos el dedo en el ojo, una vez conocido el flanco débil político de esta ultima legislatura: la política exterior.

Frente a ello, presentamos en el balance exterior, una política calificable de pintoresca y errática (por cierto, desde hace más de cuatro años), gregaria, con un esfuerzo puramente de voluntarismo y ‘buenismo’ internacional de nuestro país, de ideologización de la política exterior o de actuaciones más o menos ‘naïf’, ‘obvias’ y oportunistas e inoportunas a la vez, casi enfocadas al ‘consumo interno’ más que a las relaciones internacionales multilaterales.

El hecho es que en el ámbito energético, esta carencia trágica también ha tenido numerosas muestras y ejemplos. Las relaciones con Argelia a cuenta del gas, han sido una sucesión de hechos que han mostrado una política exterior con múltiples actores y sin una estrategia negociadora clara (¡ay, las estrategias!). De una posición unitaria y rocosa representada por el entonces Ministro Chakib Jelil, a la multiplicidad de interlocutores de nuestra Administración y sus ‘negociados’: Economía, Asuntos Exteriores, Energía, Comercio Exterior y la Oficina Económica del Gobierno, ¡cinco!. También, otro eje se ha situado con motivo de la composición accionarial del Medgaz, dónde Sonatrach ha campado a sus anchas y la defensa de la posición de Gas Natural, ha sido muy tenue.

Si hacemos un recuento, en este gran apartado, las cosas más o menos son muy claras: previsible subida de precios del gas, participación mayoritaria de Sonatrach en Medgaz, situación no sustanciada en referencia a la posición de Gas Natural en este proyecto, ruptura de los contratos con Repsol y Gas Natural en Gassi Touil con pocas perspectivas diplomáticas de resolución, libertad plena para la comercialización de gas en España para la argelina. Todo ello sólo en un añito.

En la Unión Europea

En la Unión Europea, y con respecto a las operaciones corporativas se ha instalado el recelo a las actuaciones arbitrarias españolas, erosionando el perfil europeísta y liberal en el que se había trabajado durante muchos años. Tras el ‘sabotaje’ a la operación de E.ON (una empresa privada con una participación inferior al 3% de empresas públicas en su propiedad), llega por contraposición, y sin la barra libre para Enel, que cuenta con un 30 % de capital en manos del sector público italiano. A cambio de toda esta situación, los riesgos latentes de fragmentación de Endesa, el enrarecimiento de nuestra posición a nivel europeo y el deterioro de las relaciones con Alemania.

También en el terreno de la Unión Europea, la negociación de la Directiva Marco sobre Comercio de Derechos de Certificados de garantía de origen de energías renovables, ha puesto al descubierto lo endeble de la política energética exterior. Proceso en el que hay que agradecer la firme y tajante postura alemana, dadas las similitudes por potencia instalada en este tipo de tecnologías de nuestros dos países, en la defensa de intereses semejantes de estas industrias. El esfuerzo inversor y público realizado en estas energías estaba en riesgo y, los mecanismos para conseguir el cumplimiento de los objetivos energéticos y medioambientales, también puesto que el régimen de comercio de estos derechos los podría hacer llegar a parar a otros Estados.

El caso es que todas las costuras de nuestra política exterior energética, saltan por los aires y se aprecian en esta ocasión. Por enumerar unos cuantos hechos que evidencian el deterioro del nivel público e institucional este proceso podemos destacar que la defensa de las posiciones españolas se ha articulado a través del Instituto para la Diversificación y Ahorro Energético (IDAE) y no directamente por la Secretaria General de Energía que sólo se incorporó al final. Por otra parte, el desconocimiento de la Oficina de Representación de España en la Unión Europea de las propuestas y posiciones de nuestro país, revela la descoordinación entre las instancias diplomáticas y las de la Administración en este campo (una cuestión que en privado denuncias los delegados institucionales y expertos españoles representantes en materia energética). En consecuencia, se sigue sin poner el suficiente peso político en todos estos procesos, con reacciones de ultimo momento y una apreciable lentitud de reflejos.

Conexión con Francia

Otro ejemplo es la conexión eléctrica con Francia, que tras cuatro años de legislatura se resuelve, sin plazos, con el nombramiento del ex comisario Mario Monti, como coordinador (o mejor dicho como mediador entre dos Estados miembros, otro punto de fricción con Francia). Todo ello, en el marco de complejos intereses energéticos que, desde el punto de vista estratégico, se podrían aprovechar mejor, como, por ejemplo, la capacidad de nuestro país de ser ‘hub’ en las conexiones gasistas con Francia y Argelia. De Venezuela, Bolivia y Argentina, mejor ni hablamos porque la amistad internacional, no le ha sentado nada bien a las empresas españolas.

Podemos poner un ejemplo reciente, pero en caso contrario. Como contrapunto, también Sarkozy ha puesto otra vez el dedo en las llagas para conseguir la localización de centrales de generación en el Norte de Africa. Otro ejemplo, y otra vez francés, de política exterior alineada con la visión e intereses empresariales y estratégicos. En este caso, energéticos.

Ya se quejó Carlos Solchaga en un Comité Federal del PSOE sobre la ausencia de una política exterior empresarial racional, como recogió Energía Diario en su momento. ¿Así nos preparamos para el multilateralismo?

Regular o ‘tunear’

Sin ánimo de academicismos, la regulación es un proceso mediante el cual se ordena un sector determinado tanto sus condiciones de funcionamiento, la ordenación de su mercado, la forma en que los agentes participan en el mismo, en la definición de las condiciones de oferta, demanda, precios, entre otras cuestiones. Sus exigencias en términos de marco de actuación, limitaciones, autorizaciones, niveles de inversión, forma en que se controlan sus actividades o se sancionan las desviaciones de las mismas, etc…En general, desde el punto de vista económico y de los agentes que operan en un sector o mercado regulado, se entiende que la ‘estabilidad’ regulatoria es un bien en si mismo, una garantía para todos aquellos que deciden participar en un sector, a través de la inversión en el mismo.

En este contexto, y con esta definición aproximativa, es en la que hay que situar la situación que estamos viviendo con la política regulatoria en el sector energético. Un sector en el que las inversiones se realizan a largo plazo, las instalaciones fruto de las mismas, perduran en el tiempo y la dinámica de sus mercados obedece a decisiones tomadas tiempo atrás. Es por tanto, una necesidad desde el punto de vista regulatorio, inversor y de mercado, la existencia de seguridad y estabilidad jurídica, de forma que todos los agentes entiendan las reglas del juego, las acepten, no incurran en un proceso de litigiosidad insoportable, permitan un funcionamiento normalizado en los sectores económicos y las señales que se transmitan a los mercados financieros sean nítidas y recnocibles. En este sentido, la regulación requiere, al menos,de dos criterios o características, casi una, consecuencia de otra: el primero es la fijación de unas reglas del juego, claras y estables. El segundo es que su desarrollo sea consecuente, armónico, coherente con las políticas públicas, en este caso, las energéticas y medio ambientales (caso de que existan).

Lo que pasa es que en nuestro caso, estamos viviendo lo contrario, una sucesión de hechos regulatorios, en muchos casos sorpresivos como denuncian los propios agentes, con reglas del juego, que o bien no son estables, no son claras para las empresas y los agentes que operan en el sistema o permiten la arbitrariedad en su aplicación. Del mismo modo, también nos encontramos, con novedades regulatorias que no se compadecen con los mensajes y registros políticos. Un ejemplo fue la revisión del R.D. 436/2004 que en las sucesivas versiones, además de ser contradictorio con lo que decía el Presidente del Gobierno en tribunas políticas europeas, incorporaba matizaciones redaccionales, huecos regulatorios para molturar a los agentes. En muchos casos, se trata de respuestas impelidas por problemas y monstruos acuciantes: el crecimiento del déficit tarifario, sobre el cual sólo hay una voluntad más que una política de control de rentas, más que una política energética global. En otros casos, la regulación para premiar a los “buenos” o castigar a los “malos” (en términos empresariales), en función de que se alineen más o menos con el ejercicio de negociación de lotes y retribuciones. Y si no, la pieza clave es la batalla política en torno a las tarifas eléctricas, a la par que se habla de eficiencia energética y del temor por el aumento del endeudamiento de las familias del país.

Otro ejemplo muy reciente, más concreto en ciernes, es el caso de la energía solar fotovoltaica. En menos de medio año, hemos asistido a cuatro diferentes cambios legislativos. En primer lugar la reforma del R.D. 436/2004, que culminó en el R.D. 661/2007, ampliando además los límites de discrecionalidad futura aplicables a este tipo de tecnologías. En segundo lugar, la modificación vía corrección de errores que se introdujo a lo contenido en este real decreto y, posteriormente, la remodificación de la corrección de errores, vía corrección de errores. Y, finalmente, la previsible promulgación del decreto actualmente en fase de estudio sobre energía fotovoltaica, a la vista del enorme, ‘imprevisible’ flujo de inversiones que se han derivado hacia esta tecnología, y que puede desbordar las cantidades previstas de apoyo económico a las renovalbes y que caiga en manos de los ‘especuladores’.

Igualmente, la liquidación 2006 sigue pendiente de que se fijen los criterios para la detracción de los derechos de emisión que repartió el Plan Nacional de Asignaciones, de forma que encima de la mesa hay soluciones imaginativas como que se detraigan de tecnologías no emisoras de gases efecto invernadero. Evidentemente, para eso no hace falta una política medio ambiental o el desarrollo de la retórica medioambientalista, para ciudadanos incautos en vísperas de elecciones. Una política la medioambientalista, que gracias a la evolución del clima en 2007, ofrece tenues resultados, y que parece más inspirada en las rogativas que en las realidades. Del mismo modo, en la liquidación 2006 también entra en juego la instrumentación de las operaciones bilateralizadas que impuso el R.D. 3/2006, para intentar sofocar el déficit tarifario, es otro elemento de ajuste para los agentes. (¿Qué sector económico no tiene sus cuentas cerradas en noviembre del año siguiente y vive de los ajustes contables y las provisiones?)

Como nada se escapa a este proceder, en el caso de lo que se denominan activos regulados, este equipo Ministerial, se “estrenó” con la modificación de la retribución de los activos de transporte. Una modificación que produjo que Red Eléctrica y Enagás se adentrasen en unas fuertes turbulencias en las bolsas, a principios de año. O, cuestiones como la modificación de la garantía de potencia, la gestión de la demanda (grandes consumidores), la retribución de Red Eléctrica o de la distribución, están sometidos a acciones puntuales y no a una perspectiva de funcionamiento global del mercado eléctrico. Tampoco desde el punto de vista societario, parece que las cosas están excesivamente claras: véase el comportamiento diferente con E.ON que con Enel-Acciona, o la política de rotura de presas con Sonatrach.

En consecuencia, la actuación deja de ser regulatoria para ‘tunear’ el sector energético, para hacerle ajustes ‘aquí’ y ‘allá’. Con el fin de conseguir resolver cuestiones puntuales, sin comprobar, ni calcular su efecto económico (la Comisión Nacional de Energía ha expresado ya su queja por esta práctica que procede de Industria, además de comprobar sus efectos, veáse nuevamente el caso de la fotovoltaica y su idas y vueltas), o con el fin de obtener resultados más o menos discrecionales que sirvan en una negociación, en un modelo circo de tres pistas.

La consecuencia más grave de todo este ‘tuneo’ es el deterioro de la función del mercado eléctrico como mecanismo transparente, la ausencia de una visión global de los mercados energéticos en nuestro país. La resolución de los problemas de fondo que tiene el modelo, para incluso amplificarlos. El medio y largo plazo.

¿Por qué TSO? ¿Por qué monopolista? ¿Por qué único?

El incidente del apagón de Barcelona y el recientemente presentado ‘tercer paquete regulatorio europeo’ en materia energética han puesto otra vez sobre la mesa la cuestión del transporte de electricidad y su organización en el marco del sistema eléctrico español. Sirva como otro prolegómeno, relativamente más lejano, aunque no tanto, la introducción en el proceso legislativo que dio lugar a la reforma de la Ley del Sector Eléctrico, de la figura de transportista único. Una cuestión negociada desde el Ministerio de Industria y que pasó sin conocimiento ni concurso por parte de la sociedad ni los reguladores. De hecho, la Comisión Nacional de Energía, expresó públicamente un pronunciamiento, apresurado, ‘in extremis’, que lamentablemente fue publicado en su ‘web’ después de la propia aprobación de la propia Ley.

La actividad del transporte consiste en trasladar la energía eléctrica a través de grandes corredores desde los puntos dónde se genera (centrales eléctricas) a puntos más cercanos al consumo. La red de transporte se conecta a la red de distribución a través de los transformadores. La cuestión estriba en si es posible la existencia de más de un transportista (que debe ser exclusivo en un ámbito geográfico concreto, pero no tiene por que ser único en todo el país). O si la red de transporte tiene que contar con una clasificación meramente técnica (en función de la tensión) o debe atender a su función (esta última clasificación permitiría que determinadas líneas en las grandes ciudades utilizadas en la red de reparto fuesen titularidad de las distribuidoras, que en definitiva son las que se relacionan con esos consumidores, y no Red Eléctrica, que no conoce la figura del cliente). Y, finalmente, la unión de la figura del transportista con la figura del operador de sistema consagra el papel de Red Eléctrica, como TSO (Transmisión System Operador) y cierra el círculo perfecto de la capacidad ‘omnimoda’ de actuación en el sistema eléctrico.

Por otra parte, las empresas distribuidoras han puesto de manifiesto los graves problemas de coordinación en el ámbito de la distribución en las grandes ciudades cuando colisionan las redes de distribución y transporte con Red Eléctrica. Véase el caso del apagón de Barcelona. Muchos expertos reconocen, incluso cercanos a Red Eléctrica, el error de que la compañía presidida por el ex Ministro Luis Atienza, participe en la gestión de la distribución eléctrica en las grandes ciudades, es decir, que debe quedarse su misión a la entrada de los centros urbanos. En el mismo sentido, hay que destacar un conjunto de problemas asociados a las redes de transporte en España: el déficit de inversión en redes de alta tensión (con consecuencias para la alta velocidad y para el suministro en Levante, o para núcleos con alta concentración de centrales generadoras que imponen restricciones muy serias para evacuar la energía procedente de las plantas instaladas).

Pero no solo eso, el transportista único, empresa privada con sueldos y blindajes privados y actuación pública, monopolio en ‘do mayor, impositor de regulación, definidor de costes, “croupier” de esta partida, se ha irrogado capacidades para limitar y obstaculizar el acceso a la red, de determinadas tecnologías. Lo pueden contar perfectamente los operadores eólicos en lo que se refieren a los Planes de Operación. Y, por si fuera poco, actuando como operador de sistema, Red Eléctrica realiza operaciones contra otra empresa privada, en este caso Iberdrola, para intentar achacarle la responsabilidad del déficit tarifario del ejercicio 2006 por su actuación en las casaciones de energía bilateralizadas.

Por todo ello, extremos de comportamientos monopolísticos y de confusión de naturaleza pública y privada, los expertos y la Unión Europea (no sabemos si conocen tanto de nuestra realidad), proponen un modelo en el que el operador de sistema sea independiente del operador de transporte (ISO, Independent System operador), haciendo realidad un modelo plena de separación de actividades, para que cada uno de los agentes, haga lo que debe, de la mejor manera.

Red Eléctrica de España debe dedicarse a las redes, a invertir, a garantizar que cumple con lo que está exigiendo el mercado y el crecimiento de la generación y del consumo. El crecimiento económico, demográfico y social de nuestro país, no puede permitirse comportamientos monopolíticos, ni transportistas únicos, ni TSO, ni definiciones técnicas de las redes, porque no resuelven la realidad.

Si además, se confirman los rumores de que el Gobierno (Ministerio de Industria, Secretaria General de Energía), tiene previsto promover la elevación de su retribución, el mensaje es perfecto.

En tiempos de congelación de tarifas, de reducción de la garantía de potencia, castiguemos a las empresas que han invertido en generación y premiemos a quien no ha invertido en redes de alta tensión al mismo ritmo o han sido declaradas responsables del apagón.

Desde el punto de vista metodológico, la conclusión está clara y confirma todas las teorías económicas sobre el equilibrio en mercados monopolísticos. Siempre sale más caro. Y también las teorías de la burocracia y de la elección colectiva. Siempre sale más caro y son expansionistas en su propio interés.

De los topillos a la tuneladora

La reaparición de Luis Atienza tras el incidente de Barcelona, retando a la Comisión Nacional de Energía a que demuestre la responsabilidad de Red Eléctrica de España en el apagón, tiene resonancias mediáticas muy importantes que hay que revisar desde el punto de vista del continente, del contenido y de lo que supone como gesto.

En primer lugar, en lo que se refiere al contenido, esta intervención refleja el nerviosismo con respecto a una decisión muy evidente por parte del regulador que preside Maite Costa. Y eso, teniendo en cuenta los cuidados exquisitos que tomó la presidenta de la Comisión a la hora de presentar la decisión sin vencedores ni vencidos, procurando ‘no hacer sangre’, incluso sin substraerse en ocasiones a promediar la crítica entre Endesa y Red Eléctrica. Lo que es palmario es que los números son los números, y el 98,5 contra 1,5 del partido ha escocido enormemente en Red Eléctrica.

Una segunda lectura -en cuestión de formas- puede ser que se trate de un modo de condicionar al Consejo de la Comisión Nacional de Energía de cara a la segunda parte de este debate, en torno a las medidas, técnicas, jurídicas y regulatorias que se comprometieron para antes del 31 de octubre. Unas medidas que deberían ser claras y repensar la regulación del modelo del transportista monopolista, único y trino (en lenguaje panteísta) que van ‘abarrenando’ Red Eléctrica de España y el Ministerio de Industria.

Por otro lado, también en cuestión de formas, era difícil esperar una reacción tan frontal de alguien como Luis Atienza, por todos conocido y bien reconocido como hombre afable. Ningún presidente de una empresa privada del sector eléctrico había proferido retos de semejante calibre contra los órganos de regulación y la Administración Autonómica. Sólo se puede entender en el acoso paralelo por su condición de ex ministro y por el conocimiento y difusión pública de sus condiciones salariales y de sus blindajes en caso de que se produzca su salida del transportista monopolista único y el comportamiento de condicionamiento público regulatorio de esta compañía, que en realidad es privada. El organismo regulador debe salir reforzado de este tipo de retos públicos en su independencia y en su papel, sin que en ningún momento se puedan sentir amedrentados.

Y, en tercer lugar, hemos de abordar lo que se denomina ‘disonancia cognitiva’, es decir lo que refleja con sus palabras y su ‘talante’ (dada su buena relación, conocida, con el presidente del Gobierno). Sorpresa por la contestación de un organismo que teóricamente ‘debe ser amigo’ (el fuego ‘amigo’ tan peligroso en estos últimos tiempos para este Gobierno). Sorpresa, en la medida en que la capacidad de acción política que mantenía la compañía no se había encontrado con tantas dificultades como en esta ocasión. Es decir, dificultades tan poco controlables. Red Eléctrica y su presidente han ido cultivando una capacidad de influencia y de suplantación de los reguladores, principalmente en el Ministerio de Industria, que ha sido denunciada públicamente en los medios por distintos expertos (y ha concitado la propia crítica de UNESA), tanto el déficit de inversión en las redes de los últimos ejercicios, como su influencia para convertirse en transportista único en el último momento del trámite parlamentario de la reforma de la Ley del Sector Eléctrico, los condicionamientos en el acceso a la red, la actuación coordinada contra otras empresas realizado informes para el Ministerio, los problemas de relación con las distribuidoras en las grandes ciudades, etc…

Por ello, lo que reflejan esas declaraciones tan abruptas y extemporáneas de Luis Atienza es ese lamento del que se siente con poder y está cuestionado. Es la dinámica cambio-resistencia. Si hace un tiempo habíamos hablado de que la liberalización del mercado eléctrico fue trufada de “topillos regulatorios” que introducían problemas en el funcionamiento del mercado hasta hacerlo inviable y desactivaban el comportamiento de un mercado liberalizado para convertirlo en un mercado intervenido (como dice el Secretario General de Energía para las industrias fotovoltaica un ‘marco legal estable’, en un lenguaje tradicionalista para este sector), habría que señalar a Red Eléctrica como la ‘tuneladora’ regulatoria, por su capacidad, tamaño y potencia, capaz de influir en la administración energética, de condicionar la regulación y a los agentes públicos hasta el punto de que lideren su defensa y se vean obligados a defender sus posiciones.