Y las tarifas lololailo, lailo

Forma parte de lo tradicional de estas fechas, como los villancicos, la lotería de Navidad o la del niño. En primer lugar, la presentación de las subidas de precios, tasas y tarifas de los servicios de transporte, postales y un largo etcétera (esto es una redundancia criticable) a principios de año. Fundamentalmente se trata de subidas que tienen la consideración de lo que se denomina precios públicos y están determinados por una autoridad competente, estatal, autonómica o local. También, es el momento en que se producen las modificaciones en las tarifas de los impuestos y tributos, estatales y locales. Son subidas que tienen una consideración de política, y si no, pueden comprobar primero el escándalo y luego el espectáculo que ha tenido lugar en Salamanca.

Por eso, en el caso de las tarifas eléctricas, que es el precio por el suministro energético, como es la venta de carburantes, tiene algo de extravagante, esta consideración de precio público, de precio intervenible. Y como esta naturaleza o costumbre perdura a través de los tiempos; que el Estado mantenga la potestad de fijar las tarifas eléctricas y las considere una fórmula actual procedente de figuras franquistas como la Junta Superior de Precios.

Si atendemos a lo que recogen los medios de comunicación, lo primero que hay que señalar es como las tarifas eléctricas en nuestro país, han subido menos que la mayor parte que los transportes públicos de cualquier ciudad española. Menos que el gas, menos que los servicios postales o menos que el bono bus. Y, como todo el mundo sabe, la no subida de las tarifas eléctricas a lo que son sus costes, sigue generando un importante y abultado déficit tarifario. Sigue generando deuda para generaciones futuras. Sigue generando sus correspondientes intereses. De forma que este año, la tarifa ya cuenta con un 6% de devolución de déficit pasados (es decir nuestra factura ya contiene un ingrediente financiero del pasado en un peso que empieza a ser muy relevante). Al final de esta legislatura nos encontramos con una herencia de 14.000 millones de euros, regalo de los Reyes Magos a los consumidores futuros y a nuestros tiernos infantes.

En el caso de las tarifas eléctricas, tal y como se puede apreciar en esta campaña de principio de año, hay una indiferenciación peligrosa. En los titulares se presenta una mezcla informativa interesada: hay medios que dicen que la electricidad sube un 4% y que está por encima de la inflación, hay medios que destacan que sube y, por tanto, contribuye al estado de escándalo de esta época del año. O que sube por encima de la cifra ‘recomendada’ por el gobierno del 2% (que es la deflación operada en la tarifa del IRPF y sus retenciones, siguiendo con una analogía no basada en un precio, sino en un impuesto). Cuando se entrevista a consumidores, a las sufridas ‘almas de casa’, aparecen escandalizadas por lo cara que está la vida y se incluye en este mismo saco la leche, la luz, el teléfono, los cafés y sus propinas.

Y también podemos apreciar una falta de explicaciones preocupantes. O mejor dicho una falta exasperante de preocupación por explicar bien lo que está pasando alrededor del consumo de energía en nuestro país y sus consecuencias teóricas sobre los precio, en una sociedad que ha decidido vivir en el limbo. Ni una sola referencia a que el barril de petróleo se ha situado en 100 euros y que gran parte de nuestro suministro energético (inclusive de la generación eléctrica) tiene que ver con el petróleo. Y muy poca información a la ciudadanía de que las tarifas están subvencionando el presente para castigar el futuro. Tarifas que provocan como todos los expertos, ecologistas y economistas unidos, que los consumidores hagan un uso ineficiente de la energía, por el mero hecho de que no tienen el incentivo de la realidad. Aunque se aludiera al carácter latino de nuestra forma de vivir para justificarlo, sería algo. Una especie de ‘carpe diem’ que se ha apodera de nuestra clase política en vísperas de elecciones, una unidad edificante.

Ahora, unido al electoralismo que nos invade, se une el temor reverencial a un fenómeno tristemente de moda, indómito y con un efecto devastador: la inflación que corroe las economías domésticas y la situación económica en general, con evidentes riesgos electorales. Este gobierno ha desperdiciado los mejores momentos en la situación de la inflación para haber realizado ajustes y ha permitido que este déficit crezca de forma incontrolada. Por otra parte, la situación internacional del crédito y las propias dudas que suscita la falta de seguridad jurídica y de estabilidad regulatoria se han precipitado para poder financiar el déficit tarifario de nuestro país, para seguir logrando quien nos preste. Y los costes de su financiación parece que se van a encarecer y mucho, vean el fracaso de la subasta del déficit ¡ex ante!.

Por eso, como en el retrato costumbrista de nuestra época, para todos los no agraciados por la tradicional lotería navideña, es la época de la salud. Y con las tarifas eléctricas, lololailo, lailo y mirar para otro lado. O sacar reales decretos ley y alterar la seguridad jurídica.

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *