Una operación con temporizador político

La culminación del proceso de salida de Acciona de Endesa amenazó con una tormenta política dentro del Gobierno y del propio Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Algo que parece que todavía no ha descampado aún del todo, con nubarrones en el horizonte. De hecho, la prensa económica y la prensa generalista han tratado muy profusamente este fin de semana la cuestión haciendo escarnio de una actuación del primer gobierno de Zapatero. La sucesión de hechos relativos a la montería de Bermejo y las elecciones vascas y gallegas con sus encuestas de opinión amortiguaron el efecto “boomerang” de una actuación más que discutible del gobierno socialista.

Hagamos un repaso de las declaraciones de los responsables políticos del ejecutivo en estos días, que explicitan la máxima de que hay determinadas explicaciones no solicitadas que apuntan con el dedo justificaciones manifiestas. Lo que está claro también es que la postura del disimulo tiene cada vez más fisuras, o sonoros silencios dentro del partido gobernante o finas insinuaciones (en tiempo de finuras).

El Gobierno, neutral, según la Vicepresidenta. Así se expresaba con su habitual gesto adusto y su leer parsimonioso, concentrando el peso de cada afirmación en cada frase en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. El problema es que nadie se lo creyó en su momento y que nadie se lo cree ahora, toda vez que las conexiones de la entonces Oficina Económica del Presidente del Gobierno, en el culebrón que dio lugar a la operación, fueron demasiado trasparentes (mejor dicho, evidentes) y algún Ministro (sobre todo el anterior de Industria) tuvo algún desliz lenguaraz al anticipar su “solución” en la Cadena Ser. Mal rollito.

El problema es de las privatizaciones que hizo el Partido Popular. En este caso, era el actual Ministro de Industria, Miguel Sebastián y entonces responsable de la Oficina Económica del Presidente quien se expresaba así en referencia al desenlace de Endesa (¿?). Un inciso: la privatización de empresas que prestan servicios que pueden y deben ser suministrados por el sector privado es una cuestión que, en nuestro país (y en otros de nuestro entorno), es necesaria, ha sido positiva y ha hecho que éstas empresas ganen en eficiencia. Sobre esta cuestión sólo hay dos temas a puntualizar: primero, la designación de personas vinculadas por línea política a un partido para su presidencia o gestión (lo que desprofesionaliza la gestión y se convierte en una especie de acción de oro encubierta). Algo que se debería resolver por la vía del gobierno corporativo y los accionistas; segundo, que este proceso se produzca de forma simétrica en el resto de estados de la Unión Europea o de otros países que intentan participar en empresas españolas (recordemos el reciente caso Lukoil o Gazprom en Repsol). Todo el mundo reconoce que este proceso de privatización llevado a cabo por el gobierno popular en su momento, incluyendo alguno de estos excesos, hizo mella en el actual Ministro de Industria, pero no es menos cierto que la puesta en el escaparate internacional de Endesa en su momento es una cuestión que atañe a los comportamientos políticos del primer ejecutivo Zapatero. Por poner cada cosa en su sitio.

El presidente del Gobierno, que considera que Endesa seguirá funcionando bien y eficientemente en manos de Enel. En esto Zapatero, vuelve a las «explicaciones ex post» de marcado cariz político (en el sentido peyorativo de la palabra) y al optimismo genérico que ya es mínimo común múltiplo en sus posiciones públicas. Es que de eso no va. Evidentemente, los actuales accionistas italianos de Endesa han dado numerosas muestras de serenidad y de querer comprender la realidad energética, empresarial y regulatoria de nuestro país (hay que señalar también las cifras de eficiencia de Endesa y su contribución al grupo resultante). Con una posición muy discreta e inteligente, seguramente hasta se habrán sorprendido de determinados comportamientos regulatorios a los que han podido asistir desde que tomaran su participación en Endesa.

Lo que está claro es que esta cuestión, el final de la OPA de Endesa, le ha aparecido al gobierno con el temporizador puesto, y que, seguramente, tendrá que tentarse la ropa de cara a las consecuencias de nuevas operaciones cuyo coste político llega en un momento inoportuno en lo económico y en lo político. En medio de todo esto, además, se ha reconfigurado con la operación Gas Natural-Unión Fenosa un monopolio en el aprovisionamiento del gas que puede incidir en los precios del gas y la electricidad (algo que empieza a ser vox populi tras el silencio oprobioso por el que ha trascurrido toda la operación).

A parte de todo esto, hoy hemos podido conocer cómo Solbes afirma que el desenlace de ésta operación le produce valoraciones contradictorias, lo que es una manera de no decir nada y decir mucho. Sólo una lectura más. Que se ofrezcan estas disensiones entre la realidad económica y los hechos y la versión ofrecida por la política no es edificante para nadie y conduce, en primer lugar, al cinismo político y, en segundo lugar, a la desafección de los ciudadanos de la vida pública.

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