¿Un nuevo proteccionismo?

El papel del estado italiano en Enel puede ser determinante para el futuro de la OPA que estas dos compañías tienen lanzada sobre Endesa. A las propias restricciones que en su momento fijó la Comisión Nacional de Energía por esta misma cuestión, con motivo del expediente para la adquisición por parte de Enel del 24,9 % de Endesa, se suma ahora la información desvelada por ‘La Gaceta de los Negocios’ sobre los conflictos abiertos de Italia con la Comisión Europea por este motivo.

Así, las limitaciones existentes en la italiana a que puedan existir en el accionariado de la italiana participaciones con más de un 2% de derechos de voto, parece una situación fuertemente asimétrica en el marco de esta operación, de forma que es razonable que las autoridades españolas en materia de energía y de competencia, incluso el propio Gobierno, pongan cartas en el asunto para salvaguardar unas diferencias tan notables, volviendo a un principio básico de reciprocidad, para no caer en un principio de ingenuidad autoadministrada.

De hecho, el ejecutivo en esta ocasión ha sido un firme defensor de la libertad de establecimiento y de flujos de capitales en Europa, como ya declaró la Vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega en el momento de comparecer para justificar que el Gobierno eliminaba las condiciones de la Comisión Nacional de Energía al proceso de adquisición del 24,9% de Endesa por parte de Enel. Una posición mucho más militante que en el momento en que se produjo la entrada de E.On en España, evidentemente.

Por otra parte, estamos asistiendo a posicionamientos políticos alrededor de movimientos empresariales que nos devuelven a una forma de proteccionismo no relacionado con el comercio exterior, sino con las operaciones corporativas de toma de propiedad de empresas en sectores estratégicos en otros países. Unido al terror de los gobiernos a la entrada de empresas de otros países en sus empresas o, por su firme voluntad, de ejercer como árbitros y reguladores de este tráfico en los movimientos corporativos, por delante de las razones económicas, empresariales o estratégicas, pretenden o impedir, limitar, politizar o seleccionar la entrada de empresas por aquiesciencias o afinidades.

A las controversias que vienen sucediendo periódicamente en Italia con movimientos de este tipo, ayer en los medios de comunicación se hablaba de esta misma voluntad del gobierno Merkel. Sarkozy también quiere ejercer un papel en esta línea (y en su entrada en El Elíseo tenía ya varias operaciones sobre la mesa) y este fin de semana pasado, se mascaba la tragedia en las rebajas de la Constitución Europea, cuando eliminaba del Tratado el principio de libre competencia como objetivo del espacio político europeo. Un nuevo nacionalismo económico (a lo mejor es el mismo de siempre) que, evidentemente, no va ir a favor de la construcción de la Unión Europea como actor internacional y con empresas cada vez con mayor capacidad de competir, mientras nos enredamos en nuestros parentescos.

Movimientos que configuran una Europa a dos velocidades: una en la que se cree en los movimientos de capitales y en la iniciativa privada, sin necesidad de pedir permisos primero a los gobiernos y a la política, como es el caso del Reino Unido, y una segunda más intervencionista, en la que se alinean todas estas cuestiones y comportamientos. Movimientos y dificultades que nos sitúan en un problema previo: de credibilidad de que Europa es un solo mercado, con libertad real de movimientos, buena regulación, arbitrando mecanismos, interconexiones, y con los agentes públicos y privados, cada uno en su sitio. Ejerciendo la coherencia de lo que significa en materia de reducción del poder de control e intervención, pero también de sus beneficios en sectores como la energía.

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