¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?

Los últimos estertores de la comedia madrileña dio lugar a esta película de Manuel Gómez Pereira cuyo título es ilustrativo de la confusión de los conceptos, la virtualidad de las relaciones humanas, el equívoco como forma de actuación, el imaginario individual frente a las posturas de creación de valores comunes consensuados, la ambigüedad frente a la transparencia y la seguridad en la actuación o la frivolidad frente al rigor en la actuación. O también, se incorpora en el marco de un ejercicio más propio de los juegos de envite, como el mus o el póker, en que el transcurrir del juego es clave el uso del farol o del órdago, sin entrar en la teoría del eufemismo que ya hemos recogido en este medio alguna vez.

Y, todo ello, se precipita o se materializa en cuestiones de reciente actualidad aparecidas en los medios de comunicación relacionados con cuestiones de candente ebullición en el sector de la energía, a cuenta de la utilización indebida de determinados conceptos. Primer ejemplo reciente, la semana pasada en el diario Cinco Días aparecía la noticia de que las empresas eléctricas se habían dirigido a Industria mediante un escrito en el que manifestaban los problemas que entrañaba la situación tarifaria de cara a la liberalización y que los ingresos de la tarifa no recuperados por la malograda gestión de la colocación del déficit tarifario, afectan al ciclo financiación-inversión (algo que en puridad económica es obvio).

En ese marco, y junto a esta crónica, la noticia recogía un ladillo en el que se afirmaba que había un presunto “acuerdo” para retirar la energía nuclear del mercado eléctrico, en línea con las tesis del denominado “grupo de los retroprogresivos” y que se viene abonando desde la publicación del Informe de Costes y Precios, impulsado por varios consejeros de la CNE. Caballo de batalla basado en el utilización discrecional y trastornada de la contabilidad de las empresas en materia de amortizaciones y coartada para intentar destazar el valor del mercado por su carácter marginalista, en la medida que consigue mejores precios por la participación de tecnologías con diferentes costes. Una vuelta al marco legal estable del Antiguo Régimen.

En todo caso, lo que es paradójico es que previamente a la primera reunión que tendrá el Ministro de Industria con los presidentes de las eléctricas ya haya tal “acuerdo” presunto y sea difundido, dado como cierto. La pregunta es ¿Quién difunde y suministra esta información a este rotativo madrileño, consistente en un acuerdo que no existe, ni se ha empezado a fraguar, sencillamente porque no han empezado esas conversaciones? ¿Por qué (y ya viene siendo una práctica habitual) se dan por sentado actuaciones regulatorias que ni siquiera se han tratado en la práctica entre los agentes? ¿Quién ejerce esos afanes y con qué interés? ¿Por qué se dice acuerdo cuando quiere decir deseo?

Otro caso semejante es el que ayer recogíamos como las actuaciones que se vienen impulsando desde los actuales responsables de los grandes consumidores, que habían expresado ante el Ministerio de Industria su posición: han reclamado (legítimamente desde su posicionamiento) unas condiciones mejoradas en su adecuación tarifaria al marco liberalizado, a través de documentos que habían girado al Ministerio este verano. Todo ello tras el intento de configurar su central de compras Fortia y la nueva regulación de los servicios de interrumpilibidad y garantía de potencia (insuficientes para conseguir los precios anteriores a la propia evolución del precio de la energía para los consumidores y en mercados internacionales). A su vez, como se ha reconocido por sus responsables, desde este colectivo tienen que justificar su solicitud ante el Ministerio de Industria, con información y estudios correspondientes. La pregunta es ¿es eso técnicamente una negociación?. ¿Por qué se le da carta de naturaleza formal de este tinte de forma unilateral?.

Lo curioso es que hay un punto de encuentro entre el primer caso y el segundo. Es decir el posicionamiento contra el mercado, sus resultados y sus consecuencias, o las vinculaciones ideológicas que soportan una posición y otra. La identidad con un modelo que aboga por la fijación de precios públicos y no de mercado. La comunión con los principios que expresa el Informe de Costes y Precios (algo que incluso desde AEGE se hizo patente y en público en alguna ocasión) respecto de determinadas tecnologías, etc.…

En este sentido, la tecnología comunicacional y negociadora, parece que también tiene puntos de encuentro, como el uso del eufemismo o la interpretación de la realidad. Algo que, desde el punto de vista de la ortodoxia, y de los argumentos competitivos y de mercado, es difícil de abordar. Pero, al menos, es posible identificar.

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