La olla a presión

El año 2008 toca a su fin con los últimos días del mes de diciembre y el sector eléctrico se ha convertido en una olla a presión. El comienzo de las negociaciones entre el Ministerio de Industria y las empresas eléctricas para terminar, de una vez por todas, con el déficit tarifario, parecía iniciar una “luna de miel” entre ambas partes. Sin embargo, puede convertirse en una pesadilla, en la cual hay dos claves a tener en cuenta: Moncloa y el despertar de los accionistas en tiempos de crisis de liquidez, crediticia, bursátil y económica.

La primera, la irrupción de Moncloa, es decir del núcleo duro del Gobierno, en el tan anhelado acuerdo final sobre el déficit tarifario. Moncloa quiere que el acuerdo con las eléctricas se firme en la sede presidencial, por eso se han tomado cartas en el asunto desde esta institución. Algo que ha exacerbado las tendencias voraces del Ejecutivo en lo tocante a la quita que se les quiere pedir a las eléctricas de ese déficit.

Hay que decir que eran verdaderas “fruslerías” aquellas amenazas iniciales sobre el ajuste de cuentas de los Costes de Transición a la Competencia (CTC’s). De ahí se pasó a los 5.600 millones de euros, más las “gabelas” asociadas a la nueva tarifa. La tarifa social y la rebaja a los grandes consumidores de la G4. Todo, es al parecer, ir “estirando” las reclamaciones, a la vista de que la negociación fue sencilla en un primer momento y que la autoaceptación de la quita, allanaba el camino libre al Gobierno para nuevas demandas. Eso, después de conocer, varios documentos elaborados desde UNESA, con posturas muy serias al respecto y que han ido diluyéndose, por el procedimiento del azucarillo, durante todo este proceso negociador (si es que se puede llamar así).

La segunda tiene que ver con los mercados financieros y con los accionistas, como principales agentes de la empresa . De hecho, hay que ver cómo las eléctricas han sufrido en mayor medida los rigores de la caída en Bolsa. Algo que entre los analistas financieros se achaca, con claridad, a la incertidumbre regulatoria. En el caso de Iberdrola es fuertemente paradigmático, además, con la mirada acechante de Florentino Pérez (ACS) sobre la empresa que preside Ignacio Sánchez Galán, cuyo único refreno es la situación financiera y crediticia. El abaratamiento, muy pronunciado de la acción en este último año, teniendo en cuenta la naturaleza del sector de las “utilities”, negocios recurrentes, serios y seguros donde los haya, sólo es explicable por la situación regulatoria y la incertidumbre generada por la solución al déficit tarifario. Los analistas más eufemísticos califican esta solución, al menos, de “poco aséptica” para las empresas.

Por eso, es el momento en el que los accionistas empiezan a pedir cuentas de las negociaciones realizadas y del resultado final de las mismas, no vaya a ser que el peor escenario (o el ya descontado) pueda agudizarse. Por todo esto, tal y como arrecian las condiciones económicas, empiezan a temerse lo peor, en especial, que la quita de las eléctricas, efectuada y descontada de la propia creación de valor y de los resultados de las compañías (conseguidos en los últimos años con unas reglas concretas) pueda afectar a los titulares de la propiedad de estas empresas, si ahora se ven cuestionadas en virtud de esta negociación.

Estos procesos no se hacen a entes abstractos denominados empresas, sino a sus propietarios, como accionistas de las compañías en forma de minoración del valor. Sería, por tanto, otra fórmula sofisticada de un nuevo incidente económico-financiero, el hecho de considerar que alguien invierte en una empresa cuyos niveles de riesgos son medios-bajos y de la noche a la mañana crecen de forma exponencial. Y todo ello, con aparente acuerdo y buen clima, como se ha hecho llegar desde los medios de comunicación.

En todo caso, todo se ha empezado a mover. Parece que la solución al déficit tarifario se aleja, el acuerdo se desvanece. El atolladero en el sector eléctrico parece que vuelve a manifestarse con toda su crudeza. Y, en el plano interno, Iberdrola reorganiza y refuerza su dirección.

La pregunta es ¿quería ser un acuerdo o buscaba un trágala?. Papá Noel nos deja una olla a presión.

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