La guardia mora y los retroprogresivos

La ‘vivificación’ de los modelos de organización del sector eléctrico procedentes del franquismo que se realiza en el Informe sobre Costes y Precios elaborado por la Comisión Nacional de Energía no deja de dar sustos. Se trata de uno de uno de esos informes en que el órgano tramitador (en este caso no fue ‘regulador’ sino que fue tramitador de los intereses retroprogresivos camuflados en un organismo independiente que debe defender el mercado) realiza su propio proceso de autodestrucción. El organismo que preside Maite Costa decidió acabar consigo mismo el día que admitió a trámite el informe elaborado en sus inmediaciones y decidió hacerlo suyo. Primero porque el propio contenido del informe acaba en el medio plazo con su propio papel.

Ahora ha sido la organización ecologista Greenpeace la que utiliza las conclusiones de ese estudio universitario-académico-regulatorio oportunista con la revisión tarifaria trimestral, revestido de dictamen para censurar las rentas de determinadas tecnologías por el hecho de que hay un mercado eléctrico en el que participan, concretamente las dos tecnologías no emisoras de dióxido de carbono. Curioso fenómeno éste en el que cuando hay carbono que distribuir se ‘sindica’ entre todas las tecnologías y cuando se propone intervenir (¡un órgano regulador de un país con un mercado liberalizado!) se ataca a las energías no emisoras de carbono.

Lo importante es señalar la existencia de una guardia pretoriana del intervencionismo en el sector eléctrico, procedente de la tradición más rancia del franquismo. Se trata del ya famoso grupo de retroprogresivos (retrogresivo es una denominación de Salvador Pániker). Retro porque significa volver a un pasado anhelante de determinación de la retribución en función de los costes declarados, más un interés decidido administrativamente (lo que implica que compensa subir los costes declarados y no ser eficientes) y, en paralelo, el arbitrismo, porque la renta regulada se determina graciosamente por la vía del BOE y el poder de la administración (algo mucho más predecible, que el mercado, aunque de consecuencias petrificadoras en el largo plazo). Del pretérito y de la guerra de África, porque es más fácil vivir del pasado que gestionar un presente.

Progresivos porque para ello se incorporan valores ‘progres’ aunque manipulados: intervencionismo, sector público a la más antigua usanza, rentas reguladas, justicia social, Dios, patria y pan. Es decir, se puede ser más condescendiente con la forma de declarar los costes que tienen los monopolios, que la que tienen las empresas privadas (veáse las previsiones de incremento de beneficios de nuestro benefactor Red Eléctrica en términos de EBITDA, contra la tarifa y todo regulado, blanco sobre negro, of course). Para eso están unas y otras, sobre todo en un modelo pseudocomunista, que es el punto nacional socialista que también, como todos los extremos, se tocan.

Otra cercanía con el tardofranquismo, el comportamiento ante un shock de precios energéticos. Aportando coartadas para no hacer lo que nuestra economía debe hacer. Buscando mecanismos para subvertir y administrar los costes de la energía por la vía administrativa. Aplazando el impacto vía reducción de la inversión futura o embalsando costes para los consumidores futuros o ideando modelos de expropiación por motivos ideológicos.

La guardia mora de Franco tenía su importancia por su procedencia (externa al sistema, en este caso al sectores empresarial), por haberse configurado como una vía lateral a la de los propios ejércitos patrios. Reúne todas las características de la defensa del pasado: un anacronismo, una visión que pertrecha a un país del funcionamiento normalizado, moderno y abierto, la sustitución del comportamiento de los agentes en los mercados por la generación de la inseguridad jurídica y de la inestabilidad regulatoria, como han venido denunciando los analistas y mercados financieros dentro y fuera del país.

La guardia mora instalada en los aledaños de las instituciones del mercado eléctrico puede aprobar normas o anatemas que nos recuerdan el pasado, un ‘revival’ del Marco Legal Estable, la intervención en los mercados, de la regulación de los precios, del establecimiento de las rentas reguladas. Nada que huela a mercado, a libertad. Sólo a la guardia mora, como retén de ese pasado y que es un mecanismo «de confianza» de una dictadura (intervencionista como todas).

La guardia mora de la energía, los retroprogresivos podrían ir contra el mercado eléctrico y contra el código de la circulación, en el caso de que no estableciera las rentas que debe percibir cada empresa o cada automovilista y como las multas deben afectar a unos o a otros. Para que las empresas y los agentes económicos actúen como los animales del zoo sometidos a su jaula.

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