Exégesis de los lugares comunes en el sector energético

La editorial Acantilado acaba de publicar una pequeña obra maestra, de especial recomendación para estas fiestas, una joya del pensamiento romántico. Su título es «Exégesis de los lugares comunes» redactado por León Bloy, escritor francés de principios del siglo pasado, y que contiene un análisis de las frases hechas, que intentan constatar ideas inmutables, procedentes de convicciones rayanas, con afirmaciones pseudodivinas, que buscan conseguir un mutismo contrario a la renovación de la sociedad. El lenguaje es, por tanto, la expresión del pensamiento y de nuestro subsconsciente colectivo o colectivista que tanto da, y de la tendencia a los inmovilismos.

El resultado, pasado ya un siglo, todavía tiene toda su vigencia. En total son 210 frases hechas, en las que demuestra que son vacías, absurdas o estúpidas (o, como señala algún crítico, las tres cosas juntas). En todo caso, lo que tratan es de petrificar la realidad. Ejemplos de las exégesis que contiene el libro, «lo mejor es enemigo de lo bueno», o «no hay que ser más papista que el Papa», «nadie es perfecto” o «no hay más Dios que el dinero». Todas estas frases son casi lapidarias cuando se pronuncian, pero evidencian la tendencia al conservacionismo feroz.

Viene esto al caso de la última sesión parlamentaria en la que el Ministro Miguel Sebastián volvió a los lugares comunes en el sector energético, en el marco de los rifi-rafes de la lucha partidista en lo tocante a la energía. Hagamos la exégesis de las mismas. El primero, en el forcejo con el Partido Popular a cuenta de las tarifas eléctricas. La historia es sencilla. Gobierno acusado de haber subido las tarifas eléctricas por el grupo parlamentario popular. El Ministro se defiende aduciendo que los consejeros del PP en la CNE piden la subida de tarifas, mientras la refriega en el Congreso parece no ser coherente con esta posición. Es decir, les acusa, con razón, de partidismo.

Primer lugar común: ¿es que los consejeros tienen que ser de un partido u otro? ¿no debería ser un órgano independiente, integrado por consejeros independientes?. De cara a la reforma en ciernes de la CNE ¿éstas son las convicciones en las que se asienta? ¿cuál es la visión institucional de la misma, dado su deterioro en términos de prestigio y respetabilidad? (Una acusación menos evidente es cómo el propio Partido Popular reniega formalmente de la reforma energética de 1998 o, al menos, no cree en sus consecuencias, como la propia limitación de la subida de tarifas, apesar de la evolución de los precios de la energía).

Segundo lugar común en plena sesión parlamentaria. Esta vez a cuenta de que, en otro incidente parlamentario, aparece Red Eléctrica de España y el Ministro señala que se trata de una “empresa pública” que realiza actividades reguladas. Como todo el mundo sabe, Red Eléctrica no es una empresa pública, tiene sus accionistas, sus fondos de inversión y, en todo caso, una muy pequeña participación de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI). Además cotiza en Bolsa.

Algo que, en todo caso, no se compadece, de forma paradójica, con el nivel de influencia regulatoria alcanzado por la compañía que preside el ex Ministro Luis Atienza. Por eso, se trata de una cuestión sobre la cual tampoco es previsible un desmentido de la propia Red Eléctrica, dado que incluso no le interesa. ¿Por qué hemos llegado a un punto en el que REE no es una empresa privada y debe ser tratada en un equilibrio regulatorio común con el resto de compañías eléctricas reguladas (pese a que negocie su retribución directamente en el Ministerio de Industria)? ¿Acaso las distribuidoras no realizan actividades reguladas, tan reguladas como el transporte?. ¿No sería razonable separar el operador de transporte y el sistema para evitar que estos lapsus no se prudujeran, ni al Ministro ni a ningún otro alto cargo de la Administración?

Son las cosas que tiene el Diario de Sesiones y sus lugares comunes. Y sus exégesis.

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