Europa puede «perder el tren» de la segunda generación de biocombustible, según Abengoa

Garoz explicó que los biocombustibles de «segunda generación», los que no utilizan directamente los cultivos sino sus residuos, tienen un potencial de futuro en la utilización de «biomasa de cultivos industriales, especies arbóreas con alta densidad energética que pueden crecer y regenerarse en un corto período de tiempo».

El directivo señaló que el «gran problema en Europa es que la agricultura, que puede ser una fuente de biomasa», se preocupó por «armonizar los cultivos de las diferentes regiones, en lugar de crear una industria competitiva y sofisticada», lo que «dificulta encajar proyectos de biomasa agrícola en países europeos».

En este sentido, el pleno del Parlamento Europeo aprobó el mes pasado un texto que propone que los biocombustibles clásicos supongan como máximo un 6% del consumo energético de la Unión Europea en el sector del transporte para 2020 y los biocombustibles de segunda generación, al menos el 2,5%.

Garoz señaló que la única biomasa que puede ser viable en Europa, «aunque no generará biocombustibles a gran escala para cumplir sus objetivos de sostenibilidad», es la de los residuos sólidos urbanos, la basura de ciudades y pueblos.

Sin embargo, el directivo de Abengoa destacó la política de Estados Unidos y Brasil, que «entienden el valor de los biocombustibles de segunda generación» como creación de riqueza y desarrollo de independencia energética.

Los biocombustibles de segunda generación se obtienen a partir de la biomasa de «residuos sin valor», como la paja del maíz o de la caña de azúcar, e incorporan azúcares de la celulosa de esta biomasa, que, según Garoz, se pueden generar a escala industrial de forma competitiva.

El uso de estos azúcares, en los que está trabajando Abengoa en EEUU, también pueden incorporarse a los etanoles de primera generación (fabricados a partir de los cultivos) para conseguir una disminución de la cantidad de grano de maíz o de trigo necesario y una reducción de la huella de carbono hasta del 60%, apuntó.

Garoz, que calificó a estas moléculas «la revolución» de los biocombustibles y las biorrefinerías del futuro, señaló que los etanoles que utilizan estos azúcares reducen en un 80% ó 90% las emisiones de CO2 respecto a la gasolina.

La generación de estos azúcares provenientes de la biomasa de manera «sostenible y sostenida», en la que Abengoa trabaja ahora, generará combustibles y químicos con menor huella de carbono, contribuirá a reducir los efectos del cambio climático y abrirá el camino hacia una nueva economía, la «bioeconomía», en la que se podrán desarrollar nuevos productos y nuevos empleos, concluyó.

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