Especulación, especuladores, especulacionistas y especulados

La palabra “especulador”, tal y como se acuñar en términos políticos recoge un contenido peyorativo enorme calado y cuya utilización degrada el análisis económico y financiero de los mercados y su importancia. Todo ello en el marco de lo ‘políticamente correcto’. Quiere decirse que la palabra especulador está entendida como un ‘pecado nefando’ que además tiene la virtualidad de exonerar de responsabilidades políticas.

Estamos en medio del XIX Congreso Mundial del Petróleo y parece que se han alineado sus asistentes en dos bandos. Los que responsabilizan a la especulación y los que responsabilizan a las condiciones de oferta y demanda en el mercado. Los que responsabilizan a los ‘especuladores’ afirman que es un movimiento acumulativo ajeno a las condiciones de oferta y demanda. Los que responsabilizan al mercado de oferta y demanda, señalan con el dedo a China y resto de países emergentes.

Por ejemplo, lejos están los tiempos en que los acuerdos de precios de la OPEP se violentaban por el propio deseo de sus partes. Ante un acuerdo, determinados países decidían romperlo por debajo de la mesa y vendían por debajo de los precios acordados. Pero eso ya no pasa. Tampoco se habla de las dificultades para acometer la demanda de refino existente. Y, en ese marco, que papel han tenido la ‘estatalización’ de determinadas empresas de países productores (con gobiernos autoritarios), que ante unas condiciones como las actuales pueden dosificar mucho más tiempo las rentas del petróleo sin aumentar la producción (como ha ocurrido en otros momentos del tiempo). Otra cuestión a analizar es el incremento enorme de costes de extracción que se está produciendo, con motivo de la ubicación de los nuevos yacimientos encontrados.

Hasta el momento, no hemos logrado escuchar un análisis y un diagnóstico, más o menos serio o más o menos preciso de la situación de la evolución del petróleo, ni de cómo afrontarla en ese contexto. No existe un hilo argumental que nos permita seguir esta discusión fuera del ‘gota a gota’ de cada información espuria que no llegue a parecer que estamos ante un Madrid-Barcelona, de las celebraciones más o menos protocolarias y de lo que se nos quiere enseñar en el escaparate. Lo que si es de agradecer es la proyección internacional para nuestro país y para Madrid, pero lo que es el análisis y la reflexión de la realidad y del futuro, o no se ha producido o no ha trascendido, fruto de la disolución de la información y sus argumentos.

Si atendemos al propio concepto de especulación, tenemos que tener en cuenta varias cuestiones muy claras, existe especulación en un mercado de este tipo por tres motivos. O bien porque se puede acumular, o adquirir mediante contratos de futuro, porque existe la expectativa de ganancia de valor del activo (por motivos de oferta, demanda, geopolíticos, etc…) y porque no existen activos alternativos de interés y rentabilidad. Cuestiones que hay que analizar y que los expertos financieros en este tipo de mercados conocen y son rigurosos a la hora de analizar su origen.

Pero esta cuestión puede complicarse si se pliegan las explicaciones de la evolución de los mercados, a los intereses de la política y sus simplificaciones. Por ello, resulta preocupante que nuestras autoridades energéticas acudan a la fácil explicación especulativa, sobre todo porque estamos en un momento difícil. Que el Ministro de Industria afirme que la evolución del precio del petróleo es una cuestión puramente especulativa y que durará hasta que permanezca Bush en la Casa Blanca (como afirmó en el programa 59 segundos ante las cámaras), es equiparable a que Ana de Palacio dijera que ‘entrando en la guerra de Irak bajarían los precios del petróleo’. El síndrome de la política arrostrando la realidad, en este caso la económica. Más razonable es, en todo caso, la posición que sostiene nuestro actual equipo energético en términos de necesidad de ajuste, de eficiencia, de menor consumo y de menor dependencia energética de los combustibles fósiles. Ahora lo que falta es hacerlo efectivo, con medidas firmes, claras, con políticas no contradictorias y coordinadas con actuaciones discrecionales como en tiempos pasados.

Por eso, ante una situación y una coyuntura internacional de estas características hay que acabar con los complejos del buenísmo indoloro (no se trata de hacer daño a nadie). Se trata de tener visiones realistas y gestoras, transmitirlas a la sociedad con rigor, con soluciones (algunas más duras que otras). Entre otras cosas, porque retrasarlo, edulcorarlo, otorgarles coartadas o fabularlo no sirve de nada. Nuestros gestores y políticos tienen la obligación de hacerlo y ejercer ese liderazgo. Felipe González decía que los economistas le recordaban a ese niño que le informó de que los Reyes Magos no existen.

Pues eso.

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