El temor a una OPEP del gas

La posibilidad de crear una «OPEP del gas«, planteada por Irán y matizada después por Rusia y Argelia, ha provocado sudores fríos en Europa, dada su absoluta dependencia exterior, aunque los expertos coinciden en que no es posible trasladar sin más el esquema desde el mercado petrolero al gasista.

«Me preocuparía que se produjera», apuntó el jueves en Madrid el comisario europeo de Energía, Andris Piebalgs, «porque se podría estrangular el mercado gasista». Las palabras de Piebalgs no ocultan la preocupación de la Unión Europea (UE), que ya ha tenido experiencias amargas cuando Rusia ha cortado el suministro de gas a sus vecinos (Ucrania y Bielorrusia) para conseguir mejores precios.

Tanto Argelia como Rusia, que suministran cada año 220.000 millones de metros cúbicos de gas a Europa, han querido tranquilizar a sus clientes europeos y han matizado que la idea no es tanto constituir una «OPEP del gas» como mejorar la coordinación entre los países productores. «No es posible crear una OPEP del gas», dijo esta semana en Madrid el ministro argelino de Energía, Chakib Jelil, «por la simple razón de que el gas se vende mediante contratos a largo plazo». La respuesta de Jelil expone con claridad las dificultades de trasladar al mercado gasista el esquema ensayado con éxito por los países productores de petróleo.

A diferencia de lo que ocurre en el sector petrolero, el mercado spot (al contado) de gas natural es muy reducido y la mayor parte del suministro se vende a través de contratos a largo plazo. «No puede haber un cartel si no hay liquidez en el mercado. No puedo amenazar a nadie con quitarle el gas», reflexionó Jelil. En la misma línea, el presidente ruso, Vladímir Putin, ha repetido que «no se trata de crear una especie de cartel» sino de constituir un organismo que coordine la actividad de los países exportadores de gas.

Sea como fuere, la mera coordinación de los países productores intranquiliza a Europa, sobre todo porque no existe una unidad de acción de los países comunitarios en materia energética que sirva de contrapeso. Sólo hay que recordar la desazón que han causado los acuerdos suscritos entre los dos gigantes del sector gasista, el grupo ruso Gazprom y el argelino Sonatrach. El temor a una «pinza» entre Rusia y Argelia ha llevado a la UE a fijar como prioridad la diversificación de los suministros energéticos y a resucitar, con más bríos, el debate sobre la energía nuclear.

Durante su visita a Madrid, Piebalgs recalcó que «éste es el momento adecuado» para abordar el debate nuclear y celebró que, por primera vez, la UE va a recibir gas desde la república ex soviética de Azerbaiyán. Un aspecto fundamental para garantizar el suministro de gas es contar con plantas de regasificación, que permiten importar el producto mediante barcos, un aspecto en el que España lleva ventaja.

El gas entra en Europa por dos vías: bien por los gasoductos conectados con Rusia o Argelia bien a través de buques metaneros en forma de gas natural licuado (GNL). Este último sistema exige construir plantas de licuefacción en los países productores y plantas de regasificación en los países de destino.

España cuenta con cinco plantas de regasificación en funcionamiento –Barcelona, Cartagena, Huelva, Bilbao y Sagunto (Valencia)- y otra más en construcción (Ferrol), y proyecta una séptima (Gijón).

El sistema español también recibe gas natural a través del gasoducto del Magreb, que nace en Argelia, atraviesa Marruecos y cruza el Estrecho. Además, el consorcio Medgaz, del que forman parte Cepsa, Iberdrola y Endesa, proyecta un gasoducto submarino entre Argelia y España que entrará en funcionamiento en 2009.

El ministro de Industria, Joan Clos, planteó esta semana a las autoridades argelinas la entrada de Gas Natural en el consorcio.

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