El gas europeo, los test de estrés y la resistencia francesa

Así, España ha ido a defender a Bruselas en el último Consejo Europeo la conexión del corredor mediterráneo del gas, con el propio Mariano Rajoy a la cabeza. El impulso de este corredor implica acelerar, mejor dicho activar, la ejecución de las interconexiones gasistas con Francia, un asunto por otra parte, sempiterno y que se sitúa en un excipiente de coagulación y empantanamiento continuado.

Un asunto en nuestras relaciones con el país vecino francés que ha encontrado siempre enormes resistencias y que su burocracia «grandeur» siempre ha conseguido torpedear de forma muy eficaz, a la vez que profesional. Se trata de una larga negociación enfangada que nuestra diplomacia, incluyendo las relaciones entre gestores técnicos transpirenaicos, que no avanza y que incluye la devaluada interconexión eléctrica aprobada y languideciente, que además se ha visto saboteada a nivel interno por incidentes en las comarcas por las que transcurre.

Este esfuerzo por la reactivación de la interconexión gasista se ha hecho más públicamente patente desde que estalló la última reverberación de la confrontación Ucrania-Rusia. El propio José Manuel Soria se apresuró a proponer la capacidad logística de nuestro país, cuyo modelo de aprovisionamiento gasista posiblemente sea el más eficiente y diversificado del mundo combinando los gaseoductos de norte de África con el sistema de regasificadoras. Por otro lado, también ofreció a Estados Unidos la capacidad española de ser «hub» para la gestión del gas procedente del fracking con destino Europa, posibilidad que adquiriría virtualidad de culminar estas conexiones, puesto que sin ellas la sobreoferta de gas doméstico sería incalculable.

Por lo tanto, el objetivo es presentarnos a Europa como posible gestor del gas y dar salida a los importantes excedentes de aprovisionamiento gasista fruto de la caída de demanda de nuestro país y de los compromisos existentes de suministro.

Complementariamente para valorar la situación, corresponde un pequeño recuento del estado de esta confrontación en la que la Unión Europea puede verse obligada a rascarse el bolsillo para aligerar la deuda de Ucrania con Rusia, bajo la amenaza de corte de suministro este invierno con efectos para media Europa central.

El escenario es complicado: Ucrania, por su parte, tiene importantes problemas económicos, caída del PIB prevista para este año de entre el 7-10% y previsión de descenso de un 19% por la ruptura del comercio ucranio-ruso hasta 2018. Por tanto, tiene graves dificultades para pagar su gigantesca deuda con Rusia además de una dependencia energética muy fuerte. Si bien los pagos inicialmente establecidos y pendientes, eran de 3.100 millones de euros, Rusia ha recalculado la deuda, reduciéndola casi a la mitad, en el entorno de los 1900 millones de euros.

¿Razones?, la economía rusa también tiene signos de recesión, aunque los vestigios imperiales lo presentan de otra forma y, a su vez, presiona con intensidad intermitente con el corte del gas como medida de fuerza. La situación tampoco es fácil para los rusos por la caída del precio del petróleo que puede golpear aún más la economía rusa (una economía en exceso de monocultivo energético) y, por ello, más vale pájaro en mano, más vale un mal acuerdo que un buen pleito. Por otro lado, los daños derivados de las sanciones económicas, fundamentalmente las norteamericanas (más severas, más firmes), se evalúan en 40.000-50.000 millones de euros (aunque las sanciones europeas se mantienen en un curioso ejercicio de gimnasia sueca). Vuelve la política de la tensión.

En la economía europea, los signos tampoco son mejores dada la incertidumbre: signos de estancamiento y de recesión (incluyendo Alemania), y con pocas alternativas de suministro en el corto plazo aunque hicieran caso de forma diligente a las actuales posiciones españolas y se apremiasen con la conclusión de las interconexiones gasistas.

Alemania, por su parte, mantiene una negociación pseudobilateral con Rusia aunque la ejerce en nombre de Europa, con fuertes divergencias y vaivenes como se acreditaron en la última ronda de Milán. En todo caso, en tiempos de la austeridad y con otros intereses bilaterales, esta mesa es su primer tablero (el resto de opciones son los «second best»), además de tener otros gaseoductos para el suministro como el recién estrenado gaseoducto Nord Stream. La opción española puede ser útil a efectos de amagar, eso sí.

En parte, todos estos acontecimientos en el sector gasista, retroalimentan el escenario complejo europeo en lo económico y lo político. Lo que es cierto es que la energía se ha convertido en un elemento clave para la Unión Europea. El propio Arias Cañete en su proceso de selección apeló a garantizar el suministro de gas como una de sus primeras promesas, en un continente cuya dependencia energética asciende al 53% de lo que consume y más de un 66% en el caso del gas. En medio de todo, además, la definición e indefinición de la nueva política energética comunitaria, si es que puede llamarse así.

En paralelo, como plan de contingencia, la Comisión Europea ha hecho sus propias pruebas de resistencia (un formato de test de estrés) del sector del gas, para valorar los efectos de una posible interrupción, calculada en términos tentativos en seis meses en el suministro ruso. Los países más afectados serían Estonia y Finlandia, seguidos por Bulgaria, Rumanía, Grecia, Hungría, Letonia, Lituania y Croacia. Además, se ha valorado la capacidad de almacenamiento, resultando que Letonia es el país con mayor capacidad de almacenamiento (más del 160% de su demanda doméstica mensual), mientras que en sentido contrario, Hungría y Portugal tienen una capacidad inferior al 80%.

Con todo este escenario y, siguiendo todo el contexto histórico y temporal de las interconexiones con Francia, la respuesta europea, la ambivalencia germana con sus propios equilibrios geopolíticos y estratégicos, hay que preguntarse, más allá del optimismo oficial de la comunicación política española, si estas intenciones vendrán acompañadas de hechos y de resultados posteriores tangibles, más allá del voluntarismo.

¿Hasta qué punto la resolución de este último episodio con Rusia, condicionará que la opción española puede ser tomada en serio? ¿Será suficiente para levantar la costra de la resistencia francesa? El grado de convicción a posteriori de lo tratado en Bruselas tampoco invita al optimismo en términos de movilización.

Por su parte, la consistencia, seriedad y perseverancia de las políticas españolas en este campo no ha superado los test de estrés en los últimos años, así como las pruebas del tiempo y de la diplomacia económica. Comprendiendo este complejo escenario, y sus posibilidades, evalúan alternativas y las empresas prosiguen su internacionalización. Así, por ejemplo, hemos conocido cómo Gas Natural Fenosa, profundiza su expansión internacional en Latinoamérica con nuevos mercados a través de Chile.

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *