Desvarío europeo de Nadal

Evidentemente, el secretario de Estado de Energía, Alberto Nadal, no es un hombre que se puede caracterizar por la diplomacia, ni por compartir el concepto de diplomacia económica que se contenía en el programa electoral del Partido Popular y que tiene en la cabeza José Manuel García-Margallo, titular de Exteriores.

Ni él, ni su hermano, Álvaro Nadal, por lo visto. No teníamos poco con la famosa frase atribuida a él con respecto a José Manuel Entrecanales y Acciona, que ahora ha apelado a la naturaleza italiana de los actuales titulares accionistas de Endesa para negarles la capacidad de interlocución y negociación. Quizá es una vía para justificar sus formas o para disipar, practicando el exorcismo resabiado de los populares en su visión empresarial de filias y fobias, lo que luego se traduce en determinadas decisiones ejecutivas y políticas.

Además de la desinstitucionalización que supone, el riesgo de estas declaraciones al tratarse de un país de la Unión Europea es muy grave para nuestro país. Tamaña forma de falangismo y de nacionalismo de la Administración es anacrónica y, lo que es peor, contraproducente. Oculta una visión poco cosmopolita, escasamente liberal de los mercados, de los flujos financieros, de inversión, de los sectores económicos y, seguramente, atraerá muy poco la inversión extranjera que tanto se cacarea en ciertos momentos a la hora de invocar la reactivación económica. Incide en una visión bunkerizada de la economía y en la existencia de una clase política de alcance doméstico exclusivamente, a la que no se puede llevar a ningún sitio.

Pero es más: seguramente que es impropio de un hombre leído e instruido en el exterior, que debería estar por encima de esas trapisondas de partido y sus resabios. Es, quizás, el momento de aplicarse en resolver problemas y no en crearlos. Y, para más inri, dado que estamos en Semana Santa, la vocación exterior del Ministerio de Industria, Energía y Turismo queda en un simple ejercicio cínico de retórica buenista y de progresía «démodé», políticamente correcta.
O, en un mal recuerdo de Paco Martínez Soria cruzando las calles de Madrid con sus gallinas.

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