Hibridando la oferta eléctrica

Llevemos con nuestra imaginación nuestro coche (en este viaje, el motor de nuestro auto virtual puede ser a gasolina o a gasóleo) hasta la gasolinera más próxima. Hagamos la señal al vendedor de la estación de servicio de que queremos llenar el depósito. Agarremos el dispensador e introduzcámoslo en nuestro depósito. Apretemos la llave y vigilemos de no mancharnos cuando el sistema de rebosamiento nos indique que se está alcanzando el nivel máximo. Tapemos, colguemos el dispensador, paguemos en caja y ya podremos arrancar el coche y reanudar nuestro viaje virtual. Todo ello, es un gesto atávico que, de tan repetido, ya no le prestamos mas atención. Como máximo, nos indignamos por el coste total que, dependiendo del automóvil, ya viene rebasando la barrera psicológica de los 100 euros, desde hace varias recargas. Pero ello no nos impide repetir el gesto al cabo de unos días. ¿Fácil, no?

No hemos tenido que aprender nada de prospecciones petrolíferas ni de transporte internacional de crudo. Tampoco nos hemos tenido que formar en técnicas de refino ni de logística de distribución. Tampoco hemos sido informados, más allá de algún titular de prensa, de la obligación de que los combustibles líquidos dispensados al usuario final contengan un cierto porcentaje de biocombustible para honrar los compromisos medioambientales ni de cómo CLH lo hace, técnicamente. ¡Y por cierto que la regulación de la obligación de «blending» de biofuels no ha sido un camino de rosas!: recordemos temas tales como la cuota biodiésel‐bioetanol o el conflicto con el biodiésel argentino. Mucho menos nos hemos preocupado de los contenidos de azufre y otras partículas en suspensión que están estrictamente reguladas en los reglamentos nacionales e internacionales de los productos derivados de los hidrocarburos líquidos. Fácil, cómodo, repetible, hasta aburrido.

Saltemos al sector eléctrico. Vayamos a casa (después de haber finalizado nuestro viaje virtual con el vehículo al que le hemos recargado con combustible sin mayores dificultades) y, después de haber accedido y haber desactivado la alarma, encendamos la luz de nuestro hogar. Lo más normal, en un 99,999 por ciento de las veces, es que, efectivamente, la luz se encienda y nosotros transitemos por nuestra vivienda activando otros servicios, otras luces, el aire acondicionado, la televisión, nuestro equipo informático para leer los emails que solo hemos leído su titular en el teléfono móvil, y etc., etc. Con este gesto de darle al interruptor de la luz de entrada, ordenamos de forma instantánea que una central que ni sabemos dónde está (las leyes físicas ineluctables sí que determinan cuál es) ni francamente, tampoco nos importa, elevará de forma diferencial su producción para que el sistema eléctrico, microsegundo a microsegundo, mantenga un equilibrio dinámico, algo casi mágico a ojos de los profanos. Como en el caso del subsector de los hidrocarburos no habrá sido necesario que seamos expertos en las diferentes tecnologías de generación eléctrica, Nuclear, Térmica a gas, Eólica, Hidráulica. Tampoco será necesario que hayamos cursado la carrera de ingeniero eléctrico para aprender las ecuaciones de cambio de condiciones, gracias a las cuales se pueden elevar las enormes torres de alta tensión sin que los hilos se entrecrucen por la acción del viento. Tampoco deberemos estudiar ni economía ni derecho para aprender el entramado regulatorio al que los diferentes agentes se ven sometidos si quieren ser reconocidos como tales. Simplemente le damos al interruptor.

Comparando ambos actos, el de rellenar el depósito de gasolina de nuestro vehículo o el de encender el interruptor de la luz de nuestra vivienda, podemos identificar una precondición. En ambos casos, tanto la gasolina como la electricidad estaban disponibles, estaban en situación de dar servicio de forma instantánea, estaban predispuestos, estaban firmemente asociados a las expectativas del consumidor al solicitar estos servicios. Se puede argumentar, sin embargo, que a pesar de esta similitud en la disponibilidad, existe una diferencia radical ya que el combustible líquido de nuestro coche es un bien almacenable y, por tanto, con menores problemas de «firmeza» y la electricidad precisa de un sofisticado sistema de generación que logra esta «firmeza» siempre que se consiga acompañar instantáneamente a la demanda con una oferta suficiente. Pero salvado este importante aspecto técnico, desde el punto de vista del usuario, ambos subsectores se comportan de igual modo: suministro inmediato.

Si esto es así, ¿cómo es posible que el subsector de los hidrocarburos esté en un estadio tan liberalizado que casi no le cabe otra regulación que la de la calidad de los productos, el porcentaje de biocombustibles que debe contener y, cómo no, la carga impositiva que supone más del doble del precio al consumidor final, y en cambio el subsector de la electricidad tiene una inextricable maraña regulatoria que hace imposible su comprensión a la mayoría de los ciudadanos, casi ya incluso a los que hemos formado parte de este lío?

Seguramente, la explicación más plausible es que cuando se liberaliza la actividad hace ya más de treinta años en Reino Unido, veinte en California y América Latina o catorce en Europa continental, se hace con mucha cautela para comprobar cómo responden los agentes inversores. En España, la regulación del 97 que desarrolla la Directiva Europea Eléctrica contiene elementos de vanguardia y está perfectamente alineada con la política energética española que espera un nuevo ciclo inversor basado en el gas natural mediante ciclos combinados. Esta inversión se produce y acaba implantando casi 30 GW. El problema se produce cuando en el 2005 se cambia la política energética, primando la generación renovable, sin modificación de la regulación. Ello da lugar a un gran número de problemas que se intentan solventar con parches regulatorios que, lejos de converger hacia la deseada solución, la complican y producen desastres como el déficit tarifario. Se logra, eso sí, alcanzar objetivos europeos al implantarse 20 GW eólicos, 4 GW fotovoltaicos y en construcción otros 4 GW termosolares. La regulación parece que ha sido eficaz, pero no eficiente.

Entonces, ¿dónde está el problema? El problema está en que al subsector eléctrico se le ha liberalizado a medias. De la misma manera que al poner gasolina tenemos la seguridad de que del dispensador fluirá un producto de calidad, incluida la obligada porción de biocombustibles, no tenemos ninguna seguridad de que al darle al interruptor, mi consumo eléctrico sea respetuoso con el medio ambiente ya que mi comercializador no tiene ninguna obligación de respetar ningún estándar determinado sino que tan solo compite en precio con sus adversarios.

Si los ofertantes, productores de energía eléctrica, tuviesen la doble y única obligación de asegurar al 100% su disponibilidad, en terminología del mercado eléctrico, vender solo «potencia firme» y que su oferta contuviese el porcentaje obligado de energía de origen renovable que se estableciese, en terminología de política energética «un mix», entonces todas las transacciones posteriores (contratos bilaterales, de futuros, diarios e intradiarios, de ajustes, etc.) tendrían la garantía de origen que cumplen con las responsabilidades medioambientales.

Pero esto no es así y para poder alcanzar el mismo resultado que el de la estación de servicio al recargar combustible, hemos creado un entramado regulatorio diabólico que solo hace que empeorar al cruzarse por el camino las nuevas obligaciones medioambientales. Hemos otorgado poderes omnímodos a los Operadores del Sistema Eléctrico, a la vez propietarios de los activos del transporte, todo en el nombre de que alguien pueda escenificar frente al poder otorgante una tranquilidad de tenerlo todo bajo control. Gestiona lo ingestionable. Hace el viaje desde la política energética hasta el consumo del usuario final alcanzando de forma milagrosa el mix requerido. Todo ello de espaldas al mercado. Todo mediante procedimientos de operación, reglas, etc. Las actividades liberalizadas están fuertemente reguladas. ¿Cómo salimos de esta?

Hibridemos la oferta eléctrica. Tratemos de regular bajo el principio de la búsqueda de la eficiencia en el cumplimiento de objetivos verdes a través de la aplicación de mecanismos de mercado. Esto es, dejemos absolutamente libres a las actividades liberalizadas, generación y comercialización eléctrica (fuera primas a las energías renovables, fuera cargos por capacidad a las generadoras del régimen ordinario, fuera toda interferencia regulatoria sobre las dos actividades liberalizadas) y liberemos a los peajes de acceso de toda carga que no sea otra que la de los monopolios naturales, tautológicamente el transporte y la distribución eléctrica. En contrapartida, establezcamos mediante una regulación eficiente una hibridación de la oferta eléctrica estableciendo, al igual que para los hidrocarburos, los prerrequisitos que les permitan asegurar que su oferta es 100% firme y 100% cumplidora del mix preestablecido en la política energética vigente. Obviamente, esto quiere decir que todo kWh que llegue a ser despachado y que raudamente acuda a la demanda de aquel interruptor que solicitará su inmediata presencia ya contendrá su mix, ya que de otra manera no habría pasado el control de acceso.

Evidentemente, parece fácil, pero no lo es. Aparecen preguntas inmediatas: esta garantía de firmeza y de mix, ¿quién debe otorgarla?; para lograr esta firmeza, ¿cómo deberán actuar las energías no gestionables?; para lograr este mix, ¿cómo deberán actuar las energías convencionales?; para respetar la seguridad jurídica, ¿cómo deben asegurar su retorno las inversiones que actualmente reciben primas?; para hibridar la oferta alcanzando el mix deseado, ¿cómo deben llegar a acuerdos contractuales las diferentes tecnologías para que no existan posiciones dominantes ni discriminaciones positivas?

Cada pregunta debe ser objeto de un profundo trabajo regulatorio, incluido el establecimiento de un periodo transitorio para que, como en todo cambio en profundidad, las medidas sean efectivas de una manera gradual. Pero es posible. Es más, de no hacerse esto o algo parecido, (por ejemplo, el modelo inglés, en el que toda la energía es homogénea y las obligaciones de renovables se cumplen mediante «certificados verdes»), seguiremos inmersos en el actual marasmo del que solo cabe decir que solo se puede ir a peor. El déficit tarifario acumulado es la evidencia de una regulación violada en sus principios fundamentales y el Anteproyecto de Ley con finalidades fiscales es una cataplasma que puede quitar algo la fiebre pero seguro, no cura la enfermedad. Debemos cambiar el modelo, volver al espíritu inicial de separar las actividades en reguladas y liberalizadas. Pero de verdad.

Jordi Dolader i Clara, es presidente de Excom AF Mercados EMI, vicepresidente de la Asociación de Ingenieros Industriales de Cataluña y consejero independiente de Griño Ecologic S.A. Asimismo, fue consejero de la Comisión Nacional de Energía (CNE) y vicepresidente de Edenor.

No es tan fácil como parece. La cuestión de la traslación fiscal de los nuevos impuestos.

Es necesario hacer una introducción y un epílogo al tema de la traslación fiscal de las nuevas figuras tributarias que establece el Anteproyecto de Ley en Materia Medioambiental y Sostenibilidad Energética actualmente en trámite parlamentario. En la introducción se trata de hablar de la voluntad del regulador respecto de estos impuestos para que sean absorbidos por las empresas.

Recordemos que, en primera instancia, estos impuestos irían destinados supuestamente (hasta que se confirme su aplicación) a reducir el déficit tarifario y el desajuste entre el coste del suministro (distorsionado por las primas y los costes regulados) y los ingresos por la tarifa (distorsionados por la negativa política a fijar costes realistas, interviniendo los precios gobierno tras gobierno).

Ese desajuste ha embalsado una enorme deuda galopante con las empresas, que en la actualidad, además, es financiada por ellas mismas. Esa deuda, esa factura, se pretende paliar con estos impuestos (cuyos efectos son cuantiosos y van mucho más allá de la traslación fiscal), pero el tema de este artículo es centrarnos en esta cuestión. Por otra parte, aún no se conoce cómo se van a reajustar las tarifas de acceso y las partidas que se asumen desde los Presupuestos Generales del Estado. Bueno, sí se conocen, a la luz del proyecto de PGE 2013 presentados: permanece igual.

Este mecanismo de «resolución» es consecuencia de lo mismo que ha causado el déficit: decisiones políticas que incrementan los costes regulados y primas e intervención de precios. Del mismo modo, y para evitar el coste de opinión pública de una eventual traslación fiscal a los precios del mercado de generación, al Ejecutivo le gustaría que todo el coste fuese absorbido por el sector empresarial y cruzaría los dedos para ellos, con una mirada en el MIBEL y otra en las encuestas.

En sentido contrario, los detractores del sector, con la idea buenista de la protección del consumidor, aseguran que los nuevos impuestos serán pagados por los consumidores porque serán trasladados integramente. Un análisis (con defectos económicos, hacendísticos y de mercado notables, dado su academicismo ideológico autárquico) en esa línea era suscrito por Natalia Fabra en el blog Nada es Gratis sosteniendo esta teoría.

Pues bien, ni tanto, ni tan calvo, según se desprende del análisis de los expertos financieros. Y es lógico que cualquier experto en Hacienda Pública no ideologizado lo vería. Conocíamos el fin de semana pasado el informe del BBVA, «Iberian Utilities Spain and Portugal, Market Analysis Equity Utilities, Why passing the new taxes through to consumers might not be as easy as it looks« (Por qué el traspaso de los nuevos impuestos a los consumidores no es tan fácil como parece) sobre los efectos de este proyecto (mal llamado «reforma») cuyas conclusiones son:

– Los expertos del BBVA señalan cómo en el entorno actual no parece muy realista suponer incrementos significativos de los precios en el mercado de la electricidad, al menos a corto plazo. Y esto se debe a la oferta de electricidad, que combina el exceso de capacidad a corto plazo, el estrechamiento del hueco térmico, la caída del factor de carga (fundamentalmente en los ciclos combinados) y la existencia de contratos con cláusulas «take or pay» en el suministro. Del mismo modo, en el informe se advierte de los efectos de la caída de la demanda de electricidad, que puede deteriorarse aún más si los precios siguen aumentando, lo que a su vez podría realimentar el déficit de tarifa.

– Por otra parte, el BBVA reconoce el fuerte impacto para los grandes consumidores de electricidad de esta imposición (en los que la energía supone un 48% de repercusión en sus cuentas de resultados en términos de costes), lo que podría afectar a la deslocalización industrial de estas industrias.

– En consecuencia, desde el BBVA sugieren que, aunque la brecha fiscal que crean los impuestos podría llegar a ser de 8 euros, la posible traslación (o internalización) en el mercado mayorista será mucho menor. Así, entre 2013 y 2015, según el BBVA, la traslación de estos impuestos se situaría entre los 2 y 3 euros, como máximo.

Y ahora viene el epílogo, la coda. Todo esto se produce por la pretensión política de irresponsabilizarse de las decisiones pasadas, algo que es en sí disfuncional. No reconocer la naturaleza de la deuda, su origen, su formación, incluso su financiación y la responsabilidad política que la va engordando, con uno de los mercados de generación más baratos de Europa, pertrechándose para ello de los retroprogresivos para diseñar una propuesta fiscal ni medioambiental, ni sostenible. Y, por el enfoque de tratar de abordar este problema sin afectar a los costes regulados y el esquema de primas crecientes a un ritmo del 25% anual, como conocíamos la semana pasada.

Segunda cuestión y no menos grave: las distorsiones del anteproyecto son mucho más graves que la mera traslación de los impuestos a los precios, cuestión que atiza los temores políticos de los cortoplacistas. Como hemos podido comprobar, el Anteproyecto afectará a la inversión presente y futura, afectará a la seguridad de suministro y afectaría al mercado ibérico de la electricidad (MIBEL).

En tercer lugar, la convicción que nuestras autoridades demuestran en relación al valor de la seguridad jurídica, la estabilidad regulatoria y el modelo empresarial y liberalizado. Su pretensión de que cuanto más se internalicen esos nuevos impuestos, más efectos tendrá sobre el sector empresarial y sobre la seguridad jurídica de nuestro país. Y cuarto: el modelo empresarial y de sector eléctrico en nuestro país están en cuestión con estas medidas, dada la afectación a las empresas.

En todo caso, cabría señalar que la mejor manera de proteger a los consumidores sería fijar precios realistas de la electricidad y, a la vez, pensarse muy bien las decisiones que se toman para no incrementar los costes regulados y unas primas descontroladas. En realidad, a los consumidores habría que protegerlos de las decisiones políticas y del esquema de distribución, captura y extracción de rentas, que nos han traído hasta aquí y que pueden generar problemas de suministro para empresas, para sectores y para consumidores, mucho más severos que lo que tratan de resolver torcidamente.

No es tan fácil como parece. La cuestión de la traslación fiscal de los nuevos impuestos.

Es necesario hacer una introducción y un epílogo al tema de la traslación fiscal de las nuevas figuras tributarias que establece el Anteproyecto de Ley en Materia Medioambiental y Sostenibilidad Energética actualmente en trámite parlamentario. En la introducción se trata de hablar de la voluntad del regulador respecto de estos impuestos para que sean absorbidos por las empresas.

Recordemos que, en primera instancia, estos impuestos irían destinados supuestamente (hasta que se confirme su aplicación) a reducir el déficit tarifario y el desajuste entre el coste del suministro (distorsionado por las primas y los costes regulados) y los ingresos por la tarifa (distorsionados por la negativa política a fijar costes realistas, interviniendo los precios gobierno tras gobierno).

Ese desajuste ha embalsado una enorme deuda galopante con las empresas, que en la actualidad, además, es financiada por ellas mismas. Esa deuda, esa factura, se pretende paliar con estos impuestos (cuyos efectos son cuantiosos y van mucho más allá de la traslación fiscal), pero el tema de este artículo es centrarnos en esta cuestión. Por otra parte, aún no se conoce cómo se van a reajustar las tarifas de acceso y las partidas que se asumen desde los Presupuestos Generales del Estado. Bueno, sí se conocen, a la luz del proyecto de PGE 2013 presentados: permanece igual.

Este mecanismo de «resolución» es consecuencia de lo mismo que ha causado el déficit: decisiones políticas que incrementan los costes regulados y primas e intervención de precios. Del mismo modo, y para evitar el coste de opinión pública de una eventual traslación fiscal a los precios del mercado de generación, al Ejecutivo le gustaría que todo el coste fuese absorbido por el sector empresarial y cruzaría los dedos para ellos, con una mirada en el MIBEL y otra en las encuestas.

En sentido contrario, los detractores del sector, con la idea buenista de la protección del consumidor, aseguran que los nuevos impuestos serán pagados por los consumidores porque serán trasladados integramente. Un análisis (con defectos económicos, hacendísticos y de mercado notables, dado su academicismo ideológico autárquico) en esa línea era suscrito por Natalia Fabra en el blog Nada es Gratis sosteniendo esta teoría.

Pues bien, ni tanto, ni tan calvo, según se desprende del análisis de los expertos financieros. Y es lógico que cualquier experto en Hacienda Pública no ideologizado lo vería. Conocíamos el fin de semana pasado el informe del BBVA, «Iberian Utilities Spain and Portugal, Market Analysis Equity Utilities, Why passing the new taxes through to consumers might not be as easy as it looks« (Por qué el traspaso de los nuevos impuestos a los consumidores no es tan fácil como parece) sobre los efectos de este proyecto (mal llamado «reforma») cuyas conclusiones son:

– Los expertos del BBVA señalan cómo en el entorno actual no parece muy realista suponer incrementos significativos de los precios en el mercado de la electricidad, al menos a corto plazo. Y esto se debe a la oferta de electricidad, que combina el exceso de capacidad a corto plazo, el estrechamiento del hueco térmico, la caída del factor de carga (fundamentalmente en los ciclos combinados) y la existencia de contratos con cláusulas «take or pay» en el suministro. Del mismo modo, en el informe se advierte de los efectos de la caída de la demanda de electricidad, que puede deteriorarse aún más si los precios siguen aumentando, lo que a su vez podría realimentar el déficit de tarifa.

– Por otra parte, el BBVA reconoce el fuerte impacto para los grandes consumidores de electricidad de esta imposición (en los que la energía supone un 48% de repercusión en sus cuentas de resultados en términos de costes), lo que podría afectar a la deslocalización industrial de estas industrias.

– En consecuencia, desde el BBVA sugieren que, aunque la brecha fiscal que crean los impuestos podría llegar a ser de 8 euros, la posible traslación (o internalización) en el mercado mayorista será mucho menor. Así, entre 2013 y 2015, según el BBVA, la traslación de estos impuestos se situaría entre los 2 y 3 euros, como máximo.

Y ahora viene el epílogo, la coda. Todo esto se produce por la pretensión política de irresponsabilizarse de las decisiones pasadas, algo que es en sí disfuncional. No reconocer la naturaleza de la deuda, su origen, su formación, incluso su financiación y la responsabilidad política que la va engordando, con uno de los mercados de generación más baratos de Europa, pertrechándose para ello de los retroprogresivos para diseñar una propuesta fiscal ni medioambiental, ni sostenible. Y, por el enfoque de tratar de abordar este problema sin afectar a los costes regulados y el esquema de primas crecientes a un ritmo del 25% anual, como conocíamos la semana pasada.

Segunda cuestión y no menos grave: las distorsiones del anteproyecto son mucho más graves que la mera traslación de los impuestos a los precios, cuestión que atiza los temores políticos de los cortoplacistas. Como hemos podido comprobar, el Anteproyecto afectará a la inversión presente y futura, afectará a la seguridad de suministro y afectaría al mercado ibérico de la electricidad (MIBEL).

En tercer lugar, la convicción que nuestras autoridades demuestran en relación al valor de la seguridad jurídica, la estabilidad regulatoria y el modelo empresarial y liberalizado. Su pretensión de que cuanto más se internalicen esos nuevos impuestos, más efectos tendrá sobre el sector empresarial y sobre la seguridad jurídica de nuestro país. Y cuarto: el modelo empresarial y de sector eléctrico en nuestro país están en cuestión con estas medidas, dada la afectación a las empresas.

En todo caso, cabría señalar que la mejor manera de proteger a los consumidores sería fijar precios realistas de la electricidad y, a la vez, pensarse muy bien las decisiones que se toman para no incrementar los costes regulados y unas primas descontroladas. En realidad, a los consumidores habría que protegerlos de las decisiones políticas y del esquema de distribución, captura y extracción de rentas, que nos han traído hasta aquí y que pueden generar problemas de suministro para empresas, para sectores y para consumidores, mucho más severos que lo que tratan de resolver torcidamente.

Jordi Dolader analiza en Energía Diario el Anteproyecto de Ley y la situación del sector eléctrico

En la entrevista, Dolader, ex Consejero de la Comisión Nacional de Energía (CNE) entre 1999 y 2005, reflexiona profundamente sobre el origen del déficit tarifario, describiendo de una forma nítida y con una visión precisa y clarividente este momento de convulsión sectorial y reconstruye el momento que vive el sector eléctrico en nuestro país, como resultante de una sucesión de decisiones políticas contradictorias con el modelo de regulación y de liberalización de 1998 y la pérdida de sus principios rectores. La sabiduría que da la experiencia, el conocimiento, la perspectiva internacional y la madurez.

La entrevista será publicada en dos partes, los próximos lunes 15 y martes 16 de octubre. Además, seguidamente, el miércoles 17, publicaremos un artículo del propio Dolader en el que sitúa un punto de partida de una propuesta de avance en el modelo de regulación sectorial eléctrico en aras de una mayor eficiencia y de una mayor competitividad en el sector eléctrico.

Jordi Dolader analiza en Energía Diario el Anteproyecto de Ley y la situación del sector eléctrico

En la entrevista, Dolader, ex Consejero de la Comisión Nacional de Energía (CNE) entre 1999 y 2005, reflexiona profundamente sobre el origen del déficit tarifario, describiendo de una forma nítida y con una visión precisa y clarividente este momento de convulsión sectorial y reconstruye el momento que vive el sector eléctrico en nuestro país, como resultante de una sucesión de decisiones políticas contradictorias con el modelo de regulación y de liberalización de 1998 y la pérdida de sus principios rectores. La sabiduría que da la experiencia, el conocimiento, la perspectiva internacional y la madurez.

La entrevista será publicada en dos partes, los próximos lunes 15 y martes 16 de octubre. Además, seguidamente, el miércoles 17, publicaremos un artículo del propio Dolader en el que sitúa un punto de partida de una propuesta de avance en el modelo de regulación sectorial eléctrico en aras de una mayor eficiencia y de una mayor competitividad en el sector eléctrico.

«Fabra es gratis»

El pasado viernes el blog de Fedea, «Nada es gratis«, acogía en su «site» un post sobre el Anteproyecto de Ley de Medidas Fiscales para la Sostenibilidad Energética elaborado por Natalia Fabra y Gabriel Llobet. El contexto de esta publicación es muy importante. «Nada es gratis«, el blog de Fedea, es uno de los espacios más liberales, promercado, proliberalización, prorreformas y antiintervención que existen actualmente en los medios españoles, económicos y generalistas. Además de su rigor, su influencia es enorme. Sus principales autores, Javier Andrés, Antonio Cabrales, Luis Garicano, Tano Santos, Jesús Fernández Villaverde, Samuel Bentolilla, etc…, efectúan aportaciones acertadas, sustanciales y, además, con esa perspectiva que da la visión exterior desde la perspectiva internacional.

Desde el punto de vista de gestión de la oportunidad, con «Nada es Gratis«, la saga Fabra, había encontrado un objetivo de comunicación muy relevante para la gestión de su «branding» como expertos energéticos («branding» es la forma más fina hoy de decir la palabra ego) tratando de conseguir una reputación en el ámbito de la regulación eléctrica desde posiciones anticompetitivas e intervencionistas, en un monopolio de la interpretación de los hechos que suceden en el sector eléctrico bajo una visión ideologizada. Por un lado, es cierto que la energía, más en concreto la electricidad, está bajo los focos a raíz de la puesta en circulación de este Anteproyecto y de las promesas de una reforma adicional recientemente realizadas por parte del ministro Soria, lo que incentiva, si cabe aún más, la búsqueda de ese espacio público y mediático.

Por tanto, si el Consejo Editorial del blog conocía el contenido del post, a la vez que conoce el sector eléctrico de nuestro país, su funcionamiento, liberalización, su regulación y sus problemas, así como los postulados antimercado de Natalia Fabra y su genética, podríamos afirmar que su publicación sería un ejemplo de ejercicio de libertad de expresión en el ámbito puramente económico-académico. En todo caso, hubiera sido recomendable, expresamente, haber sido indicado con anterioridad lo que íbamos a leer, con esas advertencias que se incluyen en los artículos y entrevistas, de forma y modo que «los comentarios son responsabilidad de lo que los emite». En todo caso, lo que hace esta «Nada es Gratis» con la publicación de este post es la grave carencia de una visión promercado y procompetitiva en el sector energético, accesible y pública a los ciudadanos y a los economistas. Asimismo, sería recomendable conocer de primera mano una visión complementaria de alguno de los titulares de Fedea, con conocimiento sobre el mercado de generación, los costes regulados, con conocimiento del crecimiento de las primas y la naturaleza y origen del déficit tarifario, y que expresaran su opinión sobre este Anteproyecto de Ley en particular, y sobre el problema del sector eléctrico, en general.

Yendo al contenido del post, Natalia Fabra se queja de que el Anteproyecto de Ley de Medidas Fiscales para la Sostenibilidad Energética no es una reforma. Acabáramos. Eso ya estaba claro y está dicho por activa y por pasiva. Pero, es que, en realidad, la pretensión del proyecto no era reformar, sino absorber, taponar y acometer el déficit tarifario y la generación de nuevo déficit (lo que no quiere decir que lo consiga o que lo haga de forma eficiente, o ninguna de las dos cosas).

De lo segundo de lo que se queja Fabra es de que, previsiblemente, estos tributos los pagarán los consumidores. Rebobinemos, pues. El déficit tarifario es la resultante acumulada de la parte de los costes del suministro que no se le ha pasado a los consumidores en forma de factura a través de las tarifas, desde el año 2002, porque a los responsables políticos les daban miedo sus efectos en la opinión pública. En mayor o menor medida, el traslado a los consumidores se debería haber producido antes o después. Pero el hecho es que, desde el punto de vista fiscal y de la hacienda pública, habrá una parte que se trasladará a los consumidores y una parte que será absorbida indebidamente por las empresas de las cantidades adeudadas a las mismas (eso que se sepa el destino final de estos recursos fiscales). Desde el punto de vista metodológico, sería interesante preguntar a la autora por atacar el origen de los costes regulados y de las primas, por abordar su reducción y por si su contención podría haber favorecido que el coste del suministro no creciera y, así, no se le habría trasladado a nadie.

Consciente de que en el blog de Fedea era difícil incorporar grandes dosis de demagogia intervencionista e ideológica, Natalia Fabra entra con cierto cuidado y acepta el funcionamiento del mercado eléctrico hasta que le conviene (en primer lugar, bajos precios y correlación con otros mercados hasta que se anunciaron las medidas fiscales). A partir de ahí, no comprende el descuento de expectativas que efectúa el mercado al conocer la previsible chapuza (como hacen todos los mercados cuando funcionan correctamente y provocan eficiencia).

Para todo ello utiliza una vía de análisis simplificada desde el punto de vista académico, que no pasa de la microeconomía básica. Estos supuestos académicos poco sofisticados vuelven muy peligroso el análisis. Estos defectos son: ausencia de los datos económicos financieros y contables de las actividades (en especial la nuclear), carencia de experiencia, comprensión y conocimiento sobre el funcionamiento de los mercados, desprecio de la componente financiera e inobservancia de la integración de la actividad de generación en el MIBEL y del trading de importación-exportación de energía. En el punto de vista de la Hacienda Pública, con una interpretación errónea de la aplicación de los impuestos, en términos de hechos imponibles y tipos impositivos, de forma que no cuenta como el modelo de retribución de las tecnologías renovables consiste en «pool+prima» y en su retroalimentación incrementalista para estas tecnologías, que pueden acabar cobrando más.

Pero, a pesar de todo ello, con ese desarrollo argumental, es decir, con este punto de partida de modelo académico en condiciones teóricas, Natalia Fabra no obtiene mucho juego para sustentar las posiciones clásicas como esforzada académica que valida las tesis paternas con respecto a determinadas tecnologías y su obsesión por el control de rentas, sin mercado. Y, por ello, la solución y resolución del artículo se produce, sorprendentemente, en el último párrafo, para pasar de lo descriptivo bajo su modelo hasta lo normativo. Salta de un análisis positivo para llegar a las recomendaciones. Efectúa una pirueta que consiste en pasar de describir (con matices y filtros de distorsión) a decir lo que debe ser, lo que se debe hacer y quién debe financiar los nuevos tributos. Es decir, Fabra pontifica sobre lo que en su opinión deben ser los beneficiados y perjudicados del sector eléctrico y, según ella, deben asumir la cuenta pendiente, en plena coherencia con su pensamiento anterior.

Dos datos más. Al parecer, su padre, Jorge Fabra, ha elaborado un informe que ha entregado a Cristina Narbona con parecidos supuestos, con el fin de fijar la posición contraria del Partido Socialista Obrero Español, de cara a la tramitación parlamentaria del proyecto de ley. Segundo dato: Natalia Fabra, en este artículo, ha conseguido incluir un link directo entre su post en «Nada es Gratis» a «Economistas Frente a la Crisis«, blog que alimenta y protagoniza su padre, como cabeza pública de esta plataforma. ¿Es posible una carambola con más bandas? ¿Qué les parece este capicúa efectuado con tanto desparpajo? ¿Se habrán dado cuenta los responsables de «Nada es Gratis«?

En verdad que nada es gratis. Menos los Fabra.

«Fabra es gratis»

El pasado viernes el blog de Fedea, «Nada es gratis«, acogía en su «site» un post sobre el Anteproyecto de Ley de Medidas Fiscales para la Sostenibilidad Energética elaborado por Natalia Fabra y Gabriel Llobet. El contexto de esta publicación es muy importante. «Nada es gratis«, el blog de Fedea, es uno de los espacios más liberales, promercado, proliberalización, prorreformas y antiintervención que existen actualmente en los medios españoles, económicos y generalistas. Además de su rigor, su influencia es enorme. Sus principales autores, Javier Andrés, Antonio Cabrales, Luis Garicano, Tano Santos, Jesús Fernández Villaverde, Samuel Bentolilla, etc…, efectúan aportaciones acertadas, sustanciales y, además, con esa perspectiva que da la visión exterior desde la perspectiva internacional.

Desde el punto de vista de gestión de la oportunidad, con «Nada es Gratis«, la saga Fabra, había encontrado un objetivo de comunicación muy relevante para la gestión de su «branding» como expertos energéticos («branding» es la forma más fina hoy de decir la palabra ego) tratando de conseguir una reputación en el ámbito de la regulación eléctrica desde posiciones anticompetitivas e intervencionistas, en un monopolio de la interpretación de los hechos que suceden en el sector eléctrico bajo una visión ideologizada. Por un lado, es cierto que la energía, más en concreto la electricidad, está bajo los focos a raíz de la puesta en circulación de este Anteproyecto y de las promesas de una reforma adicional recientemente realizadas por parte del ministro Soria, lo que incentiva, si cabe aún más, la búsqueda de ese espacio público y mediático.

Por tanto, si el Consejo Editorial del blog conocía el contenido del post, a la vez que conoce el sector eléctrico de nuestro país, su funcionamiento, liberalización, su regulación y sus problemas, así como los postulados antimercado de Natalia Fabra y su genética, podríamos afirmar que su publicación sería un ejemplo de ejercicio de libertad de expresión en el ámbito puramente económico-académico. En todo caso, hubiera sido recomendable, expresamente, haber sido indicado con anterioridad lo que íbamos a leer, con esas advertencias que se incluyen en los artículos y entrevistas, de forma y modo que «los comentarios son responsabilidad de lo que los emite». En todo caso, lo que hace esta «Nada es Gratis» con la publicación de este post es la grave carencia de una visión promercado y procompetitiva en el sector energético, accesible y pública a los ciudadanos y a los economistas. Asimismo, sería recomendable conocer de primera mano una visión complementaria de alguno de los titulares de Fedea, con conocimiento sobre el mercado de generación, los costes regulados, con conocimiento del crecimiento de las primas y la naturaleza y origen del déficit tarifario, y que expresaran su opinión sobre este Anteproyecto de Ley en particular, y sobre el problema del sector eléctrico, en general.

Yendo al contenido del post, Natalia Fabra se queja de que el Anteproyecto de Ley de Medidas Fiscales para la Sostenibilidad Energética no es una reforma. Acabáramos. Eso ya estaba claro y está dicho por activa y por pasiva. Pero, es que, en realidad, la pretensión del proyecto no era reformar, sino absorber, taponar y acometer el déficit tarifario y la generación de nuevo déficit (lo que no quiere decir que lo consiga o que lo haga de forma eficiente, o ninguna de las dos cosas).

De lo segundo de lo que se queja Fabra es de que, previsiblemente, estos tributos los pagarán los consumidores. Rebobinemos, pues. El déficit tarifario es la resultante acumulada de la parte de los costes del suministro que no se le ha pasado a los consumidores en forma de factura a través de las tarifas, desde el año 2002, porque a los responsables políticos les daban miedo sus efectos en la opinión pública. En mayor o menor medida, el traslado a los consumidores se debería haber producido antes o después. Pero el hecho es que, desde el punto de vista fiscal y de la hacienda pública, habrá una parte que se trasladará a los consumidores y una parte que será absorbida indebidamente por las empresas de las cantidades adeudadas a las mismas (eso que se sepa el destino final de estos recursos fiscales). Desde el punto de vista metodológico, sería interesante preguntar a la autora por atacar el origen de los costes regulados y de las primas, por abordar su reducción y por si su contención podría haber favorecido que el coste del suministro no creciera y, así, no se le habría trasladado a nadie.

Consciente de que en el blog de Fedea era difícil incorporar grandes dosis de demagogia intervencionista e ideológica, Natalia Fabra entra con cierto cuidado y acepta el funcionamiento del mercado eléctrico hasta que le conviene (en primer lugar, bajos precios y correlación con otros mercados hasta que se anunciaron las medidas fiscales). A partir de ahí, no comprende el descuento de expectativas que efectúa el mercado al conocer la previsible chapuza (como hacen todos los mercados cuando funcionan correctamente y provocan eficiencia).

Para todo ello utiliza una vía de análisis simplificada desde el punto de vista académico, que no pasa de la microeconomía básica. Estos supuestos académicos poco sofisticados vuelven muy peligroso el análisis. Estos defectos son: ausencia de los datos económicos financieros y contables de las actividades (en especial la nuclear), carencia de experiencia, comprensión y conocimiento sobre el funcionamiento de los mercados, desprecio de la componente financiera e inobservancia de la integración de la actividad de generación en el MIBEL y del trading de importación-exportación de energía. En el punto de vista de la Hacienda Pública, con una interpretación errónea de la aplicación de los impuestos, en términos de hechos imponibles y tipos impositivos, de forma que no cuenta como el modelo de retribución de las tecnologías renovables consiste en «pool+prima» y en su retroalimentación incrementalista para estas tecnologías, que pueden acabar cobrando más.

Pero, a pesar de todo ello, con ese desarrollo argumental, es decir, con este punto de partida de modelo académico en condiciones teóricas, Natalia Fabra no obtiene mucho juego para sustentar las posiciones clásicas como esforzada académica que valida las tesis paternas con respecto a determinadas tecnologías y su obsesión por el control de rentas, sin mercado. Y, por ello, la solución y resolución del artículo se produce, sorprendentemente, en el último párrafo, para pasar de lo descriptivo bajo su modelo hasta lo normativo. Salta de un análisis positivo para llegar a las recomendaciones. Efectúa una pirueta que consiste en pasar de describir (con matices y filtros de distorsión) a decir lo que debe ser, lo que se debe hacer y quién debe financiar los nuevos tributos. Es decir, Fabra pontifica sobre lo que en su opinión deben ser los beneficiados y perjudicados del sector eléctrico y, según ella, deben asumir la cuenta pendiente, en plena coherencia con su pensamiento anterior.

Dos datos más. Al parecer, su padre, Jorge Fabra, ha elaborado un informe que ha entregado a Cristina Narbona con parecidos supuestos, con el fin de fijar la posición contraria del Partido Socialista Obrero Español, de cara a la tramitación parlamentaria del proyecto de ley. Segundo dato: Natalia Fabra, en este artículo, ha conseguido incluir un link directo entre su post en «Nada es Gratis» a «Economistas Frente a la Crisis«, blog que alimenta y protagoniza su padre, como cabeza pública de esta plataforma. ¿Es posible una carambola con más bandas? ¿Qué les parece este capicúa efectuado con tanto desparpajo? ¿Se habrán dado cuenta los responsables de «Nada es Gratis«?

En verdad que nada es gratis. Menos los Fabra.

Mercado eléctrico y subastas CESUR: instituciones con legitimidad

La noticia de que la CNE, en su informe de supervisión, confirma la transparencia en el funcionamiento del sistema de subastas CESUR, quitando las suspicacias y las sombras de sospecha que, interesadamente, se habían propagado desde ciertas y diferentes instancias es, ciertamente, una muy buena noticia, que requiere su valoración. No hay indicios de alteraciones, ni siquiera en los días previos a la subastas, como ha confirmado el órgano regulador y supervisor independiente, frente a lo enfatizado hace unos meses de forma frívola por los detractores del mercado.

En estos momentos, habría que recuperar la memoria histórica y habría que recurrir a la hemeroteca para ver cómo ciertos medios de comunicación, sus cabeceras y sus escribidores, se concentraban en aplicar la pena capital a las subastas de electricidad para la tarifa de último recurso, toda vez que, fruto de las tensiones de oferta y demanda de electricidad estacionales de cada revisión, los precios resultantes crecieron o se mantuvieron en las dos últimas revisiones trimestrales. Curiosamente, estas sospechas no se pronunciaban cuando los precios de la electricidad caían en estas subastas y permitían compensar las subidas de costes regulados. Burdo y oportunista, sí, pero consta en las hemerotecas.

Por cierto, esta evolución era algo que, con un cierto y básico análisis económico (liberal, de mercado, únicamente basado en la oferta y la demanda, eso sí), era evidente. Además, es conocida la creciente competitividad existente en el mercado de generación eléctrico español por la participación de cada vez más operadores entrantes así como de diferentes tecnologías concurrentes, de forma que su funcionamiento recoge las condiciones de oferta, demanda y capacidad.

Pero, en su lugar, su tratamiento ha estado sujeto a posiciones, intereses y controversias extraeconómicos, políticos, ideológicos o demagógicos que se aprovechan de la facilidad con la que prenden las sospechas sobre todo lo empresarial en nuestro país, en una concepción de la economía ultramontana y peronista, insólita incluso para los partidos políticos socialdemócratas europeos y americanos. Habría que recordar, además, cómo desde todas estas instancias azuzaban al Gobierno, necesitado de buenas noticias, o al menos de no dar malas, para incendiar una polémica por la vía de la generación de la sospecha y la deslegitimación irresponsable.

Claro, como con los últimos resultados de estas subastas no se podían absorber los crecimientos continuos y acelerados de los costes regulados (cuya decisión es estrictamente administrativa/política/discrecional), por descensos o mantenimientos en el factor energía del coste del suministro, sin subir la tarifa (incurriendo en costes políticos), la solución era sembrar cizaña sobre el funcionamiento de mercado eléctrico y las subastas. Y, todo ello, con la mera enunciación concatenada e intencional de las noticias, presentadas maliciosamente y en el momento oportuno, para cuestionar el mercado eléctrico.

Es más, de esta manera, con la trama conspiratoria, siempre más atractiva que el aburrido análisis económico, se distraía la fuerte tendencia de crecimiento geométrico de los costes regulados, disfrazando el problema. Recuerden, a tal efecto, lo que los llamados «archivos sonoros» nos pueden aportar con respecto a las subastas y al mercado, en las declaraciones que el exconsejero de la CNE, Jorge Fabra, azote del mercado, efectuaba a los medios de comunicación, difundiendo estas sospechas y otras más, uncidas a las revisiones tarifarias trimestrales. Todo un clásico ya.

Pero, es más. La existencia del colectivo retroprogresivo de la electricidad, impropia de una economía occidental, con sus integrantes que alientan la erosión del funcionamiento de mercado, para dinamitar este modelo y sus mecanismos de eficiencia basados en la competencia, es el soporte ideológico que lo mantiene. Este colectivo pretende suprimir el mercado para sustituirlo por un modelo intervencionista, de planificación y de rentas discrecionales sin empresas, ni iniciativa privada en términos factuales. Por eso alientan la involución sobre la liberalización y el mercado, dado que, a su juicio, es más fácil pagar cuatro veces más la generación de un MWh de una tecnología vía subsidios, que dejar que el mercado libre funcione, con reglas claras, pero sin intervenciones y que sus precios medios sean de los más bajos de Europa.

Hay que contextualizar, por tanto, esta noticia en lo que supone, proporcionándole la relevancia e importancia que merece. Esta noticia confirma, reafirma y avala el funcionamiento del mercado mayorista de generación español, como mecanismo eficiente de formación de precios en un marco competitivo. El mercado como pieza básica del proceso de liberalización y de organización y funcionamiento sectorial. De hecho, el mercado, en sí, es una institución y, en nuestro país sigue persistiendo la necesidad de esta institucionalización y de mecanismos que garanticen una correcta percepción de los hechos económicos, inclusive en los precios de la electricidad. Sucede, además, en un momento de deriva económico-sectorial muy intenso, fruto de los vaivenes políticos e ideológicos que circundan el sector eléctrico, a cuenta de las medidas en ciernes, donde cada noticia persigue un fin solapado.

Es una noticia importante, por tanto, para el sector eléctrico, para los consumidores y para la economía, en general.

Mercado eléctrico y subastas CESUR: instituciones con legitimidad

La noticia de que la CNE, en su informe de supervisión, confirma la transparencia en el funcionamiento del sistema de subastas CESUR, quitando las suspicacias y las sombras de sospecha que, interesadamente, se habían propagado desde ciertas y diferentes instancias es, ciertamente, una muy buena noticia, que requiere su valoración. No hay indicios de alteraciones, ni siquiera en los días previos a la subastas, como ha confirmado el órgano regulador y supervisor independiente, frente a lo enfatizado hace unos meses de forma frívola por los detractores del mercado.

En estos momentos, habría que recuperar la memoria histórica y habría que recurrir a la hemeroteca para ver cómo ciertos medios de comunicación, sus cabeceras y sus escribidores, se concentraban en aplicar la pena capital a las subastas de electricidad para la tarifa de último recurso, toda vez que, fruto de las tensiones de oferta y demanda de electricidad estacionales de cada revisión, los precios resultantes crecieron o se mantuvieron en las dos últimas revisiones trimestrales. Curiosamente, estas sospechas no se pronunciaban cuando los precios de la electricidad caían en estas subastas y permitían compensar las subidas de costes regulados. Burdo y oportunista, sí, pero consta en las hemerotecas.

Por cierto, esta evolución era algo que, con un cierto y básico análisis económico (liberal, de mercado, únicamente basado en la oferta y la demanda, eso sí), era evidente. Además, es conocida la creciente competitividad existente en el mercado de generación eléctrico español por la participación de cada vez más operadores entrantes así como de diferentes tecnologías concurrentes, de forma que su funcionamiento recoge las condiciones de oferta, demanda y capacidad.

Pero, en su lugar, su tratamiento ha estado sujeto a posiciones, intereses y controversias extraeconómicos, políticos, ideológicos o demagógicos que se aprovechan de la facilidad con la que prenden las sospechas sobre todo lo empresarial en nuestro país, en una concepción de la economía ultramontana y peronista, insólita incluso para los partidos políticos socialdemócratas europeos y americanos. Habría que recordar, además, cómo desde todas estas instancias azuzaban al Gobierno, necesitado de buenas noticias, o al menos de no dar malas, para incendiar una polémica por la vía de la generación de la sospecha y la deslegitimación irresponsable.

Claro, como con los últimos resultados de estas subastas no se podían absorber los crecimientos continuos y acelerados de los costes regulados (cuya decisión es estrictamente administrativa/política/discrecional), por descensos o mantenimientos en el factor energía del coste del suministro, sin subir la tarifa (incurriendo en costes políticos), la solución era sembrar cizaña sobre el funcionamiento de mercado eléctrico y las subastas. Y, todo ello, con la mera enunciación concatenada e intencional de las noticias, presentadas maliciosamente y en el momento oportuno, para cuestionar el mercado eléctrico.

Es más, de esta manera, con la trama conspiratoria, siempre más atractiva que el aburrido análisis económico, se distraía la fuerte tendencia de crecimiento geométrico de los costes regulados, disfrazando el problema. Recuerden, a tal efecto, lo que los llamados «archivos sonoros» nos pueden aportar con respecto a las subastas y al mercado, en las declaraciones que el exconsejero de la CNE, Jorge Fabra, azote del mercado, efectuaba a los medios de comunicación, difundiendo estas sospechas y otras más, uncidas a las revisiones tarifarias trimestrales. Todo un clásico ya.

Pero, es más. La existencia del colectivo retroprogresivo de la electricidad, impropia de una economía occidental, con sus integrantes que alientan la erosión del funcionamiento de mercado, para dinamitar este modelo y sus mecanismos de eficiencia basados en la competencia, es el soporte ideológico que lo mantiene. Este colectivo pretende suprimir el mercado para sustituirlo por un modelo intervencionista, de planificación y de rentas discrecionales sin empresas, ni iniciativa privada en términos factuales. Por eso alientan la involución sobre la liberalización y el mercado, dado que, a su juicio, es más fácil pagar cuatro veces más la generación de un MWh de una tecnología vía subsidios, que dejar que el mercado libre funcione, con reglas claras, pero sin intervenciones y que sus precios medios sean de los más bajos de Europa.

Hay que contextualizar, por tanto, esta noticia en lo que supone, proporcionándole la relevancia e importancia que merece. Esta noticia confirma, reafirma y avala el funcionamiento del mercado mayorista de generación español, como mecanismo eficiente de formación de precios en un marco competitivo. El mercado como pieza básica del proceso de liberalización y de organización y funcionamiento sectorial. De hecho, el mercado, en sí, es una institución y, en nuestro país sigue persistiendo la necesidad de esta institucionalización y de mecanismos que garanticen una correcta percepción de los hechos económicos, inclusive en los precios de la electricidad. Sucede, además, en un momento de deriva económico-sectorial muy intenso, fruto de los vaivenes políticos e ideológicos que circundan el sector eléctrico, a cuenta de las medidas en ciernes, donde cada noticia persigue un fin solapado.

Es una noticia importante, por tanto, para el sector eléctrico, para los consumidores y para la economía, en general.

La reforma de la puerta giratoria

Todas estas son las medidas que están en la cocina del Gobierno de cara a la resolución del déficit tarifario eléctrico y a la descompensación existente entre la tarifa (el precio aplicado al suministro) y el coste total del suministro eléctrico, tema determinante en la conformación de una deuda galopante, cuyas medidas han sido leves hasta el momento y calificables de cuidados paliativos.

Rumores alentados por los sectores más retroprogresivos del sector eléctrico evidencian el interés de determinados colectivos y subsectores, que tratan de conseguir la imposición de una tasa a la generación hidráulica y nuclear a partir de falsificar la interpretación de la contabilidad financiera con argumentos demagógicos. En este momento, conseguir la aplicación de esta medida, sería una pieza clave cobrada para fracturar el mercado de generación de electricidad, lanzar un torpedo al proceso de liberalización y, de paso, proponer un modelo distributivo intervenido de rentas fijadas por actividades, partiendo de la gran mentira de la amortización de activos de estas instalaciones, con el soporte de una campaña orquestada sobre planteamientos de corte demagógico y simplista. Los artífices de esta campaña ejecutan un proceso en el que han engatusado incluso hasta a la propia Comisión Europea con estas afirmaciones para sostener un argumento que opera contra la lógica, contra la contabilidad financiera y contra la aritmética, y que, de forma candorosa, se instala en un pensamiento pseudoperonista de la sociedad española.

El objetivo de esta campaña (cada día tiene su afán) es que el esfuerzo final para la resolución del déficit pase de largo de los sectores más beneficiados por el exorbitante crecimiento de los costes regulados en estos últimos años, de forma que se siga propagando una cultura de la discrecionalidad retributiva a costa de las actividades más maduras.

De hecho, partidarios de este enfoque pueden llegar a sostener de forma cínica un alegato a favor de la seguridad jurídica y de la estabilidad regulatoria de forma que no exista retroactividad en el modelo de primas, aunque los mismos invaliden con desparpajo la misma para las actividades liberalizadas (¿?). Conseguir esta ruptura de mercado de generación sería una segunda pieza para su vitrina de trofeos. La primera fue concentrar los efectos (aún inconcretos) del segundo real decreto ley contra el déficit tarifario en la reducción de la retribución de la actividad de distribución de electricidad.

Por su parte, resulta paradójico en todo este proceso el silencio y el solipsismo en que se está elaborando la hoja de ruta para la resolución de un problema de esta envergadura. Y, significativamente, el comportamiento del propio ministro, José Manuel Soria, en el que todo el mundo coincide en atribuirle buen carácter, reconocerle que adquiere conocimiento de forma rápida, estar bien intencionado, disponer de «inteligencia política en las distancias cortas», ser «sensible» a los intereses de todos y cada uno de los sectores, de forma que todos los interlocutores con los que interactúa salen siempre satisfechos, en un modelo de interacción puerta giratoria sin profundidad. Algo que, por otra parte, resulta paradójico dado que se trata de un problema cuya resolución necesariamente requiere de dolor, y más si se tienen en cuenta las ceremonias que tratan de desviar la atención de los coste regulados de la tarifa y de los costes impropios que soportan, a la que vez que los beneficiarios formulan un vaporoso «aparta de mí este cáliz».

En todo caso, es positiva la consciencia en el Ejecutivo de la gravedad del problema y de que en la resolución del mismo está en juego muchas cosas. Y todas muy importantes, incluyendo una atención desde el punto de vista internacional a los efectos sobre analistas financieros, mercados bursátiles, sobre el rating y el valor de las empresas, sobre la posibilidad de operaciones corporativas hostiles aprovechando la inseguridad regulatoria percibida en los mercados internacionales y las cotizaciones de las empresas. Y sin perder de vista que el alcance en términos de efectos colaterales puede llegar a la prima de riesgo española. No es momento de hacer barbaridades y, por tanto, es necesario hilar muy, muy fino en la combinación de medidas para reconducir el déficit tarifario, en su ejecución y en su «timing».

Probablemente lo sensato sería adoptar un sistema inteligente de coordenadas de partida: que la tributación a la generación no fracture el mercado eléctrico, ni cuestione la liberalización que ha permitido eficiencia en los precios medios del mercado, que las medidas permitan una adecuación tarifaria y de los precios sin componente político a futuro (de forma que no sea solo poner el contador a cero y volver a empezar), valorar el alargamiento en un año del período de extinción del déficit, aprovechar el nuevo sistema de subastas de derechos de emisión, centrarse en los costes regulados y en lo que soporta la tarifa que no le corresponde, como responsable de lo que ha sido el encarecimiento del suministro.

Estos son puntos de partida que orientan una solución lógica, económica, que responda al interés general, al del coste del suministro, a la evolución de las magnitudes económicas del sector y corresponsabilice, en su justa medida, en que los esfuerzos se concentren en los elementos que han hecho que el problema se haya acrecentado y desbordado.