La tentación del vacío

Detrás de cada eufemismo hay un tabú indeseable y, por tanto, impronunciable.

Ayer conocíamos que el Acuerdo Social y Económico (ASE) en su presentación pública, ha pretendido emular los míticos Acuerdos de la Moncloa. El documento está siendo criticado por su inconcreción en los apartados complementarios al del cambio en el sistema de jubilación. Así, el Documento del Acuerdo está centrado fundamentalmente en la reforma de las pensiones y contiene un apartado dedicado a la energía, cuya parte positiva es la inclusión en la agenda pública de la cuestión energética, fijando la atención de las fuerzas políticas, de los agentes sociales y, por ende, de la sociedad en esta cuestión. Realmente, viene reclamándose desde hace tiempo y se han producido distintos intentos de un pacto energético para resolver la situación actual y los problemas energéticos del país. Por tanto, promover un acuerdo en este terreno es una necesidad política y económica.

Ciertamente, cabe preguntarse si los mecanismos que propone este documento para que se produzca un acuerdo son los adecuados para no interferir desde postulados políticos o ideológicos en una cuestión que requiere decisiones de un fuerte componente técnico y económico.
Pasando al contenido del documento en materia de energía, hay que evidenciar notables carencias para situar el escenario y terreno en el que se debe producir el acuerdo, identificando los problemas reales y las líneas que orienten la solución de los problemas, la definición de la política energética y la gestión de las medidas que surjan del mismo. Así, el texto, en el ámbito energético, es un ejercicio vacío y, probablemente, peor que cosmético, suavizado, edulcorado o bienintencionado. El documento no aborda, y por tanto, elude y oculta los problemas energéticos del país y, para ello, opta por acudir a lugares comunes, a la retórica, a ejercicios discursivos propios de marketing político (desde la seguridad de suministro, las economías emergentes y todos los elementos que conforman esa larga introducción). En definitiva, el documento contiene buen número de eufemismos y elipses, para no identificar los problemas y afrontarlos con decisión.

Por eso es paradójico que en el documento no haya una sola alusión al problema energético más importante de nuestro país: el grave y galopante problema del déficit tarifario. Un problema que va a condicionar toda la política energética y que no está tratado ni siquiera por la vía del subterfugio, dadas las implicaciones económicas y financieras del mismo. Y eso que hoy ya no es un problema sólo y exclusivamente del sector eléctrico o energético. Es un problema para el conjunto de la economía y para la sociedad. El problema del déficit es una pesada y voluminosa carga, que obligará a que los consumidores durante muchos años tengan que pagar el consumo futuro y presente de cada momento, junto con el consumo pasado aplazado o endeudado. Existen ejemplos de reconocimiento político e institucional de la gravedad de este problema: en su momento, la Subcomisión de Energía del Congreso recogió, con elegancia, entre sus conclusiones el déficit tarifario como un grave problema regulatorio.

El segundo problema que no aparece en el documento y está derivado y relacionado con el anterior es la evolución de tarifa eléctrica y sus componentes. No se puede desviar la atención de una situación dual a la que estamos llegando derivada de la política de precios y generación de déficit: si bien los precios en el mercado de generación son de los más bajos de Europa, los componentes regulados (primas, retribuciones de actividades y deuda antigua) de la tarifa han ido engrosando de forma que la tarifa que se está empezando a cobrar a los consumidores, está subiendo y escalando posiciones en este ranking europeo. Pero es que el horizonte es incierto: la evolución de los precios del petróleo está en ascenso, cierto contagio a los precios de las energías primarias por la inestabilidad geoestratégica y una previsible cierta reactivación de la demanda (hay que recordar que los precios de la energía están en niveles mínimos en series históricas). Así, el problema es más grave, si se converge la tendencia a la subida de precios, la acumulación de deuda antigua, con las señales escasa capacidad y voluntad política para abordarlo que evidencia una laxitud como la que contiene este documento en este terreno. Un solo dato: con la subida de precios del mes de enero, que tampoco ha servido para reducir el déficit tarifario, se ha formado una revuelta política que ha llevado al Ministro de Industria a abjurar de futuras subidas de precios.

Por añadir elementos que señalan la importancia de la cuestión, mañana estará la Canciller alemana Angela Merkel en Madrid y es sabido el interés de Alemania y de sus entidades financieras por la evolución de la deuda pública, incluyendo la asimilada figura y necesaria colocación del déficit tarifario y cuyo montante se cifra en 20.000 millones de euros. Hay que tener en cuenta, además, que se nos han solicitado garantías de que se van a hacer los esfuerzos necesarios para su reconducción futura. Cualquiera que conoce el tema del déficit tarifario y comprende su naturaleza económica no sale de su asombro: la creación de una hipoteca futura económica para un consumo presente. Por eso la pregunta, si ella o alguno de los ministros que le acompañan lee la parte energética de este documento, es: ¿qué podrá pensar?

Por otra parte, lo más concreto del documento, la alusión a una nueva política de desarrollo de energías renovables, tras su impulso descontrolado, se salda con una apelación ambigua al desarrollo de estas tecnologías (¿quizá está expresado de una manera eufemística para que se «internacionalicen»?). En todo caso, es necesario que dentro de esas líneas, figure que se inscriba la política de renovables en el marco de la política energética, dentro del sistema eléctrico, abordando en profundidad la necesidad de una moratoria fotovoltaica y termosolar.

Se podían hacer otras críticas parciales y puntuales a este documento, pero son de menor calibre. El problema del «mix energético» en este contexto, con la caída de la demanda (con ligeras diferencias entre las distintas estimaciones conocidas), con la potencia instalada actual y pendiente de poner en funcionamiento, en los próximos cinco años, es un falso problema, casi un ejercicio de salón. Más bien, es un dato de partida, una constante en la ecuación (y en este sentido, el cierre de Garoña sigue siendo una aberración económica).

Además se puede constatar la existencia de otros errores conceptuales, como considerar energías finales a las energías renovables, la inclusión en el pacto de cuestiones en las que sólo podemos cumplir la mitad de las mismas con nuestra voluntad y acción de gobierno (la interconexión con Francia), la remisión al grupo de nombre ampuloso de las decisiones políticas pendientes sobre residuos nucleares (léase el emplazamiento del Almacén Temporal Centralizado), el enésimo anuncio de una Ley de Energías Renovables y Eficiencia Energética, la apelación providencialista a las posibilidades de ahorro de las redes inteligentes o el anuncio de tarifas supervalle, después de haber vuelto atrás con la tarifa nocturna.

En resumen, el documento en el ámbito energético no proporciona un marco realista de la situación, políticas y reformas a abordar. Su exposición es atemporal, no contiene un diagnóstico, no recoge los problemas graves y fundamentales, ni los retos que nuestra sociedad requiere, ni las líneas que exigen los esfuerzos para superarlos. Resulta un ejercicio inexpresivo e intransitivo, procedente más del marketing político. Algo que empieza a ser moneda común en nuestro país, formulaciones etéreas, retóricas o políticamente correctas e insípidas que no se corresponden con la profundidad y exigencias de los problemas. Y, lo que es peor, refleja a una sociedad con resistencias psicológicas a abordar la realidad, con unas clases dirigentes y agentes políticos y sociales que no quieren enfrentarse a los problemas, mirando a los ojos a la situación actual del sector.

La privatización de REE para avanzar en el modelo eléctrico liberalizado

La semana pasada, conocimos la decisión del Gobierno de la venta de las participaciones de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) en Red Eléctrica de España. Por tanto, con esta decisión previsiblemente, se completa el proceso de privatización de REE (cuyo límite posible se cifra en que la SEPI mantenga un 10 % del total de su accionariado). Hay que señalar que, con independencia de las cuestiones relativas al equilibrio presupuestario y su relación con el déficit público (el Gobierno espera recuperar 509 millones de euros), esta operación es una buena noticia, por varios motivos que enunciaremos a continuación.

No obstante, y contrariamente a lo que se piensa, e incluso al imaginario colectivo de muchos de sus responsables y de nostálgicos de un cierto «ancien régime» en torno a esta compañía, REE ya era una empresa privada, con un 80% aproximadamente de su capital en manos de accionistas privados, aunque su propia relación con la sociedad estatal, sus relaciones con la Administración Energética y sus comportamientos han perfilado una versión empresarial semejante a «ser más que un club», una especie de octavo pasajero del sector energético.

En todo caso, hay que resaltar la imagen de «eficacia» y capacidad técnica de la compañía, en su función de transportista. Las determinadas sombras que planean sobre su actividad, provienen de su capacidad de condicionamiento del sistema y mercado eléctricos, por la vía de hacer cabalgar transporte y operación del sistema conjunta y su influencia en la Administración, más allá de sus funciones o por la puesta en valor de las mismas. Consecuentemente, en primer lugar, hay que saludar esta decisión porque supone profundizar en un modelo liberalizado, de mercado y con operadores privados, favoreciendo un mayor equilibrio de fuerzas.

En segundo lugar, está decisión debe avanzar en la despolitización de Red Eléctrica de España. Hasta ahora, esta empresa transportista de electricidad, era un destino político (en los partidos políticos lo pedían, si podía ser). Tampoco hay que remontarse a hemerotecas muy antiguas para escuchar declaraciones de su presidente que van más allá de su misión como responsable del operador del sistema eléctrico y terciar en la cuestión nuclear (ora de una manera, ora de otra y en general en línea con las tesis oficiales de cada momento), las renovables o la necesidad o ausencia de necesidad de nueva inversión en potencia. En muchos momentos, se ha hablado de Luis Atienza como Ministerio de Energía en la sombra.

Y por otra parte, REE tenía una notable capacidad de intervención en determinadas funciones anteriores y posteriores en su papel de generación y distribución, más allá de lo que es un operador de sistema neutral. En muchos casos, se trataba de acomodar la función del operador de sistema a las «necesidades» del transporte en el caso de coágulos en el acceso a la generación o a la distribución.

Incluso, y en mucha mayor escala, todo el mundo recuerda cómo se produjo su entrada en la red de 220 kV y quién fue la mano amiga que le ayudó «in términis» en su tramitación parlamentaria desde la propia Secretaria General de Energía. O las propuestas que Red Eléctrica de España ha provisionado al Ministerio de Industria (en muchos casos haciéndole un flaco favor, como en el caso reciente de la que al final resultó fallida regulación del carbón). Pero es que, incluso, de hecho, en algún momento, en su seno se han mostrado veleidades tendentes a la participación de REE en el sector de la generación.

Por tanto, de una cosa y de otra, se deduce que esta decisión (la venta del 10% de REE), tiene que tener un tercer efecto, que es avanzar hacia un modelo en que el operador de sistema y de transporte estén separados empresarialmente de forma que, la red de transporte quede en manos de la empresa privada resultante y, por otra parte, se produzca la separación de la función de operador de sistema en un nuevo órgano diferente y neutral. Pero de eso, hablaremos mañana.

Información importante para los consumidores

Esta semana, las asociaciones de consumidores informaban de que la subida de la electricidad afectaría más a quienes más consumiesen, en la medida que la subida aplicada afecta más a la energía consumida que lo que se denomina el término fijo. De hecho, señalaban que aquellos consumidores que no tuviesen consumo no verían subidas en sus recibos, al quedar el término fijo invariable.

Con ello, querían poner el acento en que la subida media del 9% de principio de año, realmente es eso, una media. Señalan que sería del 0% para aquellos consumidores que no consumen nada y para los que están sujetos al bono social (que se mantienen aislados de esta subida tras el Real Decreto Ley), y la subida sería más alta, pues, para quienes hacen un uso más intensivo de la electricidad en su hogar: puede ser de dos puntos más que esa media, es decir, llegaría al 11% en el caso de los consumidores con niveles altos de consumo de electricidad o del 13 % para aquéllos que tienen la modalidad de discriminación horaria.

Por tanto, las organizaciones advierten que esta subida tendrá mayor efecto sobre consumidores que, por ejemplo, utilicen la electricidad para la climatización de sus viviendas. Algo que parece lógico, razonable, coherente, congruente cuando el Gobierno ha optado por no elevar los costes regulados para reducir el déficit tarifario. El hecho de que las subidas de la electricidad, por otra parte, incidan más sobre quien más consume, también tiene su lógica desde las políticas de ahorro energético.

Hay que recordar que la tarifa eléctrica ha venido siendo engañosa hasta el momento por la vía del control administrativo de precios y el intervencionismo: al no recoger todos los componentes del suministro (generar déficit tarifario) ha provocado que muchas personas y consumidores tomen decisiones de consumo o de inversión en equipos, poco razonables de conocer los precios reales de la misma. La alteración de los precios reales, su enmascaramiento, tiene efectos sobre los consumidores actuales y, sobre todo, sobre los consumidores futuros.

Por tanto, es valorable positivamente que desde las Asociaciones de Consumidores se conciencie del buen uso de la electricidad, se hagan conscientes a los usuarios de su coste real y del efecto diferenciado según los comportamientos de los mismos y sus hábitos de consumo, de forma que se trate como un suministro más.

Es una postura inteligente que no debe caer en cuatro tentaciones pasadas con un sentido de trascendencia política e ideológica: una, la negación de la existencia y funcionamiento del mercado de la electricidad (hoy tenemos los precios en el mercado de generación más bajos de Europa); dos, la abstracción de la realidad de que con esos precios tan bajos en generación la tarifa empieza a escalar en la clasificación de tarifas en Europa por los costes regulados, la deuda pendiente y, hasta el momento, desde estos colectivos no hay postura al respecto; tres, la generación de una turbamulta que abogue finalmente por la intervención de precios para hacer inconscientes a los usuarios del precio de la electricidad; y cuatro, la intención de ejercer de antídoto previo, de tener la cuestión en el ‘candelabro’, ante la necesidad e inminencia de adecuar los precios eléctricos a sus costes totales. Lo que llevará a que sean necesarias nuevas subidas de los precios de la electricidad, dado el embalsamiento realizado en años de bonanza, cuestión que no será pacífica.

Por eso, hay que saludar estas iniciativas: con un trabajo activo y vigoroso de asesoramiento, explicación y concienciación ciudadana desde las Asociaciones de Consumidores, se puede conseguir mucho más para la sociedad y para los propios consumidores, que ejerciendo de palanca para elevar el coste político de las subidas de la electricidad del Gobierno que lo tenga que acometer.

Operación Rómulo

La castiza costumbre española de inaugurar cosas se desplegará hoy con motivo del inicio del tendido de la conexión eléctrica que unirá la Península y Baleares. El hecho es que esta costumbre, habitualmente se hacía a obra terminada: la botadura de un barco, la inauguración de un edificio, el corte de cinta de una carretera o de la puesta en funcionamiento de una vía del AVE. En este caso, se trata de un modelo de evento «colocación de primera piedra». Se trata del comienzo del tendido de tres cables con un total de 237 kilómetros que unirán Palma de Mallorca con Castellón.

Para ello Red Eléctrica ha preparado un evento por todo lo alto en las Islas Baleares (podía haber sido en Castellón), concretamente en la Bahía de Ponça, para que responsables y autoridades puedan comprobar el operativo del tendido del cable, concluyendo con una visita a la Estación Conversora de Calviá y un almuerzo.

Entre otras personalidades del sector energético y autoridades autonómicas, al evento están invitados los Consejeros de la Comisión Nacional de Energía, de forma que la agenda habitual del Consejo de Administración del Organismo se modificó esta semana, trasladando su convocatoria habitual de los jueves a ayer miércoles para facilitar la asistencia de consejeros y equipo al acto organizado por la empresa que preside Luis Atienza y sus traslados de Madrid a Palma de Mallorca. También se ha efectuado una convocatoria de prensa a periodistas sectoriales y a medios de comunicación.

Imaginamos que se habrán tomado las medidas esenciales para evitar a los ladrones de cobre, tan frecuentes habida cuenta de los precios que ha alcanzado este metal. No vaya a ser que nos quedemos sin el Acto de inauguración, del comienzo inicial del principio del primer tendido correspondiente a los metros iniciales del primer cable que empieza a trazar la unión entre Península y Baleares y que, en su momento, aumentará la calidad y seguridad de suministro de las islas.

Y, por preguntar, que no quede…, ¿habrá también otra ceremonia oficial al final, es decir, el día de la puesta en funcionamiento de la conexión eléctrica entre Baleares y Península, con el presidente de Red Eléctrica levantando los «plomos»?

De la información y su relleno con expectativas

Decía Pere Estupinya (químico, bioquímico, responsable de comunicación de los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU., periodista científico en el MIT y guionista del programa que conduce Eduard Punset en «La 2», Redes), en La contra de La Vanguardia del pasado sábado que el cerebro rellena «huecos de información con expectativas».

Es lo que sucede, por ejemplo, cuando conocemos a alguien y, dependiendo de si nos cae bien o mal, completamos los datos que conocemos de él, con apreciaciones e incluso con fabulaciones que contienen informaciones más allá de lo realmente conocido. De hecho, hablamos sobre ese recién conocido y «completamos» más cosas de las que realmente sabemos de él, producto de nuestros propios mecanismos mentales.

Todo ello viene a cuenta del tratamiento informativo que se viene produciendo en torno al nombramiento del nuevo Secretario de Estado de Energía. Así, el sábado, el periódico «El País» trataba dos cuestiones diferentes en su crónica «La Abogacía del Estado contra el Secretario de Estado»: una relativa a los posibles supuestos conflictos de interés en los que podría incurrir Fabrizio Hernandez y otra, respecto a la controversia respecto de la valoración por el lucro cesante derivado de la decisión de cerrar la central nuclear de Santa María de Garoña, cuyo informe fue solicitado por su empresa propietaria, Nuclenor a la consultora Nera Consulting y que fue realizado por el director de la misma Oscar Arnedillo y, el entonces consultor de la firma, Fabrizio Hernández, ahora Secretario de Estado.

Referidos a la primera cuestión, leíamos en la citada crónica lo siguiente: «Fabrizio Hernández tomó posesión el 10 de enero en Industria como secretario de Estado de Energía. Antes, desde Nera Consulting, asesoró a Iberdrola, Endesa, Gas Natural, Enel, Repsol, Galp, Exxon, según el currículum enviado a la Audiencia. La Ley de Conflicto de Intereses, de 2006, le obliga a inhibirse en los asuntos que afecten a empresas que asesoró los dos años previos, casi todo el sector».

A la vista de esta construcción, habría que explicar realmente, y con mayor precisión, el alcance de lo que suponen los posibles y supuestos conflictos de interés para el nuevo Secretario de Estado, Fabrizio Hernández y para cualquier otro cargo de la administración. La información publicada parece sugerir que Hernández, casi tendría que inhibirse en su nuevo cargo de una forma muy inespecífica, cuando en realidad esa inhibición alcanza exclusivamente a eventuales conflictos y arbitrajes que se pudieran producir, relativos a los temas concretos en los que ha participado en su trayectoria profesional anterior de los últimos dos años y siempre que sigan las empresas presentes en esos temas.

Ni más, ni menos, porque formulado así, de forma tan laxa y ambigua, puede llegar a parecer que lo que está siendo cuestionada es la capacidad futura del Secretario de Estado, produciéndose una extensión, un relleno de información con expectativas: las de todos los que han desatado una persecución contra este nombramiento del Gobierno por provenir del sector privado y por no participar de postulados retroprogresivos o antimercado. Es más, esta ofensiva por el nombramiento de Hernández, proviene porque el recién nombrado es un experto internacional en mercados energéticos y concretamente del sector del gas. Por tanto, cabría sugerir que el titular de la noticia debería haber sido «La Abogacía del Estado contra el ex consultor»: lo que pasa es que así (que es más correcto) tendría mucho menos morbo. Dejemos, por tanto, actuar y trabajar con diligencia y libertad al nuevo Secretario de Estado, porque imagínense lo que podría haber pasado si se hubiese nombrado a alguien proveniente de Red Eléctrica de España.

Y luego está la segunda cuestión, deliberadamente mezclada, relativa a la controversia sobre el lucro cesante por la decisión del Gobierno del cierre de Garoña, que es un tema completamente diferente. A parte del legítimo papel de las partes: empresas por un lado y abogacía del Estado por otro, en el proceso de valoración del mismo (y qué es lo que deben decidir los tribunales), parece lógico que en el proceso de discusión, se cuestionen las estimaciones de demanda utilizadas en los peritajes por las partes (que desde que se produjo la decisión han ido cayendo en picado por efecto de la crisis; sólo hay que ver cómo empezaron las predicciones de REE este año y cómo han terminado) y también en lo que se refiere a los costes variables (que según la abogacía del Estado crecen conforme aumenta la vida útil de la instalación tomando como analogía el caso de Oyster Creek, gemela de Garoña).

Mira por donde, una lectura derivada se puede hacer de este cruce argumental y lo interesante que puede llegar a ser el que se produzcan estas carambolas: la Abogacía del Estado deja sin argumentos al colectivo retroprogresivo y el Tea Party de la energía en España, experto en la agitación y que niega el plan contable, las amortizaciones y los costes variables en las centrales nucleares para proponer la abolición del mercado eléctrico. Como se puede ver, esta forma de argumentar en el sector energético empieza a producir sus propios bumeranes y, en este caso, chafa las expectativas.

Queda la reflexión sobre el hecho de combinar estas dos cuestiones, unidas temporal y argumentalmente, así como de estirar y magnificar mediante la posición de escándalo y emotivismo, para que el lector este impelido a fabular. En suma, todo un ejercicio de relleno de información con expectativas.

La cacería sobre Fabrizio Hernández y las manos peligrosas

No ha sido así. El hecho de que sea un hombre externo a la «nomenklatura» habitual del sector energético y de que tenga un perfil promercado y proliberalización ha desatado, con el nombramiento caliente, una cacería instada con particular virulencia y frontalidad desde el colectivo retroprogresivo de la energía y su encarnación en el bloque de consejeros de la CNE pertenecientes a esta facción. El hecho de que Hernández provenga del sector privado y, por tanto, de ninguna de las camarillas que tienen interceptado y condicionado el debate energético en nuestro país, ha hecho el resto, alineando al «establishment» público e intervencionista contra él. El nombramiento de un hombre del sector privado es una cuestión, opción y decisión que, por otra parte, hay que saludar y agradecer al actual Ministro de Industria, siendo deseable que, con las debidas cautelas y equilibrio en su ejecutoria posterior hacia el bien común y la cosa pública, se pueda comprobar.

La clave estaría en el aprovechamiento de la experiencia anterior de Fabrizio Hernandez, totalmente pública, transparente y conocida, por otra parte por el Ejecutivo, habiendo pasado por un proceso de revisión de los conflictos de interés muy minucioso. No hay ningún secreto de Estado escandoloso. Por otra parte, hay que reconocer que desde el Ejecutivo se dan signos de virar hacia una política energética y tarifaria, más ortodoxa, que se aleja de la intervención y de sus postulantes, también con una postura más pragmática y menos ideológica con lo nuclear (a lo mejor, esto es lo que perturba a los colectivos retroprogresivos).

En cambio, esta experiencia profesional se quiere utilizar en su perjuicio y viene siendo difundida y retransmitida con escándalo por los medios de comunicación por filtraciones orientadas a la generación de alarma en beneficio de ciertos intereses (posiciones antinucleares o antimercado). Escándalo, por otra parte, impropio, que nos recuerda a las estrategias trostkistas de propaganda muy conocidas en el sector y utilizadas para laminar la energía nuclear (siempre desaparece, casualmente, un maletin en Móstoles o se amplifica una avería en el momento oportuno), el mercado eléctrico o las tarifas.

En suma, y en el caso que nos compete, se quiere echar «plomo en las alas» del recién nombrado Secretario de Estado con dos condicionantes previos: primero, las reticencias de Economía y Moncloa a su nombramiento (que deseaban más experiencia política y conocimiento de la Administración para el cargo, sin cuestionar su perfil y capacidad profesional) y segundo, el hecho de provocar pánico en el nombrado a base de amedrentarlo o, como mínimo, condicionarlo fuertemente.

Si el fin de semana pasado, podíamos leer la crónica de «ABC» respecto a su nombramiento, que intentaba estigmatizar al Secretario de Estado entrante por la supuesta proximidad con una empresa eléctrica, ayer por la noche en la edición digital del diario «El País» se recogía con escándalo que Fabrizio Hernández habría peritado un informe para Nuclenor la empresa titular de la Central de Santa María de Garoña en el momento en que se estaba tratando su cierre (hoy lo confirma su edición impresa).

Por tanto, parece ser que la idea retroprogresiva era que hubiese sido elegido un Secretario de Estado que hubiera tenido en su trayectoria anterior opúsculos y tesis doctorales inspiradas en el Informe de Costes y Precios. La alternativa dos de este colectivo era buscar un hombre con orientación a la intervención operativa, decidido a convertir al operador de sistema del sector eléctrico en el Gran Hermano que redujera la capacidad de actuación empresarial y de los mercados a la mínima expresión. La tercera opción, derivada de este grupo era el adanismo, buscar un hombre sin pasado, ni experiencia, que pudiera ser fácilmente abducible y asustable por la presión política y mediática debidamente engrasada. Por eso, la cuarta opción, la decidida por el Ministro de Industria, la elección de un hombre del sector privado, con experiencia y predicamento internacional, con visión de dinámica de mercado y no de intervención ha sacado de sus tumbas a los zombies del sector energético con anormal virulencia y sadismo como ocurre en «La noche de los muertos vivientes».

En todo caso, la catadura de la inmadura democracia española debe valorar la actuación posterior de un responsable del Gobierno en términos de bien público. En este ejecutivo, tenemos ejemplos de incorporación de independientes y profesionales, con posturas muy marcadas y claras previas a su nombramiento. Por ejemplo, es el caso de José Manuel Campa, Secretario de Estado de Economía por sus posiciones liberales, respecto al mercado laboral por ejemplo. O, si así lo pueden comprobar, del actual Ministro de Trabajo e Inmigración, Valeriano Gómez, con relación directa con las organizaciones sindicales, pública, conocida y notoria. Por su ejecutoria los conocemos y los conoceremos. Y da la impresión, que los dos, desde posturas muy diferentes de partida, están prestando un servicio importante a las necesidades de la economía española, sin retrocesos en las necesidades reformistas. Por tanto, escandalizarse continuamente por sus declaraciones, exhibir como un espantajo sus actuaciones pasadas es un signo de inmadurez e infantilismo ideológico insoportable.

No nos engañemos. Estamos en un conflicto ideológico. Fabrizio Hernández, antes de ser nombrado secretario de Estado de Energía venía procedido de un currículum profesional de primer orden a nivel internacional y nacional. Ha ido a recaer en un sector que está acostumbrado a pedir la filiación y procedencia y certificados de pureza de sangre, con una fuerte ideologización en su transfondo. El sector eléctrico no puede vivir anclado en el carné y en formatos de confrontación política atávicos y guerracivilistas. Los problemas actuales, financieros y de mercado, no lo permiten. Dejemos margen de actuación para que haga su papel.

En la toma de posesión de Fabrizio Hernández fue significativa la ausencia de consejeros de la CNE (tan sólo asistió su actual Presidenta), con el anuncio de la remoción de sus cargos a través del Proyecto de Ley de Economía Sostenible recién transcrita al diario de sesiones del Congreso. El fin está cerca. Mientras, la información publicada por «El País» y «ABC«, referida al supuesto «escándalo» por su papel como profesional en el caso del cierre de la Central de Garoña, viajaba de la CNE a sus rotativas. La guerra ha comenzado.

El culebrón Aguilar

Hay que reconocer, no obstante, que en la mayoría de periodistas de energía del Grupo Prisa se pueden encontrar «trazos» (más abundantes en algunos casos, eso sí) de esta tendencia. El periodista también se ha hecho el representante oficial de esta corriente y ha iniciado un seriado en los distintos medios de comunicación en los que interviene (los diarios «El País» y «Cinco Días» y las tertulias nocturnas de la «Cadena Ser«, principalmente) además, de forma apasionada y vehemente. La semana pasada, de hecho, tuvimos sendos artículos en estos dos medios e intervención «ex catedra». Lo que está claro es que es un tema recurrente para el articulista y, como se dice ahora, «le pone», lo cual hay que reconocer que es poco frecuente en la prensa española.

En resumidas cuentas, si recordamos los postulados retroprogresivos, éstos se basan en cortocircuitar la eficiencia del mercado en su conjunto, buscando seccionar el mismo por tecnologías, estableciendo una regulación que fije la retribución mediante un beneficio regulado sobre los «costes reconocidos», de forma que no sea el mercado quien conmine a las empresas a ser eficientes. Las tecnologías «buenas» se trajinarían a la Administración colocándole los costes de generación, los costes de la burocracia que generasen, más un beneficio regulado y no tendrían porqué competir, dado que además son un Ente supremo (léase por ejemplo REE, diría cuando genera cada uno). El mejor de los mundos posibles o el franquismo, donde todo era seguro y feliz.

Para ello, tratan de evidenciar diferencias entre el precio del mercado surgido por la tensión entre oferta y demanda y los costes por tecnología (incluyendo el doble salto mortal de la falsificación de la contabilidad financiera, abstrayendo conceptos como «amortización» o «inmovilizado» que supondrían un bochorno para cualquiera de nuestros estudiantes de las Facultades de Económicas). En su formulación, hay tecnologías buenas y malas, a las que gravar y a las que primar. Tecnologías que en el mercado «ganan» mucho (y no tecnologías que llegan al borde de la rentabilidad). Lo que pasa es que esa es la esencia del mercado de un suministro indiferenciado como es la energía eléctrica. Y para hacer este tipo de trabajos, el estilo más adecuado es el periodístico-literario de Miguel Ángel Aguilar: muy bien construido, combinando indirectas sobre insinuaciones encadenadas, aprovechamiento de datos parciales, contextualizando hechos aislados de forma envenenada con sugerencias de matiz incendiario que sería necesario matizar, estudiar y comparar. Por tanto, los representantes de este sector de la energía han encontrado a alguien idóneo para esta operación y generar munición de grano gordo.

Realmente a este colectivo no les interesa que el precio de la energía en el mercado de generación sea más bajo en España que en Europa (han perdido un argumento) y que los costes regulados sean una parte creciente de la factura de los ciudadanos. Su obsesión es la justicia redistributiva tecnológica y la intervención en los precios finales. Y es que el precio de la energía en el mercado de la generación es bajo en España, porque hay competencia entre tecnologías y, en conjunto, hay exceso de oferta por abundancia de tecnologías, por lo que ha caído la demanda. Por tanto, los mecanismos de mercado básicos funcionan a la perfección. De hecho, los precios que están sirviendo de base para el cálculo de la tarifa en generación eran mucho más altos hace solamente un año. Luego, el problema del precio de la electricidad para el consumidor está en otro sitio: deuda pendiente de pago, costes regulados y primas a las renovables e intervenciones sucesivas. Por tanto, cualquier argumento que sirva para desviar la atención, para desviar de los verdaderos problemas es altamente demagógico, con riesgos sobre la liberalización, la inversión y los mercados. Nunca, realmente, en un país europeo occidental se pudo hablar tanto contra un mercado o contra la normativa europea y con tanto desparpajo e impunidad como en nuestro país, tal y como están floreciendo estos argumentos tras la no elevación de la tarifa eléctrica. ¿Quién dijo que la electricidad debía subir un 2% o el equivalente al IPC? ¿Quién contuvo los costes energéticos a la sociedad española, sino también en su momento el dictador, por motivos demagógicos?

Tras la decisión de elevación insuficiente del precio de la electricidad, la ofensiva mediática se ha recrudecido desde los sectores retroprogresivos y lo que viene en los próximos trimestres (¿quién aguanta este cortoplacismo?), promete ser duro. El anterior Secretario de Estado de Energía, Pedro Marín, parece que se ha ido, llevándose las culpas de la subida indeseada. Atentos.

El oportunismo de Berenguer y sus barbaridades interesadas en campaña

Ayer comenzábamos a comentar las declaraciones de Luis Berenguer la semana pasada en el diario Expansión, su particular adscripción al movimiento retroprogresivo de la energía, sus influencias y sus motivaciones. Hoy hablamos y analizamos las palabras precisas y contenido de las mismas.

¿Qué dijo Berenguer? Sin ningún tipo de pudor y sin ningún dato que lo avale ha dicho: “La formación de precios en el pool eléctrico español es un escándalo”. Evidentemente es una frase proferida con intencionalidad dañina para el sector eléctrico. Además ha dicho que “la liberalización del mercado eléctrico no ha funcionado porque las empresas están integradas verticalmente”, basándose seguramente, en la integración vertical del operador de transporte y de sistema en los sectores eléctrico y gasista RED ELÉCTRICA DE ESPAÑA y ENAGAS. Hoy la composición del sector eléctrico en los sectores de generación, distribución y comercialización es fuertemente asimétrica y competitiva: hay muchos operadores, fuertemente diversificados y también se han incorporado muchos nuevos entrantes y tecnologías de generación. Y en la comercialización hay avances incipientes en la medida que las tarifas irreales precedentes y el déficit tarifario, lo permiten.

Por otra parte, en referencia a lo que ha dicho, es difícil sustanciar objetivamente estas declaraciones. La Comisión Nacional de Competencia no tiene procesos abiertos relativos al mercado eléctrico: los precios en el mercado eléctrico español son más baratos que en Europa, el número de operadores y su peso en mercado es altamente competitivo, y además, está funcionando el exceso de oferta en la dinámica de precios bajos de la electricidad.

Además, ha apelado a mecanismos de ruptura de mercado, la distinción de los ingresos por tecnologías y de eliminación de los mecanismos competitivos del mercado eléctrico. Ha hablado de instalaciones, a su juicio, superamortizadas, sin leer la contabilidad financiera, como hacen los retroprogresivos de la CNE, al abandonar el Plan General Contable y, si fuera necesario, los números arábigos o el Sistema Métrico Decimal. Ha hablado desde la ideología, abstrayéndose de la información.

Llama la atención que Berenguer, competidor que no competitivo, no ha hablado de todos los mecanismos que incorporan y alimentan los ‘costes regulados’ y que esos se han tomado por decisión discrecional político-administrativa y no de mercado: carbón, retribución del transporte o primas a las renovables. A título de ejemplo, ¿tan difícil es imaginar un mecanismo competitivo para asignar un volumen determinado de primas a las renovables?

Tampoco ha hablado del déficit tarifario, de su formación y de su efecto para el consumidor, a corto y a largo plazo, en la medida que no conoce los precios reales, ni permite la competencia en la comercialización. Ni de las causas de que los precios de la energía hoy sean más altos para el consumidor por los costes regulados y no por los precios del mercado de generación. Habría que, con un grado mayor de respeto institucional y prudencia, atender y escuchar al presidente del OMEL en este caso. Parece ser que, con olfato oportunista, Luis Berenguer, apunta nuevamente en el sentido económico equivocado en un fácil ejercicio demagógico, eso sí, con poca ortodoxia de mercado y convicción competitiva.

Queda como reflexión final la necesidad de requerir a Berenguer un ejercicio de responsabilidad institucional con el organismo que preside, puesto que no se puede hacer un uso torticero e irresponsable de los cargos en los organismos reguladores. Unas declaraciones de esta índole son, claramente, un exceso y un aprovechamiento personal del cargo en la medida que no se corresponden con la propia actividad del organismo respecto del mercado mayorista de la electricidad. Son una falta de respeto para el Operador de Mercado Eléctrico y resto de reguladores energéticos. Y reflexionemos sobre la idoneidad de un hombre que reniega de los mercados para abrazar la intervención, de los riesgos de la debilidad institucional, la facilidad para ser influenciado, la falta de convicción en la competencia real y los mercados que demuestra y el error de medida sobre la responsabilidad institucional que ostenta. Berenguer podría, de proseguir en esta línea y con este tipo de declaraciones en modo panzer, arruinar su carrera y estropear el final de su mandato que, con ciertos claroscuros, habría pasado dignamente.

Berenguer se convierte en la cabeza visible del sector retroprogresivo

El pasado jueves el diario Expansión publicaba unas declaraciones tipo panzer, fuertemente agresivas, incendiarias y sin fundamentos, ni datos del Presidente de la Comisión Nacional de Competencia, Luis Berenguer, hacia el mercado eléctrico, introduciendo un fuerte cuestionamiento al mismo.

El presidente de la Comisión Nacional de Competencia Luis Berenguer se ha convertido, con sus declaraciones, en la cabeza visible el movimiento retroprogresivo de la energía: colectivo que niega el mercado, reniega del déficit tarifario y de la necesidad de subir las tarifas, promueve la intervención en el sector eléctrico, es favorable a la discrecionalidad administrativa discrecional (la discrecionalidad regulatoria y los rejonazos solucionan el déficit y lo que se ponga por delante), considera a las empresas un brazo ejecutor, un instrumento al servicio de la planificación, la gestionabilidad y decisiones públicas, incorpora prejuicios respecto de los datos económicos y financieros del sector haciendo una lectura apócrifa de las amortizaciones y las inversiones, para acabar pidiendo un modelo de retribución por tecnologías a modo del Marco Legal Estable, buscando romper con el mercado eléctrico, en aras de un concepto esotérico de eficiencia planificada regulando los ingresos por tecnologías.

Ello es posible porque los miembros de este colectivo están silentes, apostados en distintas posiciones dentro de los aparatos institucionales y empresariales de la energía, mientras que, en sentido contrario, Berenguer tiene acceso a la alcachofa y utiliza su tribuna de forma pública aprovechando el micrófono abierto, gestionando sus influencias (y también mediatizado por ellas) y, por qué no decirlo, merced a su aspiración al prolongarse en el cargo, cuando no, además, de la absorción de los órganos reguladores sectoriales en su seno e incremento de su preceptiva cuota de pantalla.

Por ejemplo, hay varios consejeros de la CNE adscritos intelectualmente a esta tendencia, que no hacen declaraciones directamente, de forma que trabajan en la sombra y elaboran opúsculos que cuelan como doctrina ex cátedra del organismo (por ejemplo, el Informe sobre Costes y Precios o las morcillas ideológicas que introducen en cada informe de tarifas o directamente en las notas de prensa del organismo cada vez que se tratan estos temas).

Otros elementos intelectuales dentro del dicasterio energético pertenecientes a este colectivo y con estas ideas asimiladas están amparados o recogidos en el seno de Red Eléctrica de España (REE). Y finalmente queda algún entrañable jubilata que escribe de vez en cuando apostillando tesis retroprogresivas en los medios de comunicación más conspicuos. Eso, más la hija de un Consejero de la Comisión Nacional de Energía, que como buen vástago, prolonga la estirpe, la tradición familiar y estos argumentos en el tiempo unido a los amparos contractuales de los trabajos encargados por este organismo.

Quede claro que en el caso de la energía, Berenguer habla, no por su experiencia, conocimiento o sabiduría en el sector energético, sino por sus expectativas primero y por sus influencias después. Entre los referentes de esta tendencia cercanos a Berenguer, hay que consignar a la consejera del organismo, Pilar Sánchez, ex Red Eléctrica de España (REE) y Jaime González, Consejero de la CNE, hoy vecinos y residentes en la calle Barquillo de Madrid, quienes comparten además de principios ideológicos, pasión furibunda frente al sector privado, atavismos ideológicos antiempresariales y, además, de vez en cuando desayunos con churros y porras.

Consecuentemente, Luis Berenguer, presidente de la Comisión Nacional de Competencia ha hablado trasplantando directamente, estos argumentos del segmento retroprogresivo de la energía negacionista del mercado eléctrico, fuertemente anticompetitivos y antimercado. La primera reflexión a hacer es cómo la CNE que debería ser garante del mercado y su liberalización se dedica a proferir documentos contrarios al mismo. Y cómo el presidente de la CNC también habla contra el mercado eléctrico pidiendo modelos que retribuyan un bien indiferenciado por mecanismos retributivos no competitivos. ¿No es esto una contradicción in términis? ¿No es el mundo al revés?

¿Y por qué lo ha dicho? En primer lugar, porque se ha ofrecido para ‘ocuparse’ de crear una emulsión suficiente para provocar involución competitiva en el mercado eléctrico. Además, se viene autopostulando indisimuladamente para dirigir un macroorganismo regulador que integre Comisión Nacional de Energía (desaparecida, ausente y fuera de combate de los principales debates y problemas presentes del sector energético), Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones y Comisión Nacional de Servicios Postales. Berenguer vuelve a la carga con esta pretensión con un argumento policial: vigilar la regulación ex ante. Y, todo ello, tras no haber conseguido convencer a su mentor, el alicantino Pedro Solbes, ex vicepresidente económico del gobierno y ministro de economía.

¿Cuándo lo ha dicho? Lo dice en un momento en que se va producir la primera subida sustancial de tarifas eléctricas (eso no quiere decir que la subida aprobada, necesaria, sea útil para reducir el déficit tarifario). También lo dijo en la mañana en que se iba a producir la aprobación del decreto de navidad en que se incorporaba a las generadoras la tasa por el uso de la red de distribución, se prolongaba el bono social (a cargo de las eléctricas) y se elevaba el techo del déficit tarifario para 2010, 2011 y 2012. Y, como tercer hito temporal, y probablemente el más determinante, también lo ha dicho en el comienzo del fin, en las vísperas de que también le caduque el cargo, por lo que es previsible que su campaña para pescar en rio revuelto no cese, con temas jugosos y como se dice en los medios de comunicación “de rabiosa actualidad”.

Mañana abordaremos en profundidad el contenido de estas declaraciones y su desapego de las propias actuaciones de la Comisión Nacional de Competencia como institución: no hay procesos abiertos frente al mercado mayorista de la electricidad y tenemos los precios más bajos de Europa en generación. Pero eso, es harina de otro costal. Continuará.

Decreto Ley de Navidad: bajo el signo de lo inevitable

El Real Decreto Ley para el sector eléctrico que aprobó el Gobierno el pasado jueves en el último Consejo de Ministros está diseñado bajo el signo de lo inevitable. La medida clave del Real Decreto Ley es la elevación del techo del déficit tarifario en 2010 en 1.000 millones de euros reconociendo el desbordamiento de la realidad de la tarifa eléctrica antes de fin de año. El desfase tarifario de este año que se había desbocado, supone además el incumplimiento del último Real Decreto Ley del sector, el 6/2009, aprobado hace algo más de un año. El Real Decreto Ley recién aprobado además afecta a la propia Ley de Presupuestos Generales del Estado, recién estrenada, en lo que se refiere a la necesidad de aumentar los avales para la titulización del déficit tarifario en 2011, incluyendo las cantidades no titulizadas del déficit acumulado hasta 2010. Recordemos que la titulización del déficit hasta 2010 no se había efectuado por muchos motivos: un procedimiento hiperadministrativo demoníaco, algunos despistes en su tramitación y por la combinación de todo ello con la crisis de los mercados financieros internacionales de forma que vencieron los plazos previstos.

A cambio de reconocer esta deuda, de forma que no quedase en un limbo, Industria sube los costes para las empresas. Impone una nueva tasa de 0,5 euros por MWh a las generadoras, prolonga a las empresas el pago del denominado “bono social” y les obliga a soportar el coste de los planes de eficiencia energética. En todo caso, es un fuerte impacto y, en total, se trata de una cantidad sustancial para las empresas.

Además, el Gobierno se atrevió a incorporar una limitación horaria para las tecnologías fotovoltaicas, a cambio de prolongar a 28 los años de vida útil (un día habrá que preguntarse por qué en los estudios de rentabilidad de las plantas fotovoltaicas empleados para diseñar su retribución se hacían con muchas menos horas que las que efectivamente se vienen liquidando con la sustanciosa prima que perciben). Esta medida es la que más polémica ha generado, aunque haya sido en realidad sea extremadamente tímida. Todo esto ocurre, en el momento en que aparentemente se puede llegar a efectuar la primera subida de tarifas de dos dígitos, inevitable, pero que tampoco consigue atajar el déficit tarifario ni reducir su montante.

Por su parte, el ministro Miguel Sebastián en la presentación que realizó en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros, ya había pasado por el túnel de lavado de los asesores de comunicación política. Tal y como se puede ver en la web de la Moncloa, se empleó en profundidad en la retórica para hablar de “esfuerzo compartido”, señalando la necesidad de que las “eléctricas tradicionales” asumieran parte de los costes de la electricidad, de forma que no recaiga íntegramente en los consumidores. Evidentemente, el Real Decreto Ley, en términos netos, viene a aumentar los costes de las empresas eléctricas con la contrapartida (llamémosle así) de reconocer la deuda real del año, encomendarse al 2011 para colocar el déficit tarifario y dar una patada hacia adelante a todos los problemas, en lugar de hacer un calendario creíble de subidas para ajustar la electricidad a sus precios reales. Sigue siendo una solución provisional e inevitable.

Un elemento positivo del Real Decreto Ley es no haber caído en la trampa que se viene tendiendo desde las facciones retroprogresivas de la energía, consistente generar un estado de excepción en el sector energético para introducir medidas conducentes a intervenir en el mercado eléctrico (separación de tecnologías, incorporación de tasas discrecionales, planificación centralizada de la generación…). Es decir, para acabar con el mercado eléctrico, una vieja aspiración en la que se emplean con fruición. Al menos, con este Real Decreto ley se mantiene intacto el modelo de liberalización del mercado y, por eso, debemos felicitarnos. Hoy, el problema de los precios de la energía eléctrica en España se puede resumir como sigue: el precio del mercado mayorista es de los más bajos de Europa mientras que el precio para el consumidor, además de no reflejar la realidad, es más alto por los costes regulados como son el pago de la deuda y déficit pasados, la retribución fija de ciertas actividades y las primas desaforadas para determinadas tecnologías en régimen especial (concedidas en años de bonanza y seguidas con muy poca atención).

Frente a eso, los colectivos retroprogresivos al conocer la existencia del Real Decreto ley, volvieron a alimentar este imaginario de la involución en la liberalización. Así, aquellos medios de comunicación que habían recibido algún tipo de filtración previa al consejo de Ministros, hablaban en sus ediciones digitales de que el Gobierno iba a reformar el mercado eléctrico y que iba a revisar los costes, apelando incluso a esa diferenciación de tecnologías clasificando kilowatios. Del mismo modo, de forma oportunista también recogían estos argumentos en sus propias opiniones editoriales el día después. Por tanto, ¿quién tiene las manos azules? ¿Quién les contó esto? ¿Cómo llegaron a esa interpretación?

Por otra parte, el mismo día el presidente de la Comisión Nacional de Competencia, Luis Berenguer, profería unas opiniones en la misma línea. Unas declaraciones antimercado eléctrico al diario Expansión, sin hechos que lo avalen. Pero de eso, que requiere análisis detenido y particular, hablaremos mañana.