Estos interinos

En relación con la situación que se va a dar en el Congreso, se cuenta una anécdota en la que ujieres y funcionarios de la Cámara aluden a los nuevos representantes elegidos en cada legislatura como «estos interinos». Pues bien, si esto se produce con respecto a los diputados, elegidos cada cuatro años, el caso del nuevo Consejo de la CNE, fruto de una posición intransigente de Industria de cara a una negociación real, en lugar de propiciar un rigodón con el Partido Popular, esta provisionalidad será de aurora boreal. ¿Qué dirán de ellos al verles pasar?

Por ello, han sido particularmente relevantes los insuficientes esfuerzos transmitidos para dar consistencia al «target» resultante, que evidencia un mix de nombres de circunstancias, a la vista de la amenaza de remoción que pende de los seleccionados. Por tanto, habrá que leer con atención el contenido de la comparecencia y también de las posiciones de los grupos parlamentarios, pero la decisión del Ejecutivo de una renovación a la búlgara es y será, a la larga, suicida, no sólo para los llamados, sino también para el propio organismo y la credibilidad de los organismos reguladores.

De hecho, este domingo se podía leer en el diario El País, en referencia a la parálisis institucional en la renovación del Tribunal Constitucional, y la de otros órganos del Estado, como es el caso de los organismos reguladores de energía y de telecomunicaciones (CNE y CMT), este acuerdo, tras la Ley de Economía Sostenible, no era necesario. Y, seguramente, en términos puramente leguleyos y de mayorías parlamentarias no lo es, pero en términos de credibilidad para los sectores y mercados, de capacidad y de respeto institucional, sí que hubiera sido deseable una visión menos cicatera y más a las alturas del campeonato en que estamos del estado institucional.

Desde los esfuerzos para reforzar los currículos de los «nominados», para hacer público el Máster en Regulación Energética por el Instituto Universitario Europeo de Florencia del actual Jefe de Gabinete de la Presidenta del Organismo, Joan Batalla, al guiño a la autonomía energética de Girona y sus comarcas que defiende el alcalde y ex candidato al senado por CiU Josep María Guinart, se ha perfilado un «nuevo» Consejo de Administración de la CNE, que tendrá enfrente el reto de recuperar la credibilidad regulatoria del organismo y que queda a los pies de las presiones internas y externas por su falta de peso y prestigio. Del mismo modo, la propuesta de presidente, a favor de Alberto Lafuente, actual presidente de Correos, y un hombre de partido y carné, tampoco concita un refrendo más amplio que el de la geometría variable parlamentaria. Por tanto, una renovación más cerca de partido, que política. Y mucho menos técnica.

De hecho, hasta la inclusión de Marina Serrano, el perfil con una trayectoria más solvente, puede llegar a percibirse como un ejercicio de tacticismo, de fijación de exclusas para evitar el tsunami posterior, anunciado por el principal partido de la oposición para después de las elecciones generales, hoy con visos cada vez mayores de que se anticipen.

Por tanto es una renovación «en las rebajas» de verano, en el «prêt a porter». Para interinos.

Default tarifario extremista a la griega

Este coste, está compuesto por el precio de la energía en el mercado mayorista de electricidad (con más de 24 operadores participando en las subastas CESUR y unos resultados coherentes con la coyuntura de mercado energético, incluso más bajos que en la Unión Europea), más costes o tarifas de acceso (que integran el transporte, la distribución, las primas a las renovables, el pago de la deuda eléctrica atrasada –déficit tarifario y otros costes que se incorporan en este pack).

Cuando se reclama al Gobierno que, a la luz de la suma de todos estos componentes, no suba la tarifas eléctricas, quiere decirse que: uno, el Gobierno interviene por motivos políticos los precios como en cualquier república bananera; dos, que decide generar un déficit que se debe financiar a futuro. Y las posibilidades son, o bien no atender alguna parte del coste del suministro, bien el coste de la energía o bien el coste de las tarifas de acceso. En definitiva, generar endeudamiento futuro para un suministro corriente.

En años pasados, se generaba déficit porque los gobiernos (en momentos de bonanza económica, recordemos), seguían considerando el precio del suministro eléctrico algo intervenido. Y decidían engrosar una deuda para la que ahora hay un calendario de extinción y un programa de financiación de la misma. Esa es la situación y estas son las alternativas, sin muchos más ornamentos.

En dicho proceso de fijación de tarifas y alegaciones para este trimestre, empresas y Comisión Nacional de Energía, en sus alegaciones, pedían que los mecanismos de fijación y formación de precios fueran creíbles. Entre otras cosas porque es sano para la economía y para los propios consumidores, y no son engañados con precios falsamente bajos, manipulados por la intervención política de los mismos.

Por eso resulta asombrosa la apelación que hacía el diario Cinco Días al «default» del déficit tarifario en su crónica del día después, el pasado 1 de julio, en referencia a la condonación del déficit tarifario como «medida resolutoria» del mismo. Y resulta asombroso aludir a la existencia de pronunciamientos oficiales de la Comisión Nacional de Energía al respecto. Y se irroga como voz supuestamente mayoritaria del sector a la hora de reclamar que la única solución posible es esta condonación a pelo. De hecho, titula la noticia de forma falaz «El Gobierno admite la petición de las eléctricas y sube la luz un 1,5%«, arrostrando el mecanismo de fijación de precios de la electricidad. ¿O es que las empresas eléctricas estaban sentadas en la mesa de la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos en esta decisión?

Vayamos por partes. Primero, resulta falso que la Comisión Nacional de Energía haya apelado a la condonación de la deuda eléctrica en algún momento en un informe o dictamen que contenga un pronunciamiento oficial al respecto. El Consejo de Administración saliente no es un dechado de virtudes, precisamente, y en la mente de varios consejeros inscritos en la corriente del colectivo de los retroprogresivos, se acaricia la idea del «default», de la «quita», de la «condonación» o de la «expropiación» bajo distintas formas más o menos sofisticadas de la misma (figuras tributarias, fijación de tasas, fijación de precios por tecnología, etc…). Y es más que evidente su negación del modelo de liberalización. Sus escritos, sus posiciones lo apuntan, lo insinúan, incluso se quedan en el paso inmediato anterior a esta reclamación. Han, incluso, elaborado informes pintorescos que la nueva Comisión Nacional de Energía debería renegar como el Informe de Costes y Precios.

Pero, en segundo lugar, en todo caso, no llegan a ser explícitos en la famosa condonación. No se atreven por la propia barbaridad que supone. Por eso, hay un salto mortal entre los que se muestran en privado a favor de este «desiderátum», a los que lo expresan oficialmente y en público, por lo que supone de irresponsabilidad para el sector energético, para la economía y para los mercados financieros. Y, por supuesto, de ahí a que dicha expresión se haya plasmado en posicionamiento oficial de un organismo regulador independiente español, hay una distancia de aurora boreal. Es cierto que han efectuado una «utilización indebida» del organismo y de su puesto, en la medida que abominan la liberalización del sector eléctrico, para luego después ocuparlo, pervertirlo y operar contra la misma, pero el paso final nunca ha existido, aunque haya sido por un mero ejercicio de supervivencia política y de pudores.

Y no hay más. Ya no hay más partidarios y defensores en privado, salvo los miembros del colectivo de retroprogresivos, de la idea fantasiosa, delirante e imposible, entre la frivolidad y la irresponsabilidad, en una sociedad económica occidental creíble, de la «condonación» de una deuda formada por la no aceptación de los costes de un suministro en tiempo de expansión económica y la intervención política. No pueden surgir irresponsabilidades enormes fruto de otras irresponsabilidades puntuales. Y, además, seguramente de no existir, ni pueda estar en cabeza de nadie, salvo en el caso de varios iluminados, algunos, vividores del sector eléctrico, crédulos de que la política del todo lo puede y con tendencia al auto engaño y la auto lesión. En realidad, y sin ser una exageración, parece una propuesta semejante a la de que la crisis griega se hubiera resuelto por la quiebra del país. Es exactamente lo mismo.

La noticia sigue la teoría de que, de tanto reproducir una mentira, aunque sea repetida por los mismos, se convierte en verdad. Probablemente, dicha propuesta, por atrabiliaria, su sola exposición es un ejercicio de pérdida de referentes que lleva al chavismo económico. Por eso, es para hacérselo mirar, que un medio económico recoja una crónica con este argumento tan extravagante. Y, también es preocupante la complicidad y tolerancia de la CNE, en la medida que no sale al paso de las medias verdades y directamente de las falsedades pronunciadas con su nombre en vano.

El islote de Perejil y las velas negras

De la composición resultante de este organismo, tras esta propuesta y su consiguiente furor mediático, caben varias enseñanzas: la primera, y principal, es que la evolución de los órganos reguladores enfila un tobogán de descenso alarmante hasta llegar a un punto de no retorno, que es fruto de la falta de cultura democrática, política, económica e institucional del país y de sus administradores. De hecho, cultura democrática y política no se deben confundir con votocracia y el tacticismo partidista, como en primera instancia podría describirse en una igualdad perversa. La tentación es hacer extensiva la idea de que la «política» sirve, como un ejercicio administración de las transacciones y ejercicio de las mayorías, como una acción volitiva amparada en la geometría variable, para la ocupación institucional.

Se presumía mayor altura de miras para un proceso relevante para un sector tan importante como el energético. Del mismo modo, la cultura económica pasa por una concepción moderna de los mercados, los sectores económicos y el mundo empresarial (no existe un país en el mundo occidental cuya clase política se permita el lujo de revivir discusiones ideológicas de mayo del 68, con argumentos ideológicos de esa época, a cada uno de los lados del cuadrilátero, salvo en el nuestro). Del mismo modo, también acaba con la idea de que un voluntarismo plasmado en una norma (La ley de Economía Sostenible) es suficiente para reformar esa ausencia de cultura política, de institucionalización y de configuración de un proyecto cuyo punto de partida sean principios comunes y objetivos compartidos.

Una causa, y a la vez lectura de lo acontecido, es que la amenaza del Partido Popular de remoción de los nombrados no ha caído en vano; es más, ha sido altamente efectiva, de forma que los perfiles de mayor rigor y prestigio se han alejado de la convocatoria. Consecuencias de este posicionamiento: la ausencia de un perfil profesional y regulatorio medio concordante con la relevancia del organismo, rozando el nihilismo.

De hecho, este nuevo consejo de administración de la CNE resultante de la aplicación de la Ley de Economía sostenible tiene un gran peso muerto de cemento armado a sus pies y ha sido arrojado al fondo del río. Su interinidad declarada a futuro, su fecha de caducidad, la facilidad con la que el PP, con una mayoría suficiente o absoluta, puede desmantelar esta «nueva» CNE sin grandes costes en términos de torrefacción de haber dado finiquito a un conjunto de expertos independientes de prestigio, la hacen carne de cañón. Y, es más, tras la primera expedición del Partido Popular hace unos años, que consistió en la liquidación de la Comisión Nacional del Sistema Eléctrico ¡con Miguel Ángel Fernández Ordóñez a la cabeza!, esto será una operación asimilable a la recuperación del islote de Perejil.

Por eso, una operación de renovación efectuada de forma tan chapucera en lo político, anticipa derivas y naufragios. El falso acuerdo pedido por el Ejecutivo ha pasado a las ciertas advertencias del principal partido de la oposición, que ha visto escamoteadas las propuestas de negociación, por la medianía de una solicitud de una aportación vergonzante de candidatos. Tendremos que esperar a ver la reacción del Partido Popular respecto de este último movimiento, que seguramente se podrá seguir durante la comparecencia de los propuestos, pero tiene toda la pinta de que consistirá en poner dos velas negras.

Crónica imaginaria del almuerzo real entre Costa y Lafuente

Restaurante Balzac, detrás de la Iglesia de los Jerónimos y del Casón del Buen Retiro. Ambiente relajado. La mezcla de decoración clásica y moderna, un acierto, junto con su capacidad de hacer reservados para almuerzos y cenas de manera discreta para la clase dirigente de Madrid. Restaurante asiduo del poder político y empresarial. El servicio exquisito acaba conociendo los nombres de los comensales, con esa rara educación tan en desuso. Hasta aquí la noticia, completamente real, de la comida del pasado martes entre la presidenta actual de la CNE, Maite Costa y Alberto Lafuente, candidato oficial del Ministerio de Industria a sucederle. Presente y futuro sentados en una misma mesa.

Y a partir de aquí viene la fabulación de la conversación entre los dos, en modo «vida alternativa»… Se sientan a la mesa y Costa, muy atenta, saluda a Lafuente… «Qué suerte tienes, tú te llevas bien con Miguel Sebastián». Lafuente hace un gesto leve de aceptación y, casi a modo de justificación y eludiendo la insinuación, contesta diciendo: «bueno, tú ya sabes que trabajé como Secretario General de Energía y el sector me lo conozco».

Costa se interesa especialmente por el proceso y por la comparecencia de Lafuente. «¿Y cómo va lo tuyo? ¿Se complica con la propuesta de los otros cuatro candidatos? ¿Cómo está la postura del PP? ¿Tú crees que al final entra?» Con un cierto gesto de renunciación forzada, la presidenta en funciones de la CNE trata de transmitir confianza a Lafuente «Espero que te dejen un Consejo más tranquilo…, porque en algunos momentos estos se me han puesto rebeldes».

Maite Costa vuelve al calendario…»¿Tú crees que esto se va a septiembre y se mete en el paquete con lo del Tribunal Constitucional?». Y, a renglón seguido, añade, «la verdad es que a mí me vendría de perlas que me dejaras hasta septiembre. Tú, además, mientras tanto sigues en Correos y tan bien… ¿no?» Lafuente hace un gesto de cierta impotencia para resaltar que es algo que no depende de él.

Costa le pregunta si está al día de las diatribas del sector. «¿Qué te parece el follón que tenemos en de Red Eléctrica con lo de la separación jurídica? La que hay montada. ¿Te ha dicho algo Atienza? Todo el mundo sabe que fuma en pipa, pero nosotros aquí hicimos un buen papel».

Al final, hay un punto en el que se une interés y curiosidad. «Oye, ¿es verdad que Sebastián quiere que Gandolfi sea consejera? La verdad es que yo no me llevaba mal con su marido cuando era Secretario de Estado».

Al final, Lafuente se ofrece a mejorar la comunicación de la CNE con Industria. «¿Qué tal os llegan las cartas del Ministerio?». Costa, tras estos años, ve en ese ofrecimiento un cierto signo de solidaridad. «Me dejas muerta», concluye.

La renovación que da el tiro de gracia a la CNE

Aún caliente la noticia en las agencias, los nombres son los de Marina Serrano, actual Secretaria del Consejo, Joan Batalla (jefe de Gabinete de la actual presidenta), María Teresa Baquedano, actual Subdirectora de Energía Eléctrica (y que recientemente sustituyó a Eduardo Ramos) y Josep María Guinart, alcalde de L’Escala (población de menos de 2.000 habitantes, propuesto por CiU). Se unen, así, a los nombres de Idoia Zenarruzabeitia (designada por el PNV), de Tomás Gómez San Román y de Alberto Lafuente, ya propuesto para Presidente hace unas semanas. Parece que aquí finaliza este serial, más allá de la comparecencia, y varías lecturas son las que se pueden derivar de la composición final del Consejo de Administración resultante.

Si, en principio, el formato de la propuesta no es sorpresivo «per se», en la medida que era esperable un Consejo de Administración de la Comisión Nacional de Energía configurado de forma unilateral por el Gobierno, sí es sorpresiva su alineación final que con calzador se ha tratado de comunicar esforzadamente como «técnica». Sin embargo, el nivel de conocimiento y experiencia en cuestiones regulatorias y sectoriales en términos de mercados, jurídicos, económicos y técnicos del Consejo resultante es para situar en observación, si exceptuamos el nivel jurídico como abogada del Estado de Marina Serrano y el conocimiento en redes de Tomás Gómez San Román. En todo caso, como hombre y mujer fuerte del nuevo Consejo, quedan respectivamente Alberto Lafuente (con apoyos políticos de partido y candidato a presidente) y la propia Marina Serrano (el perfil más solvente del target por su experiencia en el sector energético). Tratemos, por otra parte, de aislar el conocimiento en la elaboración normativa de María Teresa Baquedano, en la medida que incluso resulta contradictorio con el propio papel de contrapunto que debe tener el regulador independiente respecto al propio Ministerio.

De hecho, la propuesta de Consejo de Administración finalmente se ha establecido puramente en términos políticos, con el fin de garantizarse en cada fase el apoyo parlamentario suficiente a los candidatos propuestos por el Ejecutivo en cada hornada (fundamentalmente por Sebastián). De hecho, el gesto de colocar a Marina Serrano se interpreta a la vez como un intento para tender algún puente hacia el Partido Popular a fin de evitar un tsunami posterior, asegurar la relación con el cuerpo de Abogados del Estado, así como para tratar de dar consistencia y «background» a este Consejo de Administración CNE, dando una cierta continuidad con el equipo anterior.

En todo caso, no se conjura, sino que se acentúa uno de los principales problemas, que previsiblemente derivará en el aborto de esta nueva conformación: la ausencia de negociación factual entre Gobierno y Partido Popular. De hecho, el Partido Popular ya ha advertido de que modificará el sistema de elección y nombramiento, que remocionará este Consejo de Administración y se habla, incluso, de la integración de CNE y CMT a futuro. Lo cierto es que el enfado y malestar en las filas populares con esta pseudonegociación es indisimulado, además de con los intentos del Ejecutivo de culpabilizar a los populares de la supuesta falta de acuerdo. De hecho, la designación de Alberto Lafuente, militante socialista, complica aún más una solución pacífica tras las próximas elecciones generales.

El hecho es que la pretensión de Sebastián (un acuerdo retórico, sin negociación, mediante asentimiento de los populares) era claramente insuficiente y tramposo. Las informaciones ayer conocidas hablaban vagamente de una reunión «hace semanas» entre Sebastián y el Partido Popular más que de un proceso de negociación. Otras fuentes se preguntan si realmente a eso se le llama proceso negociador, cuando no se llega a un consenso sobre la figura del presidente, se coloca a un hombre «de partido» al frente y se requiere aportar dos nombres y dar un cheque en blanco al Gobierno.

Por tanto, hemos pasado de un Consejo de Administración que tenía componentes ideológicos y esperpénticos a un Consejo acomodaticio para Industria, condenado a recibir su tiro de gracia. Ni profesional, ni técnico, ni político, sino todo lo contrario. El problema, en todo caso, no es político, u orientado a procurar una composición afín. El problema es de credibilidad de los reguladores independientes, de las instituciones económicas y para los mercados financieros. Cuesta ver a este Consejo, con esta composición, abordando de forma solvente una operación corporativa como a las que hemos asistido en la pasada temporada, entre otras cuestiones. Parece que lo establecido en la Ley de Economía Sostenible en lo que se refiere a órganos reguladores se ha burlado nuevamente. Ya estamos otra vez.

Tour de force en el Gobierno por la separación jurídica y funcional de Red Eléctrica de España

La movilización para evitar la separación funcional y jurídica de los operadores de sistema y transporte ha librado en la última semana una nueva batalla. Si hace unos días, con motivo del dictamen que tenía que emitir la Comisión Nacional de Energía, la movilización fue formidable, la semana pasada se vivió un nuevo episodio, esta vez en el seno del Gobierno, que acabó con el hecho de que el Anteproyecto de Ley finalmente no se haya enviado a las Cortes Generales para su trámite parlamentario.

De hecho, es costumbre del departamento que dirige Miguel Sebastián que los proyectos normativos que elabora este área pasen dos veces por el Gabinete: una previa a los informes de los reguladores independientes, para su remisión a los mismos, y otra, tras esos informes, ya con destino el Parlamento tras la aprobación por parte del Ejecutivo.

Así, este último episodio tuvo lugar con motivo del último Consejo de Ministros en el que el departamento que dirige Rosa Aguilar, el Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino, se opuso a la transposición del tercer paquete de la normativa europea a la Ley del Sector Eléctrico, elaborado por el Ministerio de Industria y que ya contaba con informes de los reguladores independientes. La postura de este departamento ministerial se basaba, precisamente, en su oposición a esta separación jurídica y económica del operador de transporte, titular de este monopolio y transportista único y, a la vez, del operador de sistema del sector eléctrico español, hoy integrados en Red Eléctrica de España.

Parece ser que las posiciones contrarias a la separación jurídica y funcional en esta cartera ministerial provienen de la Secretaría de Estado de Cambio Climático, que dirige Teresa Ribera. De hecho, fuentes solventes han confirmado a Energía Diario que ayer tuvo lugar una reunión entre las dos Secretarías de Estado, Energía y Cambio Climático, reunión en la que Ribera habría retirado las reservas a la separación económica y funcional por parte de Medio Ambiente. En un primer momento, Medio Ambiente se habría alineado con las posturas de Red Eléctrica de España y de su presidente Luis Atienza, contrarias a esta separación y a la ofensiva lanzada para evitarla.

De hecho, dicha separación se ha convertido en el más importante caballo de batalla para la compañía que preside Luis Atienza y ya anticipó que desde La Moraleja están dispuestos a poner toda la carne en el asador para evitar este cambio normativo, apelando en este caso a las líneas más políticas con el Partido Socialista, que pueden traer más de un quebradero de cabeza al actual Ministro de Industria.

No es necesario recordar que la vinculación política de la cúpula de REE se acentuó notablemente en esta última etapa bajo la presidencia de Atienza, que fue Ministro de Agricultura (área integrada dentro del Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino), así como con la vinculación directa con Ferraz de Alberto Carbajo, actual Director del Operador de Sistema, y la participación en la elaboración del programa electoral socialista de responsables tan destacados de REE como Javier de Quinto.

Lo que parece claro es que no va a ser una cuestión pacífica y que nunca crear dos empresas y regular los posibles conflictos de interés entre las dos funciones dentro de una misma sociedad «holding» iba a tener un grado de controversia tan intenso.

El estado energético de la nación

En primer lugar, y como telón de fondo, la crisis económica que se refleja en que la demanda de energía, en especial la de electricidad, no remonta. A la par, sigue el crecimiento, mes tras mes, de la generación mediante tecnologías renovables, produciéndose un estrechamiento del hueco térmico, lo que lleva a una situación depresiva de la utilización de los ciclos combinados en un escenario en el que, cada vez más lo que se denominaba régimen especial pasa a ser el régimen general y al revés. Por tanto, que se inviertan las tornas.

Asistimos así a dos realidades paralelas, una calma tensa, quietud en la negociación y parada en los sectores de las energías renovables de cara a la renovación de marco regulatorio y retributivo (tramitación del PANER incluida). Y, de otra parte, en ciernes también, la necesidad de cerrar el hasta ahora incompleto sistema de pagos por capacidad para tener mecanismos de garantía en la generación. En el ámbito también de la generación, el debate nuclear pseudoabierto condicionado por Angela Merkel y su sobrerreacción tras la crisis de Fukushima y todos atentos para ver si la ola del cuestionamiento de lo nuclear, cae en beneficio del resto de tecnologías.

En lo que se refiere a los precios internacionales, se ha producido una cierta moderación en los precios del petróleo, que lleva a que las medidas de excepción tomadas por el gobierno se revoquen. Merced a este cierto alivio, Sebastián pierde la partida ante Rubalcaba de los 120 frente a los 110. Por su parte, los precios del gas en el mercado internacional, aunque hay un cierto repunte de la demanda, no suben salvo en Asia por la demanda de Japón, cuyo suministro proviene de Indonesia y Malasia. Las nuevas fuentes de producción de gas en Estados Unidos han aumentado notablemente la oferta de este hidrocarburo y en el denominado «mundo occidental» ese aumento de demanda es muy débil.

Por su parte, España 2011, Comunidades Autónomas, con dificultades financieras, que han visto en las energías renovables una fuente de ingresos para sus maltrechas arcas. Solo hay un pequeño problema y es que, el volumen de primas incorporado en las tarifas de acceso, dibuja un futuro difícil para la incorporación de nueva generación, a la vez, que las asimetrías de primas con lo existente van a tener que ser enormes. Por otro lado, desde otras o las mismas, Comunidades Autónomas se amaga con la posibilidad de fijación de tributos medioambientales que no lo son, siendo realmente tributos discrecionales a la generación energía, con un seguro efecto sobre los precios en la generación y la unidad de mercado.

En la misma línea, la transposición del tercer paquete energético fija la posibilidad de recargos autonómicos y locales por mejoras en la distribución y el transporte. Sorpresa en los nuevos gobiernos autonómicos: el Partido Popular de Extremadura abraza casi el chavismo en sus declaraciones públicas y negocia con Izquierda Unida el alineamiento de la Junta de Extremadura para el cierre de la Central Nuclear de Almaraz y recuperar el camino perdido en torno a las energías renovables.

La separación jurídica y funcional del operador de transporte y del sistema eléctrico se ha configurado como principal debate derivado de la transposición del tercer paquete normativo europeo, dada la resistencia a que se produzca esta separación dentro de Red Eléctrica, pese a que, en definitiva después de tanto revuelo, las dos empresas, continuarían en el mismo holding empresarial. Intentos de escarceos en el ámbito de la generación por bombeo también desde el operador de sistema. Atención a Canarias.

En el ámbito institucional, se encuentra el proceso de renovación de la Comisión Nacional de Energía, entre varias encrucijadas: una composición monocolor con amenaza de remoción tras las próximas elecciones generales, merced a un acuerdo de mínimos entre socialistas o nacionalistas, frente a una renovación con visión de Estado, con un acuerdo político más global, que incluya a todas las fuerzas políticas y que no deje al organismo en precario. Por su parte, la Comisión Nacional de Competencia, despendolada, en un ejercicio defensivo de sus funciones, competencias y comportamientos, utilizando como ariete, entre otros, a los distintos sectores energéticos y con problemas de garantías jurídicas en sus expedientes, junto con una percepción distorsionada de lo que es la competencia.

En el ámbito más interno, cada tres meses toca arrebato a la hora de la fijación de las tarifas eléctricas para el siguiente trimestre. La Comisión Nacional de Energía, de cuerpo presente, cuestionando el funcionamiento del mercado eléctrico y las subastas CESUR, con insinuaciones inciertas la semana anterior a la subasta. Vacilaciones desde el Ejecutivo a la hora de reducir el déficit tarifario y elevar las tarifas de acceso.

Desenfoque sobre el peso de cada componente de la tarifa eléctrica: las tarifas de acceso crecen mucho más que el precio de la energía. Los colectivos retroprogresivos centrados en la proporción que supone el precio de la energía para dar más espacio en las tarifas a los componentes regulados por la vía ordenancista. Hoy, veremos, el resultado de las subastas para la determinación del precio de la energía en las tarifas del siguiente semestre y hasta qué punto se puede reducir el déficit tarifario, al mantenerse invariables las tarifas de acceso.

En las operaciones corporativas, las espadas siguen en alto. Atención al primero de julio.

Los hijos pródigos y los extremeños que se tocan

Quiere decirse que el tipo impositivo aplicable es más alto en una misma herencia a distribuir entre dos hermanos, si uno se ha dedicado a dilapidar sus «talentos» frente al que se ha dedicado a emprender, ahorrar e invertir. Dentro de un modelo de tributación «peronista», esta posición es entendible, pero sus efectos disuasorios respecto de la actividad y el empleo son innegables. De hecho, Solans en sus clases era un experto en Hacienda Pública y en los efectos de la imposición sobre el comportamiento económico de los agentes.

Sirva esta digresión respecto a este impuesto, para introducir los efectos que ha tenido el pacto conocido entre Izquierda Unida (la izquierda agraria, como denomina Enric Juliana) y el Partido Popular en Extremadura a la hora desbancar al Partido Socialista Obrero Español de Guillermo Fernández Vara del poder en esta Comunidad Autónoma, unidos a la marea y oleaje que ha dejado sin restos de poder autonómico a Ferraz.

Del mismo modo, ayer José Antonio Zarzalejos hablaba de terminar con el neofeudalismo de las comunidades autónomas, término de nuevo cuño que, en realidad, define a un conjunto de densas redes clientelares que se han capilarizado enormemente y, en mayor medida, cuanto más tiempo de permanencia de los partidos en los ejecutivos autónomicos (ámbito en el cual han tenido un importante protagonismo las energías renovables, incluso también por prodigalidad). Y parece que, en este movimiento, ejercido con fruición como decía Josep Ramoneda en El País, no hay principios, ni programas y, en el caso que nos ocupa, ni sujeción a un modelo de política energética.

Evidentemente, desde este medio, no tenemos posición sobre cuál debería haber sido la decisión de Izquierda Unida o del Partido Popular extremeño en esta negociación. Ni sobre todo el proceso episódico que ha devenido en la decisión final, ni la erosión de poder de unos y de otros.

En realidad, de lo que hay que preocuparse es del hecho de que el Partido Popular de Extremadura, a fin de cerrar su ‘pacto’ con Izquierda Unida, en su propio ejercicio de geometría variable electoral, recoja y asuma cuestiones, en teoría fuera de ideario, principios y políticas de esta formación política como la subida del Impuesto Sobre Sucesiones y Donaciones, la restauración del Impuesto del Patrimonio, el adiós a la rebaja fiscal y, en el ámbito energético, un viraje curioso: la alineación del nuevo inquilino de la Junta de Extremadura para negociar con Izquierda Unida el cierre de la Central Nuclear de Almaraz, de cara al próximo proceso de renovación de la autorización de operación de la Central, así como un nuevo impulso de las energías renovables en esta Comunidad (que además, requerirá, permiso del Plan de Energías Renovables, PANER, del Gobierno de la Nación y del Parlamento, claro).

Además, también parece haber acuerdo en línea con las tesis de Izquierda Unida en lo que se refiere a la oposición a la Refinaría Balboa que promueve el empresario Alfonso Gallardo. En este caso, la atracción ejercida desde Izquierda Unida en cuestiones relativas a la energía, debe preocuparnos por la volubilidad, la ausencia de convicciones sobre modelo energético, por los propios efectos para la comunidad extremeña y por lo que puede ser un ejercicio de pase a cuchillo del pasado fruto del resquemor.

Es decir, volviendo a Pedro Muñoz Seca, los extremeños extremos se tocan. En su prodigalidad.

Rompe y rasga en REE

Luis Atienza afirmaba en recientes declaraciones, como recogimos en Energía Diario, que «no existe ninguna ventaja en la separación del operador de transporte y del operador de sistema», mencionando como argumento principal la necesidad de «coordinación» en tiempo real entre operador de transporte y de sistema para la gestión de las energías renovables. Lo cierto es que la posición del operador de transporte y de sistema ha ido evolucionando en lo que se refiere a renovables para convertirse en su gran administrador y ahora en su garante y aliado.

En todo caso, lo que sí parece claro es que este es el tema más candente de la transposición del tercer paquete normativo europeo en materia de energía en nuestro país. Único tema que desata las visiones y los comportamientos más enconados al respecto, en evitación de que la estructura tenga que ser diferenciada y separada jurídicamente y de actividad aunque, eso sí, manteniéndose una única sociedad holding. Es, claramente, un debate de rompe y rasga (nunca mejor dicho) que augura fuertes controversias, presiones y debates durante su tramitación parlamentaria.

Como ya anunciamos, y se está cumpliendo, uno de los ejes argumentales de comunicación política es la existencia de un supuesto conflicto entre REE con el resto de empresas eléctricas (REE también es una empresa eléctrica y también es privada, solo que con ingresos regulados administrativamente), argumento utilizado desde la primera crónica al respecto del diario Cinco Días a la última del diario El País del domingo en el suplemento de negocios. Según esta teoría conspiratoria, las empresas eléctricas serían las responsables de que a la Unión Europea y al Ejecutivo se le hubiera ocurrido la mencionada separación jurídica y de actividad.

En realidad, la preocupación de nuestro TSO, operador de transporte, sistema y monopolio de red y transportista único, debería ser que esta separación proceda de la reacción de los reguladores ante las limitaciones a la capacidad de ejercer sus funciones o la reivindicación de las mismas, de forma que el operador de transporte y sistema se haya convertido en un Gran Hermano del sector eléctrico. Un Gran Hermano que reta, con su ejercicio, las funciones de los reguladores principal e independiente, con capacidad de autorregulación y autofijación de su retribución merced al proceso de planificación energética. Sólo así son explicables las tasas de rentabilidad en un modelo sin riesgo, sufragadas por las tarifas de acceso que pagan los ciudadanos. Por eso busca ser TSO independiente, más allá de que el operador de sistema sea independiente.

Y, de hecho, realmente, la desconexión que se ha producido con la sede del Ministerio en el Paseo de la Castellana, es la preocupación real para Red Eléctrica de España, más allá de un supuesto conflicto con las empresas, exhibido artificialmente, de forma que los controles previos sobre la emisión de la normativa no han funcionado desde el centro de control de la Moraleja.

Pero, es más: también en días pasados el propio Atienza (y también recogido por este medio) ya pedía un sistema eléctrico más robusto. Es decir, pedía más inversiones y más infraestructuras, que se pagan con menos consumo debido a la caída de la demanda. Por tanto, pide más.

Va para largo

Por ello, resulta inquietante el conjunto de situaciones episódicas en que se está moviendo esta última parte del proceso. Si la semana pasada anunciábamos que el proceso estaba trufado de vicisitudes, con la perspectiva de los días y los detalles que rodean los acontecimientos, la «comedia de situación» tiene cada vez tiene más enredos.

La primera cuestión que suscita desasosiego es la forma de «proclamación» de Alberto Lafuente como candidato a Presidente de la Comisión Nacional de Energía, por no haber sido acompañada de la renovación de los otros cuatro consejeros que han cesado en sus puestos. Sea por urgencia, por falta de pericia, se antoja una operación extremadamente arriesgada y temeraria para el Ejecutivo, sin contar con una versión más esférica y cerrada del Acuerdo.

Y, segundo, si añadimos que aunque se ha tratado por todos los medios de presentar a Alberto Lafuente Félez, como hombre de supuesto consenso dentro del Ejecutivo, lo cierto y verdadero es que, la mañana del viernes siguiente a su anuncio, se convocó una reunión en la que se trató expresamente esta designación con el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, el Vicepresidente Primero, Alfredo Pérez Rubalcaba, la Vicepresidenta Económica, Elena Salgado, así como, el Ministro de Industria, Miguel Sebastián. Parece, por tanto, que el acuerdo y consenso, si no hubo en un primer momento, había que buscarlo.

Por otro lado, están las propias admoniciones del Partido Popular, también enormemente inquietantes para el futuro del organismo, caso de producirse una solución a la búlgara. Según «Cinco Días» y, al parecer no ha sido desmentido por los propios populares, tras las elecciones generales podría producirse la integración (o desintegración) de la Comisión Nacional de Energía y la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones en un mismo órgano regulador. La amenaza puesta encima de la mesa, serviría para utilizar el mismo procedimiento con el que se voló la Comisión Nacional del Sistema Eléctrico, para transformarla posteriormente, en Comisión Nacional de Energía y, de paso, desalojar de ese organismo a sus anteriores inquilinos.

El hecho es que esta amenaza y la falta de acuerdo de facto en la renovación actual de la CNE pueden poner plomo en las alas al organismo y dejarlo muerto en primera instancia. Si bien al Partido Popular se le acusa de «bloquear» la renovación del organismo, no es menos cierto, que los acuerdos «solicitados» por el Partido Socialista, han sido simplemente el requerimiento y aportación de dos nombres por parte de los populares, sin negociar ninguno de los términos de la supuesta negociación, lo que en este estado del arte y de los equilibrios políticos parece poco procedente. En todo caso, así expresado, no es una negociación, es un eufemismo.

Y, finalmente, por si fuera poco, las garantías de que la negociación parlamentaria iba a ser «pan comido» para el partido del gobierno parece que se han esfumado. Por un lado, está la reciente devolución de la propuesta de consejera en el Consejo de Seguridad Nuclear de Rosario Velasco. Por otro, las relaciones cada vez menos disimuladas entre los partidos nacionalistas y el Partido Popular, en la consciencia de que debe acabar finalmente existiendo un entendimiento.

Así, las cosas, una de las alternativas más plausible es que se produzca el aplazamiento del proceso de renovación al completo, hasta septiembre, a la vista de si el deterioro del Ejecutivo se acentúa o no, una vez finalizada la negociación del techo presupuestario, resuelto el debate sobre el Estado de la Nación y finalizado el período de sesiones.

Parece que no está el horno para bollos y que la cosa va para largo.