Soria tiene que elegir costes políticos

Los últimos acontecimientos del sector energético, y más concretamente en el sector eléctrico y petrolífero, no tienen una lectura única, sobre todo desde la perspectiva de la política autonómica en la comunidad canaria, algo de enorme interés para el actual ministro de Industria, Energía y Turismo, que dedica al menos un día de la semana de su apretada agenda al archipiélago.

Uno de los riesgos más relevantes de la andadura en la capital para José Manuel Soria es la propia autonomía de acción del departamento que dirige, Industria, frente a Moncloa y concretamente frente a la Oficina Económica del Presidente. Hasta el momento, la autonomía de Soria en Industria está cuestionada para definir y fijar un modelo propio, una hoja de ruta y una propuesta autónoma para resolver el problema del déficit tarifario.

Dicha propuesta pasa, sin duda, por un proceso de negociación abierto con los operadores que permita ganar legitimidad al ministro Soria y ejercer sus capacidades. Ese es quizá el proceso que, en mayor medida, viene cortocircuitado desde el hogar de Rajoy. Bien es cierto que Soria ha heredado uno de los problemas más graves de la economía española que es el déficit tarifario y de más difícil resolución. Y que los condicionamientos fijados desde la Moncloa en el escenario perjudican notablemente la capacidad de acción del minsitro, además de la indolencia ante los costes sobre la economía española, las empresas, el sector, las instituciones económicas y, sobre todo, la seguridad jurídica y la percepción de los mercados financieros internacionales, en que se ha adentrado la Moncloa, con Nadal a la cabeza, y un modelo de resolución de corte político que ya inquieta a los perfiles más técnicos y económicos del Ejecutivo.

Soria, que ya es consciente del problema, de las limitaciones y de sus implicaciones, vive montado encima del tigre. En ese nudo gordiano, la dificultad de conformar un equipo solvente, potente y contundente con capacidad y peso político es uno de los mayores problemas que tiene el actual ministro y que lastra sus posibilidades, colocando plomo en las alas.

También Soria se resiente, dada esta debilidad, de un conjunto importante de elementos tributarios de la Oficina Económica del Presidente en la Moncloa y del Ministerio de Hacienda. Los artífices de la victoria-derrota andaluza insisten en la medicina, en la influencia en el gobierno y esto puede tener consecuencias letales en la política autonómica. Soria, a su vez, empieza a ser víctima del propio hermetismo impuesto en el proceso de resolución del déficit tarifario. Así, la primera fase para la reducción de los costes de suministro eléctrico, el plan Ponds en 7 días tiene el sello de Moncloa y elementos envenenados para el ministro.

Esto está acarreando serios problemas para el titular de Industria que tiene entre sus objetivos ser Presidente de Canarias, como es vox populi en los ambientes políticos. Pero alguna de las decisiones que tiene atribuidas, como la de recortar la retribución a la actividad de distribución, tiene efectos fuertemente negativos para el archipiélago, en la medida en que todavía no se recupera de una separación a lo bestia de las redes de transporte y distribución entre Red Eléctrica y Endesa, algo que se puede volver en su contra. El Ejecutivo de Paulino Rivero puede encontrar un punto débil en esta decisión, más allá de la polémica de las prospecciones de petróleo, polémica mucho más artificial, por otra parte. El deterioro del servicio eléctrico que pueden percibir los canarios no tiene elementos compensadores de los supuestos problemas ecológicos que siempre tienen su compensación en la posibilidad o ilusión de riqueza colectiva en tiempos de crisis y desempleo que tiene el «oro negro» a cuenta de las prospecciones auspiciadas por el Ministro.

Pero no todo son malas noticias ni riesgos a Soria en su capacidad de ganar autonomía en el Ejecutivo. Primero, hay una ventaja, que es el margen de actuación que Rajoy proporciona a sus ministros. Rajoy no es Zapatero, evidentemente, lo cual es un punto favorable para el canario. Además, la relación, por motivos personales, entre Rajoy y Soria es muy estrecha.

Segundo, Nadal no es Sebastián, aunque en los círculos populares tienen muy identificados y atribuidos sus patinazos en línea con las ocurrencias del anterior ministro y predecesor en el cargo de Director de la Oficina Económica del Presidente. Por otra parte, y a pesar de todo, Rajoy no depende de él en la misma medida que Zapatero dependió de Sebastián. El contrapeso de Luis de Guindos, ministro de Economía y figura emergente del ejecutivo, puede salvar esta situación.

Y, tercero, no por evidente, no menos importante: Soria no es Sebastián, en la medida que el olfato político y el encanto del canario es mucho mayor que la impericia del malogrado candidato a Alcalde de Madrid. Si Sebastián intentó propulsarse de la política local a la nacional, Soria busca lo contrario: dar el salto de la política nacional a la autonómica.

Lo que sí es razonable es que el ministro empiece a elegir qué costes políticos asume en lugar de que se los impongan. Seguro que ya sabe. Está pasando. Lo está viendo.

El Gobierno engaña al sector eléctrico

No salimos de una y nos metemos en otra. El viernes conocíamos el primer ajuste de la deuda eléctrica del Ejecutivo y del crecimiento de los costes de suministro, asociado a la revisión tarifaria del segundo trimestre del año, de forma que hacía recaer el mismo sobre el sector eléctrico y, más concretamente, sobre la actividad de distribución, que es la que más afecta a la calidad del suministro que perciben los ciudadanos y las comunidades autónomas. Amnistía para la triple A y para todos los beneficiarios de las decisiones retributivas de marcado cariz político que se salvan del recorte, pese a ser los beneficiarios principales del crecimiento de la factura eléctrica, que ha pasado a ser factura en sombra.

Ahora tenemos un segundo elemento inquietante, derivado de las “divergencias” entre el ministro José Manuel Soria y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy Brey, en la forma de hacer fracciones. Hace unos días el ministro de Industria, Energía y Turismo afirmaba que el problema del déficit tarifario iba a ser afrontado en un modelo equitativo y solidario, en forma de tres tercios: un tercio a cargo de la Administración, otro a cargo de los consumidores y el último a cargo de las empresas. La vicepresidenta Soraya Saénz de Santamaría también se empeñó, voluntariosa, en su alocución del pasado viernes en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros, en resaltar esos conceptos tan vacuos de comunicación política como son “equitativo” o “esfuerzo de todos”. Conceptos que no suelen resistir la prueba del nueve de las matemáticas, como se verá seguidamente.

Así, por su parte, ayer en el acto de defensa de sus primeros cien días, el presidente Rajoy, nuevamente, cambió el discurso del ejecutivo y también las proporciones y afirmó que dos tercios del problema del déficit tarifario serán afrontados por las empresas y el resto, un tercio, por los consumidores. Una pulsión falangista se movió en los cimientos de la calle Génova al oír este aserto del presidente, envalentonado contra el sector eléctrico.

Como se puede comprobar, se trata de un nuevo indicador de la autonomía de la Moncloa respecto a Industria, con la pareja Álvaro Nadal (ideólogo macroeconómico antiempresarial del Ala Oeste)-Cristóbal Montoro (el Manostijeras del presupuesto, pero sin la pericia de Johnny Depp) al frente. Estas declaraciones son un indicador también de que el Ejecutivo se echa para atrás en la responsabilidad política de la resolución de un déficit cuyo origen realmente es político. A esto se une el hecho de que el camino ha sido el contrario por la vía del Real Decreto Ley 6/2009 y de los Presupuestos Generales del Estado que han ‘esquivado financiar’ los costes de los sistemas extrapeninsulares, agregando otros 1.200 millones de euros adicionales que deben ser soportados por la tarifa eléctrica. Más madera.

El sueño de Montoro-Nadal en el caso del sector eléctrico sería: uno, que no existieran operadores-empresas con accionistas, ni tampoco mercados y analistas financieros que los siguiesen; dos, que la tarifa financie los Presupuestos Generales del Estado; tres, que los ejecutivos/gobiernos pudieran seguir decidiendo indefinidamente la concesión de generosas subvenciones, primas y retribución para las empresas y operadores “amigos”; cuatro, que vía impuestos a las actividades en régimen de libre mercado, éstas pagaran a todos los anteriores; cinco, que no existiera el Tribunal Supremo; seis, que no existieran las directivas europeas. En todo este modelo, el cumplimiento de la ley y de la normativa aprobada en 1998 por Gobiernos populares y recordada por el Tribunal Supremo sienta como un jarro de agua fría para quienes buscaban mayor discrecionalidad y manos libres. Impúdicamente, el Gobierno pide a las empresas que retiren sus recursos a las revisiones tarifarias amañadas. Las actuaciones posteriores del Ejecutivo y la responsabilidad con los accionistas evidencian que hubiera sido una solución de mucho riesgo, además de fantasiosa.

Seguramente que el líder popular no es muy conocedor de lo que hizo ayer, de los efectos sobre los mercados financieros, los accionistas o la valoración que las empresas puedan hacer de estas declaraciones y de la atención internacional sobre los movimientos del Ejecutivo con respecto al problema del déficit tarifario, que está perjudicando al sector empresarial energético español. En segundo lugar, la poca convicción que exhibe el ejecutivo de Rajoy en el mercado y en las empresas no tiene comparación con los partidos conservadores y liberales europeos, cuyas instituciones económicas tienen más implantación y sus bases ideológicas son menos ‘políticas’ en el mal sentido de la palabra. De hecho, es casi de sonrojar, para cualquiera que se detenga un momento en este problema. El hecho de jactarse de la forma de conducir las actuaciones del Gobierno, sin diálogo con el sector y de alimentar la prosodia antiempresarial debería preocupar enormemente a Mariano Rajoy.

La segunda posibilidad que puede haber motivado lo que pasó ayer estribaría en un ejemplo de indolencia, unido a la necesidad de amarrarse a la presentación política de la ejecutoria del Gobierno tras los primeros cien días, que reconociendo que es muy reformista, también en ella se aprecian elementos de fuerte corrosión y deterioro. Esto justificaría el hecho de que a Rajoy le den igual los efectos de estas declaraciones, su alcance y consecuencias en el ámbito empresarial y de los mercados financieros donde generan fuerte malestar. Pero lo que está claro es que la prima de riesgo también se ve afectada por la confiabilidad del Ejecutivo y de sus aprendices de brujo. La tercera alternativa sería que Rajoy no sea consciente y que sí lo es su mano derecha en la Moncloa en lo económico, Álvaro Nadal, que mantiene una concepción de que las empresas están no para participar en una economía de mercado con unas normas predecibles, sino para ser saqueadas desde la política con medidas.

Rebobinemos: cualquiera que conozca el problema del déficit tarifario con un mínimo de rigor intelectual y económico reconoce que es un problema político. El Gobierno de turno fija una tarifa regulada que es insuficiente para atender el coste total del suministro, debido a que el precio de la electricidad es el último precio intervenido, y por temor político a trasladar la realidad a los ciudadanos (como hizo el Extinto en los años de la crisis energética). El coste del suministro crece y crece por las decisiones políticas generosas en materia de subvenciones y retribución de actividades reguladas. Se genera déficit y éste se acumula, y se busca que este déficit se financie y se titulice. Llega el efecto de morosidad amnésica acentuado cuando el coste del pago lleva un plus político inasumible (es evidente que el grueso de estos comportamientos elusivos son del ejecutivo socialista anterior). Fruto del apoyo de una sociedad que no quiere asumir los mecanismos económicos asociados a la energía desde el franquismo y de que todo lo que huele a empresarial lo pone bajo sospecha, tratan de violentar los mecanismos de mercado, los equilibrios económicos-financieros y la seguridad jurídica. Los responsables políticos, poco ortodoxos, entre audaces, corporativistas y oportunistas, lo huelen y se ponen manos a la obra para hacer la chapuza, con argumentos demagógicos que postulan la política de baja ralea como mecanismo director de la acción política: ¿cómo van a pagar los ciudadanos el problema del déficit tarifario? ¿Van a dirigir los jueces la política energética? ¿Cómo nosotros no podemos decidir lo que cuesta la electricidad y a quién retribuimos? ¿Hay que pagar las copas?

Y para culminar el oprobio, el flamante y recientemente nombrado presidente del Gobierno, elegido en las urnas hace cuatro meses, con cien días de gobierno, acusado de mudadizo por sus cambios programáticos y con claros signos de desgaste acelerado, Mariano Rajoy, se pone delante.

Amnistía para la triple A (y para Red Eléctrica de España)

La polémica de los Presupuestos Generales del Estado ha estado traída de la mano de la amnistía fiscal que el Gobierno ha incorporado en el proyecto que aprobó el pasado viernes en el Consejo de Ministros. Irónicamente, se trata del mismo Consejo de Ministros que aprueba la revisión tarifaria del segundo trimestre (con un incremento del 7%). Dicha subida se ha visto acompañada de un conjunto de recortes de los costes regulados, para evitar el descarrile del déficit tarifario. Como decía Manuel Azcárate, editorialista fallecido del diario El País, gobernar es elegir damnificados, y aquí el ejecutivo ha elegido los damnificados en los proveedores del suministro y ha amnistiado a los responsables de su encarecimiento. Vamos, como en la amnistía fiscal, tan polémica y también propulsada por el Gobierno.

Dichas medidas se sustanciaron en el Real Decreto Ley 13/2012, del 30 de marzo, por el que se transponen directivas en materia de mercados interiores de electricidad y gas y en materia de comunicaciones electrónicas, y por el que se adoptan medidas para la corrección de las desviaciones por desajustes entre los costes e ingresos de los sectores eléctrico y gasista que publicaba el BOE el pasado sábado.

Haciendo un resumen de las medidas y por orden decreciente de impacto en la reducción de los costes regulados, estas son: fuerte recorte a la retribución de la actividad de distribución (la más cercana a los ciudadanos en cuanto a la percepción de la calidad de suministro eléctrico), detracción de saldos disponibles en el balance del IDAE, aplazamiento de un año en la retribución de las inversiones de transporte, reducción de los pagos por capacidad (o, más clásicamente denominados, garantía de potencia), reducción de los pagos por interrumpibilidad a grandes empresas, reducción de los pagos por resolución de restricciones de garantía de suministro (subvenciones para la generación por carbón nacional, vía cantidades), reducción de la retribución de la Comisión Nacional de Energía (en 60 millones de euros) y financiación del operador de sistema mediante pago del operador de transporte, es decir, Red Eléctrica de España pagará a REE los 20 millones de euros que antes iban a tarifa. Además, como no podía ser de otra manera, casi se prohíben las nuevas inversiones en activos regulados.

Pero, quizá lo más relevante, tras una prosodia de comunicación política excesivamente esquemática, de manual y naif, es que tras afirmar «que los costes del ajuste se distribuyen equitativamente», las grandes responsables del crecimiento de los costes regulados, las primas a las renovables y el transporte han salido indemnes del ajuste. Como decían los medios de comunicación este fin de semana, «la triple A»,»Acciona, Abengoa y ACS se ven liberados de contribuir a la reducción de los costes regulados que se integran en los costes del suministro en forma de tarifas de acceso. Y también Red Eléctrica de España es beneficiaria relativa de esta amnistía de reducción de costes regulados selectiva ejecutada por el Gobierno. Claramente, el Gobierno hace su particular «amnistía» a las principales empresas perceptoras de estas subvenciones a la generación renovable, así como al operador de transporte y sistema.

Dichas medidas casi habían sido anticipadas en días pasados. Una semana antes ya se conocía con bastante aproximación el impacto en la reducción de la retribución a la distribución algo que, evidentemente, no hará ninguna gracia a las Comunidades Autónomas, conscientes de la repercusión del problema. El hecho de dicha preparación evidencia que se trataba de una operación política de más calado.

Conclusiones

El diseño de este paquete de medidas proviene del Palacio de la Moncloa, concretamente de la Oficina Económica del Presidente. Soria todavía no tiene autonomía regulatoria en el sector energético e Industria se convierte en el brazo ejecutor de la política energético-económica de Álvaro Nadal, inconsciente de sus efectos.

Sólo hay una noticia positiva que es el incremento de la tarifa. Lo «equitativo» del recorte es una figura retórica, expresada sin ninguna convicción por Soria y la vicepresidenta y evidencia quién está ganando el juego de presiones al gobierno de Rajoy.

– El diagnóstico del origen del crecimiento de los costes regulados no sirve para que este gobierno afronte sus soluciones.

El Gobierno prefiere perjudicar el suministro a los ciudadanos que abordar los costes que han generado los procesos especulativos alrededor de la generación renovable. Los costes políticos en las Comunidades Autónomas están por llegar.

El ejecutivo vuelve a caer en el modelo Zapatero, esto es, ayudar a las constructoras metidas en el sector energético, con esta amnistía en la reducción de costes regulados de la que son beneficiarios, mientras se ampara en la demagogia antiempresarial contra el sector eléctrico.

El Gobierno busca debilitar a las empresas eléctricas, requiriéndoles que retiren sus recursos pasados a las tarifas del enjuague, a la vez que pretende que sigan manteniendo la financiación en sus balances del déficit tarifario, en la idea de que el sector eléctrico se debe plegar a los designios políticos y a la forma de redistribución de los ingresos de la tarifa que el Gobierno plantea conforme a sus intereses. La única forma de hacerlo es la coacción.

Mientras que el Gobierno considera que unas empresas están sometidas a los designios políticos, otras se benefician de ellos. Incluso llega al extremo de considerar a unas empresas y a otras no.

Atentos, que ahora viene la segunda parte, que es la revisión del modelo regulatorio que prepara Industria. ¿Caerán en los mismos vicios? ¿Amnistiarán a los mismos?

Compás de espera

Parece que la afectación a la distribución es la que ofrece una salida jurídica más rápida y «limpia» para el Ejecutivo que, además, teme el resultado de los procedimientos judiciales de los recursos de las compañías eléctricas, derivados de las decisiones «gubernativas» pretéritas relativas a las sucesivas revisiones adulteradas de las tarifas eléctricas por los anteriores gobiernos, para evitar que la tarifa se adecúe a la realidad y cumpla el programa de déficit tarifario de cada período. Así, Industria habría pedido a las empresas eléctricas que retirasen los recursos contra estas decisiones, cuya respuesta judicial es muy previsible. La retirada de estos recursos por parte de las empresas tendría unos efectos perversos sobre empresas y accionistas, que no es desdeñable.

Un inciso. Una sentencia judicial contraria o negativa es, en sí, una forma de señalar un incumplimiento de una norma legal que se establece por el propio Gobierno. De forma continuada en el tiempo, los sucesivos ejecutivos han ido fijando tarifas por debajo del coste total de suministro, acumulando déficit entre el coste real y la tarifa, y fijando límites anuales a ese déficit que se han ido superando sistemáticamente. Y, lo que viene a determinar el Tribunal Supremo es esa incoherencia, o inconsistencia, que en términos jurídicos se denomina algo mucho más grave: ilegalidad.

Volviendo a las especulaciones, han comenzado a ser incesantes las mismas, dado que el Ministerio de Industria, Energía y Turismo se ha ido bunkerizando hasta entrar en un ostracismo completo y patológico respecto a las medidas que pudiera decidir el Ejecutivo. Se trataría de iniciativas que en estos momentos serían las primeras de una serie de medidas y cambios legales posteriores, de forma que se está preparando a lo largo de este semestre un conjunto de reformas o modificaciones de más amplio calado, desde la revisión de la legislación actual, así como la revisión de la Planificación Energética o el Plan de Energías Renovables, o medidas fiscales todavía muy imprecisas y que hoy simplemente funcionan por el procedimiento del globo sonda. Las últimas declaraciones del ministro hablan de una rebaja que afectará a los costes de funcionamiento, entre los que mencionó la generación, el transporte, la distribución, la gestión comercial y otra serie de cuestiones más técnicas, como por ejemplo, los pagos por capacidad que cobran determinadas centrales térmicas. Por tanto, dado el amplio espectro, habrá que ver qué, cómo, cuánto y hasta cuándo.

En todo caso, los distintos sectores que conforman el sector eléctrico, en especial determinadas tecnologías renovables como la termosolar que conjura una moratoria, están tomando posiciones en una batalla que no ha hecho más que comenzar y habrá que plantearse quién y cómo está elaborando esta reforma de la regulación eléctrica.

Y, todo ello, desde el Gobierno, con un nuevo modelo de actuación, mucho más vertical, autónomo y solipsista, como esta revisión tarifaria efectuada ya sin la Comisión Nacional de Energía, organismo que ha quedado completamente aislado, suelto, a su libre albedrío, marginal y marginado, a la deriva y a la espera de que se lo trague la galerna. Es cierto que al Gobierno, por una parte, le ha pillado el ‘toro’ con la segunda revisión tarifaria del año (a lo que se ha añadido la sentencia del Tribunal Supremo) y que cada revisión tiene un carácter más agónico. Decisiones actuales no garantizan posiciones futuras. De hecho, la provisionalidad de las decisiones se ha instalado en una concepción regulatorio-político-económica de carácter muy efímero. En todo caso, la noticia de la subida de entre el 5% y el 7% es quizá la mejor conclusión del proceso relativo a la revisión tarifaria de este trimestre.

Por otra parte, el Gobierno ha incorporado al grave problema de déficit tarifario acumulado y creciente dos cuestiones más, que son el papel de los operadores de transporte y sistema, Red Eléctrica y Enagás, su retribución por las actividades de transporte y gestores técnicos del sistema, sus programas de inversiones, las decisiones y necesidades de demanda que lo soportan, la forma de maximizar su rentabilidad y de crear valor en bolsa de estas compañías, y la propia demanda de rentabilidad que hacen sus accionistas privados y equipos directivos (todavía en fase de recambio: una vez remodelada la cúpula directiva de REE y su Consejo de Administración, queda Enagás).

Por tanto, seguimos a la espera. Mañana, más.

El sector termosolar defiende sus primas ante las medidas del ejecutivo

Hoy en todos los medios de comunicación se especula con una solución populista para la subida de tarifas del segundo trimestre, debido al revés electoral del Partido Popular en Andalucía y a la necesidad de compensar la subida con una medida contra las «empresas», tal y como hemos venido informando.

En esa tarea, la pregunta es, ¿qué es lo populista aquí? Lo populista, evidentemente, consiste en instalar que el precio de la electricidad es caro y que los responsables del déficit y del alza en el precio de la misma son las «empresas» en un país donde los procesos económicos están todavía vistos desde el falangismo y el tardofranquismo. Empresas que, por otra parte, vienen financiando el déficit tarifario del que se benefician el resto de operadores del sector eléctrico.

En efecto, lo populista es, directamente, afectar en las medidas que desarrolle el ejecutivo a las actividades eléctricas, sin mucha reflexión, nada más que los costes políticos, sin modificar los costes regulados que han causado su desequilibrio: aumento de primas en las renovables (por sobrerretribución y por sobrecapacidad, con tecnologías que reventaron todas las previsiones en precio y cantidad, como la termosolar o la fotovoltaica), el déficit tarifario pasado, el coste del carbón nacional o el transporte de electricidad. Lo populista, en términos electorales, es lo que conocíamos ayer: atacar la distribución y no tocar los sobrecostes enunciados anteriormente.

A ese populismo incita Valeriano Ruiz, presidente de Protermosolar en sus declaraciones, en las que, curiosamente, no hace alusión a los crecientes costes regulados del recibo de la luz, como componente principal de su escalada (de hecho, sin el fuerte incremento de estos costes regulados en los últimos años, se podría hasta deflactar el mismo sin efecto para los ciudadanos). Evidentemente, el presidente de Protermosolar trata de hacer de la necesidad virtud y elabora una estrategia para conjurar el fantasma de una moratoria termosolar, de forma que se mantengan esos 1.200 MW de nueva capacidad fuertemente primados y pagados contra el recibo de la luz sin mácula. Una tecnología que, impulsada por las empresas constructoras, está avalada con importantes incentivos y primas asignadas y que irrumpió con fuerza gracias a su capacidad de penetración en las capas más permeables de la Administración energética autonómica y del Ministerio de Industria.

En su argumentación, el presidente de Protermosolar utilizó unos gráficos semejantes a los que había utilizado el presidente de la Comisión Nacional de Energía, Alberto Lafuente, en su voto particular al Informe sobre el Sector Energético de la CNE, aunque con conclusiones más castristas todavía que las de Lafuente. De forma elíptica, Lafuente afirmaba que las eléctricas habían sufrido supuestamente ya en bolsa y en los mercados financieros por los rumores que provienen de las banderías ideadas en relación al déficit tarifario por los retroprogresivos (la famosa quita), y proponía un hágase, un invocar a que se materialicen esos riesgos, con independencia del origen del déficit, su financiación, de los efectos sobre la inversión, la seguridad jurídica, los mercados, las empresas o la economía española. Al menos, el informe de la CNE partía del hecho objetivo de que el crecimiento del recibo nacía del crecimiento de los costes regulados, como decíamos antes: primas a las renovables, déficit tarifario pasado, contraprestaciones para la garantía de producción de carbón…. Se precisaba una argumentación alambicada y cínica para justificar el desmán, pasando del origen del déficit a propuestas expropiatorias y fiscales para su resolución.

Ruiz, como representante empresarial de la tecnología termosolar, se permite ser más demagógico todavía que Lafuente y así, directamente, acusaba a las empresas eléctricas (seguramente que pensando en Red Eléctrica de España, una de las empresas más rentables del Ibex 35, frente a las castigadas utilities españolas) de ser responsables de la subida del precio de la luz, sin mencionar los componentes del mismo, ni las empresas beneficiarias de la generosa política de primas y potencia subvencionada.

De todas formas, a primera vista, no parece inteligente promover este ejercicio de distracción de atención desde las huestes termosolares (véase cómo es mucho más inteligente la posición fotovoltaica buscando la paridad con el mercado o la investigación del fraude), dado que esta contestación sirve para volver a atraer la vista sobre los propios costes, potencia, primas y empresas interesadas en la promoción de la tecnología termosolar en un momento de evidente encarecimiento necesario del recibo (por decisiones políticas), de medidas de ajuste del sector eléctrico y de debate de los costes que forman el déficit tarifario y su financiación por empresas y mercados. Mucho riesgo es el lanzar una granada de mano de estas características a los medios, aunque proviene de la tranquilidad aparente de que están a salvo de lo que planea el ejecutivo y estando muy interesados en el crecimiento del recibo, por motivos evidentes.

En todo caso, y escapando de esta guerra de guerrillas, el riesgo de una batería de medidas «populistas», «electoralistas» con la electricidad es altamente perjudicial para el Ejecutivo, si está tentado de ello en el corto, medio y largo plazo. Y el ministro puede acabar sobreexpuesto a la demagogia.

El ataque a la distribución

El fin de semana pasado se conocía por distintos medios de comunicación que el ejecutivo estaría preparando un paquete de medidas en el sector eléctrico. Ya se conocía la voluntad del ejecutivo de encontrar alguna medida ‘contra’ las empresas, a la hora de intentar buscar materializar esa aseveración de que el problema del déficit (que es evitar que los ciudadanos paguen en su momento la tarifa que se corresponde con el coste del suministro eléctrico completo) se distribuya entre el Gobierno, los consumidores y los ciudadanos.

Podríamos agrupar esas dos medidas en las que se instrumentarían en la propuesta de tarifas para el siguiente trimestre y la que se pretenden agrupar en forma de real decreto ley con trámite de proyecto de ley, en el bien entendido de que todas esas medidas salen del carril de la Comisión Nacional de Energía, órgano destinado a languidecer hasta su estallido final.

Fruto de estas noticias, acaba de aparecer la actividad de la distribución de electricidad como principal dañada y objeto del ‘vudú’ del ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, y del director de la Oficina Económica del Presidente, Álvaro Nadal. La medida consistiría en la reducción de la retribución de la misma, al pasar a calcularse sobre el valor neto de los activos. La retribución de la distribución ha sido la última actividad que ha tenido un marco retributivo definido y sólo recientemente ha tenido un modelo definido de cálculo de su remuneración. Mientras, el modelo retributivo (y de cobro) del transporte, determinación de inversiones, además de no tener en cuenta la demanda, ha sido muy generoso en los últimos años.

Además, la distribución es una actividad que en su modelo retributivo tiene en cuenta la demanda o los consumidores que cubre la misma. Dicha actividad tiene mucho que ver, además, con la calidad del suministro que percibe el ciudadano, en la medida en que establece el puente entre el transporte y la comercialización de electricidad. La actividad de distribución es un monopolio natural articulado por demarcaciones territoriales, de forma que sólo hay una distribuidora en una zona determinada, aunque existen más de 30 distribuidoras en el conjunto del país, algunas, concentradas en zonas muy concretas.

Comparativamente, el transporte es un modelo de monopolio único, en la medida en que además de ser un monopolista, únicamente una sola empresa es la que puede prestar esta actividad.

Se trata, por tanto, de una medida indolora para los ‘clásicos’ que han sido los responsables del engrosamiento del déficit. No busca reducir los costes regulados más voluminosos en el suministro (esto es las primas, que han generado un proceso expansivo sobrerretribuido y lo que hoy se denominan burbujas en muchos sectores de actividad). Tampoco busca reducir los costes regulados que perciben los operadores de sistema y transporte (y que les han configurado como las empresas más rentables del Ibex 35). Ya se han escuchado crónicas del enfado de José Folgado (al parecer con el secretario de Estado), que empieza por los mismos derroteros de Atienza a imprecar al Ministerio con comportamientos de monopolista único y empresa pública, al conocer la propuesta de reducir la retribución al transporte de electricidad. Del mismo modo, el Gobierno elude otro de los grupos de presión que es el coste para el sistema eléctrico y los consumidores del decreto del carbón. El Gobierno, por tanto, elude puntos críticos sin pisar ninguno de los callos reales que tiene el sistema eléctrico y que definen los sobrecostes del sistema.

El problema, por tanto, es no comprender el efecto de una medida así en una de las actividades ‘clave del suministro’ que perciben los ciudadanos y ejercer de aprendices de brujos por la vía de los comportamientos políticos y de evitación de la gestión y del análisis riguroso, además del diálogo.

Expresada tal y como se ha descrito, la medida aplicada de forma indiscriminada y sin mucho miramiento, reduce la retribución a una actividad necesaria, cuestión que debería recibir mucho más estudio y reflexión sobre los componentes que determinan la misma: inversiones a realizar, distancia, orografía, antigüedad de la red, distancia, etc…. Una cuestión que parece mucho más compleja que la forma en la que tradicionalmente se ha abordado. Y es ahí donde radica el problema.

El problema es no entender la retribución de la distribución, no saber a qué obedece, considerar esta actividad de forma frívola como una pieza a cobrar o como un componente en la ecuación que resuelve el equilibrio político dentro del déficit tarifario, y, a la vez, como instrumento sobre el que articular una medida revisionista directa y discrecional, sin problemas de seguridad jurídica, de forma no indolora electoralmente, o demagógicamente, un mecanismo que no perjudica a los verdaderos grupos de presión que el Ministerio de Industria, Energía y Turismo escucha o teme.

¿Quiénes son los principales perjudicados? En este caso, las Comunidades Autónomas, que son las que más sufren los problemas del suministro eléctrico. Las CC. AA. son las administraciones más sensibles a que exista una buena calidad del mismo. El ministro de Industria, Energía y Turismo podría sentarse con los Consejeros de Energía en un consejo consultivo de electricidad de la CNE y escuchar a estos consejeros (actualmente, la mayor parte, de las filas del Partido Popular) y conocer de primera mano sus problemas en este ámbito. De hecho, la medida puede ser una bomba por debajo de la puerta para las administraciones territoriales.

Y, en concreto, como comunidades más afectadas estarían Cataluña, donde existe un gobierno de coalición de facto (y con importantes reclamaciones en materia de distribución) y Canarias (Comunidad Autónoma que aspira a presidir José Manuel Soria), con cuestiones relevantes en materia de mejora de distribución (fruto, a la vez, de una más que dudosa forma en que se ha producido la separación entre la actividad de transporte y de distribución en dicho archipiélago).

El ministro de Industria podría hoy, mañana, o antes de tratar estas medidas en la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos, preguntar a alguien que le explique lo que es el TIEPI, lo que mide, lo que indica sobre la calidad del suministro. Y cuáles son los elementos que inciden en el TIEPI para que se vea bueno. Y a quién afecta el mismo para entenderlo y tentarse la ropa antes de cometer una barbaridad.

El porvenir está en los huevos

Probablemente hay que volver al teatro del absurdo para entender determinadas cuestiones que ocurren en el sector eléctrico en lo que se refiere al déficit tarifario. Así, podemos encontrar una metáfora entre el precio de la electricidad y el de los huevos en nuestro país. Metáfora que ya hemos sugerido alguna vez en Energía Diario y que parte de conocer las razones del aumento del precio de los huevos, derivado de la entrada en vigor de la Ley de Bienestar Animal, que incorpora una nueva exigencia relativa al tamaño de las jaulas para las gallinas. Un requerimiento que ha reducido la oferta de estas aves ponedoras en un 23% y que se ha traducido en que el precio de los huevos se eleve un 50% en España, como recogen hoy los medios de comunicación. Evidentemente, se trata de la operacionalización de la relación de la ley entre la oferta y la demanda y sus consecuencias a nivel de precios.

Es curioso que todavía no haya salido ningún representante del colectivo retroprogresivo para preguntarse por qué no aplicar la amortización de la gallina y de la jaula y fijarle una retribución determinada a cada huevo (o su docena), en la medida en que se trata de un alimento tan básico en la población española. Además, el huevo, indudablemente, es fuente de proteínas para los trabajadores y deportistas, lo que también impacta en la productividad de la economía patria, por lo cual lo mejor es que se fije un marco legal estable. Si negamos el funcionamiento de los mercados y sus dinámicas, podemos abstraernos de todo lo que se pretenda decidir desde el punto de vista político y administrativo y que incida en el precio de los huevos.

Para mayor abundamiento a la vez que entendimiento, podemos comprender que el problema no es nuevo. Recordemos que este mismo problema ya apareció hace años, cuando otra normativa de semejantes características apareció para obligar a que las gallinas pudiesen dormir durante seis horas al día al menos, para lo cual, las luces de sus granjas debían apagarse con un horario de oscuridad cuya duración fuese esa como mínimo. Algo que también restringió la oferta oval, elevando los precios de este alimento tan básico y componente esencial de algo tan genuino como la tortilla española.

Si hacemos una reflexión sobre el mecanismo de costes y precios propuestos en las estribaciones de los sectores retroprogresivos (y recogidos en la Oficina Económica del Presidente) y la forma en que se ha venido generando déficit tarifario, tenemos un ejemplo claro, en el caso del kilowatio, de traslación de los efectos de la subida de un bien o servicio, como los huevos.

En este caso, fruto de la utilización de nuevas tecnologías o requerimientos técnicos (jaulas más espaciosas/potencia renovable con altas retribuciones), que conllevan inversiones cuantiosas en la capacidad instalada de este tipo de generación o en inversiones reguladas (las jaulas de las aves gallináceas, las centrales termosolares o activos de transporte, deuda antigua, etc…), y se produce el encarecimiento de los precios del kilowatio y del huevo, por la vía del incremento de los costes regulados.

La diferencia aquí, en el caso del kilowatio, es que dado que el precio se topa de forma política a través de la tarifa eléctrica, no se han venido reflejando los efectos sobre los precios reales de la electricidad, derivado del incremento de los costes regulados (esto es, de decisiones político-administrativas o su Ley de Bienestar Animal). Mientras, en el precio del huevo, el supermercado que ayer inauguraban Ana Botella y Esperanza Aguirre separadas por muy pocas horas repercutirá este ascenso de los precios de los huevos en el «mercado de generación» irremediablemente.

Pero es más: dado el absurdo de la situación, ésta nos puede remitir al genial Eugène Ionesco, con su obra «El porvenir está en los huevos«, una comedia cuya estética está llena de elementos surrealistas. Esta obra es la continuación de la historia de un matrimonio arreglado por dos familias burguesas. ¿Cuántos hijos tienen en sus tres años de matrimonio? ¿Qué deben hacer con su prole?… Tortillas, muchas tortillas. Sin duda, una vida esperando respuestas y resultados, una gran producción de eso que llaman «huevos», escenificando el sometimiento a unas normas rígidamente impuestas, esto es, a la regulación.

El comportamiento propuesto en el caso de la electricidad, tan absurdo como la comedia de Ionesco en el caso retroprogresivo, es: primero, genérese déficit tarifario (diferencia entre precios reales y tarifa); después, propóngase quitas de esa deuda; en tercer lugar, fíjense impuestos a la parte liberalizada del coste del suministro, la generación (que, por otra parte, es la que está disminuyendo, alcanzando los precios más bajos en los mercados de la Unión Europea) y cuarto, manténgase los costes regulados, su composición, volumen y dinámica. Y, finalmente, resultado de todo: que la tarifa eléctrica no refleje los efectos de unas decisiones políticas y se obstruya el mercado.

Y más absurdo todavía es que dicho problema se trate con la misma incomunicación y con la circularidad en la que ha derivado. Que se esperen de forma sorpresiva la posible aplicación de normas por vía política, coactiva o fiscal. Porque probablemente, el mayor absurdo es la posición solipsista y bunkerizada de las autoridades actuales, ante un problema de tales magnitudes y la necesidad de experiencia gestora, económica, de acuerdo y de diálogo que precisa su resolución.

¿Es el fuero o es el huevo?

¿Está explorando el Ministerio de Industria formas de abordar el déficit tarifario sin sentarse con el sector?, ¿o se ocupa Moncloa?

De hecho, el cruce de acontecimientos proporciona elementos contradictorios para el entendimiento de la situación actual. Primero, la sentencia del Tribunal Supremo ha sentado como un jarro de agua fría en el Ministerio de Industria, en la medida en que ha hecho inminente la necesidad de adecuar los precios de la electricidad a la realidad, al menos en un trimestre.

Segundo, el hecho de que se hayan paralizado las emisiones para la titulización del déficit, fruto de la detención de la Comisión Interministerial que da vía libre a las emisiones que efectúa TdA a través del FADE, tras la última certificación efectuada por la CNE ‘in extremis’ de 7.000 millones de euros el pasado 1 de marzo. Dicha parada se interpreta por los más radicales como un aviso de quita, y por los más realistas como una fórmula de coacción.

Tercero, el Gobierno, por boca de múltiples portavoces, se ha lanzado intensamente a asegurar a través de diversas declaraciones que el problema del déficit tarifario no recaerá exclusivamente en los consumidores. Y, en cuarto lugar, hasta el propio Mariano Rajoy ha salido, con sus formas más arrebatadoras y desinhibidas (temerarias para lo que es él, hombre moderado y ponderado), a ponerse enfrente de un supuesto «lobby» empresarial en términos de «dignidad» política.

El señor Rajoy tiene que tener cuidado con el señor Nadal, porque si aparece ese «talante», hasta ahora desconocido en el pontevedrés, a lo mejor significa que está muy mal ayudado en las bandas. Parafraseemos su subtexto: «¿Cómo puede ser que ahora quieran cobrar o titulizar lo que nos hemos gastado y que hasta el momento nos están financiando?» ¿No suena a la forma de defenderse del requerimiento de una deuda que se hace a un moroso que apela a la dignidad?.

En todo caso, merece una reseña aparte la tentación de crear un relato dialectico y épico en torno al problema del déficit tarifario, en términos de gobierno frente a empresas (eléctricas o petroleras, como ayer trataba de articular sorprendentemente Expansión), cuyo desenlace necesariamente no será positivo, sino todo lo contrario, aunque se pretenda escudriñar en términos demagógicos o demoscópicos. Negar la naturaleza política en el origen del déficit generado y ponerlo en términos de reclamación de intereses del «pérfido» mundo empresarial no es el mejor aliento para la nueva Ley de Emprendedores.

A la vez, y siguiendo con el relato, Soria tuvo que salir al paso con unas declaraciones tranquilizadoras que negaban la posibilidad de una «quita» en la deuda eléctrica. Posibilidad recurrente que aparece con cierta frecuencia, ante cualquier contrariedad, como hemos visto, y para la cual el Ministerio debería articular una propuesta consistente, antes de que se adelante la Oficina Económica del Presidente, sita en Moncloa.

Para ello, hay que atender al mapa de coordenadas políticas que el ministro tiene encima de la mesa en torno a este tema. En primer lugar, la necesidad de asideras para justificar las subidas de tarifa (y aquí, los jueces le han dado un balón de oxígeno) por un lado, y segundo, argumentos para justificar medidas coactivas/fiscales contra las empresas eléctricas, aunque hasta el momento hayan sido las financiadoras del déficit tarifario, a favor de otros agentes y operadoras. De hecho, el Ministerio trata de compensar esta subida de la electricidad con alguna medida que recaiga en las empresas.

En este negociado, el Ministerio ha tenido muy poca ayuda por parte de la Comisión Nacional de Energía, cuyo informe ha supuesto un varapalo considerable para el Gobierno, y de ahí el esfuerzo en demediarlo, con todos sus defectos formales y materiales.

La tercera coordenada está en las relaciones con las otras áreas del Ejecutivo. Seguramente, el ministro está esperando ver qué eventual encaje tienen en los Presupuestos Generales del Estado algunos de los capítulos que actualmente absorbe la tarifa en términos de costes impropios, de cara a preparar las medidas a incorporar en los esperados e inminentes reales decretos leyes.

Presumiblemente, y según todos los indicios, el Ejecutivo está tratando de explorar las vías económicas o jurídicas para abordar el problema del déficit tarifario, incluyendo reformar en parte la regulación energética. ¿Esto se traduce en que el Ejecutivo puede estar explorando vías para abordar el problema del déficit tarifario sin contar con los agentes y los operadores?

Pero en todo caso, son tiempos de turbulencias, que deberían resolverse, dado el volumen del problema, de sus consecuencias internacionales (nos están mirando muy atentamente), financieras, económicas, de credibilidad institucional, de estabilidad regulatoria, inversora y de seguridad jurídica, por vías basadas en la negociación, el diálogo y la gestión.

El hombre que nunca estuvo allí

Fuentes solventes han confirmado a Energía Diario que el presidente del organismo, con la colaboración de algunos directivos y de los servicios técnicos del organismo, había elaborado un informe paralelo al que estaba realizando la ponente, Teresa Baquedano. Recordemos que el informe arrancaba de una incomprensible consulta pública que se ha saldado con casi medio millar de aportaciones y la deslegitimación de los órganos consultivos y de participación del organismo (Consejos Consultivos).

Las mismas fuentes confirmaron que en el momento de empezar a debatir dicho informe, el Presidente, al comprobar la animadversión del Consejo a su propuesta, abandonó la sesión del Consejo de Administración de forma visiblemente contrariada.

Adicionalmente, en este consejo se constató el abandono de las posiciones del presidente de quien se considera que ha sido su apoyo más continuado y su alineación habitual desde su nombramiento, incluso su participación en asuntos y cuestiones de cortes interno, concretamente: el consejero Tomás Gómez San Román.

Pero la cosa no terminó ahí. El enfrentamiento con motivo del informe se extendió al hecho de la publicación del mismo, cuestión que ha desatado una agria polémica con el Ministerio de Industria, Energía y Turismo. Mientras, por una parte, el consejo era partidario de mantenerlo secreto y enviar el dictamen directamente a la Secretaría de Estado de Energía, Lafuente se mantuvo en sus trece de hacer público el dictamen del regulador, como así fue, pocas horas más tarde, para disgusto y reacción inmediata del Ministerio de Industria, que se manifestó por boca de la propia Secretaría de Estado, mediante una dura nota de prensa que tensaba más la relación con el regulador independiente.

Por tanto, las cosas pintan mal en los «minutos de la basura» de la actual conformación del Consejo de Administración del regulador independiente, previo a su fundición. Además de autorrecortarse su retribución anual en un 17% (parece que podría ser más), de exonerar los edificios ociosos y de reducir los cuantiosos resultados acumulados, la termita devoradora hace acto de presencia en su Consejo.

Economía y legalidad frente a política y demagogia

Las tertulias se levantaban hoy con la noticia de la sentencia del Tribunal Supremo, que obligará a la refacturación de la electricidad para el primer trimestre de 2012. A la vez, se precipita la revisión tarifaria del segundo trimestre y la posibilidad de un incremento de precios de la electricidad aparece de forma más nítida. Los comentarios periodísticos están que echan humo, toda vez que la electricidad sigue siendo el último precio intervenido y, fruto de ello, objeto de controversia mediática y política y de una amnesia colectiva interesada.

El cuestionamiento a las decisiones judiciales implícito de algunos comentaristas y políticos (por motivos demagógicos, ideológicos o por considerar que esto es una cuestión que se debe dilucidar por vías políticas) requiere una explicación y una descripción de hechos, razones, motivos y argumentos.

¿Qué dice el Tribunal Supremo? En resumen, contextualizado, incluyendo lo escrito y su subtexto, la sentencia describe lo siguiente:

La tarifa eléctrica que se fije ha de ser suficiente para absorber el coste total del suministro.

El coste del suministro lo forman el precio de la generación y los costes regulados (peajes o tarifas de acceso).

El precio de la energía en el mercado de generación sigue una tendencia a la baja por el exceso de capacidad de generación eléctrica y la caída de la demanda.

Los costes regulados están integrados por: el déficit tarifario pasado (aplazamiento de deudas pasadas), primas a las renovables –decididas política y administrativamente, y fuertemente crecientes-, retribución a la distribución (determinada por un modelo que, en definitiva, se basa en función de los usuarios y de la demanda) y retribución del transporte (fijada en función de las inversiones autorizadas y de la retribución de tales inversiones, y ambas cuestiones decididas administrativamente).

El Gobierno tiene que revisar trimestralmente la tarifa eléctrica de último recurso de acuerdo con los dos componentes anteriores, en función del coste total del suministro resultante de lo anterior.

– En estas revisiones, el Gobierno empieza a adquirir la costumbre de modificar (falsear) los costes regulados (tarifas de acceso), en la medida que los distintos Ejecutivos han decidido no pasar por el trance político de presentar una subida de tarifas a los ciudadanos y anestesiarlos de la realidad. Los gobiernos se ‘acochinan’ en tablas y, además, encuentran refugio ideológico en los retroprogresivos.

El Tribunal Supremo decide que eso no es posible y, es más, que es ilegal (subtexto, haber decidido no aumentar tanto los costes regulados, si luego no se estaba dispuesto a trasladarlo al recibo).

Los analistas financieros empiezan a anticipar que hay que tener mucha precaución con el sector energético español, es decir, con las denominadas ‘utilities’, en la medida en que el Gobierno tiene que tomar decisiones al respecto. El Gobierno, por boca del ministro José Manuel Soria, descarta una ‘quita’, y asume los efectos financieros y de seguridad jurídica que supondría una solución de este cariz. El ministro empieza a darse cuenta de que está sobre un barril de pólvora. Otras propuestas siguen latentes.

El tema del déficit tarifario irrumpe en la política. Ayer apareció en la sesión de control al Gobierno. Y llega la solución de ‘corte político’ o el enfoque maniqueo: ”Esto se debe a las presiones de los lobbys” (empresas eléctricas que quieren cobrar y dejar de financiar, sector renovable que quiere mantener sus plusvalías, etc…). El propio Rajoy se mete en ese berenjenal, por vía de su Oficina Económica, aprovechando la corriente antiempresarial de la sociedad española, y en esa línea argumental interviene en el Congreso. Pavoroso.

– Por su parte, el PSOE, en la misma sesión parlamentaria, afirma que la subida de la electricidad es un “engaño” a los consumidores. Evidentemente que es fruto de un engaño: un engaño derivado de haber falseado los precios reales en cada momento y de decidir políticamente que cada vez cueste más, sin tasa, ni freno, algo en lo que los dos partidos han tenido su parte de responsabilidad. Y que el ministro Sebastián dejó como herencia envenenada con la propia aquiescencia del actual ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.

El acorralamiento de las soluciones levanta el peronismo en materia de electricidad y levanta también a los columnistas y responsables de opinión de los medios. “¿Pero es que los jueces van a decidir la política energética?, clamaba hoy, sorprendentemente, Fernando Ónega en Onda Cero. Lo que hace el Tribunal Supremo en su sentencia es aplicar una norma legal, aprobada en sede parlamentaria, que, de forma muy razonable, garantiza que los ciudadanos pagan por la electricidad el coste de suministro. En verdad, el subtexto de la cuestión refleja que la política energética la dirige o la ha dirigido cada Ejecutivo, vía la autoridad del ministro de Industria. Lo que pasa es que luego estas mismas autoridades quieren que los ciudadanos no se den cuenta de que tienen que pagar por sus decisiones (también políticas). Y cuando la cosa se pone fea, se buscan las complicidades mediáticas.

La segunda línea argumental que se puede escuchar es que la maltrecha economía de los ciudadanos no soporta el incremento del coste de la electricidad. Esto es un exordio relativo a cómo el déficit tarifario, las facturas no pagadas en su momento por ausencia de capacidad política para reducir los costes regulados y para llevar, en paralelo, una política energética realista en cuanto a los precios, se ceba con toda su crudeza en la sociedad española en el peor momento, al volverse insostenible su endeudamiento y al deteriorar las bases económicas de las empresas y los mercados.

Llega, por tanto, la amnesia sobre las facturas pendientes y el adanismo sobre las decisiones pasadas en el ámbito político (ejercidos, por cierto, por los representantes políticos de cada momento) y la desvinculación relativa a las responsabilidades derivadas sobre sus costes. Claro que la política energética se dirige desde instancias políticas, pero asumiendo las reglas del mercado y los costes. Situar este problema en planos dialécticos hegelianos, en el ámbito de las decisiones políticas, en la demagogia o en un juego de amnesia de buenos y malos, es seguir evadiendo el problema y no admitir que la tarifa eléctrica requiere una política consecuente y realista y se sitúa interesadamente en un plano partidista y demagógico a la espera de encontrar a alguien que pague las copas.

Y, un inciso: reconociendo la monumental crisis económica de nuestro país, el coste para las familias españolas y el efecto de las alzas de precios de bienes, servicios y suministros (energía, transporte, alimentación, etc…), habría que preguntarse el porqué de esta fijación con el precio del kilowatio, disimulando sus causas y los comportamientos políticos que han fomentado su escalada. Incluso, cómo engañados por unos precios falseados y artificialmente bajos, se ha provocado que los consumidores no sean todo lo eficientes energéticamente hablando que podrían ser. De hecho, para compensar el crecimiento de los precios de la energía, por todos los motivos anteriores, se ha introducido un bono social (que sufragan las empresas) para los consumidores de menos renta. Además, por ejemplo, socialmente se comprende, se acepta y no se cuestionan el precio de otros bienes, servicios o suministros o la renta que los consumidores dedican a los mismos aplicando una escala de valores discrecional. En la misma línea, ¿qué razones hay para no intervenir el precio de la leche o de los huevos (ahora que su escasez los ha encarecido por el cambio de jaulas de las gallinas, siendo además un bien de primera necesidad para la alimentación de los españoles), o lo que dedica una familia a telefonía e internet? ¿Por qué no un bono social para todo esto?