Nocturno político: entrevista a Soria en «La noche en 24 horas»

Anoche, José Manuel Soria acudió al programa La noche en 24 horas de TVE, en calidad de ministro de Industria, Energía y Turismo, para ser entrevistado por su conductor, el periodista Xabier Fortes, y por los contertulios del programa nocturno del canal informativo de nuestra televisión pública. La entrevista evidenció una forma de comunicación política cuyos elementos son de alto voltaje: politización politizada del encuentro informativo, corrección política (ni una mala palabra, ni una buena acción, ni una concreción), obsesión por la colocación de los «claims» y de titulares, negación de la realidad, simplificación nihilista del mensaje, ausencia de debate, mirada al frente fija, sin pestañear, mesianismo en las soluciones basadas en un modelo «ciego» de fe en el Gobierno (más que confianza), en que éste es un Ejecutivo que hace lo que debe hacer. El «storytelling» marianista se muestra en todas sus dimensiones ante su paroxismo.

Si pasamos al desarrollo de la entrevista, uno de los temas que más ocupó en la misma fueron los procesos estatalizadores sufridos por nuestras multinacionales del sector energético. Así, en lo que se refiere al asunto de las nacionalizaciones en Bolivia y Argentina de las filiales de REE y Repsol, respectivamente, el ministro trató de imprimir con un aire de suficiencia y seguridad en su tono de voz, mayor firmeza que las medidas que ha podido presentar el Gobierno en su ejecutoria. Además, trató, esforzadamente, de diferenciar los dos procesos, sobre la base de sus aspectos formales, seguramente con poco éxito, dado lo preciso del asunto, ya que los dos países están dispuestos a minimizar el justiprecio a pagar por lo expropiado y que, en realidad, la cosa no es tan clara como distinguir carne de pescado.

En lo tocante al déficit tarifario, la respuesta de Soria no pasó de la banalidad y de los lugares comunes. Algo más o menos tolerable hace unos meses, pero que hoy parece increíble, o incluso, preocupante: 24.000 millones de euros es mucho (lo cual es cierto). Hay que resolverlo y puede ser un problema financiero (lo cual también es cierto). Hay que apostar por todas las tecnologías con un mix de generación de equilibrio (lo que parece ‘cool’). Los consumidores deben saber lo que cuesta encender el interruptor (también sería deseable o hubiera sido) en función de las decisiones anteriores, incluyendo de rondón un cierto flirteo con el modelo de costes y precios retroprogresivo en medio del silbo canario que envuelve su prosodia. Y, todos los sectores, incluido el de la minería de carbón nacional, participarán del ajuste y esfuerzo que hace la economía, según el ministro. Además, la minería y la generación de electricidad mediante la quema de carbón autóctono tienen futuro (este año) y, como todo el mundo sabe, en 2018 este sistema de ayudas se acabará fruto del proceso acordado en el seno de la Unión Europea.

Respecto a Canarias, con la presencia, además, del periodista de El País Juan Cruz, el ministro evidenció conocer la existencia del mecanismo compensatorio de los costes extrapeninsulares en el transporte, incluso afirmó la existencia de picaresca por parte de empresas que cobraban a costa del Estado todos los billetes en business o de residentes que no lo son. Ese es uno de los lugares comunes del ejecutivo a la hora de «hablar de los problemas»: la existencia de «gorrones» o de fraudes, indudablemente perseguibles, sin dimensionar el alcance y la participación de los mismos en la resolución del problema. Pero, en todo caso, el ministro calló silentemente respecto a cómo se reintrodujo en la tarifa eléctrica el coste de los sistemas extrapeninsulares, realimentando el déficit tarifario y quebrando el principio financiero anterior. El modelo de financiación de los costes extrapeninsulares vigente fue derogado a través del Real Decreto Ley 1/2012, confirmado con los Presupuestos Generales del Estado 2012.

Por su parte, el periodista de La Vanguardia, José María Brunet, apuntó la necesidad de incluir en ese difuso terreno del consenso político, tan proclive a la presentación de pactos a la búlgara (recuérdese la foto entre Miguel Sebastián y Cristóbal Montoro), la existencia de un acuerdo para el sector energético entre las fuerzas políticas. Una cuestión que parte del hecho aconsejable de que todo lo que es polémico se debe pactar, de que el pacto y el consenso es bueno per sé, sobre todo en los tiempos de la corrección política.

El resto de la entrevista al ministro fue un cruce entre el argumentario oficial del Gobierno, combinado con un ejercicio rocoso y voluntarista de defensa de la actuación del Ejecutivo en el plano macroeconómico, político y nacional, con licencia abierta para la incursión selectiva en distintos aspectos de la cosa pública: desde infraestucturas, sistema bancario, fomento, autopistas, impuestos indirectos…, todo ello espolvoreado siempre de adjetivos y afirmaciones supuestamente tranquilizadores.

Coda. La entrevista de anoche se produce cuando, semana a semana, se «conocen» filtraciones y globos sonda respecto a la posibilidad de que el Ejecutivo promulgue un nuevo Real Decreto Ley para reducir el coste del suministro eléctrico (alrededor de 3.000 millones de euros, es lo último que publica el digital que dirige Jesús Cacho, Vozpópuli), así como la posibilidad tampoco descartada de que se proponga una reforma legal de mayor alcance por trámite de Proyecto de Ley para aumentar el contenido político de la misma. Rumores cuya sustanciación en lo público y en lo publicado se basan en vaguedades ambiguas (de eso que en nuestro país se le llama información) y que apuntan a la imposición de tasas a la generación de energía o la revisión de los costes regulados, sin mucha más explicación o refinamiento económico o jurídico. Dichos rumores sitúan el momento temporal en junio o mañana, según fuentes.

En el fondo, en este modelo de entrevista chocan dos visiones: la de la política politizada frente a una gestora que conoce los mecanismos económicos, de mercado y explica los problemas y las soluciones a la sociedad. Son visiones opuestas, contrapuestas y son como el día y la noche.

La primera considera que, por el hecho de decir algo, ese algo se materializa y existe, y si se dice con mucha seguridad, mucho más. Es la teoría de la confianza que tanto daño ha hecho y hará al Partido Popular en esta etapa. Y, la segunda visión, se basa en una comunicación clara, transparente, gestora, explicativa, sin veleidades manipuladoras, con menos «claims» y menos técnica de comunicación política, con modelo y conocimiento de los problemas, sentido de la gravedad de los mismos y debate y rigor en su afrontamiento. El problema estriba en considerar que eso entorpece la carrera política hacia la presidencia del archipiélago.

Papá está en viaje de negocios

En el año 1985, el realizador yugoslavo Emir Kusturica presentó la película «Papá está en viaje de negocios«. En la película, el realizador de «El tiempo de los gitanos» cuenta a través de los ojos de un niño las condiciones humanas durante el régimen político de Tito en la antigua Yugoslavia. Sin embargo, el proyecto político de Yugoslavia no aceptaba la disidencia y la crítica. Es más, cuando existía se condenaba con trabajos forzados. El hecho es que, el padre del niño protagonista acaba siendo una víctima del régimen, motivo por el que es encarcelado. Por su parte, al no producirse su liberación y no encontrar una explicación coherente ante la ausencia del padre, la madre del niño le dice que este se ha ido de viaje de negocios.

Ayer José Manuel Soria, ministro de Industria, Energía y Turismo, mantuvo un almuerzo organizado por KPMG y Europa Press. Soria, en dicho encuentro, hizo una profunda descripción del sector turístico. Un sector, por otra parte, muy importante, incluso clave en la economía española y del que el ministro evidenció su conocimiento, incluso una delectación en sus variantes, estructura, en la capacidad del mismo, en el papel de las ciudades,de los destinos turísticos, etc… Ejerció casi de ministro de Información y Turismo. En todo caso, es un área de la economía española con sus problemas, nuevos competidores y necesidad de reconversión, pero siempre, mucho más ‘agradecida’ mediáticamente que la energía.

Pero lo paradójico, dado el medio que nos ocupa, es que, en su intervención, Soria hizo muy pocas reflexiones al segundo negociado incluido nominalmente en la denominación de su departamento, la energía. En concreto, las que hemos recogido en las crónicas de agencias y las aparecidas en medios informativos y digitales. Y no hay o no hubo mucho más. En lo que se refiere al sector de hidrocarburos, han aparecido nuevamente las insinuaciones inmemoriales y sospechas recurrentes respecto del comportamiento de los precios de los carburantes y la forma en que recogen la evolución de los precios del petróleo en los mercados internacionales, con supuestos retardos en las bajadas y urgencia en las subidas.

Y, en cuato a un problema tan grave como el déficit tarifario, como se puede ver y leer, Soria no llegó a más que a lugares comunes y a vaguedades de marcado tinte político, además de ambiguas. Generalidades que, casi con la tercera revisión tarifaria del año en ciernes, se antojan excesivamente protocolarias de forma extemporánea, incluso con los rumores incesantes de inminentes normas para mayo o para finales de junio (cada Consejo de Ministros, lleva aparejado el rumor de una medida).

Sobre todo, teniendo en cuenta que las medidas tomadas al respecto hasta el momento, con ser necesarias, no palian, ni abordan el problema del mismo y cualquiera que se haya acercado en serio al mismo, lo sabe. En resumen, sintetizando y concluyendo, estas declaraciones reflejan que, a estas alturas del campeonato, todavía no se dice o no se sabe cuál es el plan, cuál es la hoja de ruta, cuál es la estrategia, cuál la política o el modelo a la hora de abordar el problema del déficit tarifario.

Pero lo más lacerante es la lectura que se puede extraer entre líneas respecto del departamento de José Manuel Soria en lo que se refiere al problema de la energía en general, y del déficit tarifario eléctrico en particular. Y es la evidencia de que esta forma de hacer declaraciones, es un ejercicio de disimulo o de salir del paso, que deja entrever que la partida entre Moncloa e Industria ha terminado y que el ministro finalmente ha bajado los brazos. Las declaraciones y su tono, vistos en primera persona, sirven para comprender que este problema ha pasado a ser heterónomo para el departamento que dirige José Manuel Soria, y que es la Oficina Económica del Presidente, con Álvaro Nadal al frente, la que llevará las riendas, con una perspectiva mucho más política, incluso de la dinámica de partidos. Algo que nos lleva al escenario insondable en que se mueve la actuación del Ejecutivo y el Ala Oeste de la Moncloa. Entra en juego la política politizada frente a la economía.

Mientras, el ministro de Industria, Energía y Turismo proporciona largas cambiadas y ensayadas cuando le preguntan sobre el déficit tarifario eléctrico, como la madre del niño de «Papa está en viaje de negocios«. O bien, lo que es peor todavía, Soria está en viaje de negocios. Atentos.

Bolivia: expolio al monopolio

En primer lugar, más que un problema económico (la filial boliviana de REE aporta en torno a un 1,5% de los ingresos REE), es más preocupante, como apuntan los analistas, el efecto psicológico sobre la economía española, que no sale de la deriva y de los ascensos en la prima de riesgo. La percepción de debilidad de la economía y de la política española opera en contra y existe el temor de que sea más fácil de lo que parece agredir intereses españoles en la medida en que todo está interrelacionado y se puede pasar de la retórica virulenta al encaje de intereses con cierta facilidad.

En segundo lugar, es preciso detenerse en la respuesta diplomática: tras el progresivo desleimiento de la misma por parte del gobierno español en el caso de la expropiación de YPF operada por el gobierno neoperonista de Cristina Fernández de Kirchner, en el caso boliviano, el nivel de partida se ha situado varios peldaños por debajo, con una retórica de baja intensidad desde nuestras instancias gubernamentales que van ganando experiencia en este tipo de conflictos.

Desde el Ejecutivo se ha querido subrayar las aparentes diferencias entre una expropiación y otra, así como resaltar los ofrecimientos del Gobierno boliviano a «indemnizar» a Red Eléctrica de España, frente a la mayor rebeldía argentina, unido todo ello a una comprensión e invocación desde las instancias políticas al «derecho legítimo» de los gobiernos a expropiar, algo muy peculiar incluso viniendo de las huestes populares (¿?). Si un gobierno, en su legítima acción programática política, considera que tal actividad o tal otra que era en su momento privada debe ser pública, y, por tanto, decide nacionalizar la empresa que lo realiza, tiene un procedimiento: adquirir todas sus acciones mediante los mecanismos y operaciones de adquisición en el mercado existentes, sin previamente actuar políticamente para desvalorizar la empresa y utilizar esa ventaja.

Lo queramos o no, existen similitudes. Además de una muy importante que es la propia coincidencia en el tiempo en modo dominó, existen otras como que la expropiación sea el recurso del gobierno del país andino, en momentos de dificultades económicas y políticas internas (el populismo sigue funcionando, aquí se ha presentado como un «regalo a los trabajadores» el 1 de mayo), el uso del Ejército y de la acción sumarísima, la acusación de falta de inversión a la empresa española (lo que reproduce también un mismo guión), la ausencia de aviso previo y que los dos gobiernos, argentino y boliviano, hayan sido importantes receptores de la ayuda exterior española.

Dos precauciones se entrecruzan y han determinado que el control de esta crisis se lleve desde Moncloa y, por tanto, que se haya rebajado el tono beligerante de arranque de los «Jose Manueles», García Margallo y Soria, en el caso argentino. La primera, los intereses de otras empresas españolas en estos países. La segunda, el temblor que produce un fracaso en la Cumbre de Cádiz, sobre la que cunde el temor de que una respuesta diplomática intensa podría derivar en un número importante de sillas vacías. Todo esto, la voluntad de Rajoy de un atlantismo de menor intensidad que el de Aznar, con la mirada en América Latina, buscando un posicionamiento mejor y las respuestas norteamericanas y los intereses chinos acechando, son elementos que conforman un panorama ciertamente inquietante para nuestra diplomacia económica.

Además, objetivamente, el problema de la indemnización, del «justiprecio», es mucho menos mediático. Es un asunto de negociación, de derecho internacional y se puede postergar, llegando hasta las instancias que dirimen estos conflictos, como el CIADI. La Cumbre de Cádiz, evidentemente, no. ¿Quiere decir esto que nos envolvamos en un españolismo trasnochado que es la antesala del victimismo? No es necesario. De hecho, ni el propio Aznar (ya dedicado enteramente a los negocios, y que ha sido recordado en estos días en imágenes de archivo con Cristina Fernández de Kirchner) ha intentado en ningún caso inflamar la atmósfera diplomática, en un escenario que claramente era proclive para invocar un liderazgo del tipo «macho alpha». Como se puede ver, existen mecanismos autorrepresivos para refrenarse.

La estatalización por motivos políticos de empresas privadas y la afectación de intereses de empresas energéticas españolas por estos procedimientos nacionalizadores son un expolio y una mala noticia para nuestras empresas, para el derecho internacional, para el libre mercado, para nuestra economía, para nuestra imagen exterior, para la marca España y para nuestro Gobierno acuciado por un problema de modelo, de visión y de relato político. Es reprobable desde todo punto de vista y, seguramente, sus desenlaces en el ámbito leguleyo, finalmente, no serán los más satisfactorios, una vez conocida la contraprestación que reciban nuestras empresas por lo incautado.

En el caso que nos ocupa, el de la expropiación de Transportadora de Energía, además, queda una reflexión abierta, un debate que en su momento estuvo encima de la mesa (y que recientemente se ha reabierto con el caso de la extensión de esta prerrogativa a Enagás) consistente en preguntarse si es razonable que los operadores de transporte y de sistema españoles, que operan en nuestro país, con cúpulas directivas decididas por el Gobierno, bajo un modelo monopolístico de transportista único, pueden diversificar sus actividades o internacionalizarse. Para nota.

Ciclogénesis en el proyecto de órganos reguladores

Entre ayer y hoy, según los meteorólogos, la península ibérica estará azotada por una ciclogénesis, la borrasca Petra, que generará en zonas del país aguaceros abundantes y fuertes vientos. El término ciclogénesis es un sinónimo de ciclón extratropical, lo que vendría a ser un «archisílabo» eufemístico de huracán o de ciclón.

En este mismo sentido, podemos apreciar que la situación del proyecto de reforma de los órganos reguladores, cuya factura procede de la factoría de la Oficina Económica del Presidente (y del dictado de Telefónica), está siendo azotada por su propia ciclogénesis. El proyecto se está granjeando una fuerte oposición, que va más allá de los propios regulados directos, es decir, de la Comisión Nacional de Competencia, Comisión Nacional de Energía y Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones. Oposición que muestra cómo la propuesta, una vez que se trata de pasar del trazo grueso de lo esquemático a lo regulatorio, se cae de las manos e incurre de manera obscena en una desviación y acumulación de poder a favor de un gobierno de mayoría absoluta deseoso de manos libres.

El caso es que los argumentos a favor de este «modelo» genuinamente español son simples y banales: parecido con dos modelos rebuscados en el derecho comparado (alemán y holandés), «el supuesto ahorro» por su compresión y concentración en un solo órgano, la Comisión de Competencia y Mercados, como excusa para la reducción de sus competencias reguladoras y la concentración de los mismos en un totum revolutum. Argumentos simples y banales que han dado paso a que se vean de forma muy descarnada y notoria sus defectos en el plano institucional económico y de derecho. Defectos que, por otra parte, no nos podemos permitir en términos de confianza, seguridad jurídica y estabilidad regulatoria, en la medida en que se envilece (aún más) la confianza en las autoridades e instituciones económicas españolas desde el punto de vista internacional, abocando esta propuesta a la incursión de la nave de las autoridades económicas españolas en un Triángulo de las Bermudas conducente a la nada.

Como se puede ver en los medios especializados, los posicionamientos de los expertos en regulación y competencia contra la propuesta son casi unánimes, si excluimos a los corifeos. Desde el grupo de economistas con mayor presencia, vehemencia, actualidad, rigor y visión de nuestro país (Fedea) que ha mostrado su clara, argumentada y fundamentada oposición, en su blog Nada es gratis , a los últimos artículos publicados en la prensa económica, dan cuenta de un proyecto que puede ser el primero que se le devuelve a los corrales al Ejecutivo por su precipitación e inconsistencia técnica, regulatoria, económica, jurídica e intelectual. Con tal cantidad de argumentos es difícil persistir en el error sin que la atención de la propia Unión Europea pueda escapar a ver las torcidas intenciones del modelo propuesto. El hecho es que, poco a poco, el supuesto proyecto legal todavía no ha visto la luz, más allá de los Power Point y del Informe que dio lugar al mismo, elaborado por Pricewaterhouse Cooper por indicación y franqueo de Telefónica y con domicilio de entrega en las ruedas de prensa de Moncloa.

Así, el pasado domingo el diario Negocios, publicaba un artículo Tomás de la Quadra-Salcedo Fernández del Castillo, catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad Carlos III, titulado A la confusión por la fusión , y ayer se publicaba en el diario Expansión una tribuna con el título A propósito de la reforma de los organismos supervisores en España de Pilar Navarro Rodríguez, Doctora en Derecho Administrativo.

En conjunto, los argumentos contra esta propuesta de reforma evanescente son demoledores e irrefutables: la concentración de órganos reguladores en uno, la Comisión de Competencia y Mercados, es difícilmente justificable cuando se pretende controlar/regular/supervisar actividades económicas muy diferentes entre sí y con problemáticas distintas y muy diferentes, de forma que el órgano resultante tendría un conocimiento y una comprensión excesivamente sucinta y sumaria de los mismos acabando en el caos, la desregulación y la frivolidad, que apunta a la captura del regulador/supervisor por el gobierno más que por los agentes económicos y las empresas.

Pero es más, la propia reducción de competencias de los órganos reguladores a favor de la Administración, así como la cláusula de reserva para irrogarse más competencias de esas comisiones a extinguir, evidencian ese deseo de captura, cuando no de vaciamiento por parte del Ejecutivo. Hay que recordar cómo, poco a poco, se escondió la palabra independiente para centrar este nuevo ‘organismo’ en una función pura y únicamente supervisora. Si a eso le añadimos la capacidad del Gobierno de revocar los nombramientos efectuados de consejeros, la minoración de la independencia está servida. Algo que va incluso en contra de las Directivas Europeas, en las que organismos reguladores como la CNE tienen más competencias, más atribuciones y más independencia, incluso en el ámbito tarifario.

Por si fuera poco, los argumentos esgrimidos por el Ejecutivo para presentarlos son tramposos. En primer lugar, el supuesto ahorro en los Presupuestos no es tal: estos organismos se financian de forma extrapresupuestaria (a través de la tarifa eléctrica o de los precios de las telecomunicaciones), siendo una cantidad ridícula el ahorro o la reducción de gastos en comparación con el perjuicio a causar. En segundo lugar, el argumento de la similitud del derecho comparado que exponía el Ejecutivo como coartada, no es tal, dado que utiliza los ejemplos de Alemania (que diferencia en sus órganos la Competencia de los órganos sectoriales) y con Holanda, donde en realidad este «modelo» no está implantado todavía, es un proyecto que aún no se ha puesto en funcionamiento y no se sabe si va bien o no. Por tanto, estaríamos comprando un prototipo.

Es evidente que se han hecho muy mal las cosas en estos últimos años en los órganos reguladores españoles, incluyendo el último proceso de renovación efectuado por el Ejecutivo socialista saliente hace menos de un año. Es indudable que si lo que se persigue es la liquidación expeditiva de sus consejos actuales hay otras vías que no pasan por demoler un sistema regulatorio y de órganos independientes bien diseñado, pero muy mal gobernado y aplicado, precisamente por la política y por el Gobierno de turno. Es indudable la corrosión y la deslegitimación actual de los mismos, con responsabilidad expresa de sus Consejos y sus Presidentes, de forma que ahora son muertos vivientes, verdaderos ‘outsiders’ de la economía española y de los sectores económicos que supuestamente regulan y supervisan. Es indudable que la proliferación de los mismos en organúsculos (audiovisual, etc…) por cada hecho regulatorio era una cuestión preocupante.

Ahora, de ahí a esta solución de tierra quemada, media un abismo. Ellos mismos se han ganado probablemente un severo correctivo por sus comportamientos impropios, devaneos interesados con la Administración, espectáculos vergonzantes en las OPAS y operaciones corporativas que dicen poco de su ‘independencia’ pasada, atrincheramiento en posturas ideológicas de sus Consejeros frente a los mercados (como en el caso del anterior Consejo de la CNE, que hizo una interpretación «sui generis» de su papel para sabotear el modelo de mercado) y el ejercicio que establece el modelo regulatorio vigente o la irrelevancia del actual Consejo de Administración del organismo. O los excesos retributivos, de gasto, coches, eventos, viajes, compra de edificios inútiles, etc., que hemos conocido en el plano interno en estos organismos (revísese de forma crítica la etapa Costa). Ahora, una vez identificados y diagnosticados todos estos desmanes, realmente el Gobierno actual a lo que debería dedicarse es a resolver los problemas de estos organismos para garantizar su función, más que anularla. Buscar consenso en su renovación, remodelación, profesionalización, independencia, solvencia y capacidad económica, jurídica, administrativa, regulatoria, etc… Y eso es lo mejor que se le puede hacer a la economía española en los momentos en que vivimos.

¿Por qué llamarlo reforma de los órganos reguladores si en realidad lo que se persigue es proceder a sepultarlos y convertirlos en una figura de cera? ¿Por qué llamarlos «independientes» si lo que se pretende es su captura por parte del Gobierno? ¿Por qué crear un macroórgano confuso y difuso en lugar de arreglar realidades concretas? ¿Por qué este proyecto tiene una pinta tan mala y goza de tan poco respaldo, de forma que, seguramente se lo llevarán por delante las anheladas lluvias de primavera? ¿Por qué llamar ciclogénesis a lo que en realidad es una borrasca, una tormenta extratropical, o lo que es lo mismo, una modalidad de ciclón o huracán?

«No soy un experto» (Marti Scharfhausen) – «No; se ve, se nota» (un diputado)

Por eso, una vez publicada en la página oficial del Congreso de los Diputados dicha transcripción, así como el vídeo, se puede comentar en profundidad, de forma que nuestros lectores y los profesionales del sector energético, político y regulatorio se puedan hacer una idea por su propia percepción de lo que transparentó el secretario de Estado frente a sus señorías. De hecho, en bastantes momentos de la comparecencia se produjeron murmullos y rumores entre los diputados asistentes a la Comparecencia, e incluso el que a la afirmación del secretario de Estado «Yo no soy un experto (en energía)«, se produjera una réplica de un diputado del siguiente tenor «No; se ve, se nota» , tal y como se reproduce en el acta publicada.

A la vista de lo acontecido, consideramos una obligación y un consejo prudente por parte de este medio que el ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, el ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro, el jefe de la Oficina Económica del Presidente, Álvaro Nadal, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría y el propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, deberían efectuar el visionado completo de la comparecencia y seguramente, tomar nota a la vista de los hechos.

La comparecencia es criticable tanto en términos de formas, como de fondo. En términos de formas, el secretario de Estado realizó una primera intervención, seguramente que preparada por los servicios del Ministerio, puramente formularia, que fue leída a una velocidad de vértigo, con unos «delays» entre las ideas y su verbalización que se transmutaban en un cruce entre Chiquito de la Calzada y el malogrado Antonio Ozores, acudiendo a lugares comunes y argumentos insustanciales, evidenciando no conocer el contenido de su lectura y lo que es peor de lo que trata la misma. Hasta ese momento la cosa fue relativamente presentable. Pero todo se complicó enormemente, desbordándose hasta extremos delirantes, cuando empezó el turno de respuestas a las preguntas (totalmente previsibles, por otra parte) que le hicieron los parlamentarios al secretario de Estado. A partir de ese momento, hubo un ejercicio de autoafirmación de Marti Scharfhausen como titular de la Secretaría de Estado, combinado con una exoneración de lo que supuestamente aportaba a esta responsabilidad: conocimiento del sector energético y de sus problemas por su paso o experiencia de doce años en la Comisión Nacional de Energía, que convirtió todos los elogios al organismo en ceniza. Había un cierto componente mesiánico, paternal, condescendiente, que evidenció con meridiana claridad las capacidades del secretario de Estado de Energía para ocupar esa posición.

En términos de fondo, también hay cuestiones fuertemente criticables. De hecho, son muy peligrosas las inexactitudes y vaguedades con las que se desarrollaban las afirmaciones del secretario de Estado, en especial las relativas a los sistemas extrapeninsulares (incluyendo la apelación a la solicitud de un informe a Red Eléctrica) para evitar tratar la cuestión de fondo: el traslado de su costes del déficit público al déficit tarifario por indicación del Ministerio de Hacienda. Pero es más, lo que se extrae de la intervención es la no existencia de una política energética, la carencia de una estrategia para abordar el déficit tarifario, y lo que es peor, la terrible indigencia económico-energética en que está sumida esta importante área del Ejecutivo.

A pesar de eso, o incluso por todo eso, Marti Scharfhausen no dudó en afirmar con cierta vehemencia que él no sabe de energía, que es un ingeniero de Minas y que sus hijos sólo le preguntan por el CO2 y que el mejor jefe que jamás había tenido era José Manuel Soria. En consecuencia, urge una reflexión al Ejecutivo de a quién ha encargado y en qué manos está el problema de la energía en la Administración. Pero lo más importante no es lo que él afirme, sino de lo que se dieron cuenta sus señorías, apesadumbrados por tanta irreverencia. No se ve, se nota.

El efecto tango

Mientras se va encapsulando la crisis con el Gobierno argentino a raíz del la expropiación de Repsol, sigue la tormenta financiera en los mercados internacionales respecto a la economía española, e incluso arrecia, a la espera de que el proceso electoral francés se resuelva. Además, empieza a ser más insistente el clima de inseguridad jurídica que se viene instalando en amplios sectores empresariales de la economía española, cuestión que se acentúa más si cabe entre las empresas que tienen inversiones internacionales en España, con independencia de que los efectos se extiendan al conjunto, es decir, de que se vean afectadas todas. Parece que las empresas nacionales asumen como propios comportamientos seculares y endémicos, pero los inversores y empresas internacionales e internacionalizadas no pueden asumir como normal lo que, en realidad, es una anomalía.

Seguramente puede resultar irónico que, tras el hecho de que una empresa española sufra una expropiación vergonzante y lacerante en sus formas por parte de unas autoridades bandoleras como Kirchner y Kiciloff, los analistas financieros y los inversores internacionales empiecen a comparar los usos y maneras de las autoridades españolas con las argentinas. Es cierto que se trata de algo que debe ser cuidadosamente sopesado y valorado en su justa medida, aunque hoy sólo se trate de una extrapolación o una exageración, pero es indudable que tiene similitudes y existen rasgos de verdad en esta afirmación. El punto de partida estriba en una clave de la política española consistente en imponer el triunfo de la acción política de partido, ejecutivo y aparato sobre la economía y los mercados, algo que une a los dos últimos gobiernos (actual y presente) en su ejecutoria y que es el origen de que se encuentren estas peligrosas similitudes.

En el ámbito de lo energético, y en concreto en el sector eléctrico, podemos ver que el único aspecto donde las medidas dictadas por el nuevo Gobierno y donde se ha mantenido esa seguridad jurídica es en la moratoria renovable, en la medida en que la misma no afecta a las instalaciones en funcionamiento o aprobadas. Dicho «status quo» tiene también su contrapartida en que el paquete de medidas instrumentado hasta el momento tiene escasos efectos y su bálsamo a pesar del sofoco es muy bajo.

Pero, no todo es así, si comprobamos la modificación del sistema retributivo de la distribución (que el propio presidente de Gas Natural tachaba de retroactivo en la Junta General de la compañía), la paralización de las emisiones de las titulizaciones de déficit de tarifa conforme al calendario previsto que ha sido ordenada por Industria de cara al segundo paquete de reformas del sector eléctrico, podemos apreciar elementos de decisión volitiva en el Ejecutivo que son poco tranquilizadoras. Del mismo modo, el traslado de los costes extrapeninsulares de los Presupuestos Generales del Estado a la tarifa eléctrica o las inquietantes afirmaciones del secretario de Estado de Energía a este respecto en la Comisión de Industria y Energía del Congreso, con solicitud de un informe a Red Eléctrica de España, hacen presagiar comportamientos delirantes que no abordan los problemas de frente, en profundidad, con análisis económico-financiero y con los agentes involucrados.

Y sobre la construcción institucional del sector, el panorama tampoco es tranquilizador. Así, en lo que se refiere a los mecanismos para garantizar el modelo, el funcionamiento de los mercados y la estabilidad en el marco regulatorio, en la actualidad, la Comisión Nacional de Energía está completamente a la deriva. Pero hay que reseñar que, si bien nadie tiene gran aprecio por el devenir y ejecutoria del organismo, la cosa se complica con el nuevo proyecto de integración de los órganos reguladores en uno solo. Parece la ley de Murphy. La reducción del papel de los órganos independientes, su sometimiento a la acción política, el aumento de la capacidad discrecional desde el Ejecutivo y la merma de su independencia como regulador se produce a la vez que se banalizan y trivializan las funciones regulatorias y la necesidad de buena regulación en pos de facilitar al Gobierno las manos libres sobre la pretensión política de intervenir en los mercados, en las empresas y en la vida económica más allá del papel que debería tener la política.

También se puede interpretar esta propuesta en modo Argentina, donde todos estos mecanismos institucionales son de ‘opereta’, desde las administraciones regionales hasta la junta de tasación, una mera correa de transmisión del gobierno central. Otro ejemplo, y en el mismo sentido, sería el ostracismo en que ha estado sumido el Ejecutivo con las empresas eléctricas de cara a la resolución del complejo problema del déficit tarifario, que tampoco es un buen indicador de unas relaciones normalizadas entre Administración y agentes económicos. Por ejemplo, también Kirchner no se reunía con Brufau o lo hacía de forma banal.

Seguramente, que podemos encontrar algunos puntos de encuentro más con Argentina: por ejemplo, la dependencia energética y la desconexión de los precios pagados por los consumidores con respecto a los precios reales de la energía, a través de un sistema generoso de subsidios, que ha derivado en que para intentar mantener esta situación (y la corrupción asociada) se justifique la renacionalización de YPF. Como los malos árbitros que pitan penaltis sucesivos para compensar, unas intervenciones en los mercados conducen a otras intervenciones peores. ¿Qué es el déficit tarifario sino la postergación de la aplicación de los precios reales de la electricidad? Y de modo adicional, ¿qué serían las propuestas como las quitas o los impuestos a la generación, sino sucesivas intervenciones derivadas de errores pasados, previamente decididos también por la fijación de tarifas por debajo del coste de suministro?

Por tanto -y salvando la distancia con el exceso argentino, cuyos grados se amplifican y distorsionan, pero identificando sin condescendencia las similitudes-, habría que hacer una llamada al Ejecutivo sobre la necesidad de garantías sobre la seguridad jurídica, la estabilidad regulatoria y sobre la predicibilidad de sus actuaciones, así como a que exista una comunicación fluida entre los sectores económicos y la Administración. Y el Gobierno debería hacerse consciente sobre la importancia de este concepto en la inversión, los mercados financieros, la confianza internacional y sobre la «prima de riesgo».

¿Este es el efecto tango? ¿España se argentiniza?

Repsol, la viuda negra y el economista marxista macho Alpha

Si seguimos la espuma de los días relativa al proceso de expropiación ordenado por el Gobierno argentino, con Cristina Fernández de Kirchner, la viuda negra, y Axel Kicillof, como economista marxista macho Alpha a la cabeza, parece que las cosas pueden estar empezando a entrar en el relato de forma realista, tras el tremendismo del primer impacto. Eso sí, sin desposeer a la acción del Gobierno argentino de la gravedad de la acción tomada. Evidentemente, cuando un país y sus dirigentes entran en deriva bananera, todo lo que viene después se acelera enormemente.

Lo primero que encaja es el origen, la motivación y la pretensión del Gobierno argentino para iniciar la expropiación, como combinación de la necesidad de atrapamiento de una eventual operación financiera de compra venta de YPF y de sobrevaloración por la parte argentina del yacimiento de Vaca Muerta. De ahí, que Kirchner y su gobierno hayan precipitado esta actuación gubernamental de forma tan disruptiva.

En efecto, un primer movimiento se produce fruto de la idea de la captura de la plusvalía a costa de acabar con el funcionamiento de los mercados, y parece que la actuación del Gobierno argentino ha sido una actuación preventiva ante los movimientos corporativos en torno a YPF que se estaban fraguando. Parece, por tanto, que las noticias que llegaban a la Casa Rosada con respecto a las aproximaciones entre Sinopec y Repsol para la venta de YPF a la petrolera china han sido el detonante del latrocinio y eran vistas de forma jugosa por los Kirchner y su máquina de conseguir fortuna por vía aplicación práctica del marxismo de amigos que gobierna el país austral.

En ese contexto, el objetivo de Kicillof y Kirchner era conseguir que la plusvalía de la operación se capturase para estos intereses. En ese objetivo estaba la campaña para deteriorar el valor de la compañía en bolsa desde hace meses con la supresión de permisos de explotación por parte de los paragobernadores de las regiones petrolíferas. La plusvalía, para el que se la trabaja.

El problema es que un comportamiento y una actuación de estas características pone en alerta a los supuestos y potenciales compradores, en relación a la hipotética operación posterior, tentándose la ropa respecto de la seguridad jurídica del país, rebajando el precio de la empresa aún más y exigiendo muchas más garantías a la vista de cómo se las gasta o se las puede gastar el peronismo de la viuda negra. Ahora lo que va a costar es subir el precio de la misma, una vez esquilmada por vía gubernamental. ¿Alguien se podría fiar de un país con la matona y el matón a la cabeza? Nuestros lectores chinos (y americanos), que los hay, lo entenderán perfectamente.

Además, con respecto al segundo condicionante, existe un consenso unánime sobre el hecho de que los propios argentinos no podrían realizar la explotación de la empresa (como ya se demostró cuando llevaron a la ruina a la misma antes de ser privatizada) tanto de YPF como empresa de hidrocarburos integrada verticalmente como del yacimiento no convencional de Vaca Muerta, El Dorado visto por los oportunistas argentinos. Este yacimiento exigirá diez años y más de 25.000 millones de dólares de inversión.

Por otra parte, la respuesta española y europea está siendo más contundente de lo que parecía en una primera instancia, lejos del pesimismo/impotencia que imperaba inicialmente en el análisis relativo a las sanciones y consecuencias para el país andino y de los temores de que si salía bien esta operación a Cristina Kirchner podría afectar a otras empresas y sectores, lo que podría derivar en tibias y prudentes respuestas diplomáticas más cercanas a la retórica.

El hecho es que la diplomacia española está consiguiendo más objetivos de lo que inicialmente se apuntaba. Pese a las filtraciones del desdén de Hillary Clinton, Washington ya ha mostrado su desaprobación, el conjunto de acciones del Gobierno español y la alineación de la Unión Europea, vía Comisión y Parlamento, ha sido más que aceptable. El hecho de priorizar el biodiésel de países europeos, la anulación de la ayuda al desarrollo y la denuncia en la OMC, más lo que presente mañana el ministro Soria, junto con las medidas que propone el Parlamento Europeo (quitando la calificación al país de preferencial para inversiones) puede ser más perjudicial de lo que parece para las pretensiones de la actual administración argentina, henchida en el camino hacia un nuevo corralito.

Por otro lado, las posibilidades de que Repsol tenga que ser indemnizada de forma realista, pese a la tasación que se realice en Argentina, son más elevadas de lo que parece y es de esperar que la presidenta argentina vuelva a apelar a alguna campaña de comunicación psicológica de recuperación del orgullo argentino cuando lleguen las malas noticias para su erario público.

Las cosas, en el medio plazo, se le pueden poner especialmente feas para la presidenta que pretende emular a Evita y sus secuaces. Como decía Joaquín Leguina estos días, sería muy razonable apuntar a una línea de investigación para identificar dónde los Kirchner se han llevado el resultado del expolio general a la nación, metiéndole el agua en casa. En eso, la prosodia sentimental y emotiva empleada por la Viuda de Kirchner apelando a su marido en el momento de la privatización, para justificar la expropiación, puede ser enormemente contraproducente para los argentinos y para ella misma.

Probablemente, la sobreexposición de Kirchner al populismo puede jugarle una muy mala pasada. También la fanfarronería y las patillas de Axel Kicillof como artífice de la maquinaria del saqueo. Y, finalmente, la maledicencia y malos modos, el ventajismo empleado incluyendo referencias a la vida política y económica española, junto con las actuaciones sumarísimas que recordaban a sus dictaduras, han sido además de bochornosos, cuestiones a tener en cuenta de ahora en adelante con la actual Administración argentina.

Argentina se aleja de los movimientos de libre mercado de América Latina con un crecimiento económico artificial. El gran despegue América Latina se ha producido cuando ha introducido el mercado. Hasta en Bolivia, con la renegociación de los contratos de gas con la propia Repsol, se han entendido mucho mejor las relaciones y función de las empresas y los mercados en la actividad económica. Argentina con Kirchner a la cabeza se precipita hacia el chavismo venezolano.

Dos cuestiones para pensar: primero las declaraciones de José Manuel García Margallo, ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, hombre de perfil muy europeísta pero poco diplomático. Es evidente que en la alusión al tiro en el pie fue poco acertado. Seguramente que el ministro podría haber echado mano de algún diccionario de eufemismos para encontrar una expresión más adecuada para el momento y, de hecho, Energía Diario le propone algo así como «Argentina ha tirado piedras contra su propio tejado», o «Kirchner se pisa la manguera». En segundo lugar, también advertimos de la posibilidad de que todo esto despiste al ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, respecto del déficit tarifario y siga proporcionando cancha (como dicen los argentinos) a la Oficina Económica de Moncloa.

Populismo y lamento de cabritos

Hay quien piensa que en las elecciones argentinas se elige siempre, con independencia de los candidatos y de los partidos, entre distintas formas de peronismo o de candidatos peronistas al frente, impregnando el discurso político y los referentes sociológicos de sus habitantes. Así las cosas, la decisión del Gobierno argentino comandado por Cristina Fernández de Kirchner de dictar un decreto que considera de utilidad pública la Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), expropiando el 51% de sus acciones tiene un conjunto de claves que sirven para explicar el porqué se ha llegado a esta decisión anunciada ayer por la Casa Rosada. Decisión que, con ser extravagante, no se puede considerar una sorpresa, en la medida en que se sabía que algo se estaba cociendo en el país austral.

La excusa utilizada por el Gobierno argentino son las conexiones deliberadas que han establecido tres datos estadísticos que son reflejo de procesos económicos más profundos (ejemplos de una política energética y económica fantasiosa y delirante) y que han servido para invocar el sentimiento patriótico intervencionista y proteccionista en el comportamiento de su Gobierno, empeñado en utilizar los elementos sentimentales peronistas encarnados en la mujer de negro, la viudísima Kirchner.

El primer dato es la caída de producción (cuyo origen está en el propio declive de los campos petrolíferos actuales, similar a otras explotaciones en el mundo y cuyos primeros signos ya estaban presentes en el momento de la adquisición de YPF por parte de Repsol). El segundo elemento, que se une al anterior, es la denuncia por parte de las autoridades argentinas de una supuesta caída de la inversión de YPF (la empresa ha invertido más de 11.200 millones de dólares en los últimos años, algo más del triple de los dividendos distribuidos por la compañía). Y, finalmente, un tercer dato es el déficit en la balanza energética del país austral (por encima de los 3.200 millones de dólares, según el último dato disponible), con el que el gobierno Kirchner, en la campaña para preparar esta decisión (y deteriorar el valor de YPF), ha intentando culpabilizar en primer lugar a YPF y, en segundo lugar, a su titularidad privada y española de que este indicador haya presentado números rojos (la reclamación nacionalista con una esencia de acusación imperialista).

En realidad, el hecho es que en Argentina se ha operado un cierto milagro económico sobre la base de convertirse en un país con una fuerte dependencia energética y, a la vez, poca eficiencia en el uso de la energía, gracias a los precios artificialmente bajos de gas y petróleo, algo que, junto con la caída de la producción interna, ha provocado la necesidad de importaciones, de forma que han llegado a esta balanza energética negativa fruto, esencialmente, de la propia política energética de Kirchner, fracasada y delirante.

En este contexto, parece que la voracidad del Gobierno argentino no tenía fin y su concepción de lo empresarial tenía pocas convicciones. Kirchner habría exigido del orden de 6.000 millones de dólares anuales de inversión, para evitar la expropiación, a la vez que ha obstaculizado los movimientos de Repsol y del propio Antoni Brufau de cara a una negociación directa, negándole el pan y la sal al presidente de la petrolera con evidentes desdenes en el proceso, difíciles de entender y justificar desde una madurez democrática.

La esencia del peronismo económico incluye el nacionalismo y el proteccionismo económico que exacerba sus señas de identidad en los momentos en que sus sensores empiezan a reflejar el agotamiento del modelo de crecimiento de los últimos años del país argentino. Por ello, no es casual la apelación en los últimos días a revivir la patética reinclusión de elementos patrióticos en el debate público argentino e internacional en la Cumbre de las Américas a cuenta de la reclamación de Cristina Kirchner con respecto a las Islas Malvinas al Gobierno británico. Una clave emocional que une a los peronistas de nuevo cuño, con los Kirchner a la cabeza, y a los dictadores y a los que no se han sabido o no han querido sustraer. O, mejor dicho, que los que la han querido utilizar de forma demagógica, como es el caso de casi todos los gobiernos que operan con estas claves interesadas. El psicoanálisis argentino ha funcionado de forma que se ha utilizado al inconsciente colectivo para avalar esta decisión, creando un marco mental proclive a la misma.

De hecho, existe una visión sentimental del argentino y del orgullo patriótico que encarna YPF, de forma que no se considera a esta compañía como una empresa, apelando a los referentes simbólicos que la identifican con la compañía que ayudó al desarrollo social del país y de las zonas más atrasadas en tiempos pasados. YPF se rememora como la empresa pública que llevaba la luz, las carreteras o los servicios públicos. YPF era más que una empresa y esa clave la ha querido jugar el Gobierno argentino en su ejecutoria.

Desde el punto de vista político, en esta decisión se han detectado corrimientos de fuerzas dentro del partido gobernante con la toma de posición interna de las facciones más izquierdistas y la aquiescencia de los gobernadores de las provincias petrolíferas que reflejan una clase política y dirigente de opereta y con pocos matices. Este elemento se traduce en la base de este golpe adicional a la seguridad jurídica (de consecuencias incalculables para la economía argentina), que deviene en que Argentina sea hoy el país del mundo con mayor número de demandas de expropiación en las instancias internacionales.

Y es que el propio concepto empresarial de sus autoridades es más que discutible. Así, además de la denominación de la empresa, como se puede ver, en YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) configuraron también en su momento de una empresa profundamente ineficiente (el estatalismo de amigos aplicado a empresas públicas) de forma que, comparativamente, era la petrolera con mayor número de empleados por barril de petróleo producido, con una nula capacidad empresarial para situar a YPF como una compañía eficiente y rentable.

Y llegan los malos modos inauditos: la remoción de los directivos españoles por las bravas decidida ayer mismo. Los malos modos que ha puesto en marcha el Gobierno argentino sin esperar al propio decreto de nacionalización para expulsar a los ejecutivos españoles de la compañía y poner al frente a miembros del Ejecutivo de confianza de Kirchner (gente sin conocimientos sobre el sector petrolífero), hacen presagiar lo peor para el país andino que reedita las imágenes más crudas de su pasado. La forma de proceder de Kirchner avanza una fuerte radicalización y un proceso con fuerte carga emocional.

La ensoñación de los jugadores de ventaja. El descubrimiento del yacimiento de Vaca Muerta ha hecho ilusionar al Gobierno argentino y a los que han influido en la idea de que podrían aprovechar el mismo para conseguir el autoabastecimiento por la vía de esta expropiación. Una pretensión un poco inconsciente e inconsistente, si se tiene en cuenta el largo plazo y las cuantiosísimas inversiones en tecnología que es necesario efectuar a la hora de explotar este tipo de yacimientos de hidrocarburos no convencionales, situados a una gran profundidad y que requieren de conocimientos y expertos capaces.

Algo que apunta, junto a la previsible incapacidad para su explotación y dirección, a que la empresa tenga que ser vendida posteriormente a alguna compañía foránea con capacidad de explotación real (evidentemente no los propios del país). Ahí, quien tiene mejores posiciones es la empresa china CNOOC. Lo que pasa es que en ese momento puede ser peor el remedio que la enfermedad en términos de exigencia de inversiones a un hipotético nuevo propietario y a la pretensión de una mayor independencia, dado que nuevos compradores ya conocen los modos y maneras de los argentinos.

Ayer, desde la televisión rusa, nos preguntaban si este movimiento expandía o consolidaba los movimientos hacia una mayor independencia energética de varios países del sur de América Latina. No parece que la decisión vaya a expandir un movimiento que, en realidad, está encapsulado a un conjunto de países con unos gobiernos muy concretos: Venezuela y Bolivia. Bolivia con los yacimientos de gas y Evo Morales a la cabeza, y Venezuela, con Chavez en la curva de bajada y cuyos yacimientos no son del tipo no convencional, aunque ya ha experimentado los rigores de la caída de la producción fruto de la chavización de la economía y la caída en la capacidad de explotación. La huida de referentes de mercado se circunscribe a estas economías que, por comparación con la brasileña que tiene prevista la explotación de los nuevos yacimientos con el apoyo de las operadoras internacionales y en un marco de seguridad jurídica mayor, evidencian el aislacionismo de las mismas y sus evidentes resultados.

Se avecina un largo, larguísimo proceso jurídico, derivado de lo que es la tasación del valor de lo expropiado. Un proceso que también afectará de una forma u otra, seguramente, a otros sectores, a las relaciones económicas y políticas de forma completa. La presión internacional también se ha hecho consciente de la falta de confianza en Argentina como país objeto de inversión y en el gobierno Kirchner. La respuesta de la Unión Europea, del G20 y de España será contundente y congruente, o al menos es lo que se desprende de las declaraciones de los ministros Soria y Margallo hechas ayer nada más conocer la noticia, a lo que hay que añadir los esfuerzos de Rajoy por obtener apoyos entre los gobiernos de la región. Pero las consecuencias para la economía argentina, en el medio y largo plazo, serán seguramente superiores a la respuesta directa.

Argentina ha puesto nuevamente en marcha la maldición de los países con recursos naturales estrangulados por sus gobiernos, por carencia, por maldad, por irrealidad y su tendencia al malditismo y al lamento por sus errores, no reconocidos y a la apelación de un orgullo mal entendido y comprendido. Recordemos que el tango es un lamento de cabritos y que, probablemente, el uso deliberado del subconsciente freudiano puede acabar en el inconsciente y en su comportamiento disfuncional, como economía y como sociedad. Otra vez lo han hecho.

¿De la incomunicación a la descomunicación?

Les proponemos una recomendación. Léanse un libro muy interesante sobre los problemas de la comunicación titulado «Ni me explico ni me entiendes. Los laberintos de la comunicación«. En él, su autor, Xavier Guix, habla de los problemas de la descomunicación, algo muy diferente que la incomunicación, configurando un proceso y una actividad tan relevante para la vida social, política y económica.

Mientras la incomunicación hace referencia a un proceso que impide en cualquier forma una relación bilateral comunicativa, la descomunicación hace referencia a la posibilidad de encerrarse en laberintos que consiguen efectos distorsionadores de la comunicación. Uno de ellos, de los siete que refleja en su libro, es el de juego de roles y bailes de máscaras de los protagonistas de la comunicación que pueden encubrir intenciones diferentes y aviesas en sus intereses y que condicionan una relación bilateral enriquecedora, sobre la base de lo que busca el protagonista comunicacional cuando abre un proceso de comunicación.

En los últimos días, era ya clamorosa, pública y extendida la realidad de la bunkerización del Gobierno, especialmente en el caso del Ministerio de Industria, Energía y Turismo respecto del sector eléctrico y, en concreto, con las empresas. Encerramiento que tenía tintes claustrofóbicos y patológicos, con el grave problema del déficit tarifario encima de la mesa y que, hasta ahora, está sin resolver.

Ayer, a través del diario El Economista, se conocía la noticia de que el secretario de Estado de Energía recibirá por separado a los Consejeros Delegados de las empresas eléctricas, lo que, en primera instancia, podría parecer un tímido avance en la situación, tras las denuncias convertidas ya en un inquietante secreto a voces en los círculos energéticos, financieros, económicos y especializados.

Una vez conocida esta iniciativa, también es preciso conjurar el riesgo de que esas entrevistas sean una mera estrategia cosmética, es decir, que su contenido las convierta en vacías, fatuas e irrelevantes, carentes de sentido y finalidad en este proceso de resolución del problema del déficit tarifario. O que sí tiene sentido, y éste sea el afán de ganar tiempo para evitar que siga extendiéndose la impresión (confirmada hasta el momento por los hechos) de que el Gobierno no dialoga con los sectores, algo que ya empezaba a causar estragos institucionales y en los analistas económicos y financieros internacionales que se las saben todas. Por eso habría que estar atentos al grado de apertura y de diálogo al resultado de las mismas.

Puede ser que el Gobierno, por tanto, quiera ganar tiempo con las empresas en el sector energético y se entreviste con los consejeros delegados de las empresas eléctricas, con la contraparte del secretario de Estado de Energía, Fernando Marti Scharfhausen. Una reunión que podría tener sólo valor decorativo, en virtud de los siguientes antecedentes: primero, el Ministerio de Industria, Energía y Turismo, ha evidenciado que no tiene autonomía, capacidad, ni determinación, ni hoja de ruta, ni ideas respecto al déficit tarifario. Es más, se tiene la inquietante sospecha de que lo hecho hasta ahora proviene, en su mayor parte, de la Oficina Económica del Presidente; segundo, porque las escasas entrevistas con representantes de las empresas que ha tenido el secretario de Estado no han llegado ni siquiera al grado de protocolarias. Tercero, porque a la figura del secretario de Estado actual, Marti Scharfhausen, cuestionado en el sector, se le desconoce un sustrato técnico, gestor, económico y político propio, con respecto al enfoque de cómo abordar este problema. Cuarto, el hecho de que las medidas implantadas hasta el momento hayan sido incoadas más que promulgadas. Quinto, que lo «efectuado hasta el momento» (moratoria renovable y asalto a la distribución, haciendo unos primeros números de trazo grueso) ha dejado el problema totalmente sin tocar. Sexto, la fuerte polémica abierta por el ostracismo del Ejecutivo hasta el momento que ha tocado el tuétano de la credibilidad del mismo. Séptimo, el hecho de que esta convocatoria se sepa por una filtración a un medio de comunicación da que pensar sobre la credibilidad y convicción de la misma, su enfoque y finalidad y su poco impulso político. Octavo, por los prejuicios (otro factor de descomunicación) respecto/contra el sector y las propias declaraciones en distintos medios sobre el papel y fórmulas para resolver el problema del déficit poniendo el foco en las empresas eléctricas.

En el caso de que todos o cada uno de estos motivos indicara algo sobre la realidad de estos encuentros o su pretensión, cabría entonces preguntarse a quién atribuir esta iniciativa: si al secretario de Estado, al ministro o a Moncloa.

Puede ser que esta convocatoria suponga pasar de la incomunicación (silencio total) a la descomunicación. Estemos atentos a los resultados de las entrevistas y a sus resultados. Y esperemos que todas estas admoniciones sean simplemente presagios incumplidos.

Prima de riesgo y sector energético

La situación que está experimentando la economía española en los últimos días se ha agravado notablemente, sobre todo en el plano exterior, con una fuerte elevación de la prima de riesgo, a efectos de la financiación de la economía tanto para el sector público como para el sector privado. En ello ha tenido que ver una combinación letal de presión exterior y de errores internos y propios.

En el plano exterior habría que apreciar la presión de países como Italia (con las declaraciones y el posicionamiento de Mario Monti, hombre con mucho oficio, conocimiento de los mercados internacionales, experimentado y de porte florentino) y de Francia (con la campaña electoral en marcha, en la que el «amigo Sarkozy» ha puesto en el punto de mira a España, con un argumento falsamente seductor y de doble filo para los populares al denostar la economía española sobre los hombros del anterior Ejecutivo socialista). Todo ello ha cebado un ejercicio de caza del rival más débil (o, en la actualidad, apreciado como el más débil) en la escena europea.

Respecto al plano interior, esta alineación se ha visto apoyada con comportamientos propios que se han mostrado erróneos: aplazamiento de los Presupuestos Generales del Estado por motivos políticos derivados del proceso electoral andaluz, priorizando política a economía, pensamiento fantasioso respecto a los ingresos previstos en dichos Presupuestos Generales, vacilación en las medidas aplicadas, tetracefalia en la dirección económica del Gobierno y, adicionalmente, el aislacionismo, la bunkerización y el solipsismo del Ejecutivo.

Estos comportamientos huidizos del Gobierno han tenido su reflejo, por ejemplo, en la propia reforma laboral, en la que hay una negativa a recibir a los sindicatos, y eso que el texto legal ya está publicado y en fase de tramitación parlamentaria. O en la reunión del pasado lunes en la que las cabezas económicas del Gobierno, más los ministros de Sanidad y Educación, anunciaban unas inconcretas e imprecisas medidas de ajuste en estos sectores, tras una intervención del ministro Luis de Guindos contestada por Génova. Fuerte e incontrolable confusión.

El paroxismo llegó ayer con la huida de los periodistas protagonizada por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy Brey, por los pasillos del Senado hasta el garaje para volver al lugar seguro, que es la Moncloa. Al presidente, con su silencio y ausencia, se le acusa de esconderse, lo que además resulta contradictorio con, por ejemplo, la presencia que el propio Monti tiene en todos los procesos de ajuste de la economía italiana, donde tiene un fuerte protagonismo y liderazgo, interior y exterior. Rajoy ya tiene el efecto Moncloa, además de un comportamiento patológico de huida psicológica de las decisiones del anterior presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, quien acabó reaccionando, midiendo la prima de riesgo de forma más frecuente que su tensión arterial.

En el sector energético, este problema se aprecia tanto desde el punto de vista de los resultados, como del proceso en lo que tiene que ver con la política económica y energética. En términos de resultados, es evidente que el sector energético también se ve afectado por la necesidad de conseguir la colocación del déficit tarifario, cuya financiación en los mercados es equivalente a la del déficit público. Esta elevación de la prima de riesgo encarece su colocación y, por tanto, añade presión a la política energética de ajuste, ejecutada con falta de convicción y también priorizando la política a la economía.

Pero también es importante lo que está pasando en los términos del proceso. Por una parte, tenemos un Ministerio de Industria, Energía y Turismo y una Comisión Nacional de Energía completamente bunkerizados, encerrados en sí mismos y colocados frente al sector energético. Inaudito encastillamiento con los graves problemas que el sector debe afrontar y la necesidad de acuerdo, negociación y conocimiento que se precisa. Parece que existe un recelo o un complejo en la relación con los agentes económicos que sólo pueden explicarse desde la psicología conductista. Inaudito que esto ocurra, porque un problema tan complejo como este no puede existir en la Administración de los sectores económicos clave en la economía en países como el nuestro. ¿Se puede pasar de una consulta como la que abrió la CNE sobre los problemas y la sostenibilidad económico financiera de los sectores energéticos a convertirse en un crustáceo?

Por otra parte, el diagnóstico del déficit tarifario no ha encontrado correlato en las medidas implantadas por el Ministerio de Industria, Energía y Turismo que, en el fondo, se ha encarnizado con la actividad de distribución de electricidad. Las medidas para la contención de las primas renovables (la moratoria de nueva instalación) tendrán efecto ¡en dos años! Las cifras del déficit tarifario de este año 2012 aún no se saben tras el ejercicio de trilerismo de la revisión tarifaria, presupuestos y el último Real Decreto Ley.

Por otra parte, el ministro del ramo, José Manuel Soria hablaba de tres tercios (empresas, consumidores y Estado) en la asunción del problema del déficit, mientras que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy Brey afirmaba que dos tercios serían soportados por las empresas y uno por los consumidores. Añadamos medidas nada edificantes que introducen más dudas que certezas, como la remisión de los costes de los sistemas extrapeninsulares a la tarifa, en sentido contrario. Resultado: confusión y más confusión. Los tiempos de la contabilidad creativa, Sr. Montoro, se han acabado porque todos los analistas financieros se han estudiado estas medidas con fruición y detenimiento. No hay paracaídas.

¿Hasta qué punto la prima de riesgo se ve penalizada por el comportamiento solipsista, por las huidas y la confusión en el seno del Gobierno? ¿Hasta qué punto la prima de riesgo incorpora las vergüenzas que se aprecian en la forma de abordar el problema del déficit tarifario y los problemas del sector energético con tan poca convicción y atención al diagnóstico de su origen? ¿Hasta qué punto la prima de riesgo se ve penalizada por la nula relación entre el Ejecutivo, las empresas y los sectores económicos? ¿Hasta qué punto la prima de riesgo se ve afectada por los riesgos sobre la estabilidad jurídica y regulatoria que se entrevén de cara a una imaginaria reforma sectorial en el mes de mayo de imprevisibles trayectorias? ¿Hasta qué punto la prima de riesgo se ve perjudicada por la falta de credibilidad de las instituciones económicas y del predominio de la política sobre la economía? ¿Cuál es, en ese caso, la credibilidad de las autoridades energéticas como instancias predecibles? ¿Hasta qué punto la prima de riesgo se ve castigada por la inconsistencia de las previsiones, imprecisiones y los ocultismos del Ejecutivo en las cifras? ¿Hasta qué punto falla todo el relato?