¿De la incomunicación a la descomunicación?

Les proponemos una recomendación. Léanse un libro muy interesante sobre los problemas de la comunicación titulado «Ni me explico ni me entiendes. Los laberintos de la comunicación«. En él, su autor, Xavier Guix, habla de los problemas de la descomunicación, algo muy diferente que la incomunicación, configurando un proceso y una actividad tan relevante para la vida social, política y económica.

Mientras la incomunicación hace referencia a un proceso que impide en cualquier forma una relación bilateral comunicativa, la descomunicación hace referencia a la posibilidad de encerrarse en laberintos que consiguen efectos distorsionadores de la comunicación. Uno de ellos, de los siete que refleja en su libro, es el de juego de roles y bailes de máscaras de los protagonistas de la comunicación que pueden encubrir intenciones diferentes y aviesas en sus intereses y que condicionan una relación bilateral enriquecedora, sobre la base de lo que busca el protagonista comunicacional cuando abre un proceso de comunicación.

En los últimos días, era ya clamorosa, pública y extendida la realidad de la bunkerización del Gobierno, especialmente en el caso del Ministerio de Industria, Energía y Turismo respecto del sector eléctrico y, en concreto, con las empresas. Encerramiento que tenía tintes claustrofóbicos y patológicos, con el grave problema del déficit tarifario encima de la mesa y que, hasta ahora, está sin resolver.

Ayer, a través del diario El Economista, se conocía la noticia de que el secretario de Estado de Energía recibirá por separado a los Consejeros Delegados de las empresas eléctricas, lo que, en primera instancia, podría parecer un tímido avance en la situación, tras las denuncias convertidas ya en un inquietante secreto a voces en los círculos energéticos, financieros, económicos y especializados.

Una vez conocida esta iniciativa, también es preciso conjurar el riesgo de que esas entrevistas sean una mera estrategia cosmética, es decir, que su contenido las convierta en vacías, fatuas e irrelevantes, carentes de sentido y finalidad en este proceso de resolución del problema del déficit tarifario. O que sí tiene sentido, y éste sea el afán de ganar tiempo para evitar que siga extendiéndose la impresión (confirmada hasta el momento por los hechos) de que el Gobierno no dialoga con los sectores, algo que ya empezaba a causar estragos institucionales y en los analistas económicos y financieros internacionales que se las saben todas. Por eso habría que estar atentos al grado de apertura y de diálogo al resultado de las mismas.

Puede ser que el Gobierno, por tanto, quiera ganar tiempo con las empresas en el sector energético y se entreviste con los consejeros delegados de las empresas eléctricas, con la contraparte del secretario de Estado de Energía, Fernando Marti Scharfhausen. Una reunión que podría tener sólo valor decorativo, en virtud de los siguientes antecedentes: primero, el Ministerio de Industria, Energía y Turismo, ha evidenciado que no tiene autonomía, capacidad, ni determinación, ni hoja de ruta, ni ideas respecto al déficit tarifario. Es más, se tiene la inquietante sospecha de que lo hecho hasta ahora proviene, en su mayor parte, de la Oficina Económica del Presidente; segundo, porque las escasas entrevistas con representantes de las empresas que ha tenido el secretario de Estado no han llegado ni siquiera al grado de protocolarias. Tercero, porque a la figura del secretario de Estado actual, Marti Scharfhausen, cuestionado en el sector, se le desconoce un sustrato técnico, gestor, económico y político propio, con respecto al enfoque de cómo abordar este problema. Cuarto, el hecho de que las medidas implantadas hasta el momento hayan sido incoadas más que promulgadas. Quinto, que lo «efectuado hasta el momento» (moratoria renovable y asalto a la distribución, haciendo unos primeros números de trazo grueso) ha dejado el problema totalmente sin tocar. Sexto, la fuerte polémica abierta por el ostracismo del Ejecutivo hasta el momento que ha tocado el tuétano de la credibilidad del mismo. Séptimo, el hecho de que esta convocatoria se sepa por una filtración a un medio de comunicación da que pensar sobre la credibilidad y convicción de la misma, su enfoque y finalidad y su poco impulso político. Octavo, por los prejuicios (otro factor de descomunicación) respecto/contra el sector y las propias declaraciones en distintos medios sobre el papel y fórmulas para resolver el problema del déficit poniendo el foco en las empresas eléctricas.

En el caso de que todos o cada uno de estos motivos indicara algo sobre la realidad de estos encuentros o su pretensión, cabría entonces preguntarse a quién atribuir esta iniciativa: si al secretario de Estado, al ministro o a Moncloa.

Puede ser que esta convocatoria suponga pasar de la incomunicación (silencio total) a la descomunicación. Estemos atentos a los resultados de las entrevistas y a sus resultados. Y esperemos que todas estas admoniciones sean simplemente presagios incumplidos.

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