Volver a empezar

Es una noticia positiva y, como siempre que se han producido señales positivas (por ejemplo, en su momento, el acuerdo que finalmente se frustró para garantizar el aval al déficit tarifario 2013), hay que saludarlas y esperar que cristalicen de forma estable y confiable. Una golondrina no hace verano, pero alegra la vista y sugiere bandadas. Eso está claro.

También es buena noticia, porque se habla de sistemas, de mecanismos y de racionalización. Así, empiezan a ponerse encima de la mesa propuestas concretas y razonables para escalonar un proceso de liberalización real de los precios y resolver cuestiones latentes que estaban apuntadas, que no se habían atendido y que se disparan ante la inseguridad institucional y la posibilidad de intervención pública: por ejemplo, la propuesta de fijación ponderada entre subastas mensuales, con medias trimestrales y mercado de futuros, con peso decreciente de las primeras hasta una liberalización definitiva en 2016, es concreta y valiosa.

Con independencia de que sea necesario abordar, mejor antes que después, la limpieza de la tarifa de los conceptos en ella incluidos no relacionados con el suministro y, de que las informaciones todavía hacen posible deambular de un lado a otro de la calle, oscilando de forma maniquea entre subastas muy espaciadas (anuales) y subastas más consecutivas (mensuales), lo más importante es que el sistema resultante sea fiable y predecible, fruto del estudio y conocimiento de los mercados, consensuado y que efectúe una adecuada cobertura de riesgos, lo que evitará el propio incendio por acción institucional de los precios de la electricidad; que funcionen el resto de piezas que operan en el suministro eléctrico de forma correcta, tanto en la gestión, regulación, retribución del sistema, etc…, como en las inversiones en nueva potencia o infraestructuras, que es otro elemento necesario y complementario. Se trata de volver a hacer las cosas con ortodoxia y relaciones normalizadas.

Así se conseguiría un sistema estable por su funcionamiento y porque no se vea influído por el efecto perverso de las propias actuaciones políticas que ceban los movimientos especulativos con los precios de la electricidad. Al mismo tiempo, con un sistema de estas características, se resolvería la trampa generada por unos precios artificiales en la actualidad que impiden la actividad de comercialización y, por tanto, que aumente la competencia, porque de verdad sea posible.

Como única lamentación quedaría todo el tiempo desperdiciado hasta el momento, estos treinta meses de desgaste y espectáculo constante: las turbulencias, las consecuencias y los costes en que han incurrido nuestra economía, los distintos sectores y subsectores de la electricidad, las empresas, la seguridad jurídica e institucional, incluida la defenestración de la CNMC, convertida ya en servicio doméstico del Gobierno.

Y, como esperanza, el augurio de que esta posición vaya más allá de los gestos, sea sincera, estable, predecible y marque un «nuevo estilo». Que sea una forma de relación en la que los responsables de la energía y la economía crean con convencimiento. Que sea cierto que ha finalizado definitivamente el apriorismo pasado de no negociar, de no sentarse con el sector y las empresas, surgiera de donde surgiera en el seno del equipo económico del Gobierno. De hecho, la racionalidad, la estabilidad cuenta y contribuye a que se rebajen las primas de riesgo de los precios de la electricidad. Es decir que vuelva la confianza.

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *