Una gallina en un baile

A su vez, la política crea tándems especialmente extravagantes, unidos por las circunstancias azarosas de la vida política; aquella expresión que afirmaba que la política hace extraños compañeros de cama. Y, en este caso, es el Foro de Davos el que ha unido a nuestros dos enviados especiales, Ana Botella y José Manuel Soria, dos conspicuos representantes españoles. Y, casualmente, en línea con la cada vez más nítida percepción, interna y externa, de las características de la clase dirigente-político-gubernamental española, dos personajes que han ido sin currículo que los acredite. Dos páginas en blanco.

Recordemos que el Foro de Davos es un lugar de encuentro muy relevante de grandes estadistas, personalidades y autoridades mundiales. A él han acudido desde Bill Clinton a Bill Gates y están presentes autoridades de instituciones mundiales y de países donde plagiar una tesis doctoral equivale a una dimisión.

Así, en los medios de comunicación españoles se habla del bajo nivel representativo que mostramos en nuestra delegación. Allí está ahora, en escala de horas, el ministro del ramo, hombre bregado en traducir cada evento en términos políticos y de opinión pública, surfeando con pericia cuestiones gestoras, económicas y financieras con ese prisma exclusivamente y con el trasfondo ideológico de que ir contra los sectores económicos y las empresas se recibe bien por el término zapateril de «ciudadanía».

Por eso, cualquiera se podría imaginar al ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, sin muchos remilgos, en su momento, deshojando margaritas respecto a su adscripción política, desde el liberalismo hasta el peronismo, con todos los tonos de gris imaginables, con toda naturalidad, pero buscando el retorno futuro de su decisión en términos del máximo beneficio de la política profesional. En términos grouchomarxistas: «Estos son mis principios y si no le gustan, tengo otros». Entendemos que su intervención no dejará huella en Davos.

En medio de todo ello, se conoce por los medios de comunicación que el Ministerio de Industria, Energía y Turismo tiene previsto reducir el número de subastas a una anual, de forma que el trago de la revisión tarifaria amortigüe el impacto político referido a cada proceso de fijación. Se trata de regular un procedimiento que oficialice el «señor aparta de mí este cáliz».

Todo ello, en contra de las recomendaciones de la lógica económica y del funcionamiento de los mercados a efectos de darles liquidez y transparencia. Y todo ello buscando un sistema procedente, que evite la «volatilidad» y las sorpresas que, por otra parte, no tiene el incremento constante, inexorable y sonante de los costes regulados, que tienen una senda creciente e imparable, pero siempre predecible y decidida desde la discrecionalidad política, lo cual siempre es mejor.

Por si les sirve al Sr. Ministro y al Sr. Secretario de Estado, podemos efectuar una propuesta que es aún más nihilista, si cabe. Nuestra propuesta consiste en efectuar una única puja cada cuatro años que se oficiaría religiosamente tres meses más tarde de la constitución de cada nuevo Parlamento surgido tras las elecciones generales. Y así, nuestra clase política-gobernante-dirigente se podría ver exonerada de la necesidad de decidir con presión (garantizando además el carácter intervenido de los precios) o, al menos, de un mal recuerdo que les aguara el resultado de las urnas o que el disgusto fuese más allá. Así se puede estar tan ricamente cuatro años sin política energética y dejando pudrir los problemas, porque el suministro, los mercados y los inversores son menos relevantes que las encuestas. Con una intervención cuatrianual, basta. Muerto el perro, se acaba la rabia.

Lo dicho, que a Davos no enviamos estadistas.

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *