Una buena noticia para el sector de la energía solar fotovoltaica y para el sector energético

La forma en que se ha resuelto la nueva legislación sobre energía solar fotovoltaica es una cuestión que no debe pasar desapercibida positivamente por lo que quiere transparentar de nuevas formas en la actuación del Ministerio de Industria y la Secretaria General de Energía. Nuevas formas que es preciso saludar y valorar en su justa medida. Sobre todo, porque si bien es cierto, que debería tratarse de un comportamiento habitual en la actuación del Ejecutivo, no ha sido la práctica más usual hasta el momento. En este sentido, la nueva Administración ha sabido recoger lo que era un problema “heredado” y resolverlo.

Lo primero que cabe señalarse es que hemos asistido a un proceso “normal” de negociación, partiendo de un mecanismo, el que se contenía en la propuesta de Real Decreto que ya dibujaba una máquina regulatoria mucho más perfeccionada: el denominado método alemán de adecuación de la retribución al cumplimento de los objetivos de instalación. Por tanto, se apreciaba desde el primer momento la búsqueda de un modelo más permanente en el tiempo y una sofisticación regulatoria a la que no estábamos acostumbrados, en la medida que se provenía del más absoluto coyunturalismo regulatorio. No hay más que ver la propia precipitación en la necesidad de abordar el propio marco de la energía fotovoltaica en el R.D. 661/2007 (la regulación de esta tecnología es una de las piezas más débiles), con el decreto de “cuerpo presente”.

También es preciso señalar como el propio Ministerio de Industria, fruto de las negociaciones con las asociaciones sectoriales, de los posicionamientos también recogidos en el trámite de la Comisión Nacional de Energía, ha modificado y suavizado su propuesta inicial, de forma que ha ampliado con cupos adicionales temporales la instalación en suelo y ha mejorado la retribución de estas instalaciones. Por tanto, ha sabido jugar con una posición negociadora hasta llegar a un equilibrio con el sector, pero al mismo tiempo ha querido dibujar las líneas de futuro del mismo, haciendo en este caso “política” respecto de la participación de esta energía en el mix de generación energético. Bienvenido sea porque al menos se percibe y con transparencia las intenciones de la Administración y se articula lo que es normal en los procesos de negociación latina: plazos, períodos, fórmulas de adecuación temporal, etc…

Por otra parte, hemos podido comprobar la existencia de posiciones “duras” de las partes en distintos momentos de la negociación, la existencia de canales de diálogo y negociación, sin necesidad de que suponga un entreguismo de unos o de otros. Nadie en un proceso de negociación transparente suele ganar por goleada, sino que se trata de buscar una solución razonable, más que intermedia. En este caso, desde el Ministerio de Industria se ha tenido conocimiento de la evolución tecnológica del sector, de su situación en términos de rentabilidad, de las posibilidades en términos de innovación, inversión y empleo y de su propia conformación sectorial, teniendo en cuenta las posibilidades que tenía de provocar un efecto indeseado en una parte de “burbuja” generada por la regulación precedente.

Esto contrasta notablemente con las formas regulatorias que estábamos acostumbrados con el equipo anterior, encabezado por Clos y Nieto: regulación muy espasmódica, desbocada, plagada de posibles correcciones de errores, con poca perspectiva sectorial y ausencia de vocación de estabilidad regulatoria (el BOE está para adecuarlo a los objetivos y coyunturas de cada momento), una forma de ejercer el diálogo con los sectores económicos y empresariales fuertemente disfuncional, con un ejercicio de tiempos desequilibrado en la relación de la Administración y las industrias, la inclusión de cuñas, recovecos y “morcillas” en los textos que desactivaban los acuerdos y generaban fuerte suspicacia entre los sectores, con una consecuente falta de confianza y con negociaciones en términos de poder muy diferentes dependiendo del interlocutor (la “negociación” de la retribución del transporte fue un ejemplo de esto último). Todos ellos signos de la última etapa, que esperemos pasen a mejor vida.

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