Un reality show a cuenta de la energía nuclear

Se le atribuye al Premio Nóbel de Literatura español, Camilo José Cela, la frase “el que resiste, gana”. Y no sabemos si será así, pero puede parecer que estamos ante un nuevo capítulo del esperpento episódico que existe ante la energía nuclear en España, los intentos cada vez más denodados por abrir este debate y los sucesivos mandobles que se dan para cerrarlos.

En torno a esta cuestión, se está produciendo un efecto propio de las atracciones de las ferias: por un lado, los partidarios de abrir el debate nuclear que cogen impulso, inercia, fuerza, posiciones, fruto principalmente de la realidad económica, y, por otro lado, cada cierto tiempo en el desarrollo de esta partida de mus, sus detractores, que tiran del freno y ponen la marcha atrás (por cierto, de forma cada vez más abrupta). Esto es lo que sucedió, o lo que se escenificó a principios de esta semana, con la tromba de declaraciones de varios ministros del Gobierno contra la energía nuclear y que pudimos conocer a través de los medios de comunicación de manera práctica y sorprendentemente alineada y orquestada. Otras veces ha coincidido con la desaparición de un maletín “nuclear” en Móstoles o con el aireamiento forzadamente exagerado y continuado de incidencias en alguna instalación concreta.

Tres son las lecturas que se pueden hacer del hecho de que se haya producido esta “catarata” de declaraciones de Miguel Sebastián (desafiante, excluyente…) , Elena Espinosa y Cristina Garmendia a modo casi de corifeo. La primera es que el gobierno precisa una respuesta cada vez más rocosa y, a la vez, correosa para esquivar la cuestión del debate nuclear en nuestro país. En otros momentos, estos movimientos se dosificaban en una sola cartera o responsable político. Segunda lectura: parece que esta postura, cada vez más ideologizada, proviene de instancias más altas de quienes son sus almuecines directos, por tanto se puede situar a Moncloa detrás de esta táctica de achique de espacios en torno a esta cuestión. Tercero, que puede no ser casual, ahora que se deslizan en los medios de comunicación quinielas respecto al cambio de gobierno con ministros cuestionados por razones de una índole u otra, que sea necesario dentro del meritoriaje de la continuidad que se incluya algún servicio de estas características. Todo el mundo, además, sabe que en el seno del PSOE (y también dentro del Ejecutivo) hay partidarios de reabrir el debate nuclear y por ello es mejor no citar nombres porque, como se suele decir, hasta ahí podemos leer.

Son momentos en los que ninguna declaración es inocente o, mejor dicho, todas persiguen una cierta finalidad. Estamos al borde de tener que decidir sobre la central de Garoña y se ha dado a conocer también que Almaraz es una de las centrales más eficientes de Europa. Pero las declaraciones ministeriales parece que quieren condicionar si cabe más este “pseudodebate” sobre si abrir el debate.

En España no hay debates en profundidad sobre la realidad social y económica dado que se han preferido situar en temas susceptibles de ideologización. Pero es que hay veces que no se pueden elegir los mismos: la Memoria Histórica, la Educación para la Ciudadanía o la nueva legislación sobre el aborto van a dar paso, si la crisis no remite, a cuestiones de este tipo o la necesidad de reformar el mercado de trabajo. La realidad impone el hecho de trabajar en serio. Hay otros que los impone la realidad económica, pero el procedimiento de la avestruz o de la evitación continuada no puede ser la solución. Obviamente, un gobierno o un país que tiene miedo de abrir debates evidencia una inseguridad o un ejercicio autoritario de las repuestas del país.

Lo que sí parece que es obvio es que el Gobierno, el Presidente, el Ministro, los Ministros tienen derecho por posiciones ideológicas o por lo que sea a mostrarse en contra de la energía nuclear. Pero también tienen la obligación de explicar a esa masa informe que es la ciudadanía sobre cómo va a ser el mix de generación futura en España, cuál puede ser su coste para los ciudadanos, cómo se van a afrontar (en serio) los costes de la reducción de emisiones de carbono, cuáles son las consecuencias de la dependencia energética final derivada de elegir determinadas fuentes de energía.

En todo caso, no es de recibo asistir a una partida de mus con cartas marcadas, a un “tour de force” parcelado convenientemente, porque se convierte en un “falso debate” y se convierte en un reality-show. Y, lo que es peor, no damos soluciones de futuro a la sociedad más allá de las consignas.

Un reality show a cuenta de la energía nuclear

Se le atribuye al Premio Nóbel de Literatura español, Camilo José Cela, la frase “el que resiste, gana”. Y no sabemos si será así, pero puede parecer que estamos ante un nuevo capítulo del esperpento episódico que existe ante la energía nuclear en España, los intentos cada vez más denodados por abrir este debate y los sucesivos mandobles que se dan para cerrarlos.

En torno a esta cuestión, se está produciendo un efecto propio de las atracciones de las ferias: por un lado, los partidarios de abrir el debate nuclear que cogen impulso, inercia, fuerza, posiciones, fruto principalmente de la realidad económica, y, por otro lado, cada cierto tiempo en el desarrollo de esta partida de mus, sus detractores, que tiran del freno y ponen la marcha atrás (por cierto, de forma cada vez más abrupta). Esto es lo que sucedió, o lo que se escenificó a principios de esta semana, con la tromba de declaraciones de varios ministros del Gobierno contra la energía nuclear y que pudimos conocer a través de los medios de comunicación de manera práctica y sorprendentemente alineada y orquestada. Otras veces ha coincidido con la desaparición de un maletín “nuclear” en Móstoles o con el aireamiento forzadamente exagerado y continuado de incidencias en alguna instalación concreta.

Tres son las lecturas que se pueden hacer del hecho de que se haya producido esta “catarata” de declaraciones de Miguel Sebastián (desafiante, excluyente…) , Elena Espinosa y Cristina Garmendia a modo casi de corifeo. La primera es que el gobierno precisa una respuesta cada vez más rocosa y, a la vez, correosa para esquivar la cuestión del debate nuclear en nuestro país. En otros momentos, estos movimientos se dosificaban en una sola cartera o responsable político. Segunda lectura: parece que esta postura, cada vez más ideologizada, proviene de instancias más altas de quienes son sus almuecines directos, por tanto se puede situar a Moncloa detrás de esta táctica de achique de espacios en torno a esta cuestión. Tercero, que puede no ser casual, ahora que se deslizan en los medios de comunicación quinielas respecto al cambio de gobierno con ministros cuestionados por razones de una índole u otra, que sea necesario dentro del meritoriaje de la continuidad que se incluya algún servicio de estas características. Todo el mundo, además, sabe que en el seno del PSOE (y también dentro del Ejecutivo) hay partidarios de reabrir el debate nuclear y por ello es mejor no citar nombres porque, como se suele decir, hasta ahí podemos leer.

Son momentos en los que ninguna declaración es inocente o, mejor dicho, todas persiguen una cierta finalidad. Estamos al borde de tener que decidir sobre la central de Garoña y se ha dado a conocer también que Almaraz es una de las centrales más eficientes de Europa. Pero las declaraciones ministeriales parece que quieren condicionar si cabe más este “pseudodebate” sobre si abrir el debate.

En España no hay debates en profundidad sobre la realidad social y económica dado que se han preferido situar en temas susceptibles de ideologización. Pero es que hay veces que no se pueden elegir los mismos: la Memoria Histórica, la Educación para la Ciudadanía o la nueva legislación sobre el aborto van a dar paso, si la crisis no remite, a cuestiones de este tipo o la necesidad de reformar el mercado de trabajo. La realidad impone el hecho de trabajar en serio. Hay otros que los impone la realidad económica, pero el procedimiento de la avestruz o de la evitación continuada no puede ser la solución. Obviamente, un gobierno o un país que tiene miedo de abrir debates evidencia una inseguridad o un ejercicio autoritario de las repuestas del país.

Lo que sí parece que es obvio es que el Gobierno, el Presidente, el Ministro, los Ministros tienen derecho por posiciones ideológicas o por lo que sea a mostrarse en contra de la energía nuclear. Pero también tienen la obligación de explicar a esa masa informe que es la ciudadanía sobre cómo va a ser el mix de generación futura en España, cuál puede ser su coste para los ciudadanos, cómo se van a afrontar (en serio) los costes de la reducción de emisiones de carbono, cuáles son las consecuencias de la dependencia energética final derivada de elegir determinadas fuentes de energía.

En todo caso, no es de recibo asistir a una partida de mus con cartas marcadas, a un “tour de force” parcelado convenientemente, porque se convierte en un “falso debate” y se convierte en un reality-show. Y, lo que es peor, no damos soluciones de futuro a la sociedad más allá de las consignas.

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