Palabras de Miguel Sebastián sobre Garoña

Las palabras del ministro Miguel Sebastián en su comparecencia en el Parlamento a cuenta del cierre de la central de Garoña, nos han devuelto a un cierto comportamiento político equívoco y ciertamente ambiguo. Ni sí, ni no, sino todo lo contrario. De este modo, se acentúa esa tendencia del actual gobierno, y en especial de su responsable máximo, de decir una cosa y la contraria con pasmosa facilidad táctica para luego, con la misma rotundidad, remitirse a la interpretación literal de la letra impresa en el programa electoral cuando sea oportuno y con aparatosas consecuencias.

Según Sebastián, el cierre ordenado y aplazado dos años de Garoña no implica que España abandone la energía nuclear. Leído así, es una buena/mala noticia (¿quién sabe?), pero evidentemente al ministro no le apoyan las evidencias.

Primero, porque Garoña es una de las mejores instalaciones del mundo en términos de producción y seguridad (los ‘rankings’ internacionales así lo reconocen), a la vez que su cierre, una vez verificada su seguridad por el CSN, es un lujo que una economía en crisis no se puede permitir. Aquí, en estos momentos y ahora.

Segundo porque este anuncio se efectúa con carencia de credibilidad ante la necesidad de hacer un debate real, sin trampas, sin manipulaciones intelectuales, sin mentiras y argumentos falaces, sobre el futuro del mix energético español y su sostenibilidad en términos económicos, de dependencia, competitividad, seguridad y medioambiente. Sin ideologías, sin apriorismos. Pero, claro, en serio y teniendo en cuenta su efecto sobre la factura y la tarifa que tendrán que pagar los españoles. Y, una vez resuelto, es cuando se debería haber tomado una decisión coherente respecto a la central de Garoña.

Y, tercero, porque más allá del cierre de Garoña, de su pérdida de capacidad instalada, de producción y de empleo (a cambio de un supuesto Parador Nacional de Turismo), del estropicio sobre el mix energético español, ha habido un efecto sobre el funcionamiento de las instituciones de la economía española, como es el propio Consejo de Seguridad Nuclear. Todo ello, sobre la base de la ideología presidencial y la arbitrariedad gubernamental en su decisión. Un efecto de pérdida de estabilidad regulatoria y seguridad jurídica que tiene un valor intangible negativo que, con sólo efectuar estas declaraciones, no se ataja.

En todo caso, parece que desde el Ministerio de Industria se está procurando definir una política energética, tomándose en serio la definición de un mix energético futuro, con seriedad y rigor, incluyendo la nuclear y así parece que se quiere plantear el otoño. En todo caso, también hay que reconocer (y sería injusto no hacerlo), al ministro Sebastián que ha estado en una posición muy incomoda con respecto a la energía nuclear, en general, y con Garoña, en particular, a sabiendas de la posición contraria de Zapatero.

Quedan a la vista de estas declaraciones del ministro de Industria, dos preguntas: ¿Cómo hace compatible el cierre de Garoña, con la idea de que no se le pega el portazo a la energía nuclear (incluyendo nuevas declaraciones del Presidente en este sentido efectuadas con posterioridad)? ¿Va a lograr convencer al presidente?

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