La pena de telediario aplicada por la CNMC

La técnica sigue la estela de los comportamientos ya articulados por Luis Berenguer, consistente en la aplicación de la denominada «pena de telediario» a las empresas, consistente en dar publicidad a una labor investigadora o al inicio de un expediente sancionador, dosificando una suficiente dosis de escándalo que habilitará posteriormente al Gobierno a actuar, de forma que nunca se conoce qué fue antes, si la causa o el efecto, la gallina o el huevo.

Es el momento del repaso episódico, con el último referente pasado proyectado hacia el futuro. Todo el mundo puede recordar las últimas actuaciones de la antigua Comisión Nacional de Competencia (CNC) en los tiempos de Luis Berenguer, que incluso sonrojaron al más pintado, incluyendo las ya famosas redadas televisadas de las que nunca más se supo y que en su momento ordenó.

En sí, su ejecutoria particular consiste en un básico: su papel fundamental sirve sobre todo para legitimar ex ante la creación de marco comunicacional (por ejemplo, el que se generó con las insidias que derivaron en la abolición de las subastas CESUR), aunque luego en forma ex post todo quedara, en los informes definitivos, los que comprometían incluso jurídicamente a la institución, en pura filfa para el propio ministro de Industria, hombre por otra parte, capaz de resurgir de todos sus patinazos.

O, ante las aparentes subidas de precios en ciertos momentos en el mercado de electricidad, que se justificaban, con sorpresa y calculada estupefacción, por la retirada de operación de potencia nuclear, no se señalaba al Operador de Sistema, REE, como autorizador necesario de las paradas y operaciones de mantenimiento de las instalaciones, y en algunos casos, hasta titular de ciertas restricciones técnicas en ciertas áreas geográficas.

Y, es más, cada cierto tiempo, en la CNMC se tira de metáforas en el caso de la subida de los precios de los carburantes como una flecha y bajada como una pluma. Seguidamente el ministro reúne a las empresas de hidrocarburos en su despacho, saca el tarro de las esencias de las amenazas y así hasta la siguiente. A esa técnica se le puede llamar “el fondo de armario”.

Del mismo modo, la CNMC ha sido capaz en su función de ‘órgano independiente’ de justificar la retroactividad de los nuevos sistemas retributivos al régimen especial en la mal llamada reforma eléctrica, en unas palabras que quedarán para la posteridad y, lo que es peor, para los pleitos en los Tribunales de Justicia de la Unión Europea. Más de un disgusto traerá al Reino de España está alineación del presidente actual de la CNMC con estos criterios.

O, por ejemplo, la CNMC está siendo ya utilizada como ariete en la campaña con la compañía Endesa en el tema de los contadores (inexplicable esa intromisión en el aprovisionamiento interno de la compañía con respecto a estos dispositivos sin explicar el marco de especificaciones técnicas definido para los mismos). Y, ahora también le ha tocado el turno a Iberdrola con la denuncia de una supuesta “manipulación” del precio del mercado mayorista cuyo objeto de investigación cuando se profundiza en la letra pequeña ha sido circunscrito a tres instalaciones hidráulicas, utilizando también el grano gordo en el lenguaje de la filtración.

Mientras tanto, el presidente del organismo, Marín Quemada, en su última comparecencia en el Congreso de los Diputados conjugaba la palabra independencia de forma fatigosa encadenando frases en las que se repitiera mucho este término, pero sin contenido, sin sustantivo, sin hechos que lo acrediten, sin mucho sujeto, ni predicado y sin discurso, sólo a efectos declarativos. Lo peor, es que este tipo de acciones declarativas son necesarias en su número en términos inversamente proporcionales a sus comportamientos efectivos y reales.

Lo que pasa es que esos supuestos efectos que tiene este organismo fustigador ya se han diluido por varias cuestiones: la primera, por la extravagante conformación del organismo tal y como ha quedado a nivel nacional e internacional. Segundo, por cómo se confirman los efectos de sus errores de diseño en la forma en que se ha ido cubriendo su estructura directiva y su Consejo. Tercero, por la propia deriva interior de la CNMC. Cuarto, por su propia ejecutoria, cada vez más previsible, evidente, paralela, consecutiva y tributaria del propio Gobierno. Y quinto, por la propia inanidad de las actuaciones una vez pasado el tamiz de los resultados concretos y de las controversias judiciales. Por tanto, ha quedado en eso, en un Administrador de penas de telediario. Un organismo fustigador.

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