La I Cumbre Energética Suramericana, declaración de buenos deseos y quizás la creación de otro organismo más

De la I Cumbre Energética Suramericana, no deben esperarse más resultados que una declaración de buenos deseos y, como mucho, un nuevo organismo para una integración regional ya saturada de siglas y burocracia, reconocieron fuentes diplomáticas.

Pese al entusiasmo de algunos gobernantes, especialmente el anfitrión Hugo Chávez, la reunión presidencial de Isla de Margarita, en el Caribe venezolano, no producirá grandes acuerdos en materia energética, ni anuncios sorprendentes de nuevos proyectos conjuntos.

Como las decisiones en las cumbres se toman por consenso, sus resultados recogen habitualmente el mínimo común denominador, que en este caso no pasará de una declaración final que hará malabarismos dialécticos para que no se note demasiado que son mayores las diferencias que los acuerdos, agregaron las fuentes.

El ministro chileno de energía, Marcelo Tokman, ya advirtió la semana pasada que los desafíos y las incógnitas de Suramérica en materia energética seguirán tal como ahora tras la cumbre, de la que apenas espera que cree un «mejor ambiente». En declaraciones al diario El Mercurio, de Santiago de Chile, Tokman subrayó que la reunión de Margarita será «sólo un paso» para la difícil integración energética regional. «Luego de la cumbre, las incógnitas y desafíos seguirán, pero habrá un mejor ambiente y mejores conocimientos para enfrentarlos», dijo el ministro, mientras su compañero de Exteriores, Alejandro Foxley, criticaba a Chávez por insultar al Senado chileno y advertía que el anfitrión puso en peligro la asistencia a la cumbre de su presidenta, Michelle Bachelet.

Tokman ratificó además que Bachelet apoyará en Margarita la diversificación energética y, específicamente, el desarrollo de los biocombustibles, una de los escollos principales para la integración energética suramericana.

Brasil, Chile y otros países del área, así como Estados Unidos, defienden la producción de biocombustibles, criticada por Venezuela y Bolivia, con apoyo de Cuba.

El tema es tan polémico que los países ni siquiera logran ponerse de acuerdo sobre el nombre del motivo de la discordia. El ministro boliviano de Exteriores, David Choquehuanca, dijo que su presidente, Evo Morales, planteará en Margarita dejar de usar el término «biocombustible», con el argumento místico de que no se puede «convertir la vida en combustible», y propondrá que se le llame «agrocombustible».

Chávez y Fidel Castro critican al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, por su plan de convertir productos agrícolas como el maíz en etanol, para reemplazar hasta un 20 por ciento de los combustibles fósiles, porque -dicen- eso pone en peligro la alimentación de millones de pobres en el tercer mundo.
«¡Nadie quiere sembrar fríjoles sino maíz, pero no para hacer tortillas y pan (…), sino para vendérselo a EEUU para que haga etanol para sus vehículos. ¡Eso es una locura!», dijo Chávez.

El asesor especial para Asuntos Internacionales del presidente brasileño, Marco Aurelio García, ha dicho que ese argumento demuestra que Castro y Chávez tienen «cierta incomprensión» sobre los biocombustibles y la realidad mundial. «El problema del mundo es la falta de renta, no de alimentos», dijo García, y explicó que en Brasil la producción de biocombustibles no reducirá las áreas sembradas para la alimentación, ni «significará derrumbar un árbol de la selva amazónica».

Con tantas diferencias de conceptos -amén de las objeciones ideológico-lexicográficas de Morales y Choquehuanca-, es casi imposible que Suramérica logre un acuerdo de fondo, real, en esta cumbre de Margarita, concluyeron las fuentes diplomáticas consultadas.

En su opinión, habrá una declaración de principios sobre lo buena que sería la integración energética regional, la conveniencia de construir -algún día- redes de gasoductos, oleoductos e interconexión eléctrica, y la necesidad de coordinar políticas y proyectos, entre otras expresiones de buenos deseos, pero poco más. Como mucho, agregaron, se creará un organismo regional encargado de seguir los estudios, como tantos otros que tiene América Latina desde hace décadas para promover una integración que se queda siempre en los papeles.

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