La disensión vive arriba

Según los ecos de sociedad del sector energético y los asistentes al mismo, el acto de la toma de posesión del nuevo Secretario de Estado de Energía, Fabrizio Hernández, se convirtió en un acto de cese de posesión del anterior Secretario de Estado, Pedro Marín.

Levantadas las limitaciones para que los cargos públicos salientes hagan gala de su sensibilidad con el ejemplo Moratinos, Pedro Marín también tuvo su momento lacrimógeno en este acto desgranando una larga retahíla de agradecimientos particulares: desde las señoras de la limpieza cuando le hacían levantar los pies para limpiar debajo de la mesa, su jefe de gabinete, los camareros que le llevaban el café al despacho, conductores, secretaria…, hasta acabar, visiblemente emocionado, fijando los ojos en su mujer, Mónica Gandolfi, hoy subdirectora en la Comisión Nacional de Energía. El hecho de querer aspirar a responsabilidades más altas, con perfil internacional, como es la Dirección General del IRENA y esta demostración afectiva pública, nos confirma que, detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer.

Sirva esto como preámbulo para advertir del cambio que se ha producido en la administración energética española. El hecho es que un cambio en los responsables al frente de un ámbito del Ejecutivo debe traducirse, lógicamente, en un cambio de formas, estilos y políticas. Y ahí viene otra cuestión larvada durante el mandato de Pedro Marín como Secretario de Estado de Energía, que es la oscura figura del Director General de Política Energética y Minas, Antonio Hernández. Ahora, con el nuevo Secretario de Estado, sería razonable que se replantease la conformación de su equipo y que se transparente el tablero de juego del equipo ministerial energético.

Son conocidas las gélidas relaciones del Secretario de Estado saliente con Antonio Hernández (Marín resolvía esto mediante un equipo de asesores que tenía una importante autonomía) y también las de Hernández con su propio equipo. En cuestiones clave como las negociaciones referidas al déficit tarifario, titulización o renovables se ha hecho evidente, incluso fisícamente palpable.

En todo caso, esta situación, así planteada, es una disfunción dentro de la Administración energética, sobre todo porque existe una identidad plena, una clonación organizativa y funcional. De hecho, en la Secretaría de Estado de Energía, únicamente existe esta Dirección General en su estructura militar integrada. Por tanto, sería de esperar una sincronización total entre Secretaría de Estado y Dirección General, por el bien de todos. Es decir, es deseable y requerible un funcionamiento de equipo engranado y armónico, como el Barça de Pep Guardiola.

En el caso de Antonio Hernández, su gestión es hoy considerada en el sector, y de forma generosa, como un agujero negro, una incógnita, cuando no, una inacción. Este divorcio y esta inacción han conducido a la actual Dirección General a un estado de irrelevancia, a la gestión burocrática y a la acumulación de temas espinosos. El hecho es que aumenta vertiginosamente, dentro y fuera, el número de voces críticas sobre la gestión de Hernández: su nombramiento como sustituto de Jorge Sanz había levantado muchas expectativas, recibiendo un depósito de confianza importante. Hernández, Técnico Comercial del Estado, provenía de la Dirección General del Tesoro y su papel en el proceso de titulización a priori se valoraba como relevante. Por otra parte, fuentes cercanas destacan el posible interés de Hernández en aspirar a una oficina comercial en el exterior (destino habitual en este Cuerpo, por otra parte) en la próxima convocatoria de vacantes y que su nombramiento como Director General le otorgue prioridad en la elección de destino.

Su antecesor, Jorge Sanz, también finalizó su mandato en una oficina comercial, pero hay que reconocer que Sanz permaneció en el cargo casi ocho años, con gobiernos de signos políticos diferentes, con dos Secretarios Generales de Energía (Antonio Fernández Segura e Ignasi Nieto) y dos Secretarios de Estado (José Folgado y Pedro Marín), además de contar con un conocimiento técnico y jurídico importante, experiencia regulatoria y gestora, más allá de posiciones discutibles en momentos puntuales, contando con una importante autoridad y referencia sectorial.

Finalmente, a la vista de todo esto, sólo dos preguntas: ¿ratificará el nuevo Secretario de Estado de Energía, Fabrizio Hernández a Antonio Hernández, como director general? Y luego, por curiosidad, ¿qué pensará Fabrizio Hernández, proveniente del sector privado, de que le suban el café?.

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