La CNE en capilla

La vuelta de la navidad y la nevada han vuelto a sacar a la actualidad informativa la renovación pendiente de los órganos reguladores. En el caso que nos ocupa, la congelación en el proceso de renovación de la Comisión Nacional de Energía con una situación de interinidad prolongada desde antes de mediados del año pasado. En este sentido, podemos afirmar que el consejo de la CNE está en capilla, preparándose para un cambio de origen y de escala como se adivina a todas luces.

En primer lugar, se debe señalar que existan situaciones de interinidad de estas características en instancias como los órganos reguladores o el Tribunal Constitucional, no puede ni mucho menos convertirse en una norma, más bien debe tratarse de una excepción, más que nada por la propia normalidad en el funcionamiento de las instituciones económicas o judiciales que precisa una sociedad, deben garantizar su transición sin traumas, con normalidad, como signo de funcionamiento y vitalidad social.

La última de las cuestiones de más reciente aparición es la posibilidad (parece más que descontada) de que la reforma vaya más allá de la propia sustitución de los puestos de los consejeros vacantes y que, en esa remodelación, se reduzca el tamaño del consejo y se opte por un modelo muy parecido al de la CNMV donde está presente la Administración General del Estado a través de los responsables del ramo en el seno del Consejo de Administración del organismo. Es el ejemplo de la presencia de la Directora General del Tesoro y Política Financiera, Soledad Núñez en la CNMV.

Evidentemente, una primera valoración, de confirmarse esta información que publica el diario El Economista, es que no es una buena noticia que el modelo de reguladores independientes tenga algún elemento de tutela y que evidencia la desconfianza (por otro lado lógica por su trayectoria reciente) al funcionamiento de estos organismos. El problema es hoy, en el caso de la Comisión Nacional de Energía, la perdida de credibilidad, de respeto y de prestigio como regulador energético. Situación que se ha visto conducida por un tobogán de caída sin fondo, unido a una gestión permanentemente rodeada de polémica y la controversia desde el nombramiento de Maite Costa por José Montilla y su supervivencia con el exótico Joan Clos.

El problema es que la actuación de este organismo ha cuestionado el mercado eléctrico (cuando su misión debía ser garantizarlo), ha impactado negativamente sobre la percepción del sector por parte de los mercados financieros, se ha metido en todos los charcos posibles a cuenta de las decisiones en determinados procesos empresariales, proyectando una sombra de duda muy negativa en todo momento para la institución y nuestra economía. Ha mantenido varias posturas inverosímiles a cuenta de las tarifas de gas y electricidad (además de enfrentamientos con Industria en los últimos tiempos en un toma y daca poco razonado que hizo que hasta el propio Ministro y el Presidente del Gobierno ironizaran sobre el organismo). Un desagrado expresado en círculos privados que ha llegado a ser vox populi. En fin, un cuestionamiento tan profundo y tan extendido, que sólo se podía ver acrecentado por las decisiones de intendencia y política interna que se han ido pudiendo conocer de esta etapa en el organismo regulador.

Lo que pide un esfuerzo de seriedad, dignificación, revisión, remoción, que vaya más allá de las obligaciones formales de sustitución de consejeros y, definitivamente, aporte al esquema de regulación independiente y supervisión que necesita el sector energético y cuyo reciente pasado, sólo han sido pasos atrás.

Recemos como los toreros antes de la corrida para que salga bien. Si no, será una faena.

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