Hay motivos

El artículopublicado ayer en el suplemento Negocios por el diario El País, y firmado por Jesús Mota (hombre muy conocedor del sector energético y del organismo) mete el dedo en la herida de la Comisión Nacional de Energía. Pide su demolición actual (lo que en lenguaje culinario se denominaría su deconstrucción). Introduce el dedo, la remueve y ahonda en toda su profundidad. Herida que permanece abierta casi desde el principio de la legislatura y que nunca llegó a cerrar, ni siquiera en falso. Desde que finalizó lo de Endesa, la Comisión Nacional de Energía, esta en una extraña fase de espera, en un ‘impasse’ con algún que otro sobresalto de baja intensidad. Quedó malograda completamente e inhabilitada para el futuro, esperando el tiro de gracia y con dinamita en los soportales a falta de su voladura controlada.

Tampoco se trata de hacer leña del árbol caído, o de uncirse a un lo que es un clamor prolongado en todo el sector y contra el que sus actuales responsables no han hecho otra cosa que intentar ocultar el problema debajo de las alfombras y endulzar el pastel. En la mayor parte de las entrevistas que hemos tenido en esta publicación, se ha puesto de manifiesto la necesidad de cambio, más o menos patente y urgente según el interlocutor, sobre el funcionamiento de la Comisión Nacional de Energía y su papel. Mota señala dos elementos, independencia política y capacidad técnica. Y, añadiríamos otro más, la capacidad decisoria, de ejecución y de supervisión, sin tutelas gubernamentales, lo que es una consecuencia de la independencia, aunque también una prolongación.

En este artículo, no nos vamos a centrar en lo que ha sido el mandato de Maite Costa en el despeñe de la Comisión Nacional de Energía por el precipicio de su comportamiento (algo que se califica solo). Pero es evidente que se han sentado las bases para que la liquidación de la Comisión Nacional de Energía se ejecute, se renueve completamente el organismo y su composición (esto evidentemente es una forma eufemística de decirlo). Esto implica certificar el fracaso de la recomposición operada con los dos ultimos Ministros, prolongación del modelo cementerio de elefantes, cámara de compensación de favores o de control de las decisiones con comisaría política incluida. Lo que si hay que tener claro es en la medida que lo que ha pasado en este organismo, ha sido una mezcla de decisiones políticas gubernamentales (de los distintos gobiernos, tanto de Partido Popular como del Partido Socialista Obrero Español, desde que Piqué desmontó la Comisión Nacional del Sistema Eléctrico para cargarse a MAFO, como Rato influyó para acabar con determinadas operaciones presentadas durante su mandato, o ahora, su papel en la OPA de Endesa, con modificación de la función 14 ‘in extremis’, etc, etc. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.), junto con la profesión de autodisciplina de sus sucesivos responsables, en especial Maite Costa. Nada edificante. El esquema político de referencia impreso en la mente de sus protagonistas, les impide ver cuál sería su papel o reclamarlo para no incordiar y permanecer, e incluso repetir.

En este sentido, desde el verano parece que han existido dos movimientos centrífugos y centrípetos: el primero, plantear el fondo de la cuestión, es decir el papel del organismo y de los órganos reguladores en general, su composición, la elección de sus componentes, la verificación de su capacidad, el contenido de lo que quiere decir independencia frente al Ministerio de Industria y el Gobierno. Cada vez que este movimiento cogía actualidad y vigencia, venía otro de calma, sucedido de otro adicional, en el que presentaba la versión más superficial del organismo: artículos sobre los gustos de su presidenta, organización de conferencias y saraos varios, celebración de aniversarios y reuniones de su Consejo y en ese plan.

En nuestro país, tenemos un déficit serio de instituciones económicas y ello revierte en que en los momentos en que éstas deben tener un papel capital, por motivos de actualidad, de coyuntura o de estructura, esta carencia trágica se aprecie más. Motivos que estriban en la importancia del sector energético, la reordenación corporativa que inevitablemente se prepara en el sector (con unos u otros actores) o la situación económica y como abordar el tremendo incendio en el que ha acabado el sector energético.

En términos institucionales, un sólo ejemplo. Hoy no se debería cuestionar la realidad del mercado eléctrico como mecanismo de organización y ordenación del sector eléctrico y, sin embargo, en paralelo, las minorías creativas atorrantes al sector lo hacen periódicamente y se sitúan en las inmediaciones de los círculos de influencia para hacerlo efectivo. Pero es que casualmente, hoy existen consejeros que no están de acuerdo con la existencia del mercado eléctrico, prefiriendo otros mecanismos más intervencionistas, herencia del franquismo. En eso nos recuerda a la paradoja histórica de tener Ministro de Justicia anarquista. Es decir, están en contra de lo que tienen que defender por el propio estatuto actual del organismo y sus funciones. Un verdadero ataque al institucionalismo.

La agenda política va más lenta que la económica y por ello, se consiente que el estado de deterioro del organismo haya alcanzado un tobogán de bajada imparable, cuyo resultado será catárquico. Lo que si parece es que es el momento en que la cosa va en serio, y probablemente se deba actuar con celeridad, sobre todo de cara a la inminente renovación del organismo. No vale solamente con el cambio de consejeros cuando toque: reducir el número de miembros, sistema de selección abierto, solvente y basado en méritos y duración improrrogable de mandatos, deberían ser cuestiones de mínimos sobre los que basar esta reforma. Puede ser una medida higiénica y ejemplar para lo que será necesario realizar en la próxima legislatura. Ya es hora. Hay motivos.

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