«Hasta que no se liberalicen las tarifas, no existirá una competencia completa en el sector energético»

ENERGÍA DIARIO: ¿De dónde proviene este interés personal y profesional por el mundo energético?

IÑAKI GARAY: La verdad es que fue un interés casi impuesto, porque empecé a trabajar en Expansión, allá por el año 87, y al poco tiempo de llegar empecé a llevar temas energéticos y, como en otros trabajos, a medida que lo vas haciendo te va entusiasmando o te va decepcionando. A mí me entusiasmó por el hecho de que el mundo de la energía tiene muchas vertientes y un ámbito y proyección social muy importante. Por eso me ha interesado y lo he hecho durante mucho tiempo.

E.D.: ¿Cómo valora el conocimiento que tiene la sociedad española sobre el sector energético?

I.G.: Hay un desconocimiento enorme, la sociedad española sabe realmente muy poco sobre el sector energético. Por poner algún ejemplo, la mayor parte de la gente no sabe qué hay detrás del hecho de apretar un interruptor y que se encienda la luz en su casa, qué energías, ni qué capital se están moviendo, ni qué inversiones hay que realizar. Prácticamente todo eso se desconoce. Lo que es opinión de todos es que la luz es cara. Si a uno le preguntan en una encuesta si le parece que la luz es barata o cara, como se trata de un bien de consumo generalizado, siempre responderá que es cara, pero nadie sabe cuánto consume o paga de luz cada día. En el sector del petróleo pasa lo mismo. Sabemos que los precios del petróleo varían muchísimo pero el de los carburantes no lo hacen en la misma medida y eso está motivado porque gran parte de lo que pagan los consumidores son impuestos como el IVA, el impuesto sobre hidrocarburos o impuestos especiales y la gente no conoce la carga fiscal que tienen que soportar estos medios.

No hay tampoco un gran conocimiento sobre las energías renovables. Por ejemplo, se suele decir que en España hay mucho sol y que, por consiguiente, se cree que es fácil o debería ser fácil la producción de energía solar. Lo que no sabe la gente es que para obtener esta energía hay que utilizar unos paneles de silicio que son muy caros de fabricar y cuya eficiencia es muy baja comparativamente con otras fuentes. Por tanto, esa diferencia entre el coste de esos paneles y su bajo rendimiento, tiene que verse compensada para que pueda participar en la generación energética, lo que implica imputar unas ayudas complementarias, que pueden hacer que realmente esa energía sea más cara que la producida por un ciclo combinado de gas, por ejemplo.

Hay, por tanto, un escaso conocimiento sobre el sector y muchos tabúes. Sólo contar una anécdota, muy ilustrativa de esta cuestión. Cuando yo estaba en el Ministerio de Industria: en la época estaban haciendo lo que se denominaba el cable que unía eléctricamente Marruecos con España, una de las cuestiones que planteaban recurrentemente los periodistas locales era si iban a traer energía nuclear a través del cable. Este tipo de respuestas dan una idea del desconocimiento generalizado que hay sobre la energía.

Además de esto, partimos de una idea popular de que las compañías eléctricas son ricas y que están en manos de nobles. Me acuerdo de alguien que me comentó una vez “esta eléctrica es del Barón de Grado (Martín González del Valle, que era el dueño de Hidrocantábrico)” pero no era suya, claro, el Barón de Grado era el que la presidía; u otro que decía “es del Marqués de Arriluce” que es Fernando Ybarra cuando presidía Sevillana de Electricidad.

Con esto quiero decir que la gente percibe que las eléctricas eran propiedad de unos nobles, cuando la verdad es que son propiedad de millones de accionistas. Cuando se penaliza el funcionamiento de estas compañías, por ejemplo, no reconociendo los costes en que incurren, lo que pasa es que se está transfiriendo renta de estos millones de accionistas a millones de consumidores. Al mismo tiempo se perjudica la imagen del país, porque la inversión extranjera o los grandes fondos de inversión se acercan mucho a sectores como este, que son muy intensivos de capital, es decir, para montar un ciclo combinado o una central nuclear, por ejemplo, hay que invertir unos 4.000 millones de euros y eso supone que tiene que haber capital en el mundo suficiente que esté dispuesto a jugárselo en tu país y, por supuesto, tienen la intención de obtener una rentabilidad. Nadie mete su dinero en un sitio a cambio de nada o, incluso, perdiendo dinero o con riesgo de ello. Por lo tanto, cuando vemos a las compañías debemos saber que detrás de ellas hay muchos intereses, que además son intereses legítimos y que hacen un servicio a la sociedad.

E.D.: En relación a esto, la gente quiere energía barata y esto tiene un “trade off” entre si se usan o no renovables, o si se utiliza la nuclear o no, preguntas que están a menudo en el debate público. ¿Por qué la sociedad no percibe esta cuestión?

I.G.: La gente quiere la triple B sobre la energía: buena, bonita y barata. Pero pocas veces son compatibles las tres. Por poner un ejemplo, desconocen que las energías renovables que, en teoría son inagotables (el viento existe y existirá, el sol ídem) son al mismo tiempo más caras. Cuando se apuesta por un tipo de producción de energía renovables, como sociedad tenemos que hacer el esfuerzo de pagar un poco más cara la electricidad. Además de esto, la gente quiere energía segura: nadie está dispuesto a que cuando se vaya de casa se quede sin luz y que, por ejemplo, los alimentos que tienen en la nevera se pierdan. Esta seguridad de suministro requiere atender a otros factores. La eólica, por ejemplo, no da seguridad en el suministro, ya que sólo se produce cuando sopla el viento. Si uno ve los momentos en que ocurren los máximos de consumo que se han producido en este país debidos a un aumento en la utilización del aire acondicionado o de los sistemas de calefacción, se puede comprobar que, en esos momentos, quién está aportando a la red la energía para soportar todo ese consumo no es la energía eólica, puesto que cuando hay un anticiclón, haga frío o calor, el viento sopla menos. Por lo tanto, cuando no hay viento son necesarias otro tipo de instalaciones que proporcionen la electricidad para que uno pueda seguir duchándose o utilizar el aire acondicionado. En este caso son las centrales de carbón, nucleares o de ciclo combinado. Otro caso parecido es el de las hidráulicas. Cuando llueve los pantanos se llenan y, por tanto, no hay problema para obtener electricidad de la energía hidráulica, pero hay veces que hay sequías y hay que suplir este tipo de producción energética con otras, como las que he mencionado. La gente desconoce todo esto, en general. En conclusión, lo importante es tener un mix de todas estas fuentes, cada una con papeles concretos en el suministro y en el que se inlcuya el carbón (centrales térmicas), hidráulica, ciclos combinados, renovables, y, posiblemente, habría que ver si en ese mix debería participar más la energía nuclear.

E.D.: Desde los medios de comunicación, ¿cómo se trata el sector energético? ¿Existen diferencias entre medios generalistas y económicos, o incluso entre medios audiovisuales y escritos?

I.G.: Pues existe diferencia entre los medios generalistas y económicos. Estos últimos suelen ser un poco más rigurosos, suelen tener un poco más de sensibilidad con estos temas que no son tan sociales. Pero dentro de los propios medios generalistas existe una diferencia de tratamiento según la sección, si es sociedad o economía. Pienso que los redactores y periodistas que tratan estos temas tienen diferentes formaciones y un diferente acercamiento al mundo de la energía en función de la sección en la que trabajan y eso se percibe. En general, en las secciones de sociedad de los periódicos generalistas se hace bastante demagogia en torno a los temas energéticos, incluso en muchos programas de televisión se trata el tema no para informar, si no para reforzar todos los tópicos que ya existen en la sociedad. Pongamos por caso que se quiere tratar el hecho de si las líneas de alta tensión producen campos electromagnéticos. Pues siempre alguien al que se le ocurre hacer de eso un reportaje, que lo vende a algún programa de televisión buscando un contenido de interés “social” enfocado desde la alarma. No importa si hay una base científica o no detrás de eso o si los datos son fiables. Lo importante no es lo que es, sino lo que parece que es. Por lo tanto, se trata de manera bastante frívola el tema energético. Pero sí es verdad que hay medios que por estar, muy especializados lo tratan mejor, lógicamente, medios que lo tratan mejor en unas páginas que en otras y medios o que no lo tratan o lo hacen muy mal.

E.D.: ¿Cómo valora el que haya medios especializados sólo en el sector?

I.G.: Lo valoro muy positivamente. Creo que el progreso de la humanidad está ligado al consumo de energía, es decir, no hay país que pueda progresar sin aumento en su consumo de energía, por tanto, la energía es algo fundamental para el progreso de los pueblos. Antes se utilizaba la energía calorífica gracias a la combustión de la madera, después fueron apareciendo el petróleo, el gas y otros tipos de energía. Si tenemos en cuenta que hasta el año 1800, la población del planeta no supera los 1.000 millones de personas, en 1920 supera los 2.000 millones, en los años 60 no supera todavía los 3.000 millones y que desde los años 60 hasta el 2000 la población de la tierra se dobla hasta los 6.000, esto quiere decir que se van a consumir grandes cantidades de energía, porque toda la población de países con China, el Sudeste Asiático que están multiplicando sus poblaciones y tienen derecho a consumir energía. Tenemos, por tanto, que hacer una reflexión profunda de cómo se va a realizar ese proceso, qué energías vamos a consumir, como nos van a ayudar a progresar y hacer que este progreso sea compatible con que el crecimiento sea sostenible o que no se dañe al medioambiente. Todas ellas son cuestiones que se deben tratar de formar profesional y rigurosa.

E.D.: Sobre el tema del déficit tarifario, ¿existe conocimiento a nivel de calle de las consecuencias de una negociación como la que se está llevando a cabo? ¿Hay transparencia sobre el tema?

I.G.: La sociedad no tiene ni idea del problema que es el déficit tarifario. Entre otras cosas, la gente piensa que se trata de un problema de las eléctricas y, verdaderamente, puede llegar a serlo. Para explicarlo de forma fácil, el problema surge del hecho que las tarifas están intervenidas, puesto que el último que las fija es el Gobierno y, por ello, se han utilizado unas veces para controlar la inflación y otras veces no se han subido porque no convenía políticamente. Todo esto ha llevado a una dinámica perversa y es que las materias primas y el coste de producción de energía han estado subiendo mientras que las tarifas, fijadas políticamente, no reflejan esos costes de producción. Esa diferencia entre el coste real de producción y lo que paga el consumidor es el déficit de tarifa. Los políticos sabían que con los precios aplicados, las eléctricas no estaban recuperando los costes de producción. Pero, por decirlo de alguna forma, es como si los políticos estuvieran diciendo a las eléctricas “no os preocupéis, que nosotros vamos a ir subiendo la luz para que recuperéis todo lo que habéis dejado de ingresar”. El problema es que esto no se lo han dicho a los ciudadanos. Pero como el precio de la luz tenía que haber crecido mucho más y al mismo tiempo que esto ocurría, las eléctricas han estado apuntando en una cuenta una deuda que los ciudadanos debemos a las compañías. Pues esa cifra ha ido creciendo año tras año y al final de este año la deuda contraída por los ciudadanos con las eléctricas ascenderá a unos 20.000 millones de euros. El problema es doble, porque en los años pasados cuando subieron las materias primas y este país vivía una situación económica muy favorable, se daban las condiciones para que los ciudadanos hubieran podido asumir un coste mayor por el precio de la energía que estaban consumiendo en ese momento. Pero en un momento como el actual de crisis, con mucha gente que va al paro, con mucha gente que ha visto mermados sus ingresos, es difícil proponer el hecho de que paguen ahora la luz que no han pagado durante todos estos años. Todo este problema lo desconoce la sociedad y en un momento dado habrá que enfrentarse a él. A esto hay que añadir, que en la calle la gente comenta que las eléctricas ganan mucho dinero y reparten dividendos. Pero hay que aclarar en este punto que el déficit de tarifa es un apunte contable, es decir, la promesa del Gobierno de pagar esos millones que se deben a las compañías, las cantidades se están apuntando en las cuentas de resultados y, a cuenta de ese dinero debido, se están pagando dividendos, etc. Por tanto es un dinero que ya está gastado, ya cuentan con ello y que la subida de tarifas por este concepto no aumentará el beneficio de las eléctricas.

E.D.: ¿Alguien está haciendo el esfuerzo de explicar esto a los españoles?

I.G.: Es cierto que los periódicos especializados hemos escrito sobre le el tema, pero no sé hasta qué punto esta información llega a la sociedad en general. Creo que la gente del sector o de la administración (por lo menos a nivel de los ministerios implicados) conoce perfectamente el problema. Otra cosa es cómo se va a afrontar o solucionar. De todas formas hay que ser muy didáctico para explicar esto al ciudadano medio o, de lo contrario, no se entendería el problema.

E.D.: Y ahora sería ya un poco precipitado explicar todo esto porque es un problema que está ahí, que necesita una solución.

I.G.: Cierto, tiempo hay cada vez menos. Lo primero que debería hacerse es actualizar los precios de la energía para que, al menos, no se siga generando más déficit. Como ya he comentado, dentro de ese déficit estamos pagando el coste que tienen las energías renovables: las primas a la solar o la eólica y el alto coste de producción están dentro de ese sobrecoste que los ciudadanos tenemos que pagar, pero que no hemos hecho porque los políticos no han tenido en su momento la valentía de subir las tarifas o de liberalizarlas como estaba previsto

E.D.: ¿Y por qué al precio de la energía se le ha quedado ese estigma de ser un precio intervenido? Igual que pasa con las empresas eléctricas, que no son vistas como empresas sino como una especie de provisoras de un “bien público” no de un suministro.

Supongo que es por el hecho de que haya del orden de 15 ó 16 millones de contratos entre particulares e industrias en este país y que los políticos que son los que tienen la capacidad para desregular un sector y abrirlo a la competencia, etc., temen que el hecho de que los precios de la energía suban mucho y que ello les penalice políticamente. Por tanto, siempre han tenido la intención de mantener este tema bien controlado. Si, por otro lado, alguien se pregunta por qué a pesar de estar teóricamente liberalizado el sector de la energía en España no se ha incrementado la competencia, se le podría responder que hasta que no se liberalicen las tarifas, no puede existir competencia completa contra una tarifa que está fijada y que tiene un tope que, a veces, está por debajo de los costes. Ha habido intentos y proyectos, pero no hay compañías importantes que hayan venido a hacer inversión intensiva porque existía esa inseguridad de un escenario en el que habría que vender la energía por debajo del precio que me está costando producirla. Con una verdadera liberalización completada, hubieran llegado muchas más compañías, se habrían hecho muchas más instalaciones y gracias a una competencia más o menos normalizada se podrían haber obtenido precios más interesantes para el consumidor. La ley no lo impide, cualquiera puede venir a este país y montar su ciclo combinado o incluso una nuclear (si consigue superar todos los pasos anteriores), pero la liberalización en ese sentido ha fracasado.

Nuestros lectores podrán leer mañana la segunda parte de la entrevista a Iñaki Garay que abordará temas como el mercado eléctrico de generación, el funcionamiento de la CNE, el debate nuclear, las renovables, el medio ambiente o la crisis económica.

«Hasta que no se liberalicen las tarifas, no existirá una competencia completa en el sector energético»

ENERGÍA DIARIO: ¿De dónde proviene este interés personal y profesional por el mundo energético?

IÑAKI GARAY: La verdad es que fue un interés casi impuesto, porque empecé a trabajar en Expansión, allá por el año 87, y al poco tiempo de llegar empecé a llevar temas energéticos y, como en otros trabajos, a medida que lo vas haciendo te va entusiasmando o te va decepcionando. A mí me entusiasmó por el hecho de que el mundo de la energía tiene muchas vertientes y un ámbito y proyección social muy importante. Por eso me ha interesado y lo he hecho durante mucho tiempo.

E.D.: ¿Cómo valora el conocimiento que tiene la sociedad española sobre el sector energético?

I.G.: Hay un desconocimiento enorme, la sociedad española sabe realmente muy poco sobre el sector energético. Por poner algún ejemplo, la mayor parte de la gente no sabe qué hay detrás del hecho de apretar un interruptor y que se encienda la luz en su casa, qué energías, ni qué capital se están moviendo, ni qué inversiones hay que realizar. Prácticamente todo eso se desconoce. Lo que es opinión de todos es que la luz es cara. Si a uno le preguntan en una encuesta si le parece que la luz es barata o cara, como se trata de un bien de consumo generalizado, siempre responderá que es cara, pero nadie sabe cuánto consume o paga de luz cada día. En el sector del petróleo pasa lo mismo. Sabemos que los precios del petróleo varían muchísimo pero el de los carburantes no lo hacen en la misma medida y eso está motivado porque gran parte de lo que pagan los consumidores son impuestos como el IVA, el impuesto sobre hidrocarburos o impuestos especiales y la gente no conoce la carga fiscal que tienen que soportar estos medios.

No hay tampoco un gran conocimiento sobre las energías renovables. Por ejemplo, se suele decir que en España hay mucho sol y que, por consiguiente, se cree que es fácil o debería ser fácil la producción de energía solar. Lo que no sabe la gente es que para obtener esta energía hay que utilizar unos paneles de silicio que son muy caros de fabricar y cuya eficiencia es muy baja comparativamente con otras fuentes. Por tanto, esa diferencia entre el coste de esos paneles y su bajo rendimiento, tiene que verse compensada para que pueda participar en la generación energética, lo que implica imputar unas ayudas complementarias, que pueden hacer que realmente esa energía sea más cara que la producida por un ciclo combinado de gas, por ejemplo.

Hay, por tanto, un escaso conocimiento sobre el sector y muchos tabúes. Sólo contar una anécdota, muy ilustrativa de esta cuestión. Cuando yo estaba en el Ministerio de Industria: en la época estaban haciendo lo que se denominaba el cable que unía eléctricamente Marruecos con España, una de las cuestiones que planteaban recurrentemente los periodistas locales era si iban a traer energía nuclear a través del cable. Este tipo de respuestas dan una idea del desconocimiento generalizado que hay sobre la energía.

Además de esto, partimos de una idea popular de que las compañías eléctricas son ricas y que están en manos de nobles. Me acuerdo de alguien que me comentó una vez “esta eléctrica es del Barón de Grado (Martín González del Valle, que era el dueño de Hidrocantábrico)” pero no era suya, claro, el Barón de Grado era el que la presidía; u otro que decía “es del Marqués de Arriluce” que es Fernando Ybarra cuando presidía Sevillana de Electricidad.

Con esto quiero decir que la gente percibe que las eléctricas eran propiedad de unos nobles, cuando la verdad es que son propiedad de millones de accionistas. Cuando se penaliza el funcionamiento de estas compañías, por ejemplo, no reconociendo los costes en que incurren, lo que pasa es que se está transfiriendo renta de estos millones de accionistas a millones de consumidores. Al mismo tiempo se perjudica la imagen del país, porque la inversión extranjera o los grandes fondos de inversión se acercan mucho a sectores como este, que son muy intensivos de capital, es decir, para montar un ciclo combinado o una central nuclear, por ejemplo, hay que invertir unos 4.000 millones de euros y eso supone que tiene que haber capital en el mundo suficiente que esté dispuesto a jugárselo en tu país y, por supuesto, tienen la intención de obtener una rentabilidad. Nadie mete su dinero en un sitio a cambio de nada o, incluso, perdiendo dinero o con riesgo de ello. Por lo tanto, cuando vemos a las compañías debemos saber que detrás de ellas hay muchos intereses, que además son intereses legítimos y que hacen un servicio a la sociedad.

E.D.: En relación a esto, la gente quiere energía barata y esto tiene un “trade off” entre si se usan o no renovables, o si se utiliza la nuclear o no, preguntas que están a menudo en el debate público. ¿Por qué la sociedad no percibe esta cuestión?

I.G.: La gente quiere la triple B sobre la energía: buena, bonita y barata. Pero pocas veces son compatibles las tres. Por poner un ejemplo, desconocen que las energías renovables que, en teoría son inagotables (el viento existe y existirá, el sol ídem) son al mismo tiempo más caras. Cuando se apuesta por un tipo de producción de energía renovables, como sociedad tenemos que hacer el esfuerzo de pagar un poco más cara la electricidad. Además de esto, la gente quiere energía segura: nadie está dispuesto a que cuando se vaya de casa se quede sin luz y que, por ejemplo, los alimentos que tienen en la nevera se pierdan. Esta seguridad de suministro requiere atender a otros factores. La eólica, por ejemplo, no da seguridad en el suministro, ya que sólo se produce cuando sopla el viento. Si uno ve los momentos en que ocurren los máximos de consumo que se han producido en este país debidos a un aumento en la utilización del aire acondicionado o de los sistemas de calefacción, se puede comprobar que, en esos momentos, quién está aportando a la red la energía para soportar todo ese consumo no es la energía eólica, puesto que cuando hay un anticiclón, haga frío o calor, el viento sopla menos. Por lo tanto, cuando no hay viento son necesarias otro tipo de instalaciones que proporcionen la electricidad para que uno pueda seguir duchándose o utilizar el aire acondicionado. En este caso son las centrales de carbón, nucleares o de ciclo combinado. Otro caso parecido es el de las hidráulicas. Cuando llueve los pantanos se llenan y, por tanto, no hay problema para obtener electricidad de la energía hidráulica, pero hay veces que hay sequías y hay que suplir este tipo de producción energética con otras, como las que he mencionado. La gente desconoce todo esto, en general. En conclusión, lo importante es tener un mix de todas estas fuentes, cada una con papeles concretos en el suministro y en el que se inlcuya el carbón (centrales térmicas), hidráulica, ciclos combinados, renovables, y, posiblemente, habría que ver si en ese mix debería participar más la energía nuclear.

E.D.: Desde los medios de comunicación, ¿cómo se trata el sector energético? ¿Existen diferencias entre medios generalistas y económicos, o incluso entre medios audiovisuales y escritos?

I.G.: Pues existe diferencia entre los medios generalistas y económicos. Estos últimos suelen ser un poco más rigurosos, suelen tener un poco más de sensibilidad con estos temas que no son tan sociales. Pero dentro de los propios medios generalistas existe una diferencia de tratamiento según la sección, si es sociedad o economía. Pienso que los redactores y periodistas que tratan estos temas tienen diferentes formaciones y un diferente acercamiento al mundo de la energía en función de la sección en la que trabajan y eso se percibe. En general, en las secciones de sociedad de los periódicos generalistas se hace bastante demagogia en torno a los temas energéticos, incluso en muchos programas de televisión se trata el tema no para informar, si no para reforzar todos los tópicos que ya existen en la sociedad. Pongamos por caso que se quiere tratar el hecho de si las líneas de alta tensión producen campos electromagnéticos. Pues siempre alguien al que se le ocurre hacer de eso un reportaje, que lo vende a algún programa de televisión buscando un contenido de interés “social” enfocado desde la alarma. No importa si hay una base científica o no detrás de eso o si los datos son fiables. Lo importante no es lo que es, sino lo que parece que es. Por lo tanto, se trata de manera bastante frívola el tema energético. Pero sí es verdad que hay medios que por estar, muy especializados lo tratan mejor, lógicamente, medios que lo tratan mejor en unas páginas que en otras y medios o que no lo tratan o lo hacen muy mal.

E.D.: ¿Cómo valora el que haya medios especializados sólo en el sector?

I.G.: Lo valoro muy positivamente. Creo que el progreso de la humanidad está ligado al consumo de energía, es decir, no hay país que pueda progresar sin aumento en su consumo de energía, por tanto, la energía es algo fundamental para el progreso de los pueblos. Antes se utilizaba la energía calorífica gracias a la combustión de la madera, después fueron apareciendo el petróleo, el gas y otros tipos de energía. Si tenemos en cuenta que hasta el año 1800, la población del planeta no supera los 1.000 millones de personas, en 1920 supera los 2.000 millones, en los años 60 no supera todavía los 3.000 millones y que desde los años 60 hasta el 2000 la población de la tierra se dobla hasta los 6.000, esto quiere decir que se van a consumir grandes cantidades de energía, porque toda la población de países con China, el Sudeste Asiático que están multiplicando sus poblaciones y tienen derecho a consumir energía. Tenemos, por tanto, que hacer una reflexión profunda de cómo se va a realizar ese proceso, qué energías vamos a consumir, como nos van a ayudar a progresar y hacer que este progreso sea compatible con que el crecimiento sea sostenible o que no se dañe al medioambiente. Todas ellas son cuestiones que se deben tratar de formar profesional y rigurosa.

E.D.: Sobre el tema del déficit tarifario, ¿existe conocimiento a nivel de calle de las consecuencias de una negociación como la que se está llevando a cabo? ¿Hay transparencia sobre el tema?

I.G.: La sociedad no tiene ni idea del problema que es el déficit tarifario. Entre otras cosas, la gente piensa que se trata de un problema de las eléctricas y, verdaderamente, puede llegar a serlo. Para explicarlo de forma fácil, el problema surge del hecho que las tarifas están intervenidas, puesto que el último que las fija es el Gobierno y, por ello, se han utilizado unas veces para controlar la inflación y otras veces no se han subido porque no convenía políticamente. Todo esto ha llevado a una dinámica perversa y es que las materias primas y el coste de producción de energía han estado subiendo mientras que las tarifas, fijadas políticamente, no reflejan esos costes de producción. Esa diferencia entre el coste real de producción y lo que paga el consumidor es el déficit de tarifa. Los políticos sabían que con los precios aplicados, las eléctricas no estaban recuperando los costes de producción. Pero, por decirlo de alguna forma, es como si los políticos estuvieran diciendo a las eléctricas “no os preocupéis, que nosotros vamos a ir subiendo la luz para que recuperéis todo lo que habéis dejado de ingresar”. El problema es que esto no se lo han dicho a los ciudadanos. Pero como el precio de la luz tenía que haber crecido mucho más y al mismo tiempo que esto ocurría, las eléctricas han estado apuntando en una cuenta una deuda que los ciudadanos debemos a las compañías. Pues esa cifra ha ido creciendo año tras año y al final de este año la deuda contraída por los ciudadanos con las eléctricas ascenderá a unos 20.000 millones de euros. El problema es doble, porque en los años pasados cuando subieron las materias primas y este país vivía una situación económica muy favorable, se daban las condiciones para que los ciudadanos hubieran podido asumir un coste mayor por el precio de la energía que estaban consumiendo en ese momento. Pero en un momento como el actual de crisis, con mucha gente que va al paro, con mucha gente que ha visto mermados sus ingresos, es difícil proponer el hecho de que paguen ahora la luz que no han pagado durante todos estos años. Todo este problema lo desconoce la sociedad y en un momento dado habrá que enfrentarse a él. A esto hay que añadir, que en la calle la gente comenta que las eléctricas ganan mucho dinero y reparten dividendos. Pero hay que aclarar en este punto que el déficit de tarifa es un apunte contable, es decir, la promesa del Gobierno de pagar esos millones que se deben a las compañías, las cantidades se están apuntando en las cuentas de resultados y, a cuenta de ese dinero debido, se están pagando dividendos, etc. Por tanto es un dinero que ya está gastado, ya cuentan con ello y que la subida de tarifas por este concepto no aumentará el beneficio de las eléctricas.

E.D.: ¿Alguien está haciendo el esfuerzo de explicar esto a los españoles?

I.G.: Es cierto que los periódicos especializados hemos escrito sobre le el tema, pero no sé hasta qué punto esta información llega a la sociedad en general. Creo que la gente del sector o de la administración (por lo menos a nivel de los ministerios implicados) conoce perfectamente el problema. Otra cosa es cómo se va a afrontar o solucionar. De todas formas hay que ser muy didáctico para explicar esto al ciudadano medio o, de lo contrario, no se entendería el problema.

E.D.: Y ahora sería ya un poco precipitado explicar todo esto porque es un problema que está ahí, que necesita una solución.

I.G.: Cierto, tiempo hay cada vez menos. Lo primero que debería hacerse es actualizar los precios de la energía para que, al menos, no se siga generando más déficit. Como ya he comentado, dentro de ese déficit estamos pagando el coste que tienen las energías renovables: las primas a la solar o la eólica y el alto coste de producción están dentro de ese sobrecoste que los ciudadanos tenemos que pagar, pero que no hemos hecho porque los políticos no han tenido en su momento la valentía de subir las tarifas o de liberalizarlas como estaba previsto

E.D.: ¿Y por qué al precio de la energía se le ha quedado ese estigma de ser un precio intervenido? Igual que pasa con las empresas eléctricas, que no son vistas como empresas sino como una especie de provisoras de un “bien público” no de un suministro.

Supongo que es por el hecho de que haya del orden de 15 ó 16 millones de contratos entre particulares e industrias en este país y que los políticos que son los que tienen la capacidad para desregular un sector y abrirlo a la competencia, etc., temen que el hecho de que los precios de la energía suban mucho y que ello les penalice políticamente. Por tanto, siempre han tenido la intención de mantener este tema bien controlado. Si, por otro lado, alguien se pregunta por qué a pesar de estar teóricamente liberalizado el sector de la energía en España no se ha incrementado la competencia, se le podría responder que hasta que no se liberalicen las tarifas, no puede existir competencia completa contra una tarifa que está fijada y que tiene un tope que, a veces, está por debajo de los costes. Ha habido intentos y proyectos, pero no hay compañías importantes que hayan venido a hacer inversión intensiva porque existía esa inseguridad de un escenario en el que habría que vender la energía por debajo del precio que me está costando producirla. Con una verdadera liberalización completada, hubieran llegado muchas más compañías, se habrían hecho muchas más instalaciones y gracias a una competencia más o menos normalizada se podrían haber obtenido precios más interesantes para el consumidor. La ley no lo impide, cualquiera puede venir a este país y montar su ciclo combinado o incluso una nuclear (si consigue superar todos los pasos anteriores), pero la liberalización en ese sentido ha fracasado.

Nuestros lectores podrán leer mañana la segunda parte de la entrevista a Iñaki Garay que abordará temas como el mercado eléctrico de generación, el funcionamiento de la CNE, el debate nuclear, las renovables, el medio ambiente o la crisis económica.

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