Garoña, el festival de Woodstock y Leire Pajín

Curiosamente el cineasta taiwanés Ang Lee acaba de hacer una revisión del Taking Woodstock, uno de los hitos de la cultura ‘hippy’, que tuvo un componente antinuclear importante en su momento, un revival de aquel momento fascinante de ensoñación, una metáfora de una época y de una cultura completamente sobrepasada y vista desde la distancia y la comicidad.

El caso de la decisión sobre la continuidad de la operación de la Central de Santa María de Garoña sigue guardando, además de gran expectación, un número importante de titulares, reacciones y contrarreacciones, toda vez que la movilización entre los concernidos alrededor de este tema parece que no va a parar. Si tuviéramos que tipificar, hay dos tipos de argumentos: los que apelan a la racionalidad económica y medioambiental y los que aluden al programa, programa y programa. Al menos, no parece que haya sucedido una de esas situaciones de “pánico nuclear” artificial y “casual” de los que estábamos acostumbrados a tener cada vez que había una decisión respecto a este tipo de tecnología, sea un maletín que se pierde en un taxi o submarino nuclear que hay que reparar en Gibraltar; a falta de evidencias más contrastables, bastaba con la precipitación de las sospechas.

Ayer, y según pudimos comprobar, le tocó el turno a Leire Pajín, quien señaló que el Gobierno se centraría en defender el programa electoral Partido Socialista Obrero Español, quizá el único “argumento”, por llamarlo así, que se ha quedado en pie después de una importante turbamulta inicial. Hasta ahí pocas novedades. La palabra dada, en una redundancia por su propia repetición, en la cual ya no se trata de una decisión técnica, ni siquiera política (la política es otra cosa), sino ideológica. Probablemente, habrá que preguntar si hoy los españoles piden el cumplimiento “formal” del programa y de las promesas electorales, o están mirando a la pared con el incumplimiento filosófico del optimismo antropomórfico que nos situaba en el pleno empleo y en el mejor de los mundos posibles. Porque incluso puede resultar paradójico que, con las acusaciones de por medio de “ocultar la crisis” durante la campaña y en el programa electoral hasta después de las elecciones generales, la pieza más importante a abatir de todo el programa sea Garoña, como fijación concreta.

En todo caso, tal y como se defiende en este programa, parece más el brazo incorrupto de San Apapurcio, que debe ser defendido, en una mezcla exótica que se queda a medio camino entre Woodstock (posición antinuclear de los años 70) y el encarnizamiento a sangre y fuego contra la tecnología, contra la crisis, contra la realidad, contra los argumentos y contra la racionalidad. Eso sí, entre las adhesiones inquebrantables y las defensas numantinas siempre es bueno introducir, la atención al consejo de los asesores (y más a los de la Escuela Jaime Vera en cuestiones oratoria) con sensibilidad hacia los posibles y futuros parados, de producirse el hipotético cierre. Tampoco consiste en hacer leña del árbol debilitado por las plagas electorales y sus debilidades, pero cada vez es más complejo tomar una decisión de cierre sin argumentos, tratándose de una planta referente en el mundo, con un análisis desde el punto de vista de la seguridad exigente y que cuenta con más de 300 millones de inversión pendiente, junto con los 50 millones adicionales que requieren las condiciones del CSN. Además de los costes de sustitución y de energía alternativa. Probablemente, esta es una decisión de Estado y de Gobierno, más que de partido e ideología, en la que se requiere mayor consenso y debate, presente y futuro.

En todo caso, estas declaraciones contienen un cierto avance, un mínimo avance, en la medida que ya supone diferenciar entre partido y gobierno, programa electoral y programa y acción de gobierno, dado que el programa electoral es una propuesta de una organización política y la acción de gobierno tiene que ver con la gestión de los asuntos públicos y la acción para todos y la sociedad, más allá de la ideología. Quien cuenta con experiencia política y de gobierno lo sabe y lo diferencia.

Por eso, cabría preguntarse cómo se puede/cómo se pudo irrogar la posición del “programa” como posición del Partido Socialista, en la medida que las voces discordantes son muy numerosas y de mucho peso. ¿Es que algún grupúsculo tomó al asalto el programa en su parte energética? ¿Había consignas para favorecer un posicionamiento tan explícito o la tendencia a hacer papeles complacientes con ideas prefijadas como el de la Fundación Ideas comenzó entonces?

Otro foco de preocupación en el PSOE con respecto a esta decisión empiezan a ser los sindicatos que han hecho un análisis más ponderado que el contenido en el programa, con razones de empleo, dependencia energética, coste de energía y competitividad industrial, incluso de compromisos medioambientales, frente a una posición tan monocolor y falta de matices procedente de la Fundación Ideas. Incluso han puesto el dedo en la llaga en la ausencia de un debate y necesario consenso. De hecho, hay grupos ecologistas que apuntan al papel de la nuclear en la lucha contra el cambio climático y, en paralelo, al cambio climático como el mayor problema y de mayor urgencia a abordar en el campo medioambiental. Patrick Moore, ex fundador de Greenpeace, que visitará España el próximo mes, es uno de los defensores de esta posición. Además, parece que Obama relanzará el programa nuclear norteamericano y también Lula, representante de la izquierda moderna y pragmática latinoamericana, hará lo propio con Brasil.

¿Nos quedaremos en Woodstok en plena crisis?

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