Federales contra confederados
El enfoque del especial incluía un artículo titulado «La Guerra Eléctrica«, de Miguel Angel Noceda, garganta profunda de la sección Información Privilegiada, más un editorial del suplemento, en que sin ambages daba y quitaba razones a los sectores (¿?) en un deliberado ejercicio de presentar este problema desde un enfoque dialéctico y de confrontación que, en el fondo, pone a salvo al Gobierno.
Realmente, el periódico sigue con la teoría de su editorialista, ya fallecido, Manuel Azcárate, que afirmaba que gobernar es elegir damnificados y, en eso, el periódico toma partido sin cortarse. Así es como se interpreta la política en España y ante eso es difícil substraerse a sus consecuencias. Además, el especial se acompañaba de un artículo de Eduardo Montes, presidente de Unesa, y otro de Luis Crespo, presidente de Protermosolar.
Por tanto, presentar el resultado de la reforma eléctrica como una confrontación entre «renovables» y eléctricas tradicionales es una tentación fácil y que, seguramente, hace las delicias del Gobierno, empeñado en difundir el mensaje de que su engendro es una reforma que daña a todos y que además se jacta de ello. Un tratamiento amnésico, adanista y sin pasado, es el que permite no hacer una lectura económica correcta del problema y amparar el «todos los gatos son pardos» porque cada agente tiene un interés.
Junto a esto, explicar el problema en estos términos es exonerar a los responsables políticos del problema del déficit tarifario y en eso es extraordinariamente hábil el periódico: irresponsabilizarlos del hecho de haber creado el problema e irresponsabilizarlos de las chapuzas con las que se dice intentar resolverlo, habilitándoles para que hagan mangas y capirotes, de acuerdo al viento demagógico que se agite en cada momento.
Todo está permitido porque es un enfrentamiento entre empresas y tecnologías. Así de fácil y de burdo, en una sociedad acostumbrada al modelo de «las dos Españas». Y, así se puede leer todo lo que se publica en los distintos medios de comunicación en estos días. Unos contra otros, y ese conflicto es enormemente atractivo en lo informativo, pero inútil para abordar el problema de forma productiva. Porque ese conflicto es posible cuando no hay política energética definida y coherente.
Recordemos que, en realidad, el déficit de tarifa eléctrico es un problema eminentemente político, consecuencia de fuertes errores políticos, regulatorios y de administración de los costes regulados, asociado al control de precios eléctricos en el recibo, para no asustar a la ciudadanía y a la opinión pública. Todo ello sin que los distintos y sucesivos ejecutivos contasen con una política energética, económica y medioambientalmente sostenible, sino un sistema de distribución de subsidios y creación de infraestructuras, como son las primas y el sobredimensionamiento de las infraestructuras de transporte. Y todos los ejecutivos tienen su balance y ninguno puede renunciar a la herencia recibida y acumulada.
Se trata, por tanto, de presentar una batalla de federales contra confederados, de renovables contra «eléctricas tradicionales» para no entrar en una valoración política de eficiencia energética, regulatoria, medioambiental, empresarial, competitiva y de mercado. Así, simplificar los efectos de la reforma sin abordar cuestiones clave como son la seguridad jurídica, la liberalización, el modelo empresarial, la política de precios, la política energética, la política medioambiental, el funcionamiento de los mercados y el pasado generador de la burbuja renovable y de una nueva clase rentista en España cebada por los gobiernos autonómicos y centrales, es hacer un flaco favor a la resolución del problema, ocultando elementos claves del mismo. Es muy difícil llegar así a algo productivo.
Para el Ejecutivo, por tanto, este reportaje, este acercamiento, un enfoque de esa índole, son coartadas formidables para una reforma que no resolverá el déficit tarifario, por el hecho de que no es necesario disponer de una política energética ni de ejercer la responsabilidad política con los errores del pasado. Sólo se trata de azuzar una supuesta pelea y distraer.


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