«Es importante que Gobiernos y reguladores recuperen su credibilidad, como base para el buen funcionamiento del sector»

ENERGÍA DIARIO: Hablando de la cuestión de la liberalización, existen ciertas críticas hacia el funcionamiento del mercado eléctrico de generación, ¿por qué esta crítica a este mercado? ¿Por qué no se cree en el mercado de la energía?

IÑAKI GARAY: Tengo que decir que el problema del mercado eléctrico es ese tipo de intervención. Cuando se puso en marcha este mercado empezó a funcionar bastante bien, para ser uno de los primeros de Europa. De hecho, se viene casando en el mercado con normalidad la oferta y demanda de electricidad. En algún caso, ha aparecido alguna irregularidad en determinados “cuellos de botella” como es el mercado de desvíos y restricciones técnicas. Pero, al margen de todos los problemas que hayan podido surgir, todas estas cosas se han ido corrigiendo. Los operadores del mercado del sistema hicieron su labor en su momento, creo que los reguladores han seguido bien el tema, pero, al final, el problema no es del mercado, es de estructura final, es si existe o no competencia en este país y realmente existe muy poca en España y tiene que ver con el tope que supone la tarifa topada o intervenida.

E.D.: Una de las cuestiones que nos podemos plantear es que durante los últimos años las dos grandes operadoras, Endesa e Iberdrola, hace 6 ó 7 años estaban hablando de casi el 80% de participación en el mercado y hoy no llegan al 45%. ¿Este hecho no ha incrementado la competencia?

I.G.: Se ha ido diluyendo. Lo que ocurre no es que una compañía compita contra otra, sino que compites contra el sistema. Si las tarifas siguen topadas, da igual que haya siete o dos operadores. El problema no está en el número de operadores, sino en que haya un marco eficiente para que compitan. Eso que dicen, por ejemplo, del mercado mundial de refrescos de cola que son Coca Cola y Pepsi y que compiten “a muerte”. Como este, hay otros muchos ejemplos de mercados con un número pequeño de operadores y donde hay una gran competencia. Es cierto que los reguladores tienen que estar atentos para que no haya un pacto colusorio o un cártel. El porqué estos operadores han ido perdiendo peso, creo que se debe a que muchas veces ha sido una posición también buscada además de por la entrada de nuevos operadores y las renovables (principalmente la eólica). A medida que van diversificando su actividad en otros mercados, las empresas intentan que ese crecimiento reduzca el riesgo, por lo tanto, han buscado una mayor diversificación de inversiones y riesgos en más países.

E.D.: Sobre lo que son las operaciones corporativas, la última de UF-GN, recientemente aprobada, aunque con críticas por su resultado en el mercado de aprovisionamiento de gas y por el solapamiento de distribución eléctrica y distribución de gas. ¿Siguen existiendo condiciones para que existan nuevos procesos de reestructuración del sector energético?

I.G.: Creo que sí. Hay un proceso muy interesante que se ha dado en estos últimos años, no sólo de concentración entre las propias compañías, sino además de concentración con otras compañías europeas como se ha reflejado en el interés que han mostrado E.on o Enel a raíz de la opa de Gas Natural sobre Endesa. Esto abrió un nuevo panorama en el sector energético español. De ser una cuestión que se iba a dilucidar dentro del mercado ibérico, pasó a formar parte de un interés europeo. Posiblemente esta reordenación no era la más eficiente que se pretendía en un primer momento, entre otras cosas, porque ha sido una reordenación asimétrica: mientras en España las compañías habían sido privatizadas, en otros países europeos seguían en manos del Estado. Esas compañías, aparte de ser intocables, contaban con recursos ilimitados y muchas veces con mercados cautivos, como el caso de Francia, por ejemplo. Pero volviendo al mercado español, creo que la reordenación no se ha acabado. Han aparecido nuevos actores como las compañías constructoras que estaban mudando de un sector ya muy maduro y que incluso estaba entrando en crisis hacia otros sectores y eso ha posibilitado que algunas constructoras importantes hayan tomado posiciones en compañías eléctricas. Lo que no sé es si esas posiciones tienen un carácter permanente o más bien especulativo, o si van a ser un tránsito hacia otro modelo. En todo caso, siguen operando compañías pequeñas en este país que acabarán por integrarse en modelos más grandes. Incluso en Europa, no creo que haya más de cuatro o cinco grandes grupos energéticos en un tiempo.

E.D.: ¿Cómo valoraría el funcionamiento institucional, de los reguladores principales y de la Administración en todo este proceso?

I.G.: En el momento en que se planteó la operación de Gas Natural sobre Endesa, aquella operación que quería crear un campeón nacional, a partir de la intervención de la CNE intentando desincentivar una oferta de una compañía alemana sobre una española (E.on sobre Endesa), el organismo público perdió su credibilidad. Pasó de ser un regulador con una cierta reputación incluso de ámbito europeo a traslucir que el regulador estaba al servicio de los intereses del Gobierno en aquel momento. De esta pérdida de credibilidad no se ha recuperado. Si a esto unimos que los Gobiernos, sean del color que sean, han utilizado la energía para hacer política, unas veces interviniendo el precio de la energía y otras posibilitando uniones u operaciones corporativas que tenían unos ciertos intereses, entonces el escenario que se presenta es un poco desolador. Creo que es importante que tanto los Gobiernos como los reguladores recuperen esa credibilidad como base para un buen funcionamiento sectorial.

E.D.: ¿Es sano que la Comisión Nacional de la Energía esté sin resolver su renovación desde hace casi un año?

I.G.: Pues ciertamente no. Creo que el problema es que como gran parte de los miembros de la CNE, como los de otros muchos reguladores e instituciones de este país (la propia Justicia) se resuelven en un acuerdo político, el resultado es que las cosas funcionen mal. Lo lógico sería cambiar los elementos necesarios para que estos reguladores pudieran ser independientes del poder político. Quizás deberían ser elegidos por una mayoría parlamentaria, exigir que se trate de profesionales de reconocido prestigio, que no tengan ninguna adscripción política… En definitiva, introducir una serie de elementos que devuelvan la credibilidad a este tipo de organismos.

E.D.: Sobre las cuestiones abiertas en este momento en el sector energético español, querríamos saber su opinión sobre cuatro puntos esenciales. En primer lugar, ¿cuál es su posición sobre la reapertura del debate nuclear en nuestro país?

I.G.: La necesidad de cualquier país de mantener una estructura económica competitiva exige tener fuentes de energía que sean, como se suele decir, “buenas, bonitas y baratas”. España es un país muy dependiente energéticamente, casi el 80% de la energía que consumimos tiene que ser importada, lo cual nos sitúa en un régimen de dependencia enorme y constituye una de nuestras mayores debilidades. Hacer una apuesta por las energías renovables es interesante por que la producción de energía autóctona tiene un componente industrial, puesto que su desarrollo genera en su entorno un sector potente. Tenemos empresas muy importantes como Gamesa y otras que son modelos a nivel mundial y que exportan tecnología. Pero, al mismo tiempo, plantean problemas de costes como de seguridad en el suministro. Si queremos contar el suministro con energía barata abundante y segura, tenemos que ver en otros países qué alternativas existen. Y se mire por donde se mire, una de estas alternativas es la de la energía nuclear. Finlandia ya está construyendo nuevos reactores, el Reino Unido tiene proyectos, al igual que algunos países del Este de Europa. Alemania y Suecia se están replanteando este tema y por supuesto, Francia. Incluso en EE.UU.. Cuando Obama habla de su ambicioso plan de energías renovables, lo que no menciona es que al mismo tiempo se están licitando 23 centrales nucleares a lo largo del país. Es verdad que, desde el punto de vista político, es fácil contar a los ciudadanos todas las ventajas que tienen las energías renovables, pero la sociedad y el tejido industrial necesita unos precios de la energía que sean competitivos. En este país, por ejemplo, hay determinadas industrias que son intensivas en el consumo de energía, como los productores de aluminio, acero, el zinc, la industria química, la cementera, etc., que si no tienen un precio de la energía competitivo, se corre el riesgo de deslocalizarse. Creo que es importante que se abra un debate para ver hasta qué punto se puede ofrecer a estas industrias unos precios de la energía que les permitan seguir compitiendo en los mercados internacionales.

E.D.: ¿Qué efectos puede tener la recesión económica que estamos viviendo sobre el consumo, la demanda y la inversión en el sector energético?

I.G.: Es evidente que la recesión económica está haciendo bajar el consumo energético. Los últimos datos hablan ya de dos dígitos y muy altos de caída de la demanda, un 18%, algo que no veíamos desde hace mucho tiempo. Si la demanda cae, la inversión futura lo hace también, porque con el parque que tienes instalado se cubre perfectamente la demanda. Pero además, existen otros problemas en los mercados financieros que están prácticamente cerrados, y hay demasiada deuda pública a la venta que están impidiendo a las compañías financiarse para poner en marcha nuevos proyectos. Todo esto habrá que seguirlo con el tiempo para ver cómo se sale de ello. Pero en el momento en que esto cambie, necesitaremos disponer de una infraestructura que nos permita obtener energía a buen precio para hacer frente a un nuevo crecimiento en términos competitivos.

E.D.: Sobre la integración energía y medioambiente, ¿qué propuestas y retos tiene ahora nuestro país?

I.G.: Con respecto a este tema, está en la mesa el Plan Nacional de Asignaciones. Cuando en los años 90 se empieza a hablar del protocolo de Kyoto, se hicieron unos cálculos muy ambiciosos sobre modelos que partían de una estabilidad en el comportamiento de la actividad de nuestro país. Es decir, cuando se calcularon las emisiones que España iba a tener en los años posteriores no se contó con una época de crecimiento económico como la que tuvimos. De hecho, veremos en los próximos años cómo con la recesión económica, la emisión de gases se va a corregir muchísimo. Y no es porque haya habido un esfuerzo especial por parte de los ciudadanos o las industrias. Simplemente, es porque energía y progreso están muy ligados, como he mencionado anteriormente, y cuando hay una recesión económica, el consumo de la energía cae. Pero volviendo al tema del medioambiente, es importante contar con las fuentes de energía que sean respetuosas con él pero al mismo tiempo baratas. Y volvemos en este punto una vez más al tema de la energía nuclear. Francia es uno de los países que en las reuniones de Ministros europeos cuando se hablaba de porcentajes de energías renovables, incluían a la nuclear entre ellas, porque es una energía prácticamente inagotable y libre de emisiones. Tiene, por supuesto, otros problemas que habrá que discutir como el tratamiento de los residuos, pero un país que obtiene el 70% de su electricidad a partir de la nuclear va a defenderla hasta el final.

E.D.: Sobre las políticas de impulso a las energías renovables, ¿qué opinión le merecen las ventajas fiscales y primas que se están aplicando para el desarrollo del sector?

I.G.: Ciertamente son necesarias, pero hay que buscar un equilibrio entre lo que los ciudadanos pueden pagar y lo que el sistema puede soportar. España está haciendo un esfuerzo notable en el fomento de las energías renovables, pero no sólo de renovables puede vivir un país. La cuestión de que se hayan sacado las primas a las renovables de los Presupuestos Generales del Estado que se está planteando deviene de que si las energías renovables son bien para la sociedad, por qué las deben soportar sólo los que consumen energía eléctrica. Por tanto, aunque uno no consuma, como estas energías reducen las emisiones de CO2 a la atmósfera sería lógico que se cubran las primas a las renovables con los PGE. Este punto no lo veo muy claro, porque, al final, el precio de la energía también debe servir para evitar que se derroche la misma.

Nuestra eficiencia energética empeoró entre los años 90 y 2003, porque durante estos años al mismo tiempo que el precio del petróleo subía de 10 a 60 ó 70 dólares, el precio de la energía bajaba en términos reales un 30%. Si la gente no percibe que hay una penalización si se consume energía, la tendencia a consumir más es normal. Ese principio económico que dice “a precio cero, demanda infinita” se hace realidad. Cuando los precios no se perciben como una penalización, la gente tiende a consumir, a veces, mucho más de lo que necesita. Eso ha hecho que nuestra eficiencia energética fuese tan baja, puesto que para la misma producción se utilizaba mucha más energía. El hecho de utilizar el aire acondicionado o la calefacción en exceso, así como dejarse luces encendidas cuando no son necesarias, son ejemplos de consumo que no se deben primar, sino, más bien, penalizar. Pero volviendo a la cuestión de las renovables, es cierto que cada vez son más eficientes. Por ejemplo, en el caso de la energía eólica desde los primeros aerogeneradores implantados en España hace ya 25 años, hasta los generadores actuales ha habido cambios enormes: no sólo son mucho más predecibles sino que además producen una energía de mayor calidad y mejor precio que hace unos años. Por tanto, entiendo que hay que apoyar este tipo de energías porque en algún momento serán muy importantes, de hecho ya lo empiezan a ser, incluso que se incorporen al mercado cuando compitan con otras tecnologías.

E.D.: ¿Qué retos tiene el sector energético como industria?

I.G.: El reto más importante que tiene el sector como industria es seguir dando el salto de proveer de forma eficiente, de darnos la energía con la mejor calidad y el mejor precio. Eso ocurrirá si tiene cierta libertad para elegir las tecnologías que usa. Cuando un sector está encorsetado por una serie de principios gubernamentales o regulaciones, acaba siendo ineficiente. Si se hace una liberalización eficaz y efectiva, si se dan fórmulas de competencia y se deja que el sector madure sólo, al final habrá un sector eficiente y que redundará en un mejor servicio a los ciudadanos.

E.D.: ¿Cree que hay inseguridad regulatoria en el sector en nuestro país?

I.G.: Por supuesto. Ha habido una constante incertidumbre regulatoria y eso es lo que marca la diferencia entre un país que es moderno y otro que no lo es. Y hay que decir que España en este tema no ha sabido ser un país moderno. Creo que los países que tienen seguridad jurídica, que tienen “certidumbre” regulatoria son los que atraen la inversión, los que atraen el capital y las oportunidades que revierten al final en beneficio de todos los ciudadanos.

«Es importante que Gobiernos y reguladores recuperen su credibilidad, como base para el buen funcionamiento del sector»

ENERGÍA DIARIO: Hablando de la cuestión de la liberalización, existen ciertas críticas hacia el funcionamiento del mercado eléctrico de generación, ¿por qué esta crítica a este mercado? ¿Por qué no se cree en el mercado de la energía?

IÑAKI GARAY: Tengo que decir que el problema del mercado eléctrico es ese tipo de intervención. Cuando se puso en marcha este mercado empezó a funcionar bastante bien, para ser uno de los primeros de Europa. De hecho, se viene casando en el mercado con normalidad la oferta y demanda de electricidad. En algún caso, ha aparecido alguna irregularidad en determinados “cuellos de botella” como es el mercado de desvíos y restricciones técnicas. Pero, al margen de todos los problemas que hayan podido surgir, todas estas cosas se han ido corrigiendo. Los operadores del mercado del sistema hicieron su labor en su momento, creo que los reguladores han seguido bien el tema, pero, al final, el problema no es del mercado, es de estructura final, es si existe o no competencia en este país y realmente existe muy poca en España y tiene que ver con el tope que supone la tarifa topada o intervenida.

E.D.: Una de las cuestiones que nos podemos plantear es que durante los últimos años las dos grandes operadoras, Endesa e Iberdrola, hace 6 ó 7 años estaban hablando de casi el 80% de participación en el mercado y hoy no llegan al 45%. ¿Este hecho no ha incrementado la competencia?

I.G.: Se ha ido diluyendo. Lo que ocurre no es que una compañía compita contra otra, sino que compites contra el sistema. Si las tarifas siguen topadas, da igual que haya siete o dos operadores. El problema no está en el número de operadores, sino en que haya un marco eficiente para que compitan. Eso que dicen, por ejemplo, del mercado mundial de refrescos de cola que son Coca Cola y Pepsi y que compiten “a muerte”. Como este, hay otros muchos ejemplos de mercados con un número pequeño de operadores y donde hay una gran competencia. Es cierto que los reguladores tienen que estar atentos para que no haya un pacto colusorio o un cártel. El porqué estos operadores han ido perdiendo peso, creo que se debe a que muchas veces ha sido una posición también buscada además de por la entrada de nuevos operadores y las renovables (principalmente la eólica). A medida que van diversificando su actividad en otros mercados, las empresas intentan que ese crecimiento reduzca el riesgo, por lo tanto, han buscado una mayor diversificación de inversiones y riesgos en más países.

E.D.: Sobre lo que son las operaciones corporativas, la última de UF-GN, recientemente aprobada, aunque con críticas por su resultado en el mercado de aprovisionamiento de gas y por el solapamiento de distribución eléctrica y distribución de gas. ¿Siguen existiendo condiciones para que existan nuevos procesos de reestructuración del sector energético?

I.G.: Creo que sí. Hay un proceso muy interesante que se ha dado en estos últimos años, no sólo de concentración entre las propias compañías, sino además de concentración con otras compañías europeas como se ha reflejado en el interés que han mostrado E.on o Enel a raíz de la opa de Gas Natural sobre Endesa. Esto abrió un nuevo panorama en el sector energético español. De ser una cuestión que se iba a dilucidar dentro del mercado ibérico, pasó a formar parte de un interés europeo. Posiblemente esta reordenación no era la más eficiente que se pretendía en un primer momento, entre otras cosas, porque ha sido una reordenación asimétrica: mientras en España las compañías habían sido privatizadas, en otros países europeos seguían en manos del Estado. Esas compañías, aparte de ser intocables, contaban con recursos ilimitados y muchas veces con mercados cautivos, como el caso de Francia, por ejemplo. Pero volviendo al mercado español, creo que la reordenación no se ha acabado. Han aparecido nuevos actores como las compañías constructoras que estaban mudando de un sector ya muy maduro y que incluso estaba entrando en crisis hacia otros sectores y eso ha posibilitado que algunas constructoras importantes hayan tomado posiciones en compañías eléctricas. Lo que no sé es si esas posiciones tienen un carácter permanente o más bien especulativo, o si van a ser un tránsito hacia otro modelo. En todo caso, siguen operando compañías pequeñas en este país que acabarán por integrarse en modelos más grandes. Incluso en Europa, no creo que haya más de cuatro o cinco grandes grupos energéticos en un tiempo.

E.D.: ¿Cómo valoraría el funcionamiento institucional, de los reguladores principales y de la Administración en todo este proceso?

I.G.: En el momento en que se planteó la operación de Gas Natural sobre Endesa, aquella operación que quería crear un campeón nacional, a partir de la intervención de la CNE intentando desincentivar una oferta de una compañía alemana sobre una española (E.on sobre Endesa), el organismo público perdió su credibilidad. Pasó de ser un regulador con una cierta reputación incluso de ámbito europeo a traslucir que el regulador estaba al servicio de los intereses del Gobierno en aquel momento. De esta pérdida de credibilidad no se ha recuperado. Si a esto unimos que los Gobiernos, sean del color que sean, han utilizado la energía para hacer política, unas veces interviniendo el precio de la energía y otras posibilitando uniones u operaciones corporativas que tenían unos ciertos intereses, entonces el escenario que se presenta es un poco desolador. Creo que es importante que tanto los Gobiernos como los reguladores recuperen esa credibilidad como base para un buen funcionamiento sectorial.

E.D.: ¿Es sano que la Comisión Nacional de la Energía esté sin resolver su renovación desde hace casi un año?

I.G.: Pues ciertamente no. Creo que el problema es que como gran parte de los miembros de la CNE, como los de otros muchos reguladores e instituciones de este país (la propia Justicia) se resuelven en un acuerdo político, el resultado es que las cosas funcionen mal. Lo lógico sería cambiar los elementos necesarios para que estos reguladores pudieran ser independientes del poder político. Quizás deberían ser elegidos por una mayoría parlamentaria, exigir que se trate de profesionales de reconocido prestigio, que no tengan ninguna adscripción política… En definitiva, introducir una serie de elementos que devuelvan la credibilidad a este tipo de organismos.

E.D.: Sobre las cuestiones abiertas en este momento en el sector energético español, querríamos saber su opinión sobre cuatro puntos esenciales. En primer lugar, ¿cuál es su posición sobre la reapertura del debate nuclear en nuestro país?

I.G.: La necesidad de cualquier país de mantener una estructura económica competitiva exige tener fuentes de energía que sean, como se suele decir, “buenas, bonitas y baratas”. España es un país muy dependiente energéticamente, casi el 80% de la energía que consumimos tiene que ser importada, lo cual nos sitúa en un régimen de dependencia enorme y constituye una de nuestras mayores debilidades. Hacer una apuesta por las energías renovables es interesante por que la producción de energía autóctona tiene un componente industrial, puesto que su desarrollo genera en su entorno un sector potente. Tenemos empresas muy importantes como Gamesa y otras que son modelos a nivel mundial y que exportan tecnología. Pero, al mismo tiempo, plantean problemas de costes como de seguridad en el suministro. Si queremos contar el suministro con energía barata abundante y segura, tenemos que ver en otros países qué alternativas existen. Y se mire por donde se mire, una de estas alternativas es la de la energía nuclear. Finlandia ya está construyendo nuevos reactores, el Reino Unido tiene proyectos, al igual que algunos países del Este de Europa. Alemania y Suecia se están replanteando este tema y por supuesto, Francia. Incluso en EE.UU.. Cuando Obama habla de su ambicioso plan de energías renovables, lo que no menciona es que al mismo tiempo se están licitando 23 centrales nucleares a lo largo del país. Es verdad que, desde el punto de vista político, es fácil contar a los ciudadanos todas las ventajas que tienen las energías renovables, pero la sociedad y el tejido industrial necesita unos precios de la energía que sean competitivos. En este país, por ejemplo, hay determinadas industrias que son intensivas en el consumo de energía, como los productores de aluminio, acero, el zinc, la industria química, la cementera, etc., que si no tienen un precio de la energía competitivo, se corre el riesgo de deslocalizarse. Creo que es importante que se abra un debate para ver hasta qué punto se puede ofrecer a estas industrias unos precios de la energía que les permitan seguir compitiendo en los mercados internacionales.

E.D.: ¿Qué efectos puede tener la recesión económica que estamos viviendo sobre el consumo, la demanda y la inversión en el sector energético?

I.G.: Es evidente que la recesión económica está haciendo bajar el consumo energético. Los últimos datos hablan ya de dos dígitos y muy altos de caída de la demanda, un 18%, algo que no veíamos desde hace mucho tiempo. Si la demanda cae, la inversión futura lo hace también, porque con el parque que tienes instalado se cubre perfectamente la demanda. Pero además, existen otros problemas en los mercados financieros que están prácticamente cerrados, y hay demasiada deuda pública a la venta que están impidiendo a las compañías financiarse para poner en marcha nuevos proyectos. Todo esto habrá que seguirlo con el tiempo para ver cómo se sale de ello. Pero en el momento en que esto cambie, necesitaremos disponer de una infraestructura que nos permita obtener energía a buen precio para hacer frente a un nuevo crecimiento en términos competitivos.

E.D.: Sobre la integración energía y medioambiente, ¿qué propuestas y retos tiene ahora nuestro país?

I.G.: Con respecto a este tema, está en la mesa el Plan Nacional de Asignaciones. Cuando en los años 90 se empieza a hablar del protocolo de Kyoto, se hicieron unos cálculos muy ambiciosos sobre modelos que partían de una estabilidad en el comportamiento de la actividad de nuestro país. Es decir, cuando se calcularon las emisiones que España iba a tener en los años posteriores no se contó con una época de crecimiento económico como la que tuvimos. De hecho, veremos en los próximos años cómo con la recesión económica, la emisión de gases se va a corregir muchísimo. Y no es porque haya habido un esfuerzo especial por parte de los ciudadanos o las industrias. Simplemente, es porque energía y progreso están muy ligados, como he mencionado anteriormente, y cuando hay una recesión económica, el consumo de la energía cae. Pero volviendo al tema del medioambiente, es importante contar con las fuentes de energía que sean respetuosas con él pero al mismo tiempo baratas. Y volvemos en este punto una vez más al tema de la energía nuclear. Francia es uno de los países que en las reuniones de Ministros europeos cuando se hablaba de porcentajes de energías renovables, incluían a la nuclear entre ellas, porque es una energía prácticamente inagotable y libre de emisiones. Tiene, por supuesto, otros problemas que habrá que discutir como el tratamiento de los residuos, pero un país que obtiene el 70% de su electricidad a partir de la nuclear va a defenderla hasta el final.

E.D.: Sobre las políticas de impulso a las energías renovables, ¿qué opinión le merecen las ventajas fiscales y primas que se están aplicando para el desarrollo del sector?

I.G.: Ciertamente son necesarias, pero hay que buscar un equilibrio entre lo que los ciudadanos pueden pagar y lo que el sistema puede soportar. España está haciendo un esfuerzo notable en el fomento de las energías renovables, pero no sólo de renovables puede vivir un país. La cuestión de que se hayan sacado las primas a las renovables de los Presupuestos Generales del Estado que se está planteando deviene de que si las energías renovables son bien para la sociedad, por qué las deben soportar sólo los que consumen energía eléctrica. Por tanto, aunque uno no consuma, como estas energías reducen las emisiones de CO2 a la atmósfera sería lógico que se cubran las primas a las renovables con los PGE. Este punto no lo veo muy claro, porque, al final, el precio de la energía también debe servir para evitar que se derroche la misma.

Nuestra eficiencia energética empeoró entre los años 90 y 2003, porque durante estos años al mismo tiempo que el precio del petróleo subía de 10 a 60 ó 70 dólares, el precio de la energía bajaba en términos reales un 30%. Si la gente no percibe que hay una penalización si se consume energía, la tendencia a consumir más es normal. Ese principio económico que dice “a precio cero, demanda infinita” se hace realidad. Cuando los precios no se perciben como una penalización, la gente tiende a consumir, a veces, mucho más de lo que necesita. Eso ha hecho que nuestra eficiencia energética fuese tan baja, puesto que para la misma producción se utilizaba mucha más energía. El hecho de utilizar el aire acondicionado o la calefacción en exceso, así como dejarse luces encendidas cuando no son necesarias, son ejemplos de consumo que no se deben primar, sino, más bien, penalizar. Pero volviendo a la cuestión de las renovables, es cierto que cada vez son más eficientes. Por ejemplo, en el caso de la energía eólica desde los primeros aerogeneradores implantados en España hace ya 25 años, hasta los generadores actuales ha habido cambios enormes: no sólo son mucho más predecibles sino que además producen una energía de mayor calidad y mejor precio que hace unos años. Por tanto, entiendo que hay que apoyar este tipo de energías porque en algún momento serán muy importantes, de hecho ya lo empiezan a ser, incluso que se incorporen al mercado cuando compitan con otras tecnologías.

E.D.: ¿Qué retos tiene el sector energético como industria?

I.G.: El reto más importante que tiene el sector como industria es seguir dando el salto de proveer de forma eficiente, de darnos la energía con la mejor calidad y el mejor precio. Eso ocurrirá si tiene cierta libertad para elegir las tecnologías que usa. Cuando un sector está encorsetado por una serie de principios gubernamentales o regulaciones, acaba siendo ineficiente. Si se hace una liberalización eficaz y efectiva, si se dan fórmulas de competencia y se deja que el sector madure sólo, al final habrá un sector eficiente y que redundará en un mejor servicio a los ciudadanos.

E.D.: ¿Cree que hay inseguridad regulatoria en el sector en nuestro país?

I.G.: Por supuesto. Ha habido una constante incertidumbre regulatoria y eso es lo que marca la diferencia entre un país que es moderno y otro que no lo es. Y hay que decir que España en este tema no ha sabido ser un país moderno. Creo que los países que tienen seguridad jurídica, que tienen “certidumbre” regulatoria son los que atraen la inversión, los que atraen el capital y las oportunidades que revierten al final en beneficio de todos los ciudadanos.

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *