Éramos pocos y…

De hecho, sería interesante, ya puestos en el punto en el que nos encontramos, el que pasáramos de los eufemismos y plantearnos abiertamente la necesidad de mantener en nuestro país un trampantojo de esta guisa en lo que se refiere a organismos reguladores. Realmente, a la vista de los acontecimientos, se ha llegado a un punto de no retorno.

Esquemáticamente, la crónica de estos sucesos ha consistido en los siguientes episodios: tras un proceso de destrucción de los órganos reguladores pretéritos (que eran un desastre sin matices, por su propia mala cabeza, por su vinculación política y por el accidentado proceso de renovación que hizo el gobierno Zapatero in extremis), se configura un órgano compilador nuevo (que es también desastroso e impresentable en términos de diseño, inédito a nivel occidental, proyectando además la capacidad de control gubernamental, de acumulación de sectores y al mismo tiempo de vaciamiento de las funciones de regulación, para ser exclusivamente supervisor).

Seguidamente, a lo anterior, se continúa con un proceso nepótico de elección de consejeros que explosiona en las manos del Gobierno, con la puntilla que detona el propio partido de la oposición al renunciar a participar a su conformación para disgusto de Valeriano Gómez.

Se inicia el proceso de propuesta de consejeros (que no de elección) con perfiles particulares y con un criterio de rellenado sui generis. Por una parte, el pago de favores y servicios prestados, y, por otra, la introducción sin miramientos de comisarios o comisionados políticos, evidencian la falta de credibilidad del sistema político en organismos independientes y profesionales. Véase el caso de la vicepresidenta del organismo, María Fernández Pérez, procedente de Moncloa, o del director de la sala de Energía, Fernando Hernández, procedente directamente del Ministerio de Industria.

A continuación, llegó el debate político en el Congreso sobre los nuevos consejeros. Y los representantes políticos patrios comprenden con buenos ojos la necesidad de que todo el proceso tenga carácter político, así como los nuevos elegidos para la gloria (lo que anticipa el futuro del engendro).

Si a esto añadimos, por una parte, el canto del cisne del presidente de la Comisión Nacional de Competencia, Joaquín García Bernaldo de Quirós, o la reacción de los consejeros que permanecen en el nuevo organismo al descubrir el ajuste retributivo al que iban ser sometidos, el panorama en el que se mueve el nacimiento de la Comisión Nacional de Competencia y Mercados es poco edificante.

El hecho es que el último incidente grave es el que ha desembocado en la dimisión de Beatriz de Guindos, que ha dejado graves desperfectos para la institución y para la credibilidad institucional del sistema de competencia y regulación sectorial de nuestro país. Mañana trataremos esta cuestión, que se ha solucionado con el peor resultado posible y del que emerge la zafiedad con se está efectuando este proceso y se está dirigiendo por el Ejecutivo.

Mal presagio para un nuevo organismo que, en medio de un considerable caos y polémica de comienzo, en plena puesta en marcha, se encuentra con una propuesta de enorme alcance como es la reforma eléctrica y sus piezas jurídicas separadas.

Por eso, en este punto y hora, casi sería nuevamente necesario apelar a las instituciones supranacionales, a la Comisión Europea para que vean en qué se ha convertido este berenjenal de la Comisión Nacional de Competencia y Mercados, de forma que pongan pies en pared y que no acepten más chapuzas y «como sis» del gobierno español en este sentido. Seguro que pronto tenemos noticias.

Éramos pocos y… 

1 comentario
  1. Julio
    Julio Dice:

    Es descorazonador ver como durante el ultimo año se ha perpetrado el vaciado de contenido del regulador, el pase torero a la comision europea, despues la eleccion no consensuada de consejeros, el comportamiento de los mismos siendo mas pelotas de lo que se les pedia de entrada (provocando la ira de De Guindos, que exige a la afectada que presente la dimision, aunque se cuente otra cosa), para finalmente demostrar que la dimision es una pose y los directores se ponen a dedo desde el gobierno para tenerlo todo «atado y bien atado», que es de lo que se trata. Despues el maltrato al personal…lamentable todo el proceso.

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