El fondo y la forma

Ayer se pudieron conocer los escasos resultados referidos a las “presuntas irregularidades”, un lenguaje que se ha acuñado en torno al sector energético, a raíz de los modos que se gasta la Comisión Nacional de Energía en las inspecciones. En este caso le tocó el turno a los parques eólicos, donde el año pasado coincidieron dos cuestiones: un cambio regulatorio que afectaba a su retribución y la diferencia entre distintas instancias del sector energético del cómputo de la potencia instalada. Por lo conocido ayer, el organismo ya sabía en diciembre que no había grandes desajustes en los 37 parques eólicos puestos en marcha en 2007, algo que no hizo público para compensar el efecto “campana” que provocó la difusión pública de la sombra de sospecha inicial.

Lo primero que hay que advertir es una patología neurótica en los procesos inspectores que se instan desde la CNE. Neurosis que provienen de un fuerte grado de excitación (que se traduce en un efecto mediático, digamos que explosivo) en el momento en que se anuncia, no sin cierta tendenciosidad, que se va a investigar a un sector justificando que está en tela de juicio porque ha cometido “irregularidades” tendentes a aprovechar el cruce de la frontera en un cambio regulatorio. Un efecto «montaña rusa» de la máxima fruición y excitación cuando se conforma un cierto papel protagonista en la detección de un escándalo, frente al mutismo, silencio y frustración que provoca conocer que, tras la realidad, no había razón para la algarada inicial.

Luego, por el procedimiento del azucarillo, estas investigaciones se van disolviendo en la realidad de los expedientes, en la actuación final inspectora, en la comprobación rigurosa. Pero, el efecto está creado en un momento en que habría que cuidar especialmente la armonía en el funcionamiento de la economía y los sectores empresariales, y no someterlos a un pánico informativo o a la sospecha permanente.

Porque esa es la segunda, si se profiere una maledicencia genérica pero intencional en un momento determinado sobre un sector o una empresa, que siempre se busca que sea en momentos “oportunos”, véase las negociaciones sobre el déficit tarifario o la negociación para que las primas de las renovables pasen a los Presupuestos Generales del Estado o no. Es decir, coincidiendo el lanzamiento del “globo sonda” (sólo que con riesgos y efecto para los sectores económicos) con el trasfondo mediático.

La solución a esto es la misma de siempre, por difícil que resulte sustraerse a la tentación y vorágine del teletipo: que los órganos de supervisión e inspección hagan su labor con respeto, rigor, control, sin buscar el efecto mediático, sin hacer anuncios sucesivos antes de conocer la realidad, con garantía a los procedimientos, de forma sigilosa y firme y sin ser un instrumento político. Y, cuando se conozcan las sanciones firmes, que se comuniquen, se ejecuten y se valoren con toda su fuerza y en su justa medida y dimensión. ¿Es tan difícil?

Aquí todo el mundo se encuentra en las cacerías.

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