El Debate del Estado de la Nación como metáfora

En el fondo, este ritual ha sido, en lo energético, la nada que se nadifica, además de, por su ausencia, una cuestión paradójica tras la incesante turbamulta y polémica de los últimos meses, tanto en el ámbito de la opinión pública, como para los sectores y subsectores empresariales, los mercado y las instituciones económicas y reguladoras.

El primer día Mariano Rajoy, en su intervención como presidente del Gobierno, amagó con que debatiría sobre el sector eléctrico por la tarde (¿esperaría ser increpado al respecto por el líder de la oposición Alfredo Pérez Rubalcaba?). Con ese anuncio matutino, la república independiente de «twitter» del sector energético se movilizó notablemente, para comprobar por la tarde que no se produciría nada en el debate de por la tarde, más allá de la utilización política del problema o de la distorsión vitriólica discursiva dialéctica entre Rajoy y Rubalcaba. Un resumen: no debate, «no» estado de la cuestión, que forma parte del «no» estado de la nación, sino de la precampaña electoral de los dos partidos. En definitiva, utilización indebida y fraudulenta del debate del estado de la nación para la política politizada y los fuegos de artificio de las medidas de la manga. Algo parecido al «no diálogo» que ha presidido las relaciones entre este Gobierno y sectores y subsectores energéticos.

Ocurre, además, que el debate sobre el estado de la nación se ha producido inmediatamente después de que el ministro de Industria, Energía y Turismo concediera una entrevista al diario Cinco Días, con el titular de portada «Desde que está el Partido Popular, hay seguridad jurídica«. (Primer apunte: atención al número de veces que empiezan a aparecer los responsables de la política energética, Soria y Nadal, en los medios de comunicación y en especial en los medios de PRISA).

Soria apareció en una larga entrevista que, en lo que se refiere al sector energético, tenía como objetivo contrarrestar la catarata de reacciones económicas, financieras, inversoras e internacionales de su antipolítica energética. Una entrevista buscando titulares en los medios de información económicos dirigidos a medios de comunicación políticos. Cambio de destinatarios, absolutamente inane, dado que eso no sirve en mercados de información perfecta.

En todo caso, lo cierto es que en los últimos años en España, con ninguno de los dos grandes partidos ha existido estabilidad regulatoria y seguridad jurídica en el sector energético. Ni siquiera hay un proceso ortodoxo de separación de los costes del suministro incluidos en la tarifa, del resto de cuestiones presentes en la factura.

Además, dichas declaraciones de Soria se producen en paralelo a varios hechos incontestables: un aumento vertiginoso de la litigiosidad en el sector energético (sucesiva, por otra parte, con otras tantas sentencias producidas recientemente), una acumulación de pleitos y arbitrajes internacionales de primer orden, un desplome de los resultados de las empresas por las medidas de la llamada “reforma eléctrica”, un frenazo a la inversión en España, un proceso tumultuoso venezolano de ilegalización de un mecanismo de mercado que es la subasta CESUR, una situación generalizada de fuerte tensión en todo el sector y con todos sus subsectores en pie de guerra, incluyendo a los consumidores con una propuesta disparatada de fijación de precios horarios para su factura. Pérdida completa de credibilidad y de confianza en el Ejecutivo. Y Soria abunda en la existencia de estabilidad regulatoria.

Volviendo a lo sucedido en el debate. Por la mañana, Mariano Rajoy hostigó a Pérez Rubalcaba con la deuda recibida, esto es, con el déficit tarifario acumulado al momento en que se produjo el cambio de gobierno. El enfoque del discurso del presidente era presentar que las medidas tomadas por su equipo como las que habrían resuelto los problemas, iniciando la recuperación del país, hacia un futuro prometedor de éxitos. En el caso del sector eléctrico, supuestamente, las medidas de los populares habrían resuelto el problema del déficit tarifario a pesar del peso muerto de la herencia recibida. En ese esquematismo argumental se mueve, pero nada más lejos de la realidad.

En realidad lo que está ocurriendo es lo que dicen los números. Que el déficit tarifario se sigue acumulando (el renuncio de Hacienda a asumir 2.200 millones de euros en 2013 lleva a acrecentar en 4.000 millones de euros más la deuda eléctrica), que el Gobierno tiene problemas de coordinación graves entre Hacienda e Industria, que no tiene modelo energético, ni modelo económico, ni modelo de mercado, ni modelo empresarial, sólo un mecanismo de recortes que va pasando por sucesivas rondas para las distintas actividades y sectores y las medidas que instrumenta y que, lejos de resolver, parece que empantanan el terreno de juego y generan nuevos conflictos. Si esa es la distancia entre la realidad económica y el discurso político del Ejecutivo, lo cierto es que es muy inquietante.

De hecho, en Energía Diario, nos hemos esforzado especialmente en hacer un escandallo del déficit tarifario, responsabilidad de cada uno de los Ejecutivos pasados, para ser veraces y ponderados y para huir de la política politizada. Quizá uno de los problemas más graves del déficit tarifario sea el exceso de enfoque político-ideológico de su análisis y el empeño de que su supuesta resolución se debe dictaminar desde el Gobierno eligiendo los paganos, tensando la relación entre los distintos actores y alimentando la teoría de los intereses creados que permita hacer y deshacer en función de los intereses cercanos en cada momento y la resolución de los «tour de force».

En todo caso, por una parte, este gobierno (como todos los anteriores) es responsable del engrosamiento del déficit que se ha producido durante su mandato. Pero, por otra, tiene una responsabilidad adicional que proviene de las disfunciones de su proceso y modo de toma de decisiones, de la prolongación agónica del problema, derivada de su modelo de comunicación política y, evidentemente, de las consecuencias presentes y futuras de las medidas instrumentadas para la economía española, para las empresas, la actividades, la inversión, la competitividad, el suministro y la confianza institucional en España.

Una comunicación política esquemática, triunfalista, poco sofisticada que se encarga de vender eslóganes a diestro y siniestro, mientras, como dijo el propio Mariano Rajoy al final de su intervención, el mundo sigue dando vueltas. Y, la presentación de resultados y litigios siguió creciendo en estos dos días. Como decía el gran Francisco Umbral, el error de confundir la democracia con la popularidad.

Adenda: el fin de semana pasado, el vicepresidente de la Comisión Europea, Joaquín Almunia, evidenciaba la ausencia de modelo y de discurso de nuestro Gobierno y, probablemente, de nuestra política. Algo extensivo claramente a lo energético. Porque en este trivializado Debate se ha vuelto a evidenciar. Y de qué manera.

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