Dinamarca se presenta ante la cumbre del clima en la vanguardia energética

Desde 1990 hasta 2007, la actividad económica en Dinamarca ha crecido más de un 45 por ciento, mientras que las emisiones de dióxido de carbono (CO2) se han reducido en más del 13 por ciento.

Según la vicedirectora general de la Agencia danesa de la Energía, Anne Hojer Simonsen, estos datos demuestran que «se puede desvincular el crecimiento económico del consumo energético».

Si a finales de los 70 Dinamarca era un país que dependía en un 99% de las importaciones de petróleo, a día de hoy el panorama ha sufrido una importante transformación: el 19% del consumo energético procede de las fuentes de energía renovables.

Este dato es más significativo si se tiene en cuenta que uno de los objetivos de la Unión Europea para 2020 es que un 20% de la energía que se consuma proceda de las fuentes renovables.

Los objetivos del Gobierno danés van más allá: en 2011 el consumo energético procedente de las fuentes de energía renovables debe alcanzar al menos un 20% y para 2025 debe subir al menos hasta el 30%.

En la actualidad, según datos de la agencia de la energía, Dinamarca tiene una capacidad instalada de energía eólica de 3.150 megawatios (aproximadamente el 20 por ciento del consumo de energías renovables), de los cuales 640 megawatios proceden de plataformas instaladas en el mar, de las más importantes del mundo.

Muy importante también fue la decisión de descentralizar la producción de electricidad y calor: si en los años 80 había una quincena de centrales de cogeneración, ahora hay más de 700 por todo el país, más cerca de los núcleos urbanos y, por lo tanto, con un aprovechamiento mucho mayor.

En Dinamarca, la paja del trigo, la madera, el biogás y los desechos biodegradables se han incorporado, como materias primas para la producción de energía, a la lucha contra el CO2 y otros gases responsables del cambio climático.

Uno de los casos más significativos es el de la empresa Inbicon, que produce biofuel a partir de la paja del trigo, una experiencia única en el mundo.

Es lo que se llama un «biofuel de segunda generación», es decir, que utiliza como materia prima la que no puede ser consumida por el hombre (se utiliza la paja después de que se haya recogido el trigo).

Lene Haugaard Mikelsen, una de sus responsables, explicó que la tecnología que utiliza esta empresa permite reducir en un 84 por ciento las emisiones de CO2 en relación con el petróleo.

Los agricultores venden su paja a la empresa, que mediante un proceso de hervido, licuación y fermentación, produce 5,4 millones de litros de etanol (reemplaza a la gasolina en automóviles y transporte), melaza (utilizada en bioquímica) y biofuel (que sustituye al carbón en la generación eléctrica).

Un ejemplo de producción de energía eléctrica y calórica mediante biogás es el de la empresa Hashoj, que utiliza los residuos orgánicos de todo tipo que le proporcionan los granjeros. Mediante un proceso de pasteurización, se separa el metano del resto, que se convierte en fertilizante rico en potasio, fósforo y nitratos y que vuelve a los almacenes agrícolas.

El metano se almacena y se traslada mediante gasoductos a una pequeña central próxima de cogeneración, que suministra electricidad y calor a unos aproximadamente 500 consumidores.

Estos casos han contribuido al hecho de que en la actualidad Dinamarca haya desarrollado un fuerte potencial en la exportación de tecnologías y equipos relacionados con la energía limpia.

Según los datos de la agencia de la energía, un tercio del mercado de turbinas para energía eólica es de procedencia danesa.

En total, las exportaciones danesas de tecnología energética se han incrementado en 2007 hasta los 6.934 millones de euros, el triple que en 1996, lo que representa ya más del 9% de las exportaciones del país.

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