Didáctica sobre la continuidad de la Central de Garoña

Si recuerdan la forma en que el humorista Gila, en uno de sus monólogos, señalaba cómo un asesinato era obra de Jack el Destripador «porque soy Sherlock Holmes, porque lo digo yo y punto», podríamos recordar la profundidad del argumento de “la palabra dada” y el “Programa” esgrimido para intentar justificar los posicionamientos favorables y dogmáticos al cierre de Garoña. Alejándonos de los modelos de pensamiento único o vertical, tan usuales en la sociedad española, es conveniente hacer didáctica para no caer en la demagogia, en la polarización o en la exposición burda de argumentos basados en la consideración de que la escucha es burda, aunque no lo sea. Por tanto, es necesario analizar los argumentos que se ciernen y se exponen respecto a la continuidad del funcionamiento de la Central de Garoña.

Garoña es pequeña (relativamente). Y, el pensamiento se cierra con una subordinada omitida “Garoña es pequeña, luego da igual que la cerremos” y “tenemos sustitución para la producción que genera en estos momentos de caída de demanda. Que se cierre”. El Gobierno señala que Garoña “sólo aporta el 0,4% de la producción energética total de España”. Sólo 466 MW (lo que produce una central de ciclo combinado, de gas) señalan, despreciando, con desparpajo, el potencial de generación de electricidad de esta instalación, ya que estos megavatios están muy bien aprovechados, dado que están disponibles el 93 % del tiempo. Garoña aporta energía base al sistema, lo que da seguridad y estabilidad al mismo, frente a otras fuentes cuya generación tiene o más costes variables o están disponibles en determinados momentos debido a la meteorología. En 10 años, la planta produciría 38.000 millones de kWh, se evitaría la emisión de 25 millones de toneladas de CO2 y la compra de derechos de 550 millones de euros, además de ahorrarse 1.600 millones de euros en gas. Lo que, para ser pequeño, es mucho.

Por otra parte, esta producción abarata sustancialmente el precio en el mercado de generación de la electricidad, y dependiendo del comportamiento del petróleo (nuevamente creciente, como se puede certificar por la evolución del mercado del crudo) puede ser sustitución de energía barata por otra cara (o mejor dicho, por una que abarata el mercado conjunto, todos los kilowatios, por otra que lo encarezca globalmente, es decir, que suba el precio de todos los kilowatios). ¿Cómo explicarán los adalides actuales antimercado que sube la electricidad en el mercado de generación (solución: con demagogia o con intervención)? ¿Hay sustitución para el mayor grado de dependencia, de la restricción de oferta, o de la seguridad de suministro a medio plazo a menor coste?

En todo caso, recordemos para los incrédulos del mercado que, la mejor forma de tener precios bajos en un mercado, es que haya abundancia de generación y un mix diversificado estratégicamente. Si reducimos la oferta (cerrar una planta de generación que puede funcionar perfectamente, según señalan los técnicos, es restringir la oferta), subirán los precios de la electricidad más o menos dependiendo de las circunstancias de mercado. Y, por otra parte, recordemos aquella frase mítica del “tacita a tacita” o el refrán de “un grano, no hace granero, pero…”

Vida útil vs. vida de diseño. Garoña ya tiene más vida útil. Como ya hemos dado cuenta en Energía Diario, uno de los “argumentos” ya repetidos es el de la palabra dada y otro el de la vida útil. Centrémonos en el de vida útil que se esgrime, con un cierto oportunismo, de ése que se acerca a nuestras conveniencias intelectuales: la vida útil que, “digamos”, ha finalizado es la del diseño inicial. Y, en este caso, lo que ha anunciado el Consejo de Seguridad Nuclear es que Garoña tiene más vida útil. ¿Por qué este intento deliberado de confundir vida de diseño, con vida útil? (Por cierto, algo que explica muy bien Felipe González). Garoña lo que realmente ha cumplido es lo que sería la vida de diseño inicial, su vida prevista en el momento de su construcción. Puede seguir operando y aumentar su vida útil, en la medida que su funcionamiento se haya realizado en condiciones menos severas y se hayan realizado programas de mantenimiento, inversiones y seguridad. ¿Correría el mismo destino cualquier factoría de cualquier empresa, le aplicarían el cierre porque llegó al final de su tiempo de diseño inicial? ¿Quién paga todo eso?

Obama ya ha autorizado, en lo que lleva de mandato, el aumento de vida útil de una nuclear semejante a Garoña (Oyster Creek el 8 de Abril de 2009) además de otras plantas. Frente al ‘buenismo’ oficial, hay que decirlo, sin que nos duelan prendas ni la utilización del nuevo inquilino de la Casa Blanca (¡ese oscuro objeto del deseo de nuestro Gobierno, cuya aprobación se requiere como por ensalmo!). En Estados Unidos, además, hay otras 52 centrales con la misma tecnología funcionando ya con vida útil hasta 60 años. Además, recordemos que Garoña es en las clasificaciones internacionales de estas instalaciones la 31ª central del mundo, aunque aquí se le tengan ganas.

La política energética y medioambiental también es política económica. El hecho de decidir cómo es el mix de generación español tiene consecuencias económicas en términos de precios de la energía; en términos de dependencia energética (exterior y de los combustibles fósiles); en términos de empleo (y por ende de destrucción de empleo, directo e indirecto); en términos de que las empresas reciban mensajes respecto a la seguridad de las inversiones futuras y en términos de emisiones de CO2 que saldrán a la atmósfera (y habrá que pagar, lógicamente) de sustituirse por combustibles fósiles, como es la propuesta de varios grupos ecologistas. Todo esto y las indemnizaciones a pagar por la decisión hacen que ésta sea completamente antieconómica y antimedioambiental.

Las decisiones no son de corto plazo en el sector energético: el debate sobre la energía nuclear y el mix energético español no ha existido. La configuración del sector energético en el plano de la generación no se hace (mejor dicho, no se debe hacer) por las urgencias parlamentarias, por coyunturas partidistas, por cábalas electorales, por oportunismo o por tacticismo político, con informes tendenciosos encargados, ni siquiera por la filiación ideológica del Presidente del Gobierno y sus allegados. Cuanto mejor sea este debate y más estabilidad futura se dé, menos costes tiene para la sociedad. No se puede hurtar el debate en términos globales, de los precios de la electricidad, la dependencia energética, la sostenibilidad y la seguridad de suministro en equilibrio. Y, para aquellos que dicen que ha habido debate nuclear, que no confundan a la parroquia, porque en el mismo momento son capaces de decir que para qué es necesario un debate nuclear. O, también, como por ejemplo, cada vez que se trataba de iniciar este debate se sacaba un expediente truculento al respecto. ¿Dónde ha estado ese debate en esos términos? ¿Cuándo comenzaremos a tratar estas cuestiones, en serio y sin ideólogos, sin que se conviertan en entretenimientos, que se guarden las conclusiones en los cajones (como la mesa que impulsó en su momento Montilla y de la que nadie sabe nada de los resultados) o que sean intentos de pastorear al personal hacia la ideología sin análisis riguroso (quiere decirse basados en los mercados y en su funcionamiento)?

En todo caso, todas estas decisiones no se deben tomar por ideología o por aplicación de la ideología del que manda, o porque determinados sectores influyentes le tengan ganas a las nucleares, o por dar o no dar alas o una concesión a un sector u a otro. Seamos serios porque es muy serio.

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